Efesios 1:7-12 RVC
7 En él tenemos la redención por medio de su
sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia,
8 la cual desbordó sobre nosotros en toda
sabiduría y entendimiento,
9 y nos dio a conocer el misterio de su
voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,
10 para que cuando llegara el tiempo señalado
reuniera todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las
que están en la tierra.
11 En él asimismo participamos de la
herencia, pues fuimos predestinados conforme a los planes del que todo lo hace
según el designio de su voluntad,
12 a fin de que nosotros, los primeros en
esperar en Cristo, alabemos su gloria.
En un artículo anterior hablé un poco sobre
el tema de la “predestinación”, así que no voy a agregar mucho más, simplemente
recordar que transformar las verdades bíblicas que en algún momento no
alcanzamos a comprender bien en un campo de batalla teológico es una ofensa
para el Espíritu Santo. Entiendo que la predestinación es el destino que Dios
marcó A LOS QUE CONOCIÓ de antemano, es decir, a los que Él ya sabía que lo
iban a aceptar y por ello “dispuso todas las cosas” para les ayuden a bien. De
los impíos, aquellos que nunca lo aceptarán, no podemos decir lo mismo.
El versículo 11 enfatiza en una verdad
difícil de digerir aún para los cristianos: la soberanía de Dios. No hablemos
de los que no lo conocen, tampoco de los creyentes inmaduros, hablemos de los
creyentes de años: ¡aún para ellos resulta difícil aceptar este hecho! Esto es
porque todavía tenemos los rastros del veneno de la serpiente, entonces cuando
escuchamos “todo lo hace según el designio de su voluntad” inmediatamente nos
vienen a la mente los conceptos de “arbitrariedad”, “injusticia”, “opresión”,
“dominación”, “falta de libertad”, “control”. Eso fue lo que pensó Satanás de
Dios y por eso se rebeló, y eso mismo nos inyectó a nosotros. Exactamente eso
es lo que ocurre entre nosotros cuando alguien tiene más poder que otro, se la
élite mundial o sea el jefe de mi equipo de trabajo, desde lo más grande hasta
lo más pequeño, ¡así funciona el mundo!
Pero Dios no es nada de eso, más bien todo lo
contrario. Sin embargo, nuestra mente necesita ser renovada para que esas
palabras cobren otro sentido. Bueno, de hecho, debemos arrepentirnos del pecado
de pensar mal de Dios, por más que sea extremadamente común.
En los versículos anteriores que leímos y en
el resto del capítulo y de la carta… y de la Biblia… queda claro que los
propósitos y planes de Dios son para nuestro mayor bien. Pero también queda
claro que ese bien no necesariamente es en el aquí y ahora, por lo tanto, hace
falta una visión más amplia, a más largo plazo, verdaderamente espiritual, para
entender esa clase de bien, ese amor verdadero que no es “buenismo” ni
indulgencia.
Los planes de Dios son lo mejor que nos puede
pasar y el verdadero dilema de la vida de un cristiano se da entre cumplir sus
propios planes o conocer y cumplir los planes divinos. ¡Cuánto nos ha
contaminado esa cuestión del pensamiento positivo de tener sueños y cumplirlos,
de usar a Dios como un amuleto de la buena suerte para cumplir nuestros propios
planes! Mi hermano, si estás lidiando con algo de eso, te exhorto en el nombre
de Jesucristo a que te despojes de ese pensamiento: son solamente los planes de
Dios los que valen la pena. Ahora bien, es muy probable que parte de los planes
que consideramos como “nuestros” y por los cuales trabajamos duro en realidad
sean de Dios, y la verdad es que no hemos sido conscientes plenamente de dónde
venían. El hecho es que debemos ser claros: qué es de Dios y qué no. No hay
otra decisión para el cristiano, y cuando acepta lo que le es dado descubre que
es lo mejor que le podía haber pasado.
Aceptar esa voluntad, esa soberanía, resulta
difícil no solamente por nosotros, sino también por lo que vemos en el mundo.
Eso nos lleva al viejo problema del mal: ¿por qué hay tanto mal en la Tierra? Y
la respuesta que entienden los hijos de Dios: por culpa del hombre. El ser
humano protesta porque no quiere un Dios que le diga cómo vivir, pero cuando
descubre que ese mismo Dios le dio libertad y autoridad sobre el mundo para
hacer lo que quisiera, protesta porque no intervino para evitar sus errores (lo
cual es cierto solo a medias).
En la Biblia leemos de Su soberanía, pero llegar
a entender qué significa, y qué implica aceptarla, solo se logra viviendo; no
es otra cosa que la experiencia con Dios lo que nos permite entender la
profundidad de Su Palabra.
“Alabemos su gloria” significa que estaremos
y compartiremos esa misma gloria, sumergidos en ella por toda la eternidad, y
no habrá más espacio allí que para la alabanza. Esa misma gloria podemos
vivirla ahora, y de hecho la vivimos y está disponible, tal como se explicaba
más arriba en el pasaje, solo que resulta más sencilla y “camuflada”; no hay
ángeles danzando ni tremendos espectáculos celestiales; ocurre en lugares
simples y a veces difíciles, muy difíciles.
Él nos destinó, sí, porque nos conoció y nos
amó, y preparó el mejor plan posible, aunque parezca todo lo contrario. Eso era
válido para Pablo, para todos los hijos de Dios, y para nosotros hoy también,
cuando el mundo está cada vez más trastornado. Las verdades eternas, esta
imagen de la Iglesia que muestra Efesios, no era para un tiempo, no caduca en
los últimos tiempos: es siempre vigente y siempre esperanzadora.
Danilo Sorti
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