viernes, 30 de marzo de 2018

427. ¿Cómo hace el Imperio que las personas piensen de sí mismas? – II


Isaías 36:7-12 RVC
7 Pero si me dices que ustedes confían en el Señor su Dios, ¿acaso no se trata de ese Dios cuyos lugares altos y altares tú, Ezequías, mandaste quitar, y luego dijiste a Judá y a Jerusalén: ‘Adoren ante este altar’?”
8 Yo te sugiero que hagas ahora este trato con mi señor, el rey de Asiria: Yo te daré dos mil caballos, si tú puedes hallar otros tantos jinetes para que cabalguen sobre ellos.
9 ¿Cómo vas a hacerle frente a un simple capitán, al menor de los siervos de mi señor, aun cuando estés confiado en Egipto y en sus carros y su caballería?
10 Si yo he venido a destruir esta tierra es porque antes el Señor me dijo: “¡Ve a esa tierra y destrúyela!”»
11 Entonces Eliaquín, Sebna y Yoaj le dijeron al primer oficial: «Por favor, habla a estos siervos tuyos en arameo, que nosotros lo entendemos. No nos hables en la lengua de Judá, porque te oye toda la gente que está sobre la muralla.»
12 Pero el primer oficial dijo: «¿Y acaso me envió mi señor a decirles esto sólo a ti y a tu señor? ¡No! ¡Me envió también a la gente que está sobre la muralla, y que junto con ustedes pronto van a comerse su propio estiércol y a beberse su propia orina!»

En un artículo anterior hablamos sobre lo que creo yo es la principal acción que busca ejercer el Imperio sobre los países dominados y, en general, sobre todas las personas (también al interior de su propia nación): destruir toda otra confianza para que acepte como inevitable la dominación. Y vimos que, en el caso de Judá que estaba confiando en la ayuda de Egipto, el argumento que utiliza es válido: ese no era el apoyo que debía tener.

Sin embargo, en el fondo el Imperio busca destruir la confianza en Dios. Por supuesto que eso no se dice hoy de la manera tan clara en que podía decirlo Senaquerib entonces, pero el “espíritu” sigue siendo el mismo.

Evidentemente los Asirios habían hecho una “inteligencia previa” para tener una idea de lo que pasaba en Judá, y supieron de la reforma religiosa de Ezequías. En ese punto ellos no pudieron entender que en realidad era una purificación de la práctica de la fe, y que redundaría en mayor fortaleza para la nación. Pero no todos los israelitas estaban convencidos de ello y el enemigo procuraba crear una división interna, por eso habla en hebreo y no en arameo, que era el lenguaje “diplomático” de aquel entonces.

El éxito consistiría en crear duda y temor en el sector más vulnerable de la población, precisamente el que menos confiaba en Dios, el que todavía permanecía aferrado a prácticas idolátricas y no estaba tan seguro de que las reformas de Ezequías fueran adecuadas. La estrategia es conocida y creo que no hace falta explicarla demasiado: atacar por el “flanco” más vulnerable; el asunto consistía en cómo había sido “reforzado” ese sector.

De todas formas, los asirios no pudieron entender el verdadero significado espiritual de las reformas de Ezequías, y por eso finalmente fracasaron: Judá había decidido apoyarse firmemente en su Dios, y aunque esa confianza necesitaba ser perfeccionada, era suficiente como para que ese Dios obrara en favor de ellos. Por eso también, unos siglos después, Jerusalén caería en manos de Nabucodonosor, porque en ese tiempo ya no se habría vuelto al Señor.

La aplicación es bastante clara: no puede resistir una nación a la dominación del Imperio si no se afirma en Dios. Lo mismo vale para cada uno de nosotros; si no estamos firmemente cimentados en Dios no podremos resistir el mensaje ni del “imperio secular” ni del “imperio eclesiástico”, es decir, aún creyendo en Dios terminaremos bajo alguna forma de iglesia “imperial”.

“Yo te daré dos mil caballos, si tú puedes hallar otros tantos jinetes para que cabalguen sobre ellos.” Aquí está hablando de recursos militares y “tecnología”, es decir, está poniendo en evidencia que la cantidad de recursos, y aún las personas preparadas para manejar esos recursos, era muy superior. Pero claro, son recursos “humano”, materiales.

“¿Cómo vas a hacerle frente a un simple capitán, al menor de los siervos de mi señor …” Es otra de las muestras de mensajes intimidatorios, en un discurso plagado de ellos.

“Si yo he venido a destruir esta tierra es porque antes el Señor me dijo: “¡Ve a esa tierra y destrúyela!” Aquí tenemos uno de los mayores engaños, de los más difíciles de discernir: está poniendo en boca de Dios una orden que, por supuesto, no existía, pero esto nos conecta, perturbadoramente, con los mensajes que podemos escuchar en iglesias “imperiales”, es decir, fundamentar su existencia y su estructura (y su dominación) en base a un supuesto mandato divino.

Cuidado, este mensaje que a nosotros nos puede parecer evidentemente ajeno a la voz de Dios no lo era tanto para ellos; los israelitas mismos habían sido comisionados siglos antes para destruir las corruptas naciones que estaban en el territorio, sabían que Dios podía mandar una nación contra ellos y de hecho ya tenían suficiente historia “sobre sus lomos” como para entenderlo muy bien. Las palabras del primer oficial eran perfectamente lógicas y posibles para sus atemorizados oyentes.

De la misma forma podemos escuchar hoy otro tipo de mensajes, muy “diferentes”, perfectamente lógicos y hasta “bíblicos”, pero que son incorrectos y que tienen el objetivo de introducirnos en una estructura “imperial”. Si en lo secular no estamos acostumbrados a discernir los mensajes “imperiales” difícilmente los entendamos en lo espiritual.

“No nos hables en la lengua de Judá, porque te oye toda la gente que está sobre la muralla.” Como dijimos, el discurso, hábil mezcla de seducción, amedrentamiento y engaño, iba dirigido al “punto débil” de la sociedad, a los que menos herramientas tenían para hacerle frente. “… en la lengua de Judá…”; el Imperio sabe “hablar” en el idioma que la gente puede escuchar, en el idioma de su corazón, y el engaño va montado sobre esa vía rápida.

“Me envió también a la gente”, es decir, tenemos un mensaje “para el pueblo” versus el mensaje selecto de los que “hablaban arameo”.

No sé cuán poderoso era el ejército asirio comparado con los otros ejércitos de la antigüedad, pero hasta ahora puedo decir que tan poderoso como podía resultar en lo físico lo era en el discurso, en las palabras. Y no es razonable suponer que habían armado toda esa estrategia sólo para conquistar Jerusalén y Judá, debía ser ya algo común en ellos.

Tenemos un discurso que constituye una “tormenta perfecta”, en donde se combinan muchas estrategias de engaño, unidas a una situación particularmente vulnerable, con una “historia” por detrás atemorizante, y dirigido hacia el sector más vulnerable. Lo mismo hacen los imperios seculares hoy, y están muy bien capacitados en eso, lo mismo hacen las “iglesias del estilo imperial” hoy, y los creyentes “formateados” por el Imperio no pueden resistir su mensaje.

Es cierto que Dios usó y sigue usando al “Imperio”, ¡pero eso no significa que lo apruebe! En el mundo actual muchas veces es “físicamente” imposible escapar del Imperio, y al fin y al cabo, si la mayoría de la gente está ahí, ¿por qué deberíamos hacerlo? Necesitamos ministrarles a ellos. Pero en la realidad eclesiástica sí podemos y debemos escapar de él. De todas formas lo fundamental es no ser conformados mental y espiritualmente a la estructura del Imperio. En realidad todo lo que venimos diciendo no es más que la aplicación de las palabras de Jesús:

Juan 17:15-17 RVC
15 No ruego que los quites del mundo, sino que los protejas del mal.
16 Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

El mundo que entendían los primeros oyentes era uno dominado por el imperio romano, ¡y claramente dominado! A ese mundo los envió Jesucristo, pero nunca debían con-formarse a él.

¡Señor, libranos de la dominación mental y espiritual!



Danilo Sorti




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