miércoles, 3 de octubre de 2018

604. ¿Qué nos mantiene separados de Dios?


Isaías 59:1-2 RVC
1 Bien pueden ver que la mano del Señor no está impedida para salvar, ni sus oídos se han agravado para no oír.
2 Son las iniquidades de ustedes las que han creado una división entre ustedes y su Dios. Son sus pecados los que le han llevado a volverles la espalda para no escucharlos.


Cuando se escribió este pasaje Israel había ido al exilio y algunos de ellos estaban volviendo a su tierra. Fue un tiempo de profunda reflexión, cuando volvieron a mirar su historia para encontrar las razones de lo que había pasado. Allí pudieron reconocer su responsabilidad y entender cuán grande había sido su pecado. “Bueno, de acuerdo, no estamos tan bien como deberíamos, pero tampoco tan mal… no entiendo por qué Dios está tan enojado con nosotros…”

Isaías 59:3-15 RVC
3 ¡Ustedes tienen las manos manchadas de sangre! Sus dedos están llenos de iniquidad! ¡Mienten con los labios y emiten maldad con la lengua!
4 No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue con la verdad; confían en lo que no es, y profieren mentiras; conciben maldades, y dan a luz iniquidad.
5 Incuban huevos de áspides, y tejen telarañas; el que coma de esos huevos, morirá; y el que los exprima, sacará de allí una víbora.
6 Sus telas no sirven para vestir, así que no podrán cubrirse con lo que hacen; sus obras son obras de iniquidad; lo que hacen es producto de la rapiña.
7 Sus pies corren al mal y se apresuran para derramar sangre inocente; sus pensamientos son pensamientos malvados; en sus caminos sólo hay destrucción y quebrantamiento.
8 No conocen el camino de la paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas, y todo el que las siga jamás conocerá la paz.
9 Por eso la justicia se alejó de nosotros, y el derecho no nos alcanzó; esperábamos luz, y lo que tenemos son tinieblas; resplandores, y andamos en la oscuridad.
10 Palpamos la pared y andamos a tientas, como si fuéramos ciegos o no tuviéramos ojos; tropezamos a plena luz del día, como si fuera de noche; nos contamos entre los fuertes, y parecemos muertos.
11 Todos nosotros gruñimos como osos, pero nuestras quejas son gemidos de paloma; esperábamos justicia, y no la hay; ¡la salvación se ha alejado de nosotros!
12 Ciertamente, nuestras rebeliones ante ti se han multiplicado; nuestros pecados nos acusan, nuestras iniquidades nos persiguen, ¡y bien sabemos que hemos pecado!
13 Hemos ofendido al Señor, le hemos mentido, nos hemos alejado de nuestro Dios. Lanzamos calumnias, nos rebelamos, y en el corazón concebimos y hacemos crecer la mentira.
14 Mantenemos lejos de nosotros a la justicia y el derecho; la verdad es obstaculizada en la plaza, y a la equidad no se le permite llegar.
15 En ninguna parte se encuentra la verdad. A quien se aparta del mal se le pone en prisión. El Señor vio esto, y le fue muy desagradable ver que ya no había derecho.

Si contamos en detalle podemos mencionar 42 (o 44, según consideremos) afirmaciones relacionadas con el pecado de la nación, y bastaría eso para desarrollar un libro entero. Es un cuadro de depravación total, que, sin embargo, no ocurrirá exactamente así al final de los tiempos, en estos tiempos, porque hoy existe la Iglesia del Señor sobre la Tierra.

Sin embargo el punto central del que quiero hablar ahora no es la colección de pecados, de la cual tenemos suficiente muestra en la sociedad y en muchas de nuestras congregaciones, sino uno de los enfoques de la frase: “Son las iniquidades de ustedes las que han creado una división entre ustedes y su Dios”. Ahora bien, está claro lo que sigue diciendo Isaías en relación con la acumulación de pecado y cómo eso aleja a Dios de nosotros, pero en realidad, cuando leemos algunos eventos históricos tenemos que replantearnos el asunto:

Jonás 3:4-10 RVC
4 Jonás comenzó a recorrer la ciudad, camino de un día, y en su predicación decía: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»
5 Todos los habitantes de Nínive creyeron a Dios y decretaron ayuno, y desde el mayor hasta el menor se vistieron de cilicio.
6 Cuando la noticia llegó hasta el rey de Nínive, éste se levantó de su trono, se despojó de sus vestidos, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza;
7 luego ordenó que, por mandato suyo y de sus altos personajes, se proclamara en Nínive este decreto: «Ningún hombre ni animal, ni tampoco ningún buey ni oveja, debe probar bocado ni alimento alguno, ni beber agua.
8 Al contrario, hombres y animales por igual deberán cubrirse de cilicio y clamar a Dios con todas sus fuerzas. Apártese cada uno de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos.
9 ¿Quién sabe? Tal vez Dios se arrepienta y el ardor de su ira se calme, ¡y entonces no pereceremos!»
10 Y al ver Dios lo que hicieron, y que se habían apartado de su mal camino, también él se arrepintió de hacerles el daño que les había anunciado, y desistió de hacerlo.


Nínive tenía una muy interesante colección de pecados y crueldades, sin embargo, en su estado de extremo alejamiento de Dios, ¡Él los escuchó!

Lucas 23:39-43 RVC
39 Uno de los malhechores que estaban allí colgados lo insultaba y le decía: «Si tú eres el Cristo, ¡sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!»
40 Pero el otro lo reprendió y le dijo: «¿Ni siquiera ahora, que sufres la misma condena, temes a Dios?
41 Lo que nosotros ahora padecemos es justo, porque estamos recibiendo lo que merecían nuestros hechos, pero éste no cometió ningún crimen.»
42 Y a Jesús le dijo: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
43 Jesús le dijo: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.»

Los crucificados no eran malhechores comunes, normalmente se trataba de sediciosos y guerrilleros, gente realmente peligrosa, al menos para Roma. Sin embargo, en su estado de extremo alejamiento del mensaje de amor que había traído el Mesías (algunos sugieren que ese ladrón podía haber sido o discípulo temprano o al menos simpatizante en algún momento de Jesucristo, alguien que había escuchado Sus palabras por cierto), Dios lo escuchó.

Es claro que nuestras maldades nos alejan de Dios, y es claro también que muchas veces no somos completamente conscientes de nuestros pecados, tal como Israel antes del exilio, pero el estar “lejos” o “cerca” depende primero y antes que nada de nosotros y más bien, de la actitud de nuestro corazón.

Salmos 145:18 RVC
18 Tú, Señor, estás cerca de quienes te invocan, de quienes te invocan con sinceridad.

Cuando nuestras maldades forman una barrera de vergüenza en nuestro propio corazón, cuando el Adversario exitosamente nos susurra al oído que “no merecemos que Dios nos preste atención”, ENTONCES nuestras maldades, mejor dicho, NUESTRA PRINCIPAL MALDAD, el hecho de no creer en Él, de no aceptar Su amor, es la que nos impide ser escuchado, y, de paso, la que terminará generando toda la colección inmunda de pecados que leímos más arriba.

Romanos 10:11-15 RVC
11 Pues la Escritura dice: «Todo aquel que cree en él, no será defraudado.»
12 Porque no hay diferencia entre el que es judío y el que no lo es, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que lo invocan,
13 porque todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.
14 Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?
15 ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Como está escrito: «¡Cuán hermosa es la llegada de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!»

Hemos citado este pasaje como un fundamento para la evangelización mundial, y es cierto, pero los principios que expone también se aplican en nuestro crecimiento espiritual, ¡también necesitamos de nuestros hermanos que sean enviados con un mensaje de restauración!


Danilo Sorti




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