domingo, 14 de octubre de 2018

607. Hasta quebrar el segundo cielo


2 Reyes 13:14-19 RVC
14 Eliseo cayó enfermo, y de esa enfermedad murió. El rey Joás fue a visitarlo, y con lágrimas en los ojos dijo: «¡Padre mío, padre mío! ¡Tú has sido para Israel su caballería y sus carros de combate!»
15 Eliseo le dijo: «Toma un arco y unas flechas.» Joás tomó el arco y las flechas,
16 y entonces Eliseo le dijo: «Rey de Israel, sujeta el arco con tus manos.» Joás así lo hizo. Entonces Eliseo puso sus manos sobre las manos del rey,
17 y dijo: «Ahora abre la ventana que da al oriente.» Cuando Joás la abrió, Eliseo le ordenó: «Ahora, ¡lanza la flecha!» En el momento en que Joás lanzó la flecha, Eliseo exclamó: «Con esta flecha el Señor los salvará de Siria. En Afec herirás de muerte a los sirios, y acabarás con ellos.»
18 Dicho esto, añadió: «Toma las flechas restantes.» En cuanto el rey de Israel las tomó, le dijo: «Ahora golpea el suelo.» El rey golpeó el suelo tres veces, y se detuvo.
19 Entonces el varón de Dios se enojó con él, y le dijo: «Si hubieras golpeado el suelo cinco o seis veces, habrías derrotado a Siria hasta su último hombre. Pero ahora sólo derrotarás a Siria tres veces.»


Joás entendía bien el significado profético de lo que estaba pasando, al menos entendía que lo que le pedía el profeta tenía que tener un sentido importante. Pero fue mediocre, en medio de un verdadero acto de guerra espiritual se detuvo a mitad de camino, y por consecuencia, en lo natural no pudo desarrollarse todo lo que Dios había planeado.

Sería muy interesante analizar por qué Joás sólo golpeó tres veces y no más, quizás porque no estaba demasiado compenetrado en lo que estaba haciendo, no le dio demasiada importancia o no pudo superar la guerra espiritual que ese acto significaba. Los que conocen el mundo espiritual y los actos proféticos saben que esas cosas tan simples y aparentemente banales implican muchas veces un tremendo esfuerzo espiritual que se siente en lo físico; algo muy frecuente es el desánimo que traen precisamente los espíritus de desánimo cuando uno se dirige a un acto profético, o cuando está por ocurrir algo importante en los aires. Quizás debamos entender que eso era lo que le ocurrió a Joás, y esos espíritus lograron parcialmente su cometido al impedir que la acción profética culminara.

Este episodio nos recuerda la tremenda importancia de estas acciones proféticas, y, en general, de todo lo que afecta al mundo espiritual, siendo la oración lo principal. Y también nos recuerda que tanto la oración como las acciones proféticas constituyen una verdadera lucha que no debe ser subestimada.

Está claro que tal autoridad profética solo podía venir de alguien en estrecha comunión con el Señor como Eliseo, pero la buena noticia es que Jesucristo nos ha abierto el camino para que cualquiera de nosotros pueda alcanzar ese mismo nivel, aunque no muchos están dispuestos a ello: ¡implica un duro conflicto espiritual!

Debemos combatir espiritualmente hasta completar la lucha, hasta que las murallas del segundo cielo, que retienen la respuesta de Dios, sean quebradas. Esto vale en todo sentido, normalmente lo pensamos a nivel personal, pero aquí lo estamos viendo a nivel nacional. Las luchas que hoy enfrentamos en nuestros países no son naturales ni se ganan en lo natural, aunque por supuesto que debemos combatir también en ese plano, tal como Joás tuvo que ir a pelear efectivamente. Pero si no fueron ganadas antes en lo espiritual, poco podremos hacer en lo natural.

Con esto en mente podemos ir ahora a una escena que nos es más familiar y, aparentemente, no relacionada con la guerra:

Lucas 18:1-8 RVC
1 Además, Jesús les contó una parábola en cuanto a la necesidad de orar siempre y de no desanimarse.
2 Les dijo: «En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a nadie.
3 En esa misma ciudad había también una viuda, la cual acudía a ese juez y le pedía: “Hazme justicia contra mi adversario.”
4 Pasó algún tiempo, y el juez no quiso atenderla, pero después se puso a pensar: “Aunque no temo a Dios ni respeto a nadie,
5 esta viuda me molesta tanto que voy a hacerle justicia, no sea que siga viniendo y me agote la paciencia.”»
6 Dijo entonces el Señor: «Presten atención a lo que dijo el juez injusto.
7 ¿Acaso Dios no les hará justicia a sus elegidos, que día y noche claman a él? ¿Se tardará en responderles?
8 Yo les digo que sin tardanza les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?»

Sin embargo, aquí tenemos guerra espiritual del más alto nivel. Digamos que la escena no sería muy diferente a la que tendríamos que enfrentar hoy reclamando ante la mayoría de los jueces que tenemos… Entendamos que, en los tiempos de Jesús y en el contexto judío en el que se encontraba, que un juez dijera “no temo a Dios” indica un caso extremo de impiedad.

La lucha espiritual de Eliseo y Joás sirvió para que un ejército fuera derrotado, y podía haberlo sido completamente. La lucha espiritual de la viuda sirvió para que un impío actuara correctamente. Eso debería darnos fe, precisamente lo que hoy no abundaría, tal como dijo Jesús.

Ahora bien, ¿tan grande es la dimensión de la lucha espiritual en el tema de la viuda? La verdad es que nosotros lo subestimaríamos, miraríamos el asunto con lástima pero con resignación, ¿quién se ocupa de los viejos? Ya casi ni reclamar pueden. Veamos lo que dice el salmo:

Salmos 68:5-6 RVC
5 Dios, en su santo templo, es padre de los huérfanos y defensor de las viudas.
6 Dios les da un hogar a los desamparados, y rescata a los cautivos y les da prosperidad, pero a los rebeldes los hace habitar en el desierto.

Pero leamos un poco antes:

Salmos 68:1-2 RVC
1 ¡Levántese Dios, y sean esparcidos sus enemigos! ¡Huyan de su presencia quienes lo aborrecen!
2 Dios los despejará como si despejara el humo; ¡como si derritiera cera delante del fuego! Así perecen los impíos delante de Dios.

Es decir que estos impíos que serán dispersados son los que maltratan a los huérfanos, viudas, desamparados y cautivos. Por lo tanto, que una nación no haga justicia a los más débiles abre las puertas de par en par al ejército satánico. La lucha espiritual de esta viuda “indefensa” era muy importante.

Santiago 1:2-8 RVC
2 Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando estén pasando por diversas pruebas.
3 Bien saben que, cuando su fe es puesta a prueba, produce paciencia.
4 Pero procuren que la paciencia complete su obra, para que sean perfectos y cabales, sin que les falta nada.
5 Si alguno de ustedes requiere de sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia y sin hacer ningún reproche.
6 Pero tiene que pedir con fe y sin dudar nada, porque el que duda es como las olas del mar, que el viento agita y lleva de un lado a otro.
7 Quien sea así, no piense que recibirá del Señor cosa alguna,
8 pues quienes titubean son inconstantes en todo lo que hacen.

Superar la prueba, alcanzar la promesa, la bendición del Señor, las puertas abiertas que esperamos, implica paciencia y perseverancia, y la sabiduría es necesaria para todo el proceso, que se obtiene con fe, pidiendo, sin cesar, sin desanimarse, hasta que sea recibida. ¿Porque Dios no quiere darla, porque está jugando a las escondidas con nosotros, porque en realidad tenemos que convencerlo de que somos lo suficientemente buenos? No, porque hay una lucha espiritual que se interpone, y nuestras oraciones son las que permiten que esa lucha sea ganada por los ángeles. Bueno, en realidad también tenemos que “convencer” de algo a Dios: de que somos lo suficientemente perseverantes como para recibir y cuidar Sus bendiciones, y no entregárselas al Enemigo, quien a lo largo de estos milenios ha adquirido poder quitándole a los hombres las bendiciones y autoridad que Dios les dio. Por supuesto, mucho mayor es lo que Dios le da a Sus hijos, y mucho más terrible es cuando Satanás puede apropiarse de tales bendiciones. El movimiento feminista y de los derechos, pervertidos por el Adversario, es una clara evidencia de eso: ambos comenzaron en ambientes cristianos.

1 Tesalonicenses 5:17 RVC
17 Oren sin cesar.

Aquí tenemos una frase tan corta que no le damos importancia. Casi tan corta como la que dice “Jesús lloró”, a la cual tampoco le damos importancia y nos quedamos con un Jesús distante emocionalmente de nosotros. Pero esta frase es la clave de la victoria en la guerra espiritual.

Hermanos, por más que estamos en los últimos tiempos y los juicios de Dios ya han comenzado sobre la Tierra, todavía la obra no se completó. Un tiempo atrás escribí un artículo hablando de los obreros de la hora “undécima”; creo que ahora debería escribir uno hablando de los obreros de la hora undécima, minuto cincuenta. Lo cierto es que la puerta todavía no se cerró, y puede ser que estemos entrando, como en las películas, tirándonos por el hueco de la puerta que se está cerrando, pero lo cierto es que como sea entramos. Y las bendiciones que hoy están preparadas para nosotros son las necesarias para terminar la obra. Creo que algunos hermanos ya están viviendo en el tiempo del fin, pero una cosa es prepararse para ese momento, lo cual es muy sabio, y otra cosa es vivir en un tiempo que aún no llegó. Mientras nos preparamos, vivimos HOY, y eso significa que debemos traer las bendiciones que están retenidas en el segundo cielo. Bueno, en realidad, aún en medio de los juicios que vendrán también tendremos que traer esas bendiciones, y quizás con más urgencia, por lo que es más necesario entonces entrenarnos hoy.

Perseverancia, guerra espiritual, no ceder la posición hasta que la victoria haya sido obtenida. Que el Bendito Espíritu nos ayude a entender estas palabras en su verdadero sentido.



Danilo Sorti




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