viernes, 30 de marzo de 2018

432. El fin del Imperio y la verdadera “utopía” de permacultores y anarquistas


Apocalipsis 17:1-5 RVC
1 Uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, vino y me dijo: «Ven acá, y te mostraré el castigo para la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas.
2 Con ella han adulterado los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se han embriagado con el vino de su inmoralidad sexual.»
3 Después el ángel me llevó en el Espíritu al desierto, y allí vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y estaba llena de nombres blasfemos.
4 La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y portaba adornos de oro, piedras preciosas y perlas. En la mano tenía una copa de oro, la cual rebosaba de cosas detestables y de la inmundicia de su inmoralidad sexual.
5 Inscrito en la frente ostentaba un nombre, cuyo sentido era un misterio: «La gran Babilonia, madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.»

¿Está hablando aquí del Espíritu de Religión o del Imperio? Es difícil saberlo, vimos que ambos se “combinan muy bien”, en realidad son dos expresiones de mismo principado de control. No voy a analizar en este artículo lo que se describe tan detalladamente en los capítulos 17 y 18, lo cierto es que vemos una ciudad, Babilonia, que los primeros oyentes podían identificar perfectamente con el Imperio Romano, mezcla de imperio y falsa religión. De todas formas, si nos queda alguna duda, en el capítulo siguiente, 19, el Anticristo y el Falso Profeta acaban sus días junto con su ejército.

Esta “Babilonia”, en realidad mezcla de imperio y falsa religión, había nacido tan temprano como Génesis 10 pero aquí tenemos su expresión “perfecta”, aquello que estamos viendo hoy pero que se completará durante el período de la tribulación. La Iglesia Fiel de estos tiempos no lo verá “de este lado del cielo”, pero habrá una iglesia nueva, aquellos que habrán necesitado pasar por los juicios terribles de esos tiempos, que sí lo verán y a quienes se les dirá:

Apocalipsis 18:4-5 RVC
4 Oí entonces otra voz del cielo, que decía: «Ustedes, los de mi pueblo, salgan de esa ciudad para que no participen de sus pecados ni reciban parte de sus plagas;
5 pues son tantos sus pecados que llegan hasta el cielo, y Dios ha tomado en cuenta sus injusticias.

Estas palabras tampoco son nuevas sino que constituyen un eco de otras que fueron dichas más de dos milenios y medio antes:

Jeremías 51:6 RVC
6 ¡Salgan de Babilonia! ¡Pónganse a salvo, para que no perezcan por causa de su maldad! ¡Ha llegado la hora de la venganza del Señor, y él le dará su merecido!

Hay un momento en que el imperio llega a su fin, aunque parezca imbatible Dios mismo tiene preparada su herramienta de juicio. A lo largo del tiempo ha usado naciones o coaliciones de naciones que terminaron por destruir imperios que ya estaban debilitados en sus bases; del último imperio se encargará Él en persona.

Cómo se aplica este principio hoy es otro tema. Sabemos que se está terminando de conformar el imperio del Anticristo, y que muchas estructuras de poder ya están confluyendo allí. No podemos afirmar que domine absolutamente todo durante los siete años, más bien parece que a partir de cierto momento deberá disputar el poder con los “reyes de oriente”, y podemos suponer a qué coalición de naciones se está refiriendo. Pretender frenar ese proceso es totalmente ingenuo, y contrario a la voluntad permisiva de Dios: es necesario que así acontezca para que el juicio sobre los perversos que no hayan creído sea completado, de aquellos que serán martirizados no tenemos que preocuparnos porque tendrán una recompensa gloriosa por la eternidad.

No digo nada nuevo si menciono que hoy estamos viendo la fusión de grandes compañías y la unión de naciones, todo en preparación de ese evento. No empezó ahora, es un programa que lleva siglos pero que entró en su fase decisiva una vez que fue eliminado su “competidor”, Hitler. De paso digamos que lo que este hizo será una “pequeñez” si lo comparamos con lo que hará y ya está haciendo el Anticristo y su sistema.

Propiamente no tenemos hoy la “muerte” de ningún imperio, ni naciones ni corporaciones porque estas últimas terminan siendo absorbidas por otras más grandes aún. Con todo, la voz del Señor de “salir” de determinados lugares, de “dejar de participar” de determinadas actividades ligadas con estructuras imperiales, siempre fue válida. Cada uno deberá escucharla en su caso particular y entender cuándo hay un llamado y cuándo es el tiempo. Ya hemos visto que las estructuras “imperiales” no son la voluntad de Dios pero Él las permite por un tiempo, por lo que debemos entender ese concepto de “por un tiempo”, diferente en cada caso.

Apocalipsis 19:16 RVC
16 En su manto y en su muslo lleva inscrito este nombre: «Rey de reyes y Señor de señores.»

Jesucristo vuelve como Rey.

Apocalipsis 20:4 RVC
4 Vi entonces unos tronos, y sobre ellos estaban sentados los que recibieron la autoridad para juzgar. También vi las almas de los que fueron decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. Ellos son los que nunca adoraron a la bestia ni a su imagen, ni aceptaron jamás llevar su marca en la frente ni en las manos; y éstos volvieron a vivir y reinaron con Cristo durante mil años.

Muchos de Sus fieles participarán de su reinado.

A primera vista parecería que tendremos aquí una repetición de la estructura imperial, solo que ahora sí verdaderamente mundial. En parte puede ser cierto, sin embargo, cuando profundizamos más en las escenas del Reino Venidero nos encontramos con algo distinto a lo que podemos imaginar hoy:

Miqueas 4:1-4 RVC
1 En los últimos días el monte de la casa del Señor será confirmado como cabeza de los montes y exaltado por encima de las colinas, y a él acudirán los pueblos.
2 Muchas naciones vendrán, y dirán: «¡Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob! Él nos guiará por sus caminos, y nosotros iremos por sus sendas.» Porque la enseñanza saldrá de Sión; de Jerusalén saldrá la palabra del Señor.
3 Y el Señor juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas y lejanas; y éstas convertirán sus espadas en azadones y sus lanzas en hoces. Ninguna nación volverá a levantar la espada contra otra nación, ni se entrenarán más para hacer la guerra.
4 Cada uno se sentará bajo su vid y a la sombra de su higuera, y no habrá nadie que pueda amedrentarlos. Esto lo ha declarado la boca del Señor de los ejércitos.

Tenemos muchos pasajes que nos hablan directa o indirectamente del Reino Venidero por lo que no podemos hacer doctrina de uno solo, pero creo que aquí se resumen unos cuantos de los lineamientos principales.

Por empezar seguiremos teniendo, de los que sobrevivan sobre esta Tierra volverán a formarse naciones. Y estas naciones tendrán la libertad para dirigirse voluntariamente al Señor que estará reinando desde Jerusalén. Habrá grandes naciones que serán completamente transformadas.

Algunos dicen que solo sobrevivirán israelitas luego de los juicios, pero los israelitas son “una” nación, no “naciones” ni mucho menos “naciones poderosas y lejanas”.

¿Cómo será la relación entre esos países?

“Ninguna nación volverá a levantar la espada contra otra nación, ni se entrenarán más para hacer la guerra.” Ahora bien, si vemos la historia humana pasada y reciente, la actividad bélica ha sido en buena medida el motor organizativo de la sociedad y el lugar del cual salieron muchos inventos e industrias. Sería largo de contarlo ahora, pero muchas cosas de las que usamos en la vida cotidiana tuvieron su origen ahí. La industria armamentística es la principal en el mundo, por lo que buena parte de la maquinaria económica mundial está motorizada por ella, ¡por eso habló el Señor de las “ganancias injustas”! No importa cuán honesto sea uno en su trabajo, buena parte de ese dinero que recibe estuvo manchado con sangre en algún momento. Y si a eso le agregamos las “industrias” de las drogas ilegales y la trata de personas, no quedan muchos pesos limpios dando vueltas por ahí… Pero eso no volverá a ser, y esto implica un cambio radical en el sistema económico y social del mundo.

No más ejércitos, no más estructuras militares, no más gastos para defensa, no más soldados, no más guerras, no más reconstrucciones, no más atentados… La estructura de defensa requiere un mando organizado y una jerarquía rígida, ese modelo piramidal ha permeado todas las sociedades durante milenios, pero eso ya no existirá. Al contrario, “convertirán sus espadas en azadones y sus lanzas en hoces” y de inmediato somos transportados a la plácida imagen de una sociedad agrícola, la utopía de permacultores, anarquistas y tantos otros, ¡pues sí, llegará el día en que se cumplirá!

Tendremos una sociedad mucho más “horizontal”, en donde cada uno podrá dedicarse a su propia producción, obtener sus recursos de una naturaleza mucho más fértil y depender mucho menos de otros. Seguramente tendremos en su apogeo una revolución industrial que ahora apenas se vislumbra, en la que cada uno podrá producir la mayoría de las cosas que necesita, logrando una independencia tecnológica enorme, con productos que no tendrán “obsolescencia programada” como ahora, sino que durarán incluso por siglos.

“Cada uno se sentará bajo su vid y a la sombra de su higuera, y no habrá nadie que pueda amedrentarlos.” Sin inseguridad, sin carencia de recursos productivos, habrá muchos menos motivos para que existan estructuras humanas jerárquicas de control. Además, el “Espíritu del Imperio” habrá sido derrotado y encarcelado al final de la tribulación. Esta sociedad de paz y recursos distribuidos NECESARIAMENTE será mucho más democrática y horizontal de lo que ninguna sociedad lo ha sido en este tiempo, ni siquiera las fallidas utopías comunistas o las supuestas democracias de los países desarrollados.

La gente no tendrá que depender de grandes corporaciones para que les provean productos, el gobierno no tendrá que organizar ningún sistema de defensa, sino una policía interna (el pecado no desaparecerá todavía), las necesidades vitales estarán cubiertas con los recursos que las personas tendrán a mano, no habrá ninguna amenaza internacional que obligue a formar un ejército y los conflictos que haya (porque los habrá, de todas formas) serán rápidamente solucionados por el Rey y Señor; no podrán volver a levantarse grandes poderes económicos que por medio de trampa y manipulación concentren cada vez más recursos. Cada uno podrá, por lo tanto, ocuparse de “sus propios asuntos” y ya habrán desaparecido todas o casi todas las motivaciones que llevan a la gente a caer bajo la dominación de otros. Y así continuará hasta la última y fallida revuelta con la que se acabará definitivamente el problema del pecado.

La semilla de ese mundo que hoy nos parece utópico pero, extrañamente, no tan lejano, ya fue sembrada por Jesucristo al establecer la forma de Su Reino para el tiempo presente: la Iglesia, precisamente la “ekklesía”, la asamblea democrática griega, el conventum provinciarum de los romanos, la sinagoga judía; el sistema de organización y gobierno democrático, con autoridades sí, pero muy distinto a otras organizaciones fuertemente verticalistas y autoritarias de aquel entonces.

Cuando leemos los mejores ejemplos de la iglesia en las páginas del Nuevo Testamento, y vemos su diseño según Dios en las epístolas, estamos viendo el modelo que reconstruirá la sociedad post tribulación.

El Imperio llega a su fin y esto está inseparablemente ligado a la venida del Rey de Paz, cuando decimos ¡Cristo viene! estamos diciendo muchas cosas, entre ellas, ¡el Imperio terminará definitivamente, y con él, la opresión hacia los hombres y mujeres! Cuando “vivimos iglesia” tal como el Espíritu nos mostró, no solo traemos un pedacito de Cielo a la Tierra y permitimos que el Señor sea expresado, también estamos “proclamando” con hechos el Reino Venidero.

Distintos grupos de hombres han “vislumbrado” ese tiempo, entre nieblas, con inexactitudes, pero lo suficiente como para que el Espíritu hable a través de ellos e instaure el sueño de un tiempo en el cual los hombres ya no dominarán los unos sobre los otros. ¡Creo que ellos lo han visto más claro que la mayoría de los cristianos! Eso es parte de nuestra esperanza, ¡Señor nuestro, ven!


Danilo Sorti





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