miércoles, 3 de octubre de 2018

598. La gobernabilidad, los cristianos, la próxima “guerrilla” y los espacios de poder cristianos


Deuteronomio 28:1,15 RVC
1 »Si tú escuchas con atención la voz del Señor tu Dios, y cumples y pones en práctica todos los mandamientos que hoy te mando cumplir, el Señor tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra.

15 »Si no oyes la voz del Señor tu Dios ni procuras cumplir todos los mandamientos y estatutos que hoy te mando cumplir, vendrán sobre ti, y te alcanzarán, todas estas maldiciones:

El capítulo 28 de Deuteronomio, y otros paralelos, expresan de manera resumida la condición para la bendición o maldición de una nación. De ahí en más, el resto de la historia de Israel fue interpretada en esos términos y pareciera que las reglas “cambiaron” cuando vino Cristo, ya que expresamente no se instituyó ninguna nación “cristiana”. Sin embargo, podemos rastrear que el mismo principio que Dios aplicó de manera estricta para Su pueblo (a quién más se le dio, más se le demanda…) también regía para las otras naciones:

Génesis 15:16 RVC
16 Y después de cuatro generaciones volverán acá; porque hasta ahora no ha llegado todavía a su colmo la maldad de los amorreos.»

Aunque esos pueblos iban a ser expresamente destruidos por sus muchos pecados, todavía no era el momento, y, en realidad, cuando leemos la historia de la conquista, Dios utilizó las fallas de Israel en avanzar con fe para traer una dosis de misericordia extra hacia pueblos que debían ser exterminados.

Pero el asunto central de este artículo es que, si leemos bien el Nuevo Testamento, en ningún momento se cambia lo que Dios exige de una nación o por qué razón habría de juzgarla. El enfoque individual que aparece allí no niega nada del enfoque más “comunitario” y generacional que el Espíritu brinda en el Antiguo, lo completa y lo perfecciona.

Pero eso nos pone ante la incómoda cuestión de que, dado que todos vivimos en naciones, a las que Dios considera como una “persona” jurídica delante de Él, indefectiblemente estamos ligados en buena medida al destino de la misma. Esto no niega la protección divina, en realidad, PROTECCIÓN implica ser cuidado en medio de un juicio, PERO NO vivir una vida abundante y feliz: si todo alrededor nuestro se cae a pedazos, podemos confiar en que el Señor nos cuidará (si hemos sido fieles), pero no en que tendremos una vida “próspera”. Es más, quizás incluso ni podamos esperar que nuestra propia familia sea protegida o salvada:

Ezequiel 14:13-16 RVC
13 «Hijo de hombre, si la tierra se obstinara en pecar contra mí, yo descargaría mi mano contra ella y le cortaría el abasto de pan para que sufriera de hambre, y acabaría con hombres y animales.
14 En caso de que allí vivieran Noé, Daniel y Job, sólo estos tres hombres se salvarían por su justicia. Palabra de Dios el Señor.
15 »Y si yo hiciera que los animales feroces recorrieran la tierra para asolarla, y ésta quedara tan asolada que por causa de esas fieras nadie se atreviera a pasar por ella,
16 yo, su Señor y Dios, les juro que, si estos tres hombres vivieran en la tierra, ni sus hijos ni sus hijas saldrían bien librados; sólo ellos se salvarían, y la tierra quedaría desolada.

Además de eso, ¿cómo podríamos conformarnos con prosperar y vivir vidas tranquilas si alrededor nuestro la sociedad se pudre en el pecado y camina derecho al infierno? Podríamos citar muchos textos bíblicos que nos muestran nuestra responsabilidad hacia el resto de los hombres, y más cuanto que hemos recibido el mensaje de salvación.

No, no podemos permanecer indiferentes ante lo que pasa en nuestros países, ni por nuestro propio bien ni, mucho menos aún, por el de los inconversos. ¡Eso es terriblemente incómodo!

Los sucesos recientes han despertado a los cristianos latinoamericanos, especialmente a los evangélicos, hacia su participación política. Por demasiado tiempo un evangelio individualista nos mantuvo adormecido, lamentándonos entre nosotros lo mal que iba todo, pero sin atinar a realizar acciones conjuntas para traer la manifestación del poder de Dios.

Hubo un “falso” o “medio” despertar hace unos años, que en buena parte fue una infiltración para ganar voluntades de cristianos para apoyar a tal o cual candidato pero con un discurso y una práctica estrictamente secular, con sus mismos vicios. No pasó lo mismo en los sucesos recientes (al tiempo de escribir este artículo).

Pero esto nos pone en una encrucijada… o en varias. Primero, debemos aceptar que la política “no es mala” en sí misma, y creo que se ha avanzado bastante en eso. Pero, segundo, debemos reconocer la enorme corrupción que tiene. ¿Cómo “jugamos” los cristianos allí?

No es este un tratado de política para cristianos, pero hay un punto que me parece interesante analizar, al menos en la Argentina de este tiempo, la llamada “gobernabilidad”, es decir, que la problemática social no le estalle en la cara al gobierno de turno.

Pasado el debate sobre el aborto, apenas iniciado (y por un largo tiempo) el debate por la ideología de género, el gobierno tuvo que convocar a las iglesias para articular la ayuda social, y, sottovoce, para ayudar a contener un eventual intento de estallido, cosa muy frecuente en Argentina hacia el mes de diciembre. Por supuesto que eso tuvo sus demandas claras y tanto el Ejecutivo Nacional como el de la provincia de Buenos Aires acusaron recibo, al menos por ahora. Públicamente y ante los ojos de toda la sociedad, los evangélicos de Argentina nos sentamos a negociar e impusimos condiciones, dejamos de ser los “buenitos estúpidos”. Claro, eso tiene un precio… hemos llegado a una posición que hay que mantener y defender con todos los recursos de lo Alto.

No es ninguna exageración decir que hoy los ojos de la iglesia de Latinoamérica y del mundo, así como las sociedades también, están mirándonos. En otro tiempo hubiera sido pedante decirlo (y a los argentinos nos acusan de orgullosos….) pero en el “fin del mundo” se está librando la batalla que puede contener el avance de la perversión en cierta medida, al menos en lo que respecta a Sudamérica.

Para que el gobierno se siente a negociar con los cristianos, por supuesto contra su voluntad, éstos deben asegurar un nivel de “gobernabilidad”, esto es paz social. No se supone que debamos hacer alianzas políticas partidarias, aunque inevitablemente habrá candidatos que estén “más cerca” que otros (al menos durante un tiempo), se supone que debemos hacer más bien una “alianza social”, esto implica, entre otras cosas, no sembrar más descontento entre la gente como algunos (muchos) cristianos tienen por costumbre compartiendo publicaciones y mensajes burlones y agresivos del político contrario.

También implica ocupar posiciones de poder social: escuelas, empresas, medios de comunicación, todo lo cual actúa como grupo de presión. Y, por supuesto, tener políticos cristianos en las legislaturas.

Ya sé: casi cualquier cristiano podría mencionar algunos malos testimonios de otros cristianos que estuvieron en el poder, o son empresarios o tienen una posición de influencia. Eso es cierto y más aún, pero cuidado: ¡el Adversario ha tenido mucho éxito con su publicidad negativa, y los cristianos se la creyeron perfectamente!

Mucho se dice de Constantino y del grave problema para el cristianismo que significó “unirse” al poder político, pero no reconocen que fue un proceso gradual en el que el cristianismo fue ganando cada vez más poder e influencia social, tanto que llegó a ser reconocido como la única fe capaz de mantener cohesionado un imperio en crisis, lo que hizo Constantino lo hubiera hecho otro. Además, mis queridos hermanos, no sé si tendríamos cristianismo hoy si las persecuciones no hubieran cesado; todos los que critican a Constantino, ¿estarían dispuestos a vivir en el estado de persecución o por lo menos, amenaza constante, en que vivían nuestros hermanos en aquel tiempo? Claro que no, entonces, dejemos de criticar tanto a Constantino, demos gracia a Dios por él, y más bien analicemos qué hizo la iglesia de ese tiempo con el poder y la libertad que obtuvo.

Todos podrían recordar a William Wilbeforce como el parlamentario que logró la abolición de la esclavitud en Inglaterra, y sin dudas tiene un lugar especial en la historia. Pero desde que se convirtió, en 1.780, hasta que se retiró de la política, en 1.825, sin dudas que tomó muchas decisiones y participó en muchas acciones parlamentarias. ¿Fueron todas acertadas? ¿Todas fueron correctas? ¿No cometió ningún error? ¿No se dejó engañar por algún grupo de presión alguna vez? No conozco su historia así que solo haré una especulación, pero resulta difícil pensar que hizo “todo bien”. Aun así, fue el instrumento que Dios utilizó para iniciar un proceso de liberación que habría de repercutir en muchos otros países.

Y si hiciéramos aquí una lista de todos y cada uno de los políticos o gobernantes cristianos que ha habido, de absolutamente todos podríamos decir algo malo, y casi no hace falta mencionar a David como “él” gobernante por excelencia, y sus groseros errores…

Lo mismo diríamos de líderes cristianos de cualquier otro ámbito: empresarial, social, científico, educativo, etcétera, etcétera, etcétera.

No tenemos que “ser perfectos” ante la sociedad porque no lo somos, tenemos que reflejar a Cristo en todo lo que podamos y ser  honestos.

Tomar protagonismo social y político puede ser molesto para muchos cristianos, pero no para otros. Debemos hacerlo porque eso es lo que impedirá que el mundo termine de corromperse antes de tiempo, que podamos vivir en relativa paz y, más que nada, completar nuestra misión, ser de testimonio o influencia a muchos más, sembrar el Evangelio y rescatar a unos cuantos del mismo infierno.

La ideología de género ha “descubierto” con toda claridad ante los ojos de la sociedad al nuevo marxismo, aquel que desde sus orígenes ha gestado y sigue gestando guerrillas en todas partes; este tiempo no es una excepción. La “nueva guerrilla” está ahora pintada con una bandera de seis colores, aunque por ahora lo más correcto sería hablar de una “horda enfurecida” y no parece sencillo que llegue a ser una guerrilla organizada como las que tuvimos en la década del ’70; sin embargo, no podemos subestimar su potencial de influencia y de daño, especialmente cuanto resulta útil a los gestores del NOM, que por supuesto los odian, pero por ahora los van a usar y financiar.

Para un gobierno “sensato”, ellos no constituyen un buen aliado, y los cristianos debemos demostrar con los hechos que podemos garantizar la paz que ellos no pueden, y, muy importante, desarrollar urgentemente ministerios juveniles para ganar a los que hemos perdido en esa generación.

Necesitamos una “teología” para este tiempo crítico, tenemos ya mucho escrito, debemos hacerla circular y llegar a consensos básicos. Recordemos que al frenar (o retardar) el avance del mal en nuestras naciones estamos permitiendo que las condiciones sean un poco mejores para completar la misión de la Iglesia. No falta mucho tiempo y no vamos a cambiar el mundo nosotros, pero de ninguna manera debemos conformarnos con que “todo se pudra” mientras yo y mi pequeño redil nos salvamos… o creemos que nos salvamos…


Danilo Sorti




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