Judas 3 RVC
3 Amados hermanos, yo
he tenido un gran deseo de escribirles acerca de la salvación que tenemos en
común, pero ahora me encuentro en la necesidad de escribirles para rogarles que
luchen ardientemente por la fe que una vez fue dada a los santos,
Judas tenía un buen tema en mente, realmente había algo muy
interesante que compartir; algunas revelaciones sobre el poder de la cruz,
testimonios de sanidad a través de Cristo, nuevas profundidades de la obra
redentora… De verdad que era un tema de mucha riqueza espiritual. Pero no pudo
hacerlo, algo más urgente golpeaba a la puerta.
La fe, la forma de enseñanza que los apóstoles habían
transmitido estaba gravemente en peligro. Me atrevo a decir que no tendríamos
nosotros hoy la Biblia ni la herencia cristiana si ellos no hubieran luchado
ardientemente por la fe.
Durante la guerra es necesario abstenerse de muchas cosas;
no es el tiempo para buscar comodidades, palabras bonitas, mensajes que
endulzan el oído. Durante la guerra las cosas no van bien, no es el momento
para querer escuchar solo buenas noticias, ¡hay que escuchar la realidad, por
más dura que sea! Durante la guerra habrá muchos que caigan al lado nuestro, y
no podremos detenernos a llorarlo, deberemos seguir avanzando, porque solo si
alcanzamos la meta podremos tener esperanza de volver a rescatarlos.
Este es el tiempo de una dura lucha por la fe, quizás tanto
o más que la de los tiempos de Judas. La fe que una vez fue dada, pero no digo
las enseñanzas que recibimos de nuestra primer iglesia o de la denominación. En
el mejor de los casos, son recortes parciales de la verdad completa, me refiero
a la fe que aún debe ser completamente restaurada. Es decir, estamos luchando
por defender algo que todavía no tenemos en su plenitud.
Hoy el Espíritu nos exhorta a tomar todas las armas y
hacernos la firme disposición de luchar sin vuelta atrás, sin mediocridades,
sin rendirnos. No hay un camino fácil en el Evangelio, pero la mayor seguridad
y gozo que podamos tener está, precisamente, en el camino más peligroso y
escabroso, porque es ahí donde batallamos codo a codo con el Señor.
Danilo Sorti
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