Santiago 1:1 RVC
1 Yo, Santiago, siervo de Dios y del Señor
Jesucristo, saludo a las doce tribus que están en la dispersión.
Santiago ha sido una carta enigmática,
especialmente para el mundo protestante, ya que parece exaltar demasiado a las
buenas obras. Lutero mismo dudó de ella, y la iglesia primitiva demoró bastante
tiempo en reconocerla como canónica. No voy a hacer aquí un análisis de todas
las cuestiones abiertas que presenta y de las diversas respuestas que han
recibido por los teólogos, pero veamos algunos puntos interesantes.
Una de las cosas que nos sorprenden es que
tenga tan poco contenido doctrinal, cuando la comparamos con las epístolas
paulinas, más aún cuando la leemos después de Hebreos, que es prácticamente
toda doctrina. Pero esto se entiende si pensamos que Santiago consideraba que
sus lectores ya tenían bastante de doctrina, pero graves problemas prácticos.
El ambiente de la carta es a primera vista,
de raíces hebreas, y eso nos “conecta” con Hebreos, aunque sus autores y
destinatarios fueran diferentes. Sin embargo, la epístola está escrita en un
griego pulido y evidencia un autor que conocía la forma de pensar griega y
romana. Además de eso, la carta es claramente cristiana. Hay mucho debate sobre
si el autor es Santiago, el hermano carnal de Jesús, o no, quiénes fueron los
destinatarios y cuándo se escribió. Pero vayamos a una visión general del
texto.
Si no se preocupa por explicar doctrina es
porque sus lectores ya la sabían. La epístola está muy relacionada con las
palabras de Jesús, especialmente el Sermón del Monte, pero no únicamente.
También toma las enseñanzas paulinas. Y precisamente pretende traer un
equilibrio: la fe, podemos suponer, había sido exagerada por esa comunidad y se
había vuelto muerta, sin obras. Precisamente como la carta pretende hacer un
fuerte énfasis en la necesidad de obras es que no se preocupa demasiado en
hacer una “teología de las obras”; simplemente, ¡hagámoslas!
Me hace acordar (por lo opuesto) a la característica
de muchos libros sobre educación: son tan abstractos y entreverados que lo
menos que hacen es comunicar con claridad, lo que se supone que debe hacer un
educador.
Fue “por casualidad” que terminó después de
Hebreos, pero algunos de nosotros no creemos en esas casualidades, sino más
bien que el Espíritu Santo participó no solamente en la redacción de los libros
de la Biblia, sino en su ordenamiento posterior. Y allí se hace evidente que a
un libro con tan fuerte énfasis en la fe, y tan “teórico”, le sigue otro con
tanto énfasis en la práctica de esa fe, ambos fundamentados en el cristianismo
de raíces hebreas.
Santiago no niega la doctrina de la salvación
por fe, simplemente corrige una desviación. Y al hacerlo, nos confronta
seriamente con nuestra conducta. No es fácil leer Santiago, ni tampoco escribir
sobre él, porque al hacerlo se nos aplica automáticamente la advertencia del
capítulo 3:
Santiago 3:1 RVC
1 Hermanos míos, no se convierta la mayoría
de ustedes en maestros. Bien saben que el juicio que recibiremos será mayor.
Tan solemne advertencia es especialmente
necesaria cuando pretendemos hablar de algo que es muy práctico y muy serio
delante de Dios: el trato hacia los pobres, un tema que “parecía” descuidado en
el resto de las epístolas.
Y digo esto porque creo que uno de los hilos
conductores de toda la carta es precisamente ese: el trato hacia los pobres y
la discriminación dentro de la iglesia y, en un sentido más general, la
relación entre pobreza y riqueza desde el enfoque terrenal y espiritual.
¿Cuál es la estructura de la carta? También
aquí los teólogos tienen discrepancias, parece ser en realidad una colección de
exhortaciones en relación con la vida práctica en la comunidad, especialmente
en función de la justicia hacia los pobres. Pero, como dije en el párrafo
anterior, si enfocamos bien veremos que el enfoque pobreza / riqueza – terrenal
/ espiritual bien puede ser aplicado en todos los capítulos. No sé si esa fue
la estructura original que pensó el autor al momento de escribirla, pero al
menos sí es una forma de interpretarla válida que nos deja el Espíritu.
Toda la carta nos confronta, primero, en
cuáles son nuestras verdaderas riquezas:
Mateo 6:20 RVC
20 Por el contrario, acumulen tesoros en el
cielo, donde ni la polilla ni el óxido corroen, y donde los ladrones no minan
ni hurtan.
¿Qué pasa con las riquezas materiales? ¿Cómo
se comportan los ricos? Y más que eso, ¿cómo se comporta la iglesia en relación
con ambos grupos? ¿Tiene verdaderas riquezas espirituales? Con estas preguntas
en mente podemos releer todo Santiago y recibir sus duras exhortaciones y sus
palabras de ánimo.
Danilo Sorti
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