jueves, 25 de octubre de 2018

616. Las balsameras y la estrategia


2 Samuel 5:17-25 RVC
17 Cuando los filisteos supieron que David había sido coronado rey de Israel, reunieron sus ejércitos y fueron a combatirlo. En cuanto David lo supo, se fue a la fortaleza.
18 Mientras tanto, los filisteos llegaron y se extendieron por el valle de Refayin.
19 Entonces David fue y le preguntó al Señor: «¿Debo atacar a los filisteos? ¿Los pondrás en mis manos?» Y el Señor le respondió: «Ve y atácalos, porque los voy a poner en tus manos.»
20 Entonces David fue a Baal Perasín, y allí los venció. Por eso dijo: «El Señor se abrió paso entre las filas enemigas, como si fuera una corriente impetuosa», y llamó a ese lugar «Baal Perasín.»
21 Como al huir los filisteos, abandonaron a sus ídolos, David ordenó que los juntaran y los quemaran.
22 Pero los filisteos volvieron y acamparon en el valle de Refayin.
23 Entonces David consultó al Señor, y el Señor le dijo: «No ataques de frente. Rodéalos, y atácalos frente a los árboles de bálsamo.
24 Atácalos cuando oigas sobre las copas de los árboles un ruido como de un ejército en marcha, porque el Señor se pondrá en la vanguardia y herirá de muerte al ejército filisteo.»
25 David hizo lo que el Señor le ordenó, e hirió de muerte a los filisteos desde Geba hasta Guézer.

La Biblia está repleta de estrategia para la guerra, muchos cristianos ven en el Antiguo Testamento solamente una sucesión de guerras de un pueblo en permanente conflicto, sin más enseñanza que la protección divina en medio de las dificultades. No se dan cuenta de que el Espíritu nos está dejando las claves para la guerra espiritual aún en sus mínimos detalles.

Ubiquémonos en el contexto: David acababa de tener un gran éxito porque las tribus de Israel lo reconocieron finalmente como Rey. No fue fácil y se sucedieron unos cuantos conflictos y guerras entremedio. Lograr esa victoria había costado años, y en realidad era la victoria de la Palabra de Dios, de la promesa, que en medio de las dificultades se había cumplido. Pero apenas llegó el cumplimiento, vinieron las dificultades. Y eso debería ponernos sobre aviso.

No debemos esperar que cuando llegue el cumplimiento de una palabra los problemas desaparezcan instantáneamente porque Satanás va a estar furioso, especialmente si esa promesa tiene que ver con la extensión del Reino de Dios. ¿Te sorprende la nueva amenaza que aparece al día siguiente de la victoria? Más bien, es lo que deberías esperar.

En realidad, cuando vieron la amenaza “reunieron sus ejércitos” (funcionaban como ciudades estado), de nuevo una coalición, pero a diferencia de otras coaliciones enemigas, esta no podía ser dividida desde adentro porque era mucho más unida. Además, tenían una tecnología armamentística que dominaban mejor, mientras Israel recién se estaba introduciendo en ella (las armas de hierro).

David no salió a pelearlos inmediatamente, fue primero a su lugar seguro, no sabía qué hacer todavía. El ejército enemigo estaba en el valle de Refayin, que significa “gigante”, y así seguramente se presentaba a Israel. David tenía que salir a pelear con un ejército que recién se había reunido, que muy bien podía tener fuertes suspicacias internas porque hasta hacía algunos meses habían sido enemigos y del cual no podía estar absolutamente seguro de su fidelidad.

Bueno, pero a David lo vemos siempre haciendo lo mismo: “Entonces David fue y le preguntó al Señor”. Ese principio tan sencillo es LA CLAVE de la guerra espiritual, y si no dijéramos nada más que eso, sería suficiente. Simplemente, nada de lo que sigue tiene sentido sin esa acción, ni ninguna dimensión de la guerra espiritual, por más pequeña que sea, puede realizarse sin buscar primero la dirección del Estratega Máximo.

Ahora bien, David no supuso que Dios le iba a dar la victoria y que debía atacar a los filisteos, lo dejó en las manos del Señor, y una vez que obtuvo la respuesta favorable inició el ataque. No siempre es posible atacar a los enemigos, y eso tiene que ver para nosotros con nuestra relación con el Señor. Por lo tanto, SIEMPRE ES POSIBLE atacar a los enemigos si somos rápidos en ponernos a cuentas con Dios.

Ahora bien, la estrategia en este primer caso fue un ataque frontal, y obtuvo la victoria. Notemos que hay una acción muy importante de guerra espiritual aquí: David quema los ídolos de los filisteos, lo cual los desmoralizaría a ellos, y por supuesto, les restaría poder espiritual.

Sin embargo volvieron. Y de nuevo debemos aprender de esto: el enemigo va a insistir con una posición y va a volver una y otra vez hasta lograr derrotarnos, o que abandonemos la lucha. Pero no vuelve “igual”. Más bien, cuando vuelve “al mismo lugar” es porque ha desarrollado una nueva estrategia y sabe que si lo atacamos de la misma forma en que lo hicimos antes podrá vencernos. Nunca lo subestimemos.

Digo esto porque fácilmente podemos fanfarronear pensado que si lo vencimos una vez lo haremos en una segunda, y no necesariamente es así. Por eso David fue sabio y volvió a consultar con el Señor, pero ahora la estrategia fue distinta: dar un rodeo, mantenerse escondidos y tomar al ejército enemigo por sorpresa, en el flanco descuidado.

Sin embargo, Dios mismo debía ser el capitán en este caso y debían aprovechar las señales del entorno, las que Dios les iba a dar. Mejor dicho, Dios les iba a permitir escuchar con sus oídos lo que estaba ocurriendo en el mundo sobrenatural: sólo cuando Dios mismo empezara a marchar podían ellos atacar nuevamente.

Así lo hizo y los hirió y los fue persiguiendo a lo largo de todo un camino, desde Geba, el “lugar alto” hasta Guézer, algo “cortado, dividido”.

Cuando el enemigo vuelve con aparentemente la misma estrategia es porque ha diseñado algo nuevo que parece ser lo mismo, pero no lo es. Necesitamos estrategia divina allí. Acerquémonos, pues, al Capitán de las Huestes celestiales, al Dios de los Ejércitos, para que sea nuestro comandante en la lucha que enfrentamos.


Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

4 comentarios: