miércoles, 3 de octubre de 2018

597. Éfeso: el modelo de Iglesia – VI; el Dios bueno versus los dioses caprichosos y egoístas


Efesios 1:7-12 RVC
7 En él tenemos la redención por medio de su sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia,
8 la cual desbordó sobre nosotros en toda sabiduría y entendimiento,
9 y nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,
10 para que cuando llegara el tiempo señalado reuniera todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra.
11 En él asimismo participamos de la herencia, pues fuimos predestinados conforme a los planes del que todo lo hace según el designio de su voluntad,
12 a fin de que nosotros, los primeros en esperar en Cristo, alabemos su gloria.


El mundo espiritual que nos muestra Pablo es imposible no entenderlo en contraste con el mundo espiritual al que sus receptores estaban acostumbrados, especialmente en Éfeso, donde se encontraba el lujoso y muy popular templo de Diana. Pero cuidado, ese mundo espiritual no era para nada diferente al mundo espiritual de las tinieblas que tenemos hoy, solo que en el presente se ha disfrazado “secularmente” para engañar a las personas, aunque ya no por mucho más tiempo.

En esencia se trata de la cosmovisión animista, que fue “pulida” luego por la filosofía griega, pero que, para la gente común, seguía conservando sus características básicas: un mundo regido por dioses caprichosos porque el Dios Creador lo había abandonado debido a las faltas de los hombres (sí, aunque parezca sorprendente, todas las religiones animistas tuvieron en su origen la creencia en un Dios superior que por alguna razón abandonó a los hombres). Estos dioses y espíritus podían ofenderse fácilmente y causar desgracias, por otro lado, exigían una serie de sacrificios para conceder favores. Cada uno tenía un ámbito de acción más o menos específico y frecuentemente podían surgir conflictos entre ellos. Ni el concepto de santidad ni el de moral ni el de justicia según nuestro entendimiento judeocristiano se aplica a ellos, mucho menos la revelación del amor de un Padre.

No sorprende que cuando los gentiles escucharan por primera vez la asombrosa historia de un Dios que los amaba tanto como para entregar Su propio Hijo a la muerte en rescate, y por ese solo sacrificio y por pura gracia les ofreciera todas las bendiciones que el Hijo merecía por derecho propio, se volcaran con pasión ferviente hacia esa nueva fe, aun entregando sus vidas. Mientras más “extraño” es el Evangelio más perseguido resulta pero también más fidelidad genera en los conversos.

Entonces, el misterio que, habíamos visto, estaba reservado solo para los iniciados, y no para todos, en las religiones mistéricas de la época, las promesas de éxito y bendición que resultaban siempre esquivas, estaban revelado y contenidas en un Dios que no tenía nada de caprichoso e impredecible, que no era variable como sus dioses, que había diseñado un plan de amor y lo había llevado a cabo, que Su voluntad era de perfecto amor para con los seres humanos.

Exactamente esos mismos dioses existen hoy en la sociedad secular (y otros más, pero quedémonos con ellos por ahora), veamos un paralelo rápido y tentativo:

·         Zeus / Júpiter como el dios del poder, de los poderosos de la Tierra
·         Hera / Juno como la “Reina del Cielo”, en su faceta de religión y dominación
·         Dionisio / Baco como el dios de las fiestas y el placer
·         Apolo / Febo, el dios del “cuerpo”, del conocimiento, de la medicina…
·         Atenea / Minerva, la diosa del conocimiento, de la ciencia

Bueno, hay más, no me interesa hacer un detalle de todos, pero es claro que cada disciplina o campo de acción humano tiene a su propio “dios”, para los griegos, los romanos y los pueblos politeístas de la antigüedad y del presente, eso era y es muy evidente. El mundo agnóstico borró a dichos seres espirituales del discurso, pero no del trasfondo: siguen siendo los mismos que inspiran unas cuantas cosas por detrás en esos campos de acción o de conocimiento.

¿Puede la ciencia prometer el amor y las bendiciones que Dios nos da? Sólo algo parecido a “bendición”, pero obviamente cuestionable. ¿Puede el moderno culto al cuerpo hacernos felices? No, solo por un tiempo, y en realidad podemos quedar fácilmente “encerrados” en nosotros mismos. ¿Puede la religión hacernos libres y darnos amor? De ninguna manera. Y así seguiríamos: cada ámbito de labor humana, bien entendido y aplicado, puede ser de gran utilidad, pero nada parecido al amor del Padre, que es muy superior a cuanta cosa pueda hacer el hombre y a todos los dioses del pasado y del presente.

Vemos en Dios a un Dios de planes: el amor no es una simple emoción, que aparece y desaparece, tal como nos muestras hasta el hartazgo las novelas, al contrario: “nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, para que cuando llegara el tiempo señalado reuniera todas las cosas en Cristo”. Hubo primero una decisión basada en el amor, que se materializó en un plan, que se cumplió en un tiempo, que se dio a conocer luego y que tendrá una culminación (todavía futura) al reunir todas las cosas en Cristo.

Hoy los hombres buscan desesperadamente respuestas en la política, en la ciencia, en el placer, en el conocimiento, en una vida de autoconocimiento o disciplina, en la naturaleza, etcétera. Inevitablemente resultan frustrados. Por supuesto, no todos son conscientes de la inutilidad deseos esfuerzos, tampoco en los tiempos de Pablo, pero para los que sí, entonces y ahora, hay una maravillosa respuesta en Cristo que expresa el plan perfecto e inmutable de Dios llevado a cabo por Su amor.


Danilo Sorti




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