martes, 20 de junio de 2017

3. La inspiración de las Escrituras

Me resultó interesante, al leer un texto sobre el tema, ver como el autor intentaba de todas formas explicar cómo era posible que las palabras de la Biblia llevaran claramente las marcas culturales y personales de cada escritor humano y aún así ser perfectamente la Palabra de Dios. Finalmente tuvo que reconocer que el tema "continúa siendo un misterio". Bueno, o nos transformamos en una "religión de misterios" como algunas de la antigüedad, o intentamos otra explicación.

Juan 6:63 RVC El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida.

Jesucristo afirmó sin la menor duda que sus palabras estaban al mismo nivel que las palabras de Dios que ellos conocían y respetaban (nuestro Antiguo Testamento). Ahora bien, si era Dios HIjo el que se manifestaba y hablaba, entonces su muerte no tuvo ningún valor para rescatarnos pues era necesario que muriera un hombre perfecto. Si alternaba entre Dios Hijo y el hombre Jesús, estamos en la misma, ¿cuándo era uno y cuándo el otro? Y si era perfecto hombre, lo que exigía la justicia de Dios Padre para que fuéramos salvados, ¿cómo las palabras de un hombre podían ser perfectamente palabras de Dios? Nadie puede negar que las palabras de Jesús están completamente enmarcadas en la cultura y sociedad en la que le tocó vivir, ¿y aún así fueron palabras divinas?

La aparente contradicción, según creo, se resolvería muy fácilmente si volvemos al Génesis: Dios crea al hombre a Su perfecta imagen. Aunque con limitaciones (físicas, de poder, intelectuales, etc.), el hombre estuvo diseñado originalmente para expresar perfectamente a Su Creador. Claro que el único que lo logró a cabalidad es Jesucristo:

Juan 14:9 RVC Jesús le dijo: «Hace ya tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y tú, Felipe, no me has conocido? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ...

Pero, recordemos, ¡el hombre Jesucristo, no el Dios HIjo! porque éste:

Filipenses 2:6-7 RVC
 6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
 7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres;

¿Entonces qué? Pues que un hombre perfecto (Jesús) siendo perfectamente guiado por el Espíritu, inevitablemente hablará exactamente las palabras de Dios, porque él mismo estará en perfecta unidad con su Padre. Sus palabras no pueden ser en nada diferentes a las palabras de Dios, las palabras que el Espíritu le inspire no pueden ser en nada diferentes a sus palabras.

Por otro lado, si los hombres estamos diseñados originalmente para representar a Dios, en realidad cada uno de nosotros tiene una "partecita" de Dios, siendo perfeccionados completamente por el Espíritu, lo que expresemos como propiamente "nuetro" no será menos nuestro que de Dios.

Claro, el único que cumplió esto fue el Señor. Los escritores bíblicos alcanzaron algo de eso al escribir el texto sagrado. Pero en este tiempo, con mejores promesas, todos estamos llamados a procurarlo. Tal como las palabras de los escritores de la Biblia fueron perfectamente sus palabras y perfectamente las palabras de Dios, nuestras palabras (y hechos, y pensamientos, y sentimientos,...) deben llegar a ser las palabras de hijos que están perfectamente entregados al Espíritu y perfeccionados en Su imagen, de tal forma que, siendo totalmente nuestras y estanto totalmente contextualizadas en nuestras realidades particulares, los que nos ven y oyen no puedan dejar de decir: "¡es como si oyera a Dios mismo!".

Según entiendo, es lo que el Espíritu está tratando de lograr con nosotros.


 Danilo Sorti




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