Efesios 1:7-12 RVC
7 En él tenemos la redención por medio de su
sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia,
8 la cual desbordó sobre nosotros en toda
sabiduría y entendimiento,
9 y nos dio a conocer el misterio de su
voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,
10 para que cuando llegara el tiempo señalado
reuniera todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las
que están en la tierra.
11 En él asimismo participamos de la
herencia, pues fuimos predestinados conforme a los planes del que todo lo hace
según el designio de su voluntad,
12 a fin de que nosotros, los primeros en
esperar en Cristo, alabemos su gloria.
Pablo es el apóstol de la gracia, Juan del
amor y la justicia se ve claramente en Santiago, uno de los primeros líderes de
la iglesia de Jerusalén. Pablo conoció la gracia de primera mano, Dios, a quien
nada se le escapa de las manos, quien tiene todo el poder para hacer lo que
quiera cuando quiera, y quien controla la vida de todo ser humano, permitió que
Pablo se hundiera en la ley y en el terrible pecado de pretender luchar contra
Jesucristo, para que cuando Su gracia se manifestara Pablo pudiera entenderla
de una manera mucho más profunda que ningún otro. Fruto de ese entendimiento es
lo que leemos en Efesios. La medida en que Dios permite que nosotros
profundicemos en el pecado antes de conocerlo es la medida de gracia que Él
está dispuesto a darnos, para que también nosotros tengamos algo que contar a
los otros pecadores.
Los cristianos que están preocupados por las
cosas prácticas, por los proyectos para el Reino, por cambiar en sus vidas,
llevar adelante misiones o lo que fuera, suelen “pasar por alto” estas
palabras, al menos en cierto sentido. Por el contrario, los cristianos que aman
profundizar en el entendimiento de la Palabra pueden quedarse meses anclados en
estos pocos versículos. En Su sabiduría, el Espíritu Santo ha puesto ambos
tipos de cristianos en el Cuerpo, así que nos necesitamos mutuamente.
Pablo pudo conjugar ambas facetas de una
manera maravillosa, porque en sus cartas tenemos una sección “teórica” y otra
“práctica”, siempre en ese orden, con lo cual nos dice que lo segundo
necesariamente debe estar basado en lo primero, no deberíamos olvidarnos. Y no
deberíamos olvidar que la obra de Cristo necesita ambas partes; la mayoría de
nosotros no somos como Pablo y nos orientamos más hacia una de las facetas, eso
no está mal, simplemente hay que recordar que lo que yo recibo debo darlo al
otro, y viceversa. Pablo hablará sobre eso más adelante en la carta.
Aquí están las verdades básicas del
Evangelio, y como hemos dicho varias veces, solemos pasarlas por alto una vez
que ya “las sabemos”, es decir, una vez que nos hemos convertido. Pero cuidado,
porque estas verdades tienen profundidades nuevas, nuevas dimensiones para
explorar. Y por otro lado, el Adversario siempre va a intentar socavarlas. No
nos engañemos: el pecado no es algo que “se agrega” al fundamento que hemos
recibido, necesariamente debe socavar ese fundamento para prosperar.
Y es que el fundamento lo recibimos
primeramente en nuestro espíritu y anida en el entendimiento, pero de ahí debe
avanzar hacia el resto de nuestra mente / ser, eso es parte de lo que llamamos
crecimiento espiritual, madurez, santificación. Cuando viene el engaño de
alguna manera contradice estos principios básicos, y si éstos no están
claramente presentes en nuestra mente, si no estamos acostumbrados a ponerlos
en práctica derivando de ellos la fe y la conducta cristiana, caemos en el
error.
En Gálatas se habla de religión y de
mandamientos, pero el cristianismo muchas veces termina siendo una lista más
larga o más corta de mandamientos, pero lista al fin. Es más, muchos no pueden
concebir una vida cristiana que no sea tal cosa. Pero cuando el Espíritu nos
presenta a través de Pablo estos principios generales al comienzo de sus cartas
en realidad lo está haciendo para que entendamos que los “mandatos” son
derivaciones lógicas y necesarias de ellos. Conociendo los principios,
teniéndolos siempre presentes, podremos resolver cualquier situación porque
basta con aplicarlos guiados por el mismo Espíritu que los inspiró.
·
Somos redimidos, esto es, rescatados. Es fundamental, y se “engancha” con
el concepto de guerra espiritual que vendrá más adelante. No somos “mejorados”,
no somos “cambiados de posición”, ¡hemos sido comprados en el mercado de
esclavos! ¡Hemos sido liberados del Amo más cruel! No podemos ser adecuadamente
agradecidos si no entendemos esto, y seremos fácilmente tentados a “volver”
cuando no lo comprendamos. No todos han pasado la experiencia de la profunda
esclavitud del pecado, a mí el Señor me rescató de joven y por Su gracia no
viví lo que otros vivieron, ¡pero tengo ojos y oídos! Y con ellos puedo ver y
escuchar los testimonios de otros y entender claramente cuál era el camino que
habría de seguir… y como hubiera terminado al final. Éramos esclavos sin poder
de decisión.
·
La redención es por el sacrificio de Cristo. A lo largo del cristianismo y
en este tiempo también se levantan muchos “caminos alternativos” que sutilmente
niegan la cruz de Cristo, es decir, presentan otra forma de conseguir algo de
lo que implica la redención. Toda enseñanza, toda práctica cristiana debe ser
pasada primero a la luz de Cristo, si la cruz, al final de la historia, termina
siendo menoscabada, ¡peligro! ¿Cómo hacemos esto? Una forma es mediante el
discernimiento de espíritus, y no debemos subestimarla. Pero junto con eso,
debemos llevar hasta sus últimas consecuencias las enseñanzas que escuchemos.
Hay mensajes que parecen muy lindos y muy cristocéntricos, pero cuando
empezamos a sacar conclusiones a partir de ellos, cuando empezamos a “hacerlos
funcionar” en nuestra mente, o los rastreamos en la historia, mucho mejor,
resulta que al final su corolario es terrible. Hay caminos que nos parecen
derechos pero… hay enseñanzas que parecen sana doctrina, pero…
·
Nuestros pecados fueron perdonados, no cubiertos simplemente. Ya no hay más
pecado delante del Padre y por ello somos hechos justos. Nunca debemos
olvidarlo, especialmente en este tiempo de “exceso” de gracia: EL problema del
hombre ha sido y es el pecado, cualquier doctrina que minimice el terrible
impacto del pecado, o que nos sugiera simplemente un “mejoramiento” del ser
humano es antibíblica.
·
La gracia es la gracia que alcanza el perdón y nos rescata. No es una
gracia indulgente. Y es el verdadero motor de la salvación: nada que
merezcamos, nada que Dios tenga que devolvernos, ninguna razón lógica, pura
gracia, puro amor del Trino Dios, nada más.
En este solo versículo 7 tenemos primero el
conflicto de los siglos: siendo esclavos de Satanás somos rescatados por el
sacrificio de Dios Hijo, que ganó el perdón delante de Dios Padre, que derrama
sobre nosotros la gracia vida por medio de Dios Espíritu. Nosotros antes y
después, la Trinidad y el Adversario mencionados en relación con nuestra
salvación y nueva posición. Ese es el fundamento del Evangelio y no debe ser
pervertido al intentar desdibujar ninguno de los “actores principales” que allí
aparecen.
Hay bastante más para charlar, pero eso lo
seguiremos en un próximo artículo de la serie.
Danilo Sorti
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