Mateo 4:12-17 RVC
12 Cuando Jesús se enteró de que Juan estaba
preso, volvió a Galilea,
13 pero se retiró de Nazaret y se estableció
en Cafarnaún, ciudad marítima en la región de Zabulón y de Neftalí,
14 para que se cumpliera lo dicho por el
profeta Isaías:
15 «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
Camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles;
16 El pueblo asentado en tinieblas vio gran
luz; a los que vivían en región de sombra de muerte, les resplandeció la luz.»
17 Desde entonces Jesús comenzó a predicar, y
decía: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado.»
El Reino de Dios es el tema central de la
predicación de Jesucristo, y se ha escrito mucho acerca de él, pero normalmente
nos quedamos con una duda: ¿qué cosa es “el Reino”? Bueno, no es que no podamos
saberlo hoy, a medida que prosigue la revelación del Nuevo Testamento más allá
de la predicación de Jesús en los Evangelios se nos va haciendo más claro, y
con un estudio de toda la revelación en
las Escrituras podemos tener una imagen bastante acabada de qué cosa es el
Reino de Dios, en la Tierra, en el Cielo, en el presente y en el futuro; y
nuestro rol en él.
Pero nos queda claro que esa comprensión no
resulta “inmediata” en la predicación de Jesucristo, no lo vemos nunca
definiendo “qué era” ese Reino que anunciaba. ¿Por qué?
Creo que podríamos considerar como un
criterio de interpretación bíblica el hecho de que cuando algo “no se define”
sino que se da por supuesto, es porque era supuesto para los primeros
receptores del mensaje, por lo que deberíamos buscar la definición por otro
lado (en la revelación anterior, en cuestiones culturales o históricas de la
época…). Dado que tampoco vemos en ninguna parte que los judíos lo confrontaran
pidiéndole una definición del “Reino”, debemos concluir que ellos sabían de qué
se trataba… o al menos eso pensaban.
Es claro que los conciudadanos de Jesús, e
incluso sus mismos discípulos, estaban esperando la venida de un reino
terrenal, de la liberación política de la nación. Perder su etnocentrismo les
costó un gran trabajo a los apóstoles, el concepto de “reino” que ellos tenían,
es decir, conforme su propia imagen de reino, era muy fuerte. Pero para
nosotros resulta por demás de claro que Jesús estaba pensando en un Reino muy
diferente a esa liberación política y autogobierno, incluso a la situación de
comunión fraterna y ayuda mutua que ocurrió en la iglesia de Jerusalén.
¿Hubiera podido Jesús específica qué tipo de reino estaba Él por construir? Es
claro que no, ¡si ni siquiera los doce apóstoles pudieron entenderlo hasta
después de bastante tiempo! ¿Los engañó entonces haciendo que creyeran en un
reino que nunca vendría? Tampoco, primero porque el reino que ellos esperaban
sí vendrá y segundo, porque hubiera podido iniciar en ese tiempo si lo hubieran
aceptado.
El Reino viene, sí, pero ¿qué reino? Aunque
Dios sabía perfectamente qué iba a ocurrir, la puerta estaba abierta, dos
opciones de Reino, pero de todas formas, aún si la nación rechazaba a su
Mesías, el Reino vendría. Libertad del hombre, soberanía de Dios.
Es interesante que en el texto de Mateo se
hable de Juan el Bautista y de una profecía junto con la expresión “el reino de
los cielos se ha acercado”, todo ello en un ambiente judío. De nuevo, ellos
tenían una imagen del reino.
Jesús no les mintió, más que definir al
reino, de lo cual ellos tenían una idea parcial, expuso las leyes y condiciones
de dicho reino: no la cumplieron, y el Señor emitió sentencia:
Mateo 21:43 RVC
43 Por tanto les digo, que el reino de Dios
les será quitado a ustedes, para dárselo a gente que produzca los frutos que
debe dar.
Y lo que los gentiles conocemos como
“Iglesia” es la manifestación presente de ese Reino eterno.
Pero quiero volver sobre un punto: ellos
tenían una expectativa, pero lo que Jesús traía era mayor y a la vez diferente
a su expectativa, sin embargo, no vemos que Él haya corregido esa expectativa
en algún momento. De la misma manera, nosotros tenemos ideas y expectativas de
cómo deben ser las cosas, es más, muchas veces basada en una palabra de Dios
(ellos también tenían las palabras de los profetas), pero qué significa
realmente eso que se nos prometió normalmente no lo terminamos de entender ni
encerrar en nuestras expectativas y visiones. Por lo tanto, debemos mantenernos
abiertos a que la palabra profética, la promesa, sea “actualizada” por el Señor
a medida que va llegando… siempre y cuando no nos pase como a los conciudadanos
de Jesús, a quienes la promesa les fue quitada… ¿quitada? No del todo,
cualquier judío que quería ser salvo podía hacerlo, pero no integrado a un
Israel redimido sino a un nuevo Reino, la Iglesia, en el cual pronto entrarían
también los gentiles. La promesa “cambió”.
Estas vicisitudes de la promesa, estos
“cambios” a los ojos humanos (conforme nuestra comprensión) debemos tenerlos
presentes, debemos saber que ocurren para que el cumplimiento de las promesas
divinas no nos pase “por el costado” sin que nos demos cuenta.
Danilo Sorti
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