Isaías 59:1-2 RVC
1 Bien pueden ver que la mano del Señor no
está impedida para salvar, ni sus oídos se han agravado para no oír.
2 Son las iniquidades de ustedes las que han
creado una división entre ustedes y su Dios. Son sus pecados los que le han
llevado a volverles la espalda para no escucharlos.
Cuando se escribió este pasaje Israel había
ido al exilio y algunos de ellos estaban volviendo a su tierra. Fue un tiempo
de profunda reflexión, cuando volvieron a mirar su historia para encontrar las
razones de lo que había pasado. Allí pudieron reconocer su responsabilidad y
entender cuán grande había sido su pecado. “Bueno, de acuerdo, no estamos tan
bien como deberíamos, pero tampoco tan mal… no entiendo por qué Dios está tan
enojado con nosotros…”
Isaías 59:3-15 RVC
3 ¡Ustedes tienen las manos manchadas de
sangre! Sus dedos están llenos de iniquidad! ¡Mienten con los labios y emiten
maldad con la lengua!
4 No hay quien clame por la justicia, ni
quien juzgue con la verdad; confían en lo que no es, y profieren mentiras;
conciben maldades, y dan a luz iniquidad.
5 Incuban huevos de áspides, y tejen
telarañas; el que coma de esos huevos, morirá; y el que los exprima, sacará de
allí una víbora.
6 Sus telas no sirven para vestir, así que no
podrán cubrirse con lo que hacen; sus obras son obras de iniquidad; lo que
hacen es producto de la rapiña.
7 Sus pies corren al mal y se apresuran para
derramar sangre inocente; sus pensamientos son pensamientos malvados; en sus
caminos sólo hay destrucción y quebrantamiento.
8 No conocen el camino de la paz, ni hay
justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas, y todo el que las siga jamás
conocerá la paz.
9 Por eso la justicia se alejó de nosotros, y
el derecho no nos alcanzó; esperábamos luz, y lo que tenemos son tinieblas;
resplandores, y andamos en la oscuridad.
10 Palpamos la pared y andamos a tientas,
como si fuéramos ciegos o no tuviéramos ojos; tropezamos a plena luz del día,
como si fuera de noche; nos contamos entre los fuertes, y parecemos muertos.
11 Todos nosotros gruñimos como osos, pero
nuestras quejas son gemidos de paloma; esperábamos justicia, y no la hay; ¡la
salvación se ha alejado de nosotros!
12 Ciertamente, nuestras rebeliones ante ti
se han multiplicado; nuestros pecados nos acusan, nuestras iniquidades nos
persiguen, ¡y bien sabemos que hemos pecado!
13 Hemos ofendido al Señor, le hemos mentido,
nos hemos alejado de nuestro Dios. Lanzamos calumnias, nos rebelamos, y en el
corazón concebimos y hacemos crecer la mentira.
14 Mantenemos lejos de nosotros a la justicia
y el derecho; la verdad es obstaculizada en la plaza, y a la equidad no se le
permite llegar.
15 En ninguna parte se encuentra la verdad. A
quien se aparta del mal se le pone en prisión. El Señor vio esto, y le fue muy
desagradable ver que ya no había derecho.
Si contamos en detalle podemos mencionar 42
(o 44, según consideremos) afirmaciones relacionadas con el pecado de la
nación, y bastaría eso para desarrollar un libro entero. Es un cuadro de
depravación total, que, sin embargo, no ocurrirá exactamente así al final de
los tiempos, en estos tiempos, porque hoy existe la Iglesia del Señor sobre la
Tierra.
Sin embargo el punto central del que quiero
hablar ahora no es la colección de pecados, de la cual tenemos suficiente
muestra en la sociedad y en muchas de nuestras congregaciones, sino uno de los
enfoques de la frase: “Son las iniquidades de ustedes las que han creado una división
entre ustedes y su Dios”. Ahora bien, está claro lo que sigue diciendo Isaías
en relación con la acumulación de pecado y cómo eso aleja a Dios de nosotros,
pero en realidad, cuando leemos algunos eventos históricos tenemos que
replantearnos el asunto:
Jonás 3:4-10 RVC
4 Jonás comenzó a recorrer la ciudad, camino
de un día, y en su predicación decía: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será
destruida!»
5 Todos los habitantes de Nínive creyeron a
Dios y decretaron ayuno, y desde el mayor hasta el menor se vistieron de
cilicio.
6 Cuando la noticia llegó hasta el rey de
Nínive, éste se levantó de su trono, se despojó de sus vestidos, se cubrió de
cilicio y se sentó sobre ceniza;
7 luego ordenó que, por mandato suyo y de sus
altos personajes, se proclamara en Nínive este decreto: «Ningún hombre ni
animal, ni tampoco ningún buey ni oveja, debe probar bocado ni alimento alguno,
ni beber agua.
8 Al contrario, hombres y animales por igual
deberán cubrirse de cilicio y clamar a Dios con todas sus fuerzas. Apártese
cada uno de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos.
9 ¿Quién sabe? Tal vez Dios se arrepienta y
el ardor de su ira se calme, ¡y entonces no pereceremos!»
10 Y al ver Dios lo que hicieron, y que se
habían apartado de su mal camino, también él se arrepintió de hacerles el daño
que les había anunciado, y desistió de hacerlo.
Nínive tenía una muy interesante colección de
pecados y crueldades, sin embargo, en su estado de extremo alejamiento de Dios,
¡Él los escuchó!
Lucas 23:39-43 RVC
39 Uno de los malhechores que estaban allí
colgados lo insultaba y le decía: «Si tú eres el Cristo, ¡sálvate a ti mismo y
sálvanos a nosotros!»
40 Pero el otro lo reprendió y le dijo: «¿Ni
siquiera ahora, que sufres la misma condena, temes a Dios?
41 Lo que nosotros ahora padecemos es justo,
porque estamos recibiendo lo que merecían nuestros hechos, pero éste no cometió
ningún crimen.»
42 Y a Jesús le dijo: «Acuérdate de mí cuando
llegues a tu reino.»
43 Jesús le dijo: «De cierto te digo que hoy
estarás conmigo en el paraíso.»
Los crucificados no eran malhechores comunes,
normalmente se trataba de sediciosos y guerrilleros, gente realmente peligrosa,
al menos para Roma. Sin embargo, en su estado de extremo alejamiento del
mensaje de amor que había traído el Mesías (algunos sugieren que ese ladrón
podía haber sido o discípulo temprano o al menos simpatizante en algún momento
de Jesucristo, alguien que había escuchado Sus palabras por cierto), Dios lo
escuchó.
Es claro que nuestras maldades nos alejan de
Dios, y es claro también que muchas veces no somos completamente conscientes de
nuestros pecados, tal como Israel antes del exilio, pero el estar “lejos” o
“cerca” depende primero y antes que nada de nosotros y más bien, de la actitud
de nuestro corazón.
Salmos 145:18 RVC
18 Tú, Señor, estás cerca de quienes te
invocan, de quienes te invocan con sinceridad.
Cuando nuestras maldades forman una barrera
de vergüenza en nuestro propio corazón, cuando el Adversario exitosamente nos
susurra al oído que “no merecemos que Dios nos preste atención”, ENTONCES
nuestras maldades, mejor dicho, NUESTRA PRINCIPAL MALDAD, el hecho de no creer
en Él, de no aceptar Su amor, es la que nos impide ser escuchado, y, de paso,
la que terminará generando toda la colección inmunda de pecados que leímos más
arriba.
Romanos 10:11-15 RVC
11 Pues la Escritura dice: «Todo aquel que
cree en él, no será defraudado.»
12 Porque no hay diferencia entre el que es
judío y el que no lo es, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con
todos los que lo invocan,
13 porque todo el que invoque el nombre del
Señor será salvo.
14 Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en el
cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo
oirán si no hay quien les predique?
15 ¿Y cómo predicarán si no son enviados?
Como está escrito: «¡Cuán hermosa es la llegada de los que anuncian la paz, de
los que anuncian buenas nuevas!»
Hemos citado este pasaje como un fundamento
para la evangelización mundial, y es cierto, pero los principios que expone
también se aplican en nuestro crecimiento espiritual, ¡también necesitamos de
nuestros hermanos que sean enviados con un mensaje de restauración!
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario