1 Corintios 7: 29a, 31b RVC
29 Pero quiero
decirles, hermanos, que el tiempo se acorta; … porque el mundo que conocemos está
por desaparecer.
1 Corintios 7: 29a, 31b DHH
29 Hermanos, lo que
quiero decir es esto: Nos queda poco tiempo. … porque este mundo que vemos ha
de terminar.
1 Corintios 7:29a, 31b TLA
29 Lo que quiero
decirles es que ya no hay tiempo que perder. … Porque este mundo que conocemos
pronto dejará de existir.
La relativa paz y tolerancia de que disfrutaban los
cristianos en esos años estaba por terminar; hacia el fin del primer siglo la
cosas cambiarían drásticamente y se desataría una gran persecución, solo
superada por la persecución que están enfrentando los cristianos desde mediados
del siglo XX.
Pero también el mundo de Pablo estaba en crisis, y unos
pocos siglos después de escribir esto el orden y la relativa paz del imperio
desaparecieron sumiendo a todo el mundo conocido por ellos (Europa del
Mediterráneo) en una caótica Edad Media que duró un milenio.
Proféticamente, sin embargo, Pablo estaba mirando, por el
Espíritu, hacia un tiempo más adelante, donde esta palabra dada a la Iglesia
alcanzaría su pleno cumplimiento, precisamente en el tiempo de la Iglesia, poco
antes del fin de esta edad presente.
Éstos son los tiempos a los que alude esta profecía, que no
fue leída como tal durante estos siglos, pero que hoy se nos muestra con toda
su claridad. Estos son los tiempos del fin, estos son los tiempos en los que
está muy próximo a terminar el mundo tal como lo conocemos.
Y en estos tiempos es crucial que estemos cien por ciento
enfocados en completar nuestra obra. En los versículos que no copié al
principio, Pablo exhorta a sus lectores a no comprometerse con las actividades
y los intereses de este mundo, no precisamente con cuestiones pecaminosas, sino
con cuestiones buenas y legítimas en sí mismas.
Es decir, todas esas cuestiones, que son válidas, hoy no
deberían ocupar mucho de nuestro tiempo; somos urgentemente llamados a
consagrarnos a completar la obra. ¡Cuidado!, no quiero decir que cometamos el
mismo error que las generaciones de evangélicos pasadas, que perdieron a sus
familias y su propia salud por “la obra”, quiero decir que no debemos
distraernos más de la cuenta con ello, y, por sobre todo, no aferrarnos a nada
de eso; porque hoy todo es muy cambiante y, finalmente, Dios es el dueño de
todo eso y es Él quien decide qué hacer y cómo.
No perdamos el tiempo, no utilicemos el tiempo (al menos no
mucho) de nuestras reuniones de iglesia para eventos familiares o
conmemoraciones personales u otras
distracciones “evangélicas”, que no son malas en sí mismas, pero que deben ser
dejadas de lado en función de una urgencia mayor. No utilicemos nuestro tiempo
libre para recorrer las novelas, películas o partidos de fútbol que ofrece la
televisión satelital. No dediquemos más tiempo del necesario al trabajo. ¡Que
el Espíritu nos de la sabiduría para administrar el poco tiempo que queda para
la obra del Señor!
Danilo Sorti
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