domingo, 14 de octubre de 2018

613. Moisés y el amor por la patria, cuando Dios castiga con misericordia


Éxodo 32:30-35 RVC
30 Al día siguiente, Moisés le dijo al pueblo: «Ustedes han cometido un gran pecado. Pero voy ahora a subir al monte, y hablaré con el Señor; tal vez pueda apaciguarlo acerca del pecado de ustedes.»
31 Y volvió Moisés para hablar con el Señor, y le dijo: «Este pueblo ha cometido un gran pecado, pues se hicieron dioses de oro. Te ruego
32 que les perdones su pecado. De lo contrario, ¡bórrame ya del libro que has escrito!»
33 Y el Señor le respondió: «Borraré de mi libro al que peque contra mí.
34 Tú ve y lleva ya a este pueblo al lugar que te he dicho. Mi ángel irá delante de ti. Pero cuando tenga que castigarlos por su pecado, los castigaré.»
35 Y el Señor hirió al pueblo por el becerro que Aarón había hecho para ellos.

Números 14:11-23 RVC
11 y el Señor le dijo a Moisés: «¿Hasta cuándo este pueblo me va a seguir rechazando? ¿Hasta cuándo no van a creerme, a pesar de todas las señales que he hecho en medio de ellos?
12 ¡Voy a castigarlos con una plaga! Pero a ti te pondré sobre un pueblo más grande y más fuerte que ellos.»
13 Pero Moisés le respondió al Señor: «¡Fuiste tú, con tu poder, quien sacó de Egipto a este pueblo! Cuando los egipcios sepan esto,
14 se lo dirán a los habitantes de esta tierra. Y ellos saben que tú, Señor, estás en medio de este pueblo. Saben que tú, Señor, te manifiestas cara a cara, que tu nube está sobre este pueblo, y que de día vas delante de nosotros en una columna de nube, y de noche en una columna de fuego.
15 Si haces que este pueblo muera como un solo hombre, las naciones que hayan sabido de tu fama van a murmurar, y dirán:
16 “El Señor no pudo llevar a este pueblo hasta la tierra que les había prometido, y por eso los mató en el desierto.”
17 Yo te ruego, Señor, que tu poder sea magnificado, tal y como lo expresaste al decir:
18 “Yo soy el Señor, lento para la ira pero grande en misericordia. Yo perdono la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tengo por inocente al culpable. Yo visito la maldad de los padres en sus hijos, nietos y bisnietos.”
19 Por la grandeza de tu misericordia, yo te ruego que perdones la iniquidad de este pueblo, así como lo has perdonado desde Egipto y hasta este lugar.»
20 Entonces el Señor dijo: «Yo los he perdonado, tal y como lo has pedido.
21 Pero tan cierto como que yo vivo, y que mi gloria llena toda la tierra,
22 ninguno de los que vieron mi gloria y las señales que hice en Egipto y en el desierto, los cuales ya me han puesto a prueba diez veces y no han querido obedecerme,
23 llegará a ver la tierra que les prometí a sus padres. ¡Ninguno de los que me han rechazado la verá!

Seguramente una de las razones por las que Dios puso a Moisés al frente del pueblo fue para que éste tuviera una clara imagen de lo que significa un intercesor, aquel que se interpone entre la justa ira divina y el pueblo pecador, como anuncio del Perfecto Intercesor que habría de venir:

Lucas 13:34-35 RVC
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como junta la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
35 Pues bien, la casa de ustedes va a quedar desolada; y les digo que ustedes no volverán a verme hasta el día en que digan: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”»

La historia del éxodo israelita se ha leído de diferentes formas: tenemos por un lado la liberación de la esclavitud, el cuidado y provisión sobrenatural de Dios, la constitución de un nuevo estado, las leyes de una sociedad conforme el modelo divino, etcétera. Se han hecho lecturas políticas y lecturas individuales, aparentemente contrapuestas ambas… ¡de un mismo hecho!

Cuando vamos al tiempo de Jesús, el “amor por la patria” que tenían los judíos nos resulta chocante porque no estaban viendo los pecados de esa misma patria. Cuando leemos Jeremías nos encontramos con lo mismo. La nación había ocupado el lugar de Dios, se había convertido en un fin en sí mismo y todos sus pecados se excusaban, todo lo nacional era bueno y todo lo extranjero, malo, la nación era lo máximo creado por Dios y el resto era de segunda o de tercera, por supuesto, cualquier enemigo era visto como un emisario de Satanás y ni se les ocurría pensar que Dios podía estar juzgándolos a través de ellos. Esta es una forma de nacionalismo peligroso, que ha sido usado para generar guerras y opresión.

PERO, el gran “pero” es que a partir de ese extremo, Satanás ha sido muy astuto en este siglo desdibujando TODO nacionalismo. La misma palabra ha llegado a adquirir una connotación negativa y profundamente “derechosa” para cualquier progresista. Los cristianos, muchas veces a la cola de lo que hace el mundo y no Dios, hemos asumido concepciones parecidas sin poder ver las diferencias.

SIN EMBARGO, el proceso de liberación del pueblo de Israel, tipo de la liberación espiritual de la que todos los cristianos participamos, constitución de la nación elegida por Dios traer la Palabra, las promesas y el Mesías, fundamento del Antiguo Testamento y del Nuevo también, FUE UN PROCESO PROFUNDAMENTE NACIONALISTA, a la vez que profundamente espiritual y profundamente personal, todo eso junto, no separado. Resulta sorprendente como hoy leemos el Pentateuco en clave espiritual o personal olvidándonos del nacionalismo que allí se respira. Pero, ¿qué nacionalismo?

Hagamos un paréntesis. Para poder seguir hablando debemos tener en claro que cometemos un gravísimo error cuando permitimos que la Serpiente nos diga qué palabras usar, qué significan dichas palabras y cuáles son los marcos conceptuales en los que deberíamos pensar. Así, hablamos mucho de “derecha” e “izquierda” cuando son inventos del sistema mundo, o usamos determinadas palabras conforme el mundo dice que deben usarse, e incluso así pensamos. ¿Desde cuándo la Serpiente le dice a los hijos de Dios cómo pensar?

Si nacionalismo significa para nosotros lo que el progresismo dice que significa, tendremos un problema porque nos “faltará” la palabra adecuada para hablar del tema, y sin palabras es difícil construir las ideas, o recibir la revelación divina. Pero “nacionalismo” en la Biblia, tal como lo leemos en Moisés, tiene un significado distinto a la concepción extrema y evidentemente pecaminosa en la que cayó a veces la nación y que sucedió en la historia mundial también.

Ahora bien, el nacionalismo que presenta Moisés resulta tan profundo como desinteresado. No hay ninguna exaltación desmedida de la propio pueblo, no hay ningún desconocimiento de las faltas nacionales y no ocurre en un contexto de gloriosas victorias, más bien, exactamente lo contrario.

El nacionalismo de Moisés parte de reconocer a Dios como el verdadero creador y diseñador de ese pueblo, el que tiene la autoridad para otorgarle las leyes y el propósito, al que la nación como un todo debe obedecer y ante el cual es responsable. Es plenamente consciente de las graves faltas en que había incurrido el pueblo y se interpone ante Dios. Moisés no está intercediendo por un grupo de gente, lo está haciendo por una NACIÓN. No se juega el destino de “individuos”, sino de un pueblo. No hay ninguna exaltación humana aquí, solo un clamor por misericordia divina. En ambos casos el juicio de Dios está presente y como tal es reconocido y aceptado, pero en medio del juicio la intercesión de un PROFUNDO NACIONALISTA logró misericordia para el pueblo.

Sería largo hablar sobre el tema, pero en estos textos resulta claro que este nacionalismo no busca exaltar “porque sí” a una nación por sobre otras, más bien, pretende que la nación, en este caso Israel pero lo mismo puede aplicarse a todos los pueblos del mundo, sea vehículo y testimonio de Dios: Si haces que este pueblo muera como un solo hombre, las naciones que hayan sabido de tu fama van a murmurar, y dirán: “El Señor no pudo llevar a este pueblo hasta la tierra que les había prometido, y por eso los mató en el desierto.” Moisés tenía presente la comisión dada a Abraham: Israel debía ser una nación de bendición para el resto de los pueblos. Sería un error considerar que Moisés era exclusivista en ese sentido.

Así que aquí vemos el nacionalismo en el “peor” momento de la nación, pero, ¿cuándo sino?

Con ello, la Palabra misma nos sirve de testimonio para nuestras naciones hoy día, sobre las cuales también hay promesas y propósitos, las cuales también han pecado y se encuentran bajo un gran peso de ira, pero que también pueden recibir misericordia si los hijos de Dios PROFUNDAMENTE NACIONALISTAS de acuerdo al nacionalismo bíblico, claman por ellas. No nos olvidemos nunca que el propósito de la Serpiente es lograr un hombre sin patria, sin familia, sin identidad y por supuesto, sin Dios; y muchos cristianos han caído en esos sutiles mensajes. Pero no se supone que el nacionalismo sea según el modelo de los más políticamente extremos, sino de los más espiritualmente extremos.

“¡Voy a castigarlos con una plaga! Pero a ti te pondré sobre un pueblo más grande y más fuerte que ellos.” Nos muestra la protección de Dios para Sus fieles aún en medio de naciones impías. Eso es cierto, Moisés lo sabía y la promesa resultaba tentadora: empezar una nación de cero o seguir renegando durante años con un pueblo duro y pecador, ¿no es una oferta tentadora? Pero aquí se ve en que consiste el verdadero nacionalismo, el verdadero amor por la patria que no tiene nada que ver con ningún complejo de superioridad racial: se trata de interceder y aún ofrecer la propia vida (no solamente en el sentido de morir por la patria, sino algo que puede ser más difícil: ¡vivir por ella!) por el bien de un pueblo que no necesariamente lo merece pero sobre el cual hay propósitos y diseños divinos. Ese nacionalismo debemos recuperar, un nacionalismo según Dios, algo que Satanás odia profundamente y que sus esbirros progresistas también.

Para concluir digamos que Jesucristo no fue diferente, pensamos que anunció juicio sobre Jerusalén pero lo cierto es que anunció misericordia: ellos merecían ser destruidos completamente y si fuera por sus hechos, hoy sólo serían un recuerdo perdido en la historia, pero la intercesión de Cristo garantizó que siguieran existiendo como nación hasta el día en que pudieran reconocer al Mesías. No es distinto para el resto de los países, ni en relación al juicio de destrucción que merecen ni en relación a la misericordia disponible.


Danilo Sorti




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