Efesios 3:8 DHH
8 Yo soy menos que el más pequeño de todos los
que pertenecen al pueblo santo; pero él me ha concedido este privilegio de
anunciar a los no judíos la buena noticia de las incontables riquezas de
Cristo.
Pablo era muy sincero cuando decía esto.
Nosotros pensamos que se trataba de falsa modestia, pero eso no existe entre
los escritores bíblicos. Realmente se estaba considerando a sí mismo como el
menor. En otra oportunidad podremos charlar por qué.
Lo cierto es que a la vez que reconocía su
absoluta indignidad, reconocía absolutamente el encargo del Padre, y estaba
dispuesto a llevarlo adelante sin la más mínima sombra de dudas. Para nosotros,
esta conjunción de características: total humildad y total autoridad, resultan
totalmente contradictoria. Sin embargo, es un requisito fundamental para llevar
con éxito el reino de Dios.
Primero debemos reconocer en nuestro espíritu
y luego en nuestra alma quiénes somos y lo absolutamente indignos y alejados de
Dios que estamos. De esta manera podremos aceptar completamente la obra
absoluta de Cristo para salvación y restauración. Luego, debemos aceptar (para
poder creer) la comisión específica que nos da el Espíritu junto con la
autoridad que ella trae, y entonces podremos ejercer plenamente dicha autoridad
y traer así el reino a la tierra, en la parcela que nos fue dada.
Cuando los hombres ven el ejercicio de este
tipo de autoridad enseguida piensan que somos orgullosos, autoritarios o
soberbios; porque el concepto de autoridad está asociado con esas virtudes
negativas. No debe ser así y no es realmente así cuando maduramos.
Por eso, queridos hermanos, no seamos tímidos
en usar la autoridad que nos ha dado el Señor al ejercer Su comisión específica
para nosotros; allí habrá victoria.
Danilo Sorti
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