Hebreos 12:4-7 RVC
4 En
la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que
resistir hasta derramar su sangre;
5 y ya
han olvidado la exhortación que como a hijos se les dirige: «Hijo mío, no
menosprecies la disciplina del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda;
6
porque el Señor disciplina al que ama, y azota a todo el que recibe como
hijo.»
7 Si
ustedes soportan la disciplina, Dios los trata como a hijos. ¿Acaso hay algún
hijo a quien su padre no discipline?
El Trono del Juicio no es una imagen
agradable para nadie, sin embargo, no tenemos que esperar hasta el final de
nuestra vida para estar delante de él. Nada nos impide acercarnos cada día para
ser juzgados y corregidos. Eso es en lo que Pablo estaba pensando cuando dijo:
1 Corintios 11:31-32 RVC
31 Si
nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados;
32
pero si somos juzgados por el Señor, somos disciplinados por él, para
que no seamos condenados con el mundo.
“Examinarnos a nosotros mismos” no es otra
cosa que permitirle al Espíritu que lo haga y nos diga qué hay que corregir, lo
que espiritualmente significa “acercarnos al Trono del Juicio”. Sino, llegará
el momento en que el Señor lo haga por la fuerza, para que no nos perdamos.
Esto es también lo que dijo Isaías:
Isaías 30:21 RVC
21
Entonces oirán ustedes decir a sus espaldas estas palabras: «Éste es el
camino; vayan por él. No se desvíen a la derecha ni a la izquierda.»
Y fue también la oración de David:
Salmos 19:12-14 DHH
12 ¿Quién se da cuenta de sus propios
errores?
¡Perdona, Señor, mis faltas ocultas!
13 Quítale el orgullo a tu siervo;
no permitas que el orgullo me domine.
Así seré un hombre sin tacha;
estaré libre de gran pecado.
14 Sean aceptables a tus ojos
mis palabras y mis pensamientos,
oh Señor, refugio y libertador mío.
Muy amados del Señor, vayamos, sin temor, al
Trono del Juicio, para que Nuestro Abogado obtenga el perdón y la restauración
de nuestros pecados.
Danilo Sorti
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