2 Corintios 4:7 RVC
7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro,
para que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros,
En un artículo anterior hablamos sobre lo que
implica ser “vasos de barro” y por qué es necesario que esto sea así, por
varias razones. En el versículo que analizamos Pablo deja en claro que es “para
que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros”.
Los mensajeros que van dentro del “Imperio”,
en realidad, del sistema mundo (que crea continuamente “imperios”) deben ellos
mismos encarnar un modelo “antiimperio”, no a través de un discurso
“progresista”, sino con sus vidas mismas. Pero los otros, la gente que vive
bajo ese sistema, debe poder ver en ellos el poder de Dios y no poder humano.
La gente “del mundo”, en todas las edades,
normalmente ve el poder del hombre en acción, los poderosos se esfuerzan en
mantener su fama (y consecuentemente, poder), unos a otros se dan honra. Así
funciona el “mundo” y la gente del mundo.
Juan 5:43-44 RVC
43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y
ustedes no me reciben; pero si otro viniera en su propio nombre, a ése sí lo
recibirían.
44 ¿Y cómo pueden ustedes creer, si se honran
los unos de los otros, pero no buscan la honra que viene del Dios único?
Es muy difícil no ver aquí una velada
referencia al Anticristo, que vendrá “en su propio” nombre pretendiendo engañar
a Israel. Pero más allá de la interpretación escatológica, expresa una
condición humana que vemos a diario.
Para “ir” en nombre propio es necesario
“tener” un nombre. Puede ser un título, experiencia en un tema, una empresa o
institución por detrás, reconocimiento por alguna habilidad particular, lo que
fuera que nos permita “construirnos” un nombre, ser reconocidos. ¿Cuánto no
anhela y se esfuerzan por eso? No diríamos que esté mal, de hecho Pablo podía
ser reconocido como hacedor de carpas y “tenía un nombre” en ese oficio. Creo
que no deberíamos “sobreespiritualizar” estas palabras, se está refiriendo al
mensaje del Evangelio:
1 Corintios 2:1-5 RVC
1 Así que, hermanos, cuando fui a ustedes
para anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con palabras elocuentes ni
sabias.
2 Más bien, al estar entre ustedes me propuse
no saber de ninguna otra cosa, sino de Jesucristo, y de éste crucificado.
3 Estuve entre ustedes con tanta debilidad,
que temblaba yo de miedo.
4 Ni mi palabra ni mi predicación se basaron
en palabras persuasivas de sabiduría humana, sino en la demostración del
Espíritu y del poder,
5 para que la fe de ustedes no esté fundada
en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
En una sociedad muy acostumbrada a seguir
hombres e incluso adorarlos, tanto en ese tiempo como en este, es muy fácil
confundir el poder de Dios manifestándose a través de una persona con el
“poder” de la persona misma, más aún cuando los dones y el llamado divinos son
“irrevocables”.
Primero no debe confundirse el mensajero
mismo, y segundo, no debe confundirse la gente. Y de ahí concluimos que muchas
de las cosas que nos pasan y de las dificultades y carencias que debemos
soportar son necesarias no para nosotros (no solamente) sino principalmente
para las personas a las cuales ministramos. Son ellos quienes tienen que poder
ver una persona sin poder o recursos en sí misma, de tal forma que lo que haga
sea claramente una obra del poder de Dios.
2 Corintios 1:6 RVC
6 Si nosotros sufrimos, es para que ustedes
reciban consolación y salvación; si somos consolados, es para que ustedes
reciban consuelo y puedan soportar como nosotros cuando pasen por los mismos
sufrimientos.
En este siglo tan individualista, incluso
dentro del cristianismo, se nos hace difícil entender esto; el ideal es ser
prosperado, o tener éxito, o alcanzar determinados logros, no necesariamente
materiales. Y lo cierto es que a veces Dios lo permite en algunos para que de
esa manera muchos bebés espirituales, que todavía se mueven conforme los
criterios del mundo, resulten atraídos. Pero esos líderes, en el mejor de los
casos, solo pueden amontonar gente y hacerles cruzar el umbral, nada más.
Construir el Reino de verdad implica otro tipo de líderes, precisamente esos en
los cuales “no hay” poder humano que explique sus logros.
Es necesario que Dios sea claramente visible
a través nuestro, porque sino estaríamos trayendo la gente “hacia nosotros”, al
menos en parte, y eso sería terrible, ¿qué hay de bueno en mí? Yo creo que
podemos aplicar el pasaje de Miqueas:
Miqueas 7:4a RVC
4 El mejor de ellos es peor que un espino; el
más recto es más torcido que una zarza. …
Cualquier construcción que esté fundamentada,
aunque sea en una pequeña parte, en hombres resulta endeble. Cualquier “piedra
humana” que esté en el fundamento es una puerta abierta a los demonios.
Cualquier persona que ocupe algún lugar protagónico, por más pequeño que sea,
se lo está restando al Señor.
Debe ser claramente visible para los otros,
los nuevos, nuestros hermanos que están creciendo, que es Dios quien actúa; y
Él sabe qué hacer, cómo y cuándo. No es solamente por nosotros, es también por
los otros. Entendiendo esta verdad, es liberada el alma de muchos siervos de
Dios frustrados porque “no pueden” alcanzar ciertas cosas, porque hay caminos
siempre cerrados, porque siguen pasando carencias y problemas; no
necesariamente hay “algo mal”, a lo mejor está, precisamente, bien así.
Danilo Sorti
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