jueves, 1 de marzo de 2018

409. El Espíritu de la Religión y el individualismo

Gálatas 6:1-10 RVC
1 Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, ustedes, que son espirituales, restáurenlo con espíritu de mansedumbre. Piensa en ti mismo, no sea que también tú seas tentado.
2 Sobrelleven los unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo.
3 Porque el que se cree ser algo, y no es nada, a sí mismo se engaña.
4 Así que, cada uno ponga a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de jactarse, pero sólo respecto de sí mismo y no por otro;
5 porque cada uno llevará su propia carga.
6 El que recibe enseñanza en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo enseña.
7 No se engañen. Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará.
8 El que siembra para sí mismo, de sí mismo cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.
9 No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no nos desanimamos.
10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.

En un artículo anterior vimos rápidamente las aplicaciones a la vida cristiana del principio de libertad de la Gracia: no se trata de libertad para pecar, como más tarde sugeriría la filosofía griega introducida en el cristianismo: “el espíritu es bueno, la carne es mala, están separados y no importa lo que haga la carne”. La gracia necesariamente produce frutos, no se trata de “hacer” los frutos, simplemente surgen; pero si no hay verdadera gracia actuando, los frutos tampoco aparecen, al contrario, se hacen visibles las obras de la “carne”, es decir, la naturaleza pecadora.

Paradójicamente, los judaizantes estaban buscando cumplir la Ley (su propia “forma” de Ley, claro) para alcanzar la santidad, ya que la Gracia no les resultaba “suficiente”. Pablo da a entender claramente que en vez de santidad estaban cosechando los peores frutos del pecado. Por eso no tiene nada de extraño cuando los creyentes que tratan de agradar a Dios por sus propias fuerzas y siguiendo reglamentos religiosos terminen siendo hipócritas, amargados, fundamentalistas rabiosos y hasta asesinos, como habían llegado a ser los judíos de Jerusalén en los tiempos apostólicos.

Las palabras del capítulo 6 de Gálatas dan pié para muchos artículos, aquí solamente me voy a concentrar en su relación general con el tema de toda la serie: el Espíritu de Religión y sus manifestaciones.

Mientras que en la sección anterior Pablo enfatizó los frutos “individuales” de la Gracia, es decir, lo que produce en la persona en relación con la justicia divina, aquí el énfasis en principalmente comunitario: la Gracia actuando en la comunidad en contraposición con los frutos de la “Ley”. Por supuesto que tanto lo que leímos en el artículo anterior como esto tienen que ver tanto con el individuo como con la comunidad, pero en una visión de “perspectiva”, el enfoque aquí está más relacionado con la iglesia.

“Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, ustedes, que son espirituales, restáurenlo con espíritu de mansedumbre”. Para la Ley, encontrar a un díscolo en medio de la “santa comunidad” es terrible, porque en su mentalidad Dios se agrada de los hombres solamente si lo obedecen en todo y  uno que no lo esté haciendo atrae el juicio divino sobre la comunidad. Deben mantenerse puros no solo individualmente sino comunitariamente.

Cuidado, esto no es estrictamente falso porque se trata de un principio que encontramos bien expresado en el Pentateuco; era una ley quitar o incluso matar al idólatra, rebelde, asesino, adúltero, etcétera. El asunto es que ahora la Ley cambió, porque Cristo vino e hizo provisión para el pecador, por eso Pablo pudo decir: “restáurenlo con espíritu de mansedumbre”.

Estas palabras son dirigidas a la Iglesia, no a una nación. Una cosa es restaurar en la comunión espiritual, otra muy diferente es infligir las leyes justas de un país. Se puede restaurar en la comunión al pecador arrepentido, y las vibrantes iglesias carcelarias dan testimonio de ello. Eso no necesariamente nos exime de tener que dar cuentas a la sociedad, y muchos cristianos e incluso líderes que están pecando en lo económico y lo sexual tendrán que dar cuentas ante la justicia humana, que Dios mismo ha permitido y colocado, aunque no sea perfecta.

Pero aún en esos casos graves debemos aplicar el espíritu de mansedumbre, “no sea que también tú seas tentado”. Hay cosas que jamás se me ocurriría hacer, pecados que nunca se me cruzaron por la mente, pero la raíz del pecado sigue estando en mí (hasta que no sea definitivamente quitada) y sinceramente yo no puedo decir “estoy libre de eso, jamás lo haré”, porque es sólo por la gracia de Dios que nos mantenemos firmes.

Hermanos, yo no estoy justificando a los pecadores, ni a los estafadores, ladrones, abusadores, traficantes de personas o poderosos que deciden guerras y hambrunas. Aquí simplemente se nos manda a restaurar con humildad al hermano arrepentido porque la misma raíz de pecado está en nosotros y en todos; hay diversas circunstancias que llevan a los hombres a pecar de una u otra forma, y si la gracia de Dios no nos sostuviera, o nuestras circunstancias fueran distintas, caeríamos nosotros también en pecados que jamás habríamos pensado cometer. Por eso es que necesitamos mansedumbre, y cuando no la tenemos es porque hay orgullo, lo cual es la puerta abierta de par en par al mismo pecado que tanto criticamos. Normalmente aquellos que tanto critican y se horrorizan por determinados pecados terminan haciendo algo similar, a lo mejor no de tanta magnitud, pero de la misma esencia.

“Sobrelleven los unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo.” La Ley tiene un enfoque más individualista: “El que haga estas cosas vivirá por ellas”, había dicho Pablo unos párrafos antes. “El” que las haga, la persona, y ése es el espíritu de la Ley. Cuidado, esto no quiere decir que ahora bajo la Gracia puedo descuidarme a mí mismo; de hecho tengo que tener el mismo cuidado que antes, solo que ahora tengo la gracia para ayudar libremente a mi hermano, guiado por el amor. No se trata solo de corregirlo con mansedumbre, es decir, sin exigir que se cumpla “la justicia”, sino también de ayudarlo para que no peque.

El Espíritu de Religión se enfoca en la justicia personal y la “sumatoria” de ellas es la justicia corporativa. En la Ley de Cristo nos entrelazamos unos con otros ayudándonos mutuamente. Eso es posible cuando somos mansos, es decir, cuando no estamos mirando con la lupa inquisidora la conducta de mi hermano ni cuando estamos exigiendo que se nos respeten y se nos cumplan todos y cada uno de nuestros derechos. Pero cuidado, estas palabras vinieron después de que Pablo expusiera los frutos del Espíritu, así que esta ayuda y tolerancia mutua es posible EN EL PROCESO de crecimiento espiritual y no como una forma de abuso o indulgencia comunitaria.

“Porque el que se cree ser algo, y no es nada, a sí mismo se engaña.” En este contexto, esta frase resulta una ironía sutil. Podríamos interpretar este pasaje en el sentido de, por ejemplo, aquel que piensa que sabe mucho o que es un gran analista político (eso nos cabe bien para el 99,9 % de los argentinos…), o que sabe mucho de un tema profesional cuando en realidad no es así. Pero si lo leemos en el contexto de lo que se viene diciendo, creo que su aplicación más exacta tiene que ver con aquel que piensa que tiene una vida santa o de buenas obras, es decir, que tiene una “gran justicia” propia, que cumple con todos los deberes “cristianos” y por es alcanza méritos delante de Dios. El Espíritu de Religión nos pone como meta llegar a sentirnos importantes por lo que hemos hecho al cumplir la “Ley”.

“Así que, cada uno ponga a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de jactarse, pero sólo respecto de sí mismo y no por otro” es otra ironía, no se supone que podamos jactarnos de nada

1 Corintios 4:7 RVC
7 Porque ¿quién te hace superior? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no te lo hubieran dado?

Allí había gente que se enorgullecía de obligar a otros a cumplir con la Ley. El Espíritu de Religión nos impulsa a imponer nuestra “religión” a otros: a los hermanos de la iglesia, cuando enseñamos o predicamos, pero también cuando evangelizamos. Podemos predicar el Evangelio a los que no lo conocen, pero ¿qué Evangelio? Puede estar cargado de religión aburrida y carente de la vida del Espíritu.

Realmente no tengo nada de lo que pueda enorgullecerme de mí mismo, pero puedo poner a prueba mi vida y puedo escuchar la voz del Señor dentro mío y puede ser que escuche esta voz:

Isaías 30:21 RVC
21 Entonces oirán ustedes decir a sus espaldas estas palabras: «Éste es el camino; vayan por él. No se desvíen a la derecha ni a la izquierda.»

Pero también puede ser que escuche esta voz:

Mateo 25:21a RVC
21 Y su señor le dijo: “Bien, buen siervo y fiel …

“porque cada uno llevará su propia carga” Parece un juego de palabras con lo que vino diciendo antes, pero en griego se trata de dos palabras distintas. En el versículo 2 es βάρος, “baros”, una carga pesada, algo que puede oprimir o que es muy grande. En el versículo 5 la palabra es φορτίον, “fortíon”, algo que tiene que ser transportado, un cargamento pero sin referencia a su peso. Y la comparación con las palabras de Jesús es inevitable:

Mateo 11:30 RVC
30 porque mi yugo es fácil, y mi carga es liviana.»

No pretendo hacer una exégesis completa de un pasaje tan rico, pero creo que aquí se nos enseña a ayudarnos en las duras cargas de la vida, tanto materiales como emocionales y espirituales, en las que podemos ayudarnos compartiendo nuestros recursos, talentos y dones; a la vez que se nos recuerda que cada uno tiene que pelear su propia batalla en Cristo, cumplir su misión; y que la recompensa que finalmente tendrá estará en relación con ella. Todo esto está en oposición al egoísmo implícito que genera el Espíritu de Religión.

“El que recibe enseñanza en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo enseña.” Es otra recomendación general pero que también tiene que ver mucho con el obrar el Espíritu de Religión, porque son sus ministros los que deslumbran a los hermanos y los que terminan acaparando todos los recursos económicos.

“No se engañen. Dios no puede ser burlado.” Personalmente me cuesta bastante hablar sobre esto porque esa es una verdad que el Espíritu grabó en mi vida desde el momento en que me convertí; nunca tuve la menor duda que toda mi vida, mis pensamientos y mis emociones estaban completamente abiertas ante el Dios del Universo, ¿podría ser de otra manera? ¿Acaso alguien podría dudarlo? Con el tiempo, y con esfuerzo, entendí que sí; que eso no era tan evidente en la práctica para todos y que muchos viven como si Dios pasara por alto determinadas cosas. No tengo mucho para decir de esto, entiendo que a veces podamos vivir como si tratáramos de engañar a Dios, pero es una de las cosas más absurdas que puede pensar una persona sobre la Tierra.

“Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará.” En el contexto en que se dice tiene que ver claramente con lo espiritual: condenación o vida eterna, bendición o maldición. La frase tal como está dicha tiene un carácter más universal, pero necesitamos todo el contexto de la Biblia para matizarla. Vista de una manera simplista da pié para los que piden dinero prometiendo que el dador recibirá inmediatamente una gran bendición. No es eso lo que leemos en la Palabra.

“No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no nos desanimamos.” Es la contraparte necesaria para poner el principio del versículo 7 en perspectiva: claro que hay una cosecha, pero no debemos esperar que sea inmediata. En su sentido último, hay una cosecha cuando estemos en el Cielo, esa es la máxima. No siempre los que sembraron con lágrimas cosecharon aquí en la Tierra, muchas veces solo obtuvieron sangre, sufrimiento y muerte. Siempre, sin embargo, la tierra donde fue sembrada la fidelidad y la vida de los santos dio una cosecha en las generaciones siguientes.

Hoy es inminente la Gran Cosecha, la Cosecha de los tiempos, del Reino, de todas las oraciones, esfuerzos, sufrimientos y vidas de los santos desde hace 6.000 años a esta parte. Aunque previo a eso deberán ser echadas las uvas en el lagar de la ira de Dios.

“No nos cansemos” es la vacuna contra el Espíritu de Religión, que nos ataca cuando estamos cansados y con las defensas bajas, cuando parece que la Gracia “no da resultado”.

“Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” Con esta frase cierra Pablo la sección práctica de su carta, y con esta frase el Espíritu nos está dando a entender el espíritu de la Gracia en oposición al espíritu de la Religión: una fe que obra por amor. Un amor real, “según tengamos oportunidad”, porque el amor también puede ser falsificado en forma de una entrega desmedida, sobre lo cual Pablo nos advertiría tiempo después:

1 Corintios 13:3 DHH
3 Y si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y aun si entrego mi propio cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve.

Algunos son llamados a esa forma extrema de amor, muchos no, y no hay que sentirse “menos” por eso. Hay una carga que nos corresponde a nosotros, y en eso tenemos que ocuparnos. Hay un tiempo en que podemos compartir las cargas unos con otros, eso tenemos que aprovecharlo. Tan erróneo es descuidar nuestro necesario tiempo personal, a solas con Dios, como entretenernos egoístamente en nuestras cosas cuando podemos ayudar al otro.

La expresión “mayormente a los de la familia de la fe” me hace recordar a aquellos padres, cónyuges o familiares que son muy dedicados a ayudar a “los de afuera”, pero resultan por demás de exigentes y mezquinos con su propia familia, ¿conocemos a alguien así? Lo mismo hacemos en la iglesia. Podemos organizar campañas para recolectar alimentos y abrigo para los desplazados, los que sufrieron inundaciones y terremotos, y está muy bien. Pero no tenemos ni idea de cuántos hermanos están luchando para llegar a fin de mes, para hacer crecer sus propios negocios, para resolver sus problemas urgentes. Es muy “religioso” ayudar a los visiblemente necesitados, pero tiene poca “prensa eclesiástica” ayudar a los hermanos. No quiero ser injusto, hay iglesias que lo hacen y que tienen incluso sistemas de préstamos sin interés o ayudas para los necesitados; y que resultan bendecidas por eso. No se trata de hacer esto o aquello, se trata de hacer todo en la medida justa, conforme nuestras posibilidades reales, ¡no somos Dios!, somos seres humanos limitados, y si utilizamos sabiamente los recursos conforme nuestras limitaciones y prioridades, podremos reflejar la gloria del Creador.

El Espíritu de Religión inevitablemente nos lleva al individualismo, pero la Gracia nos impulsa a preocuparnos por nuestros hermanos de manera equilibrada. La Religión no es equilibrada, no puede serlo, necesita ser “exagera” en aquello que considera valioso y necesita “olvidarse” del resto. Cristo nos lleva a ser “exagerados” en el amor que se manifiesta en una vida equilibrada y comunitaria.


Danilo Sorti




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