martes, 20 de junio de 2017

15. Vasos de barro necesitados

Lucas 10:8-12 DHH
 8 Al llegar a un pueblo donde los reciban, coman lo que les sirvan;
 9 sanen a los enfermos que haya allí, y díganles: reino de Dios ya está cerca de ustedes.
 10 Pero si llegan a un pueblo y no los reciben, salgan a las calles diciendo:
 11 el polvo de su pueblo, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos como protesta contra ustedes! Pero sepan esto, que el reino de Dios ya está cerca de ustedes.
 12 Les digo que en aquel día el castigo para ese pueblo será peor que para la gente de Sodoma.

¡Qué increíble es que el glorioso Evangelio ha sido depositado en estos "vasos de barro"! ¡Y qué terrible es la autoridad dada a estos mismos vasos!

Hagamos un poco de historia: los discípulos de Lucas 10 eran 72 (o 70 según algunas variantes textuales, que indicaba el número total de naciones que creían que existían en esa época), seguramente no tenían más de dos años de estar con Cristo, probablemente menos, y ya estaban siendo comisionados con la autoridad tanto de bendición como de terrible juicio, aunque no propiamente por ellos sino por la respuesta al mensaje de ellos.

¡Qué terrible! Es la respuesta que la gente da al mensaje de estos vasos de barro lo que va a determinar su destino futuro. El maravilloso Vino de Dios se transmite a través de tan humildes recipientes.

Cualquiera podría ver un montón de imperfecciones en un vaso de barro, además de su evidente fragilidad. Haciendo una muy pobre comparación, sería como si se sirviera en un vasito descartable de mala calidad un, por ejemplo, Catena Zapata Estiba Reservada, o Felipe Rutini Blend o Volturno Cabernet Sauvignon-Malbec (bueno, no soy experto en vino, simplemente es lo que encontré en Internet...). Seguro que algún mendocino o San Juanino se estaría retorciendo de solo pensarlo...

Bueno, el precio del Evangelio es infinitamente superior al de esos vinos y el "deprecio" de los recipientes, bueno, mucho más bajo...

Al rechazar el recipiente, se rechaza el contenido; y por cierto que la vasija es "justificablemente" rechazable para los humanos... pero no para Dios.

¿Qué podemos decir? Creo que deberíamos cuidarnos de no ser innecesariamente rechazables para los otros, pero inevitablemente lo seremos y así está estipulado en los cielos, por lo que tampoco debemos ser tan "accesibles" que violemos la moral bíblica. Y además, ¿cómo andamos por casa?

Vez tras vez hemos rechazado, nosotros, vasijas que, de verdad, eran muy feas, pero en las cuales Dios había derramado un vino preciosísimo.

¡Señor, permitinos ver con Tus ojos el Vino Nuevo que has puesto en simples vasos de barro!


Danilo Sorti




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