Ezequiel 47:3-5 RVC
3 Aquel hombre salió
y se dirigió al oriente. En su mano llevaba un cordel, y con él midió mil
codos, y me hizo pasar por el agua, la cual me llegaba hasta los tobillos.
4 Luego midió otros
mil codos y me hizo pasar por el agua, que ahora me llegaba hasta las rodillas,
y luego de medir otros mil codos me hizo pasar por el agua, y ésta me llegó
hasta la cintura.
5 Cuando midió otros
mil codos, el agua era ya un río; de tal manera había crecido la corriente que
yo no la podía cruzar sino a nado.
En esta imagen profética tan conocida hay algo que, claramente,
no es "natural": ningún río nace pequeño y va creciendo luego, a
menos claro que tenga afluentes que lo ensanchen, que es lo que muchas veces
ocurre, pero sino, y más aún en climas secos, el agua de un río se puede ir
infiltrando, o se va evaporando, con lo que su cauce se reduce. Pasar, en dos
kilómetros, se ser apenas una acequia, a convertirse en todo un río,
decididamente no es "natural".
Digo, "natural" de acuerdo a la naturaleza caída a
la que nos hemos acostumbrado tanto, porque lo que aquí está ocurriendo es lo
que los profetas han dicho una y otra vez: el río de Dios es tan grande como la
cantidad que de él se beba. Es decir, mientras más se toma del agua de vida,
más crece; los recursos divinos no se agotan con su uso, ¡se multiplican! Y cuando
llega a un tamaño considerable:
Ezequiel 47:9 RVC
9 Todos los seres
vivos que naden por donde entra la corriente, vivirán; habrá muchísimos peces
que, por haber desembocado allí esta agua, recibirán salud. ¡Todo lo que entre
en este río vivirá!
Aún el tiempo en secreto, la búsqueda insistente, lo que
ningún ojo humano ve, permite que el río crezca. Hermanos, debemos buscar con
mucho más fervor al Señor, como podamos, con lo que tengamos; porque tarde o
temprano eso permitirá que Su río desborde trayendo salvación a muchos.
Danilo Sorti
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