viernes, 30 de marzo de 2018

434. Los mensajeros que Dios manda dentro del Imperio: ¿con el poder de quién?


2 Corintios 4:7 RVC
7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros,

En un artículo anterior hablamos sobre lo que implica ser “vasos de barro” y por qué es necesario que esto sea así, por varias razones. En el versículo que analizamos Pablo deja en claro que es “para que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros”.

Los mensajeros que van dentro del “Imperio”, en realidad, del sistema mundo (que crea continuamente “imperios”) deben ellos mismos encarnar un modelo “antiimperio”, no a través de un discurso “progresista”, sino con sus vidas mismas. Pero los otros, la gente que vive bajo ese sistema, debe poder ver en ellos el poder de Dios y no poder humano.

La gente “del mundo”, en todas las edades, normalmente ve el poder del hombre en acción, los poderosos se esfuerzan en mantener su fama (y consecuentemente, poder), unos a otros se dan honra. Así funciona el “mundo” y la gente del mundo.

Juan 5:43-44 RVC
43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me reciben; pero si otro viniera en su propio nombre, a ése sí lo recibirían.
44 ¿Y cómo pueden ustedes creer, si se honran los unos de los otros, pero no buscan la honra que viene del Dios único?

Es muy difícil no ver aquí una velada referencia al Anticristo, que vendrá “en su propio” nombre pretendiendo engañar a Israel. Pero más allá de la interpretación escatológica, expresa una condición humana que vemos a diario.

Para “ir” en nombre propio es necesario “tener” un nombre. Puede ser un título, experiencia en un tema, una empresa o institución por detrás, reconocimiento por alguna habilidad particular, lo que fuera que nos permita “construirnos” un nombre, ser reconocidos. ¿Cuánto no anhela y se esfuerzan por eso? No diríamos que esté mal, de hecho Pablo podía ser reconocido como hacedor de carpas y “tenía un nombre” en ese oficio. Creo que no deberíamos “sobreespiritualizar” estas palabras, se está refiriendo al mensaje del Evangelio:

1 Corintios 2:1-5 RVC
1 Así que, hermanos, cuando fui a ustedes para anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con palabras elocuentes ni sabias.
2 Más bien, al estar entre ustedes me propuse no saber de ninguna otra cosa, sino de Jesucristo, y de éste crucificado.
3 Estuve entre ustedes con tanta debilidad, que temblaba yo de miedo.
4 Ni mi palabra ni mi predicación se basaron en palabras persuasivas de sabiduría humana, sino en la demostración del Espíritu y del poder,
5 para que la fe de ustedes no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

En una sociedad muy acostumbrada a seguir hombres e incluso adorarlos, tanto en ese tiempo como en este, es muy fácil confundir el poder de Dios manifestándose a través de una persona con el “poder” de la persona misma, más aún cuando los dones y el llamado divinos son “irrevocables”.

Primero no debe confundirse el mensajero mismo, y segundo, no debe confundirse la gente. Y de ahí concluimos que muchas de las cosas que nos pasan y de las dificultades y carencias que debemos soportar son necesarias no para nosotros (no solamente) sino principalmente para las personas a las cuales ministramos. Son ellos quienes tienen que poder ver una persona sin poder o recursos en sí misma, de tal forma que lo que haga sea claramente una obra del poder de Dios.

2 Corintios 1:6 RVC
6 Si nosotros sufrimos, es para que ustedes reciban consolación y salvación; si somos consolados, es para que ustedes reciban consuelo y puedan soportar como nosotros cuando pasen por los mismos sufrimientos.

En este siglo tan individualista, incluso dentro del cristianismo, se nos hace difícil entender esto; el ideal es ser prosperado, o tener éxito, o alcanzar determinados logros, no necesariamente materiales. Y lo cierto es que a veces Dios lo permite en algunos para que de esa manera muchos bebés espirituales, que todavía se mueven conforme los criterios del mundo, resulten atraídos. Pero esos líderes, en el mejor de los casos, solo pueden amontonar gente y hacerles cruzar el umbral, nada más. Construir el Reino de verdad implica otro tipo de líderes, precisamente esos en los cuales “no hay” poder humano que explique sus logros.

Es necesario que Dios sea claramente visible a través nuestro, porque sino estaríamos trayendo la gente “hacia nosotros”, al menos en parte, y eso sería terrible, ¿qué hay de bueno en mí? Yo creo que podemos aplicar el pasaje de Miqueas:

Miqueas 7:4a RVC
4 El mejor de ellos es peor que un espino; el más recto es más torcido que una zarza. …

Cualquier construcción que esté fundamentada, aunque sea en una pequeña parte, en hombres resulta endeble. Cualquier “piedra humana” que esté en el fundamento es una puerta abierta a los demonios. Cualquier persona que ocupe algún lugar protagónico, por más pequeño que sea, se lo está restando al Señor.

Debe ser claramente visible para los otros, los nuevos, nuestros hermanos que están creciendo, que es Dios quien actúa; y Él sabe qué hacer, cómo y cuándo. No es solamente por nosotros, es también por los otros. Entendiendo esta verdad, es liberada el alma de muchos siervos de Dios frustrados porque “no pueden” alcanzar ciertas cosas, porque hay caminos siempre cerrados, porque siguen pasando carencias y problemas; no necesariamente hay “algo mal”, a lo mejor está, precisamente, bien así.


Danilo Sorti




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