Efesios 1:7-12 RVC
7 En él tenemos la redención por medio de su
sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia,
8 la cual desbordó sobre nosotros en toda
sabiduría y entendimiento,
9 y nos dio a conocer el misterio de su
voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,
10 para que cuando llegara el tiempo señalado
reuniera todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las
que están en la tierra.
11 En él asimismo participamos de la
herencia, pues fuimos predestinados conforme a los planes del que todo lo hace
según el designio de su voluntad,
12 a fin de que nosotros, los primeros en
esperar en Cristo, alabemos su gloria.
Quizás el mayor problema que podamos tener
los hijos de Dios sea la falta de sabiduría. Así dicho puede parecer una exaltación
al mismo Espíritu Griego que hemos criticado, pero en realidad no.
Pablo dijo que los griegos “buscaban
sabiduría”, el problema es qué tipo de sabiduría buscaban ellos, obviamente sin
Dios.
1 Corintios 3:19 RVC
19 Porque para Dios la sabiduría de este
mundo es insensatez; pues escrito está: «Él atrapa a los sabios en sus propias
trampas».
Mucha de la sabiduría que hemos buscado los
cristianos es más parecida a la sabiduría del mundo que a la sabiduría de Dios,
y así ocurre que nos podemos encontrar en un momento habiendo estudiado mucho y
sin que nada de eso nos funcione. ¿Recibimos verdaderamente sabiduría divina o
recibimos sabiduría humana disfrazada de Biblia?
Si pretendemos usar la mente natural para
diferenciar ambos tipos de sabidurías estaremos en un serio problema, porque la
sabiduría divina parece una “locura” según los cánones humanos. Aunque los
paradigmas y principios de la sabiduría divina se pueden entender perfectamente
con la mente, eso no ocurre si primero el espíritu no se abrió a recibirlos,
porque son espirituales.
Ahora bien, si entendemos “sabiduría” tal
como la Palabra la considera, esto es, espiritual, nos damos cuenta fácilmente
que TODO lo que necesitamos realmente para vivir en esta Tierra está encerrado
ahí, y por ello, ese “desborde” de sabiduría y entendimiento que menciona Pablo
resumen, al fin de cuentas, todo lo que la vida cristiana necesita.
Cuidado, esto es así en el versículo 8 porque
antes hubo un versículo 7 en donde se nos cuenta todo lo que el Trino Dios hizo
por nosotros. Habiendo sido rescatados, perdonados, salvados y llenos de Su
gracia, esto es, habiéndosenos “dado” todo lo que Dios es, ENTONCES, recién
entonces, la sabiduría y el entendimiento completan lo que nos hace falta.
Si Dios mismo pone toda Su gracia a nuestra
disposición, ¿qué más necesitamos que saber usarla? Si contamos con Dios de
nuestro lado, ¿qué más hace falta sino saber escucharlo y obedecerlo, y
llamarlo cuando es necesario? Y para ello necesitamos la sabiduría y el
entendimiento.
Esto no promete una vida próspera y abundante
en lo material porque Jesús no la tuvo y Pablo tampoco; promete una vida plena
de propósito y sentido, y una plena recompensa en el Cielo. Y promete que no
atravesaremos ninguna dificultad que no esté en Sus planes y absolutamente
todas ellas redundarán en una recompensa más gloriosa y en crecimiento
espiritual. Promete que le agradaremos en esta Tierra, que el Cielo podrá
descender a nuestro “parche” de terreno, que Dios se manifestará a través
nuestro con absoluta libertad y que hallará gozo y alegría con nosotros.
Sabiduría y entendimiento, el conocimiento
práctico y el teórico, es lo que se nos ha dado desbordantemente, y más de un
cristiano materialista del siglo XXI (y de todos los siglos, seamos sinceros…)
pensaría “¿por qué no las promesas de bendición?” Pero no olvidemos lo que
dijimos al principio: el Nuevo Testamento fue escrito “sobre” las promesas
mesiánicas del Antiguo, que eran las Escrituras con las que ellos contaban. ¡En
ningún momento Pablo está negando esas promesas materiales! Pero las pone en
otra perspectiva.
Necesitamos el conocimiento de las realidades
espirituales para entender cómo se mueve ese mundo, tanto del Reino de Luz como
del Reino de las Tinieblas. Puede parecer muy espiritual y consagrado decir “yo
me concentro en conocer el Reino de Dios, no el de Satanás”, y aunque tiene
mucho de válido, termina siendo una imprudencia y una necedad.
Necesitamos el conocimiento de cómo
“funcionamos” nosotros, cómo fuimos hechos, qué pudo el Creador. Y por supuesto
el conocimiento de las cosas del mundo, de lo que Dios ha creado, cómo las ha
creado y cómo son y funcionan hoy.
En el fondo, nada de ese conocimiento es algo
inmaterial, frío o poco espiritual, porque todo refleja alguna partecita de lo
que Dios es, incluso lo que ha sido corrompido, refleja en negativo el diseño
original. Y claro, el conocimiento de los diseños divinos que debemos cumplir.
Pero luego hace falta la sabiduría para saber
“cómo hacer” las cosas, cómo hacer que las cosas funcionen. Cómo se relaciona
Dios con nosotros y qué está esperando también.
No estuve hablando explícitamente aquí de
todo lo que tiene que ver con los dones proféticos o de discernimiento porque
en realidad ya están incluidos en “sabiduría y entendimiento”, y por supuesto
que también los necesitamos para vivir, especialmente, muy especialmente, en
este tiempo.
Teniendo esa sabiduría y ese entendimiento
podemos “poner en funcionamiento” todo lo que Dios ya ha puesto a nuestra
disposición. Sin esa sabiduría estaremos dando vueltas por el desierto, sin
atinar a encontrar el camino correcto.
Santiago 1:5 RVC
5 Si alguno de ustedes requiere de sabiduría,
pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia y
sin hacer ningún reproche.
¿Por qué puede darnos tan abundantemente?
Porque ya ha sido puesta a nuestra disposición, ya ha sido derramada, pero
también necesita ser aprehendida por nosotros, alcanzada, asida.
Entonces, tenemos un enorme tesoro de
sabiduría y entendimiento, que sin embargo, necesita ser alcanzado, aunque eso
se nos promete como algo fácil para el hijo de Dios fiel.
Danilo Sorti
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