miércoles, 3 de octubre de 2018

602. Éfeso: el modelo de Iglesia – VIII; elegidos en Cristo


Efesios 1:7-12 RVC
7 En él tenemos la redención por medio de su sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia,
8 la cual desbordó sobre nosotros en toda sabiduría y entendimiento,
9 y nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,
10 para que cuando llegara el tiempo señalado reuniera todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra.
11 En él asimismo participamos de la herencia, pues fuimos predestinados conforme a los planes del que todo lo hace según el designio de su voluntad,
12 a fin de que nosotros, los primeros en esperar en Cristo, alabemos su gloria.


En un artículo anterior hablé un poco sobre el tema de la “predestinación”, así que no voy a agregar mucho más, simplemente recordar que transformar las verdades bíblicas que en algún momento no alcanzamos a comprender bien en un campo de batalla teológico es una ofensa para el Espíritu Santo. Entiendo que la predestinación es el destino que Dios marcó A LOS QUE CONOCIÓ de antemano, es decir, a los que Él ya sabía que lo iban a aceptar y por ello “dispuso todas las cosas” para les ayuden a bien. De los impíos, aquellos que nunca lo aceptarán, no podemos decir lo mismo.

El versículo 11 enfatiza en una verdad difícil de digerir aún para los cristianos: la soberanía de Dios. No hablemos de los que no lo conocen, tampoco de los creyentes inmaduros, hablemos de los creyentes de años: ¡aún para ellos resulta difícil aceptar este hecho! Esto es porque todavía tenemos los rastros del veneno de la serpiente, entonces cuando escuchamos “todo lo hace según el designio de su voluntad” inmediatamente nos vienen a la mente los conceptos de “arbitrariedad”, “injusticia”, “opresión”, “dominación”, “falta de libertad”, “control”. Eso fue lo que pensó Satanás de Dios y por eso se rebeló, y eso mismo nos inyectó a nosotros. Exactamente eso es lo que ocurre entre nosotros cuando alguien tiene más poder que otro, se la élite mundial o sea el jefe de mi equipo de trabajo, desde lo más grande hasta lo más pequeño, ¡así funciona el mundo!

Pero Dios no es nada de eso, más bien todo lo contrario. Sin embargo, nuestra mente necesita ser renovada para que esas palabras cobren otro sentido. Bueno, de hecho, debemos arrepentirnos del pecado de pensar mal de Dios, por más que sea extremadamente común.

En los versículos anteriores que leímos y en el resto del capítulo y de la carta… y de la Biblia… queda claro que los propósitos y planes de Dios son para nuestro mayor bien. Pero también queda claro que ese bien no necesariamente es en el aquí y ahora, por lo tanto, hace falta una visión más amplia, a más largo plazo, verdaderamente espiritual, para entender esa clase de bien, ese amor verdadero que no es “buenismo” ni indulgencia.

Los planes de Dios son lo mejor que nos puede pasar y el verdadero dilema de la vida de un cristiano se da entre cumplir sus propios planes o conocer y cumplir los planes divinos. ¡Cuánto nos ha contaminado esa cuestión del pensamiento positivo de tener sueños y cumplirlos, de usar a Dios como un amuleto de la buena suerte para cumplir nuestros propios planes! Mi hermano, si estás lidiando con algo de eso, te exhorto en el nombre de Jesucristo a que te despojes de ese pensamiento: son solamente los planes de Dios los que valen la pena. Ahora bien, es muy probable que parte de los planes que consideramos como “nuestros” y por los cuales trabajamos duro en realidad sean de Dios, y la verdad es que no hemos sido conscientes plenamente de dónde venían. El hecho es que debemos ser claros: qué es de Dios y qué no. No hay otra decisión para el cristiano, y cuando acepta lo que le es dado descubre que es lo mejor que le podía haber pasado.

Aceptar esa voluntad, esa soberanía, resulta difícil no solamente por nosotros, sino también por lo que vemos en el mundo. Eso nos lleva al viejo problema del mal: ¿por qué hay tanto mal en la Tierra? Y la respuesta que entienden los hijos de Dios: por culpa del hombre. El ser humano protesta porque no quiere un Dios que le diga cómo vivir, pero cuando descubre que ese mismo Dios le dio libertad y autoridad sobre el mundo para hacer lo que quisiera, protesta porque no intervino para evitar sus errores (lo cual es cierto solo a medias).

En la Biblia leemos de Su soberanía, pero llegar a entender qué significa, y qué implica aceptarla, solo se logra viviendo; no es otra cosa que la experiencia con Dios lo que nos permite entender la profundidad de Su Palabra.

“Alabemos su gloria” significa que estaremos y compartiremos esa misma gloria, sumergidos en ella por toda la eternidad, y no habrá más espacio allí que para la alabanza. Esa misma gloria podemos vivirla ahora, y de hecho la vivimos y está disponible, tal como se explicaba más arriba en el pasaje, solo que resulta más sencilla y “camuflada”; no hay ángeles danzando ni tremendos espectáculos celestiales; ocurre en lugares simples y a veces difíciles, muy difíciles.

Él nos destinó, sí, porque nos conoció y nos amó, y preparó el mejor plan posible, aunque parezca todo lo contrario. Eso era válido para Pablo, para todos los hijos de Dios, y para nosotros hoy también, cuando el mundo está cada vez más trastornado. Las verdades eternas, esta imagen de la Iglesia que muestra Efesios, no era para un tiempo, no caduca en los últimos tiempos: es siempre vigente y siempre esperanzadora.


Danilo Sorti





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