viernes, 23 de junio de 2017

34. Queda poco tiempo

1 Corintios 7: 29a, 31b RVC
29  Pero quiero decirles, hermanos, que el tiempo se acorta; … porque el mundo que conocemos está por desaparecer.

1 Corintios 7: 29a, 31b DHH
29  Hermanos, lo que quiero decir es esto: Nos queda poco tiempo. … porque este mundo que vemos ha de terminar.

1 Corintios 7:29a, 31b TLA
29  Lo que quiero decirles es que ya no hay tiempo que perder. … Porque este mundo que conocemos pronto dejará de existir.

La relativa paz y tolerancia de que disfrutaban los cristianos en esos años estaba por terminar; hacia el fin del primer siglo la cosas cambiarían drásticamente y se desataría una gran persecución, solo superada por la persecución que están enfrentando los cristianos desde mediados del siglo XX.

Pero también el mundo de Pablo estaba en crisis, y unos pocos siglos después de escribir esto el orden y la relativa paz del imperio desaparecieron sumiendo a todo el mundo conocido por ellos (Europa del Mediterráneo) en una caótica Edad Media que duró un milenio.

Proféticamente, sin embargo, Pablo estaba mirando, por el Espíritu, hacia un tiempo más adelante, donde esta palabra dada a la Iglesia alcanzaría su pleno cumplimiento, precisamente en el tiempo de la Iglesia, poco antes del fin de esta edad presente.

Éstos son los tiempos a los que alude esta profecía, que no fue leída como tal durante estos siglos, pero que hoy se nos muestra con toda su claridad. Estos son los tiempos del fin, estos son los tiempos en los que está muy próximo a terminar el mundo tal como lo conocemos.

Y en estos tiempos es crucial que estemos cien por ciento enfocados en completar nuestra obra. En los versículos que no copié al principio, Pablo exhorta a sus lectores a no comprometerse con las actividades y los intereses de este mundo, no precisamente con cuestiones pecaminosas, sino con cuestiones buenas y legítimas en sí mismas.

Es decir, todas esas cuestiones, que son válidas, hoy no deberían ocupar mucho de nuestro tiempo; somos urgentemente llamados a consagrarnos a completar la obra. ¡Cuidado!, no quiero decir que cometamos el mismo error que las generaciones de evangélicos pasadas, que perdieron a sus familias y su propia salud por “la obra”, quiero decir que no debemos distraernos más de la cuenta con ello, y, por sobre todo, no aferrarnos a nada de eso; porque hoy todo es muy cambiante y, finalmente, Dios es el dueño de todo eso y es Él quien decide qué hacer y cómo.

No perdamos el tiempo, no utilicemos el tiempo (al menos no mucho) de nuestras reuniones de iglesia para eventos familiares o conmemoraciones personales  u otras distracciones “evangélicas”, que no son malas en sí mismas, pero que deben ser dejadas de lado en función de una urgencia mayor. No utilicemos nuestro tiempo libre para recorrer las novelas, películas o partidos de fútbol que ofrece la televisión satelital. No dediquemos más tiempo del necesario al trabajo. ¡Que el Espíritu nos de la sabiduría para administrar el poco tiempo que queda para la obra del Señor!


Danilo Sorti




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