martes, 20 de junio de 2017

28. Las dos semillas en su fruto pleno

Mateo 13:24-30 RVC
24  Jesús les contó otra parábola: «El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
25 pero, mientras dormían los trabajadores, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26  Cuando el trigo brotó y dio fruto, apareció también la cizaña.
27  Entonces, los siervos fueron a preguntarle al dueño del terreno: “Señor, ¿acaso no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde salió la cizaña?”
28  El dueño les dijo: “Esto lo ha hecho un enemigo.” Los siervos le preguntaron: “¿Quieres que vayamos y la arranquemos?”
29  Y él les respondió: “No, porque al arrancar la cizaña podrían también arrancar el trigo.
30  Dejen que crezcan lo uno y lo otro hasta la cosecha. Cuando llegue el momento de cosechar, yo les diré a los segadores que recojan primero la cizaña y la aten en manojos, para quemarla, y que después guarden el trigo en mi granero.”»

Entender la realidad de los últimos tiempos resulta imprescindible para sobrevivir espiritualmente en ellos y llegar a vencer. Uno de los problemas del cristianismo ha sido, durante siglos, quedarse aferrado a la forma de revelación que el Espíritu trajo en algún momento y que fue muy exitosa en ese tiempo, pero no captar lo nuevo que está ocurriendo en el presente. Eso tiene que ver claramente con la acción del espíritu de religión, pero no hablaremos sobre él en este momento.

Lo cierto es que, al acelerarse los tiempos, este cambio requerido también se acelera. Parte del cambio consiste en entender qué está ocurriendo en el mundo hoy. Esto suele resultar difícil para muchos cristianos porque no son especialistas en sociología, economía o historia; y tampoco tienen el tiempo suficiente como para leer lo necesario. Pero el Señor ya nos dejó las principales pistas en Su Palabra.

Una de las características de los últimos tiempos es lo que claramente expresa esta parábola. No me estoy refiriendo al tiempo de la cosecha, que en realidad no nos interesa demasiado porque ya sabemos que si estamos en Cristo nos iremos con él; me estoy refiriendo a este tiempo previo, que es cuando debemos concluir la obra de la Iglesia y preparar a la Novia para que reciba a su Prometido.

Pues bien, el trigo y la cizaña representan dos especies muy parecidas cuando vegetan, pero con una espiga y un fruto distinto, propiamente no tan distinto por la forma y tamaño, sino por el contenido. La cizaña, en Israel, solía estar infectada por un hongo endófito que la hacía tóxica, por lo que “separar el trigo de la cizaña” resultaba fundamentalísimo para cualquier campesino.

El tiempo de la fructificación, que es inmediatamente antes de la cosecha, indica el tiempo en que ambas plantas llegan a su fruto pleno, maduro, completo. Ya sabemos que en el lenguaje bíblico “fruto” está significando la manifestación completa y acabada de algo; sus obras perfeccionadas de acuerdo a su naturaleza.

Esto quiere decir que el engaño será el engaño más sutil y pernicioso que haya existido, la maldad será la peor manifestada hasta entonces, todos los frutos de la carne llegarán a su plena expresión… así como todos los frutos del Espíritu y la santidad en los hijos de Dios. La cosecha no ocurrirá hasta que esto acontezca.

Cuando estaban verdes, ambas plantas difícilmente se distinguían; así, tiempo atrás uno podía decir que la sociedad era relativamente aceptable. A medida que pasa el tiempo las diferencias se van acentuando, la famosa “grieta” (que de hecho comenzó con Caín y Abel) se profundiza cada vez más, y no sólo en un país, sino también en el mundo. Las posturas y pensamientos se alejan cada vez más y se hacen más radicales… para lo bueno y para lo malo.

En esencia, tenemos una sociedad cada vez más fragmentada, separada por muros cada vez más altos, con grupos más cerrados y alejados del resto aunque vivan en la misma manzana… lo vemos en las noticias, ¿no?

Más allá del crecimiento de la maldad, este tipo de sociedad plantea desafíos a la hora de llevar el Evangelio y establecer el Reino de Dios. En esencia: todos deben escuchar, pero ese “todos” está conformado por grupos cada vez más diferentes (para lo bueno y para lo malo), ¿cómo llevaremos el Evangelio a cada uno? ¿Cómo será el formato de iglesia en cada caso? Creo que esta es una de las principales cuestiones estratégicas en este momento.

¡Espíritu Santo, ayúdanos a entender la sociedad actual para ser efectivos en llevar la Iglesia a todo lugar!

Danilo Sorti




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