Efesios 1:15-23 RVC
15 Por esta causa también yo, desde que supe
de la fe de ustedes en el Señor Jesús y del amor que ustedes tienen para con
todos los santos,
16 no ceso de dar gracias por ustedes al
recordarlos en mis oraciones,
17 para que el Dios de nuestro Señor
Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en
el conocimiento de él.
18 Pido también que Dios les dé la luz
necesaria para que sepan cuál es la esperanza a la cual los ha llamado, cuáles
son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,
19 y cuál la supereminente grandeza de su
poder para con nosotros, los que creemos, según la acción de su fuerza
poderosa,
20 la cual operó en Cristo, y lo resucitó de
entre los muertos y lo sentó a su derecha en los lugares celestiales,
21 muy por encima de todo principado,
autoridad, poder y señorío, y por encima de todo nombre que se nombra, no sólo
en este tiempo, sino también en el venidero.
22 Dios sometió todas las cosas bajo sus pies,
y lo dio a la iglesia, como cabeza de todo,
23 pues la iglesia es su cuerpo, la plenitud
de Aquel que todo lo llena a plenitud.
Aquí tenemos una de las verdades más básicas
del cristianismo, tanto que cualquier creyente, aunque lo sea nominalmente, pudiera
decirla de memoria: la autoridad absoluta otorgada a Cristo. Es interesante que
la primera vez que Jesucristo mismo expone esta verdad frente a Sus discípulos
lo haga en el contexto del mandato misionero, el más desafiante de todos, el
más difícil de cumplir y el que engloba a todos los otros.
Pasa con esta verdad lo mismo que con otras
tantas enseñanzas básicas: al ser tan comunes y fundamentales de la fe,
compartidas ampliamente en el sustrato cultural católico en el que estamos
insertos, se dan por sobreentendidas y tendemos a no prestarles demasiada
atención. Sabemos que Cristo es Dios y que tiene todo poder, y listo, no es
“necesario” volver sobre el tema, lo hemos reconocido al momento de
convertirnos y ya está.
Pero precisamente por eso es fácil para el
Adversario erosionarlas sutilmente, a través de enseñanzas “más específicas”
que en algún punto niegan u olvidan estas verdades fundamentales. Claramente el
problema es que “creemos que ya lo sabemos”, y en realidad lo más probable es
que solamente conozcamos “la puerta de entrada” y algunos de los primeros
tramos del camino, pero no toda su profundidad.
20 la cual operó en Cristo, y lo resucitó de
entre los muertos y lo sentó a su derecha en los lugares celestiales,
21 muy por encima de todo principado,
autoridad, poder y señorío, y por encima de todo nombre que se nombra, no sólo
en este tiempo, sino también en el venidero.
22 Dios sometió todas las cosas bajo sus pies,
y lo dio a la iglesia, como cabeza de todo,
¿Qué quiere decir esto en verdad? Es decir,
¿cuáles son todas las dimensiones, toda la profundidad, del señorío de Cristo? ¿Hasta
“dónde” llega? Bueno, no nos entusiasmemos con una respuesta rápida. Cada nueva
generación necesita redescubrirlo en base a sus desafíos, cada uno de nosotros
necesitamos redescubrirlo en base a los nuevos desafíos que nos toca vivir día
a día, y la verdadera fe consiste en que, frente a esos nuevos desafíos, es
decir, frente al nuevo camino por el cual nunca hemos transitado (y a lo mejor,
nadie más tampoco en la historia) podamos creer que TAMBIÉN ALLÍ Cristo tiene
toda autoridad. Es muy fácil decirlo, otra cosa es vivirlo…
Veamos lo primero, que nos da la clave para
nuestra propia autoridad en Cristo:
22 Dios sometió todas las cosas bajo sus pies,
y lo dio a la iglesia, como cabeza de todo,
La autoridad de Jesús fue dada por Dios
Padre, y aquí tenemos una aparente dificultad teológica, ¿cómo podía recibir
autoridad siendo Dios? ¿acaso no la tenía ya? Esto se resuelve cuando
recordamos lo que significó la encarnación:
Filipenses 2:6-9 RVC
6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó
el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma
de siervo, y se hizo semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se
humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo
sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
Es decir, en la encarnación voluntariamente Dios
Hijo deja a un lado Su omnipotencia (no Su santidad) para hacerse en todo como
nosotros y recibir, POR SUS PROPIOS MÉRITOS, es decir, por PERFECTA JUSTICIA,
la autoridad sobre toda la creación, originalmente dada al hombre y perdida
después. Este Jesucristo, hecho como uno de nosotros, recibió toda autoridad
por Su obediencia perfecta. Eso es un principio espiritual que nos indica cómo
crecemos nosotros en autoridad.
Aquí entra el conflicto con la “gracia barata”,
o el “exceso de gracia” que tanto abunda en este siglo, y en muchos cristianos
también. Confundimos los bienes de la gracia con la autoridad espiritual. Por
gracia recibimos la entrada al Reino y una nueva posición, y en nuestro caso,
no puede existir vida cristiana ni relación con Dios que no sea por gracia y
nada más que por gracia, tal como Pablo muy bien lo explica en todas sus epístolas
dado que él fue el mejor ejemplo del poder de la gracia que tenemos en toda la
Biblia. Pero dentro de esa gracia hay una medida de autoridad sobre el mundo
espiritual que solo viene por obediencia, tal como Cristo nos mostró; es lo que
llamamos santidad o la vida que agrada a Dios, o la muerte de nuestra
naturaleza pecadora. Satanás, que es nuestra “brújula que apunta hacia el sur”
hace algo parecido al exigir progresivamente más sacrificios y consagración a
sus seguidores a cambio de otorgarles más poder (siempre menor al que mucho más
fácilmente podemos conseguir nosotros).
Ese poder que actúa en nosotros es el mismo
que se manifestó sobre Cristo, ese poder, que actúa y que también está
disponible, se entiende solamente al entender la obra de Cristo y Su autoridad
presente. Es imposible agotar el tema en muchos libros que se escriban, pero
veamos algunas de sus implicaciones. ¿Poder sobre qué? En los versículos 21 y
22 Pablo menciona 7 cosas, veamos cómo se definen en los diccionarios bíblicos:
·
Principados, ἀρχή, Comienzo, principio, origen, fuente, fundamento,
cimiento, punto de partida, primera causa, cumbre, autoridad, mando, poder,
dominación, soberanía, imperio.
·
Autoridad, ἐξουσία, Autoridad, facultad, potestad, derecho, libertad de
escoger, capacidad, habilidad, poder, poder gubernamental, gobierno.
·
Poder, δύναμις, Poder, fuerza, capacidad,
habilidad.
·
Señorío, κυριότης, Potestad, autoridad humana; también poder sobrenatural,
dominio celestial.
·
Nombre, ὄνομα, Nombre, por extensión, llamar a alguien, reputación, todo lo
que un nombre implica, de autoridad, carácter, rango, majestad, poder,
excelencia, etc., de todo lo que el nombre cubre.
·
Todo (todas las cosas), πᾶς, Todo, cada uno, toda clase de, todo, pleno,
sumo, absoluto.
·
Iglesia, ἐκκλησία, La Iglesia, el Cuerpo de Cristo.
Cada una de estas simples palabras generaría
libros enteros, y resulta muy claro que Pablo está haciendo esta enumeración
porque la simple palabra “todo” resultaba demasiado escasa para decir todo lo
que quería decir. Aún la misma lista también lo resulta.
Podríamos pensar que los seis primeros ítems
implican una autoridad más bien “negativa”, es decir, se trataría de poderes
rebeldes o potencialmente rebeldes que son sujetos bajo la autoridad de Cristo,
mientras que la última categoría es positiva: Cristo como Cabeza de Su Iglesia.
Sin embargo, conociendo la historia pasada y presente de esa misma Iglesia no
deberíamos descartar en absoluto la faceta “negativa”: ¡el Señor también
purifica a Su Iglesia!
Ya dijimos en artículos anteriores de esta
serie que los primeros destinatarios vivían en un ambiente profundamente
espiritual, donde las deidades paganas se manifestaban muy claramente y nadie
necesitaba que le explicaran el mundo espiritual como sí nos hace falta a los
occidentales hoy, por lo que muchas palabras que Pablo expone “al pasar” tenían
mucho sentido para ellos, que en parte se ha perdido para nosotros. Debemos
entender este listado que hace el apóstol enfocado principalmente a los poderes
espirituales y secundariamente a los terrenales, que en ese entonces resultaban
tanto o más opresivos que hoy.
¿Por encima de qué está Jesucristo?
Por encima de los principados, que encabezan
la lista y de acuerdo a su significado y posición podemos asumir como los más
poderosos de todos. Son los que establecen principios, formas de pensar,
estructuras espirituales, sociales, económicas, que perduran durante siglos o
milenios; son los imperios en su sentido más amplio y opresivo. Hoy se nos han
hecho evidentes los principios del marxismo cultural que han infectado toda la
sociedad y conforman el primer frente de batalla contra el Reino de Dios, es el
principado de este siglo y me atrevería a decir que el fundamento del próximo y
muy breve reinado del Anticristo. Pero Jesús está por encima de ellos y por
sobre ellos, y todos los espíritus regentes de naciones, tiene poder.
Por encima de autoridades, aquellas que
reciben el poder de gobernar y establecer los principios de los principados, si
se quiere las “segundas líneas” que muchas veces se nos presentan como las
primeras. De hecho, a nivel humano, difícilmente veamos o seamos conscientes
del accionar de las verdaderas primeras líneas, aunque en este tiempo eso está
cambiando. Son los que materialmente aplican la autoridad y los responsables de
la opresión y persecución directa. También sobre ellos Jesucristo tiene
autoridad.
Por encima de los poderes, digamos, las “terceras
líneas”, aquellos que ejecutan las órdenes de la autoridades, las fuerzas
armadas (en este caso, las “fuerzas armadas espirituales” de Satanás, pero
también pueden ser usadas las naturales). En una confrontación directa son los
que van al frente, aunque no son los que tienen la autoridad última. También
sobre estas fuerzas, agresivas y temibles, Jesucristo tiene autoridad.
Por encima de todo señorío, palabra que puede
referirse al plano humano como representantes de esa fuerzas. No son demonios y
tienen una legalidad diferente para actuar sobre la Tierra, en cierto sentido,
superior y más difíciles de vencer (precisamente porque actúan con la legalidad
original dada por Dios), pero también sobre ellos Jesucristo venció, es decir,
no solo en el ámbito espiritual, sino en el terrenal.
Por encima de todo nombre, de todo el que
tiene fama, y aquí podemos irnos más allá del poder político militar a los
otros poderes sociales, aquellos que “tienen nombre”, los referentes en el
campo de la ciencia, de la “cultura” (es decir, lo que el mundo hoy llama “cultura”),
de la empresa, de la sociedad, etc. Son los “líderes” del pensamiento y el
quehacer de una sociedad. Los grandes pensadores que orgullosamente se erigen
por encima de la Biblia y del cristianismo, humillando de todas las formas posibles
a cuanto cristiano se le cruce. Pero Jesucristo está por encima de ellos, y en
su propia “sabiduría” serán también avergonzados.
Nombre en el pasado y nombre en el futuro. En
realidad esta expresión bien puede incluir a todas las anteriores y darles una
dimensión temporal: Su victoria es permanente y no importa cómo se renueven las
estrategias satánicas (que en realidad solo renuevan su máscara porque la
esencia es la misma), nada surgirá superior a Él. No importa cuán venerado sea
un pensador del pasado, no importa con cuánta pompa aparezca otro hoy, ninguno
será superior a Cristo.
¡Por encima de TODO! Es decir, de todo lo que
a uno se le pueda ocurrir, de cualquier cosa que no caiga dentro de esta
clasificación, de todo el mundo natural, de cualquier bicharraco que ande por
ahí, de todo, espiritual o humano, no importa cómo se llame, donde esté o cuánto
poder tenga, por supuesto, muy por encima del Adversario también.
Y por encima de la Iglesia. Es decir, por
encima de los lobos rapaces que se nos infiltran, por encima de las estructuras
y por encima de cualquier desviación doctrina o humana. Por cierto que tiene
mucha paciencia con ella, pero también es Su Juez, y no dudará en purificarla,
como lo está haciendo ahora y lo terminará de hacer dramáticamente en breve.
¡Cuánto más hay para decir aquí! Que el Señor
nos revele toda la dimensión de Su autoridad a medida que nos enfrentamos a
nuevos desafíos. Todos ellos, los que están viniendo y los que vendrán, ya han
sido derrotados en la cruz.
Danilo Sorti
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