Génesis 1:28 DHH
28 y les dio su bendición:
muchos, muchos hijos;
llenen el mundo y gobiérnenlo;
dominen a los peces y a las aves,
y a todos los animales que se arrastran.
Probablemente recordemos cuando en la escuela
nos hacían resumir y buscar las ideas principales de un texto. Yo no me acuerdo
cuándo fue, pero sí que hubo un grado en el que teníamos que buscar la idea
central de todo. ¿Y para qué me sirve esto, se pregunta el niño y el
adolescente…?
Bueno, pues entre otras cosas sirve, nada más
y nada menos, que para leer la Palabra de Dios.
La predicación moderna nos ha acostumbrado a
minúsculas dosis de Biblia rodeadas de palabrerío humano. Hoy la mayoría de los
cristianos ni lee la Biblia ni sabe cómo hacerlo. Pero si lo hace la considera
más bien como una colección de historias, relatos, mandatos y profecías
desconectadas. Sin embargo, a lo largo de todos esos relatos que a veces
parecen estar efectivamente desconectados entre sí, discurren temas principales
que comienzan en los primeros capítulos de Génesis y llegan a su conclusión en
los últimos de Apocalipsis.
¿Cuál es el tema principal de toda la Biblia?
Podemos pensarlo de varias formas: la salvación del hombre, el proceso de
reconciliación que Dios estableció para volver a acercarse al hombre, cómo Dios
recupera el reino usurpado por Satanás, y otras expresiones parecidas que
apuntan hacia lo mismo. Sin dudas hay un inicio y hay un fin, y aunque a veces
el “entremedio” se parece más a una novela de la tarde: un enredo que no
termina nunca (mientras tenga audiencia), inexorablemente todo apunta hacia un
cumplimiento.
Leer sólo relatos desconectados puede servir
de algo, pero nos hace perder el tema principal: Dios nos está buscando y
quiere restaurar la humanidad caída, no solo a individuos aislados. Cuando cada
parte de la Palabra se pone en esa perspectiva se va hilvanando en un
maravilloso collar donde cada perla encaja perfectamente y nada está “de más”.
¿Podemos leer la Biblia con otro tema en
mente? Sí, aunque con precaución.
De hecho, la Palabra de Dios es bastante
parecida a una novela en el sentido de que aunque hay un tema principal,
existen también unas cuantas líneas o temas secundarios que discurren del mismo
modo a lo largo de todas sus páginas. Estos son “subtemas”, aunque no historias
separadas como en una novela, sino derivaciones del tema principal.
Uno de los subtemas favoritos ha sido y sigue
siendo la vida cristiana, es decir, cómo vivir de manera que agrade a Dios.
Para muchos ha sido el tema principal y su cristianismo se transforma en una
lista de reglamentos. Otros ven solamente la dimensión política, otros más
buscan promesas y bendiciones para reclamar, o la perspectiva feminista, o lo que
sea. Y probablemente todas esas líneas tenga mucho de válido, pero caen en el
error cuando se independizan del tema principal.
Pues bien, una de esas líneas que también
nace en las primeras páginas y concluye en las últimas es, precisamente, la
historia del gobierno humano, la organización de los hombres para gobernarse o,
a partir de Génesis 11, la historia del Imperio o del Espíritu del Imperio, que
sigue durante todo el resto de la Biblia hasta su fin, en Apocalipsis 19.
Aunque el tema del gobierno nace con el
mandato de Adán, que es claramente una orden de “ejercer autoridad”, es en la
historia de Babel donde “nace” entre los hombres la estructura o espíritu del
Imperio, que continúa hasta nuestros días y terminará con la breve aventura del
Anticristo. El Imperio, o “Espíritu del Imperio”, como me gusta llamarlo, es la
estructura de gobierno que se ha levantado históricamente para usurpar el
gobierno de Dios y someter a los hombres. Vimos a lo largo de la serie sobre el
“Espíritu de Religión” al principado que controla a las personas a través de
las creencias, aquí tenemos al que las controla a través de las estructuras seculares
de vida.
A medida que se aproxima el fin estamos
viendo que la “cuestión política” sigue ocupando el interés o preocupación de
muchos cristianos, y eso no disminuirá. Ha sido en el pasado y en el presente
una herramienta satánica muy efectiva para desviar la atención de muchos hijos
de Dios, y basta con ver lo que publican en sus muros para darse cuenta.
Aquellos a los que la estructura religiosa presente no les “permitió”
insertarse en la “iglesia” para ocuparse en las cosas de Dios, dedican esa
energía frustrada en la cuestión política, maldiciendo y contaminando a muchos
otros. ¡Un negocio redondito para el reino de las tinieblas!
¡Pero la Biblia no es ajena para nada a la
“cuestión política”! De hecho estamos diciendo que es uno de los subtemas
principales, que discurre todo a lo largo de sus páginas. El asunto es: ¿cómo
debiéramos tratarlo?
Por lo pronto dijimos que hay un tema
principal, y “desconectar” los temas secundarios del principal nos lleva al
error. Tampoco considero correcto utilizar un aparataje conceptual de cierta
corriente política para “leer la Biblia” en ese sentido. Me explico: en el
norte, los cristianos fundamentalistas leen la Biblia a través de su filosofía
capitalista, militarista y de libre mercado; y, por supuesto, “encuentran”
muchos pasajes que los apoyan. En el sur, otros cristianos la leen a través de
lentes socialistas, y, por supuesto, también encuentran muchos pasajes a favor.
Evidentemente, hay algo que anda mal en ambas lecturas. Para peor, otros
cristianos la leen con sus lentes “apolíticos”, ¿y saben qué? ¡también
encuentran pasajes que los respaldan!
La Biblia no se puede “someter” a una visión
política, social o económica previa, es más bien al revés: la Biblia DESAFÍA a
cualquiera de esas visiones. Claro, LA BIBLIA, no un recorte de ella. Y es muy
difícil encontrar cristianos y, fundamentalmente, teólogos, que tengan una
visión verdaderamente integral. Caso paradigmático en nuestras tierras es la
Teología de la Liberación, que habiendo producido algunos discursos muy
interesantes y clarificadores, peca de un gran sesgo teológico.
Creo que necesitamos urgentemente hacer una
relectura “política” de la Biblia en función de los acontecimientos que están
sucediendo y que acontecerán en breve, para que entendamos por qué Dios hace lo
que hace o permite que sucedan determinadas cosas y no nos encontremos
“luchando contra Dios” sino más bien estableciendo Su Justicia en el tiempo que
nos toca vivir.
Juan 12:48 RVC
48 El que me rechaza, y no recibe mis
palabras, tiene quien lo juzgue, y es la palabra que he hablado; ella lo
juzgará en el día final.
Aunque es imposible leer la Biblia sin llevar
puestos los lentes de nuestra propia cultura, sí es perfectamente posible
leerla procurando dejar de lado nuestras ideologías, abiertos a lo que el
Espíritu nos muestre, por más que sea contrario a lo que pensamos. No podemos
hacer eso en un cien por ciento, pero podemos hacerlo razonablemente bien y
llegar a conclusiones muy cercanas a la verdad revelada.
Lo cierto es que la palabra que en definitiva
juzgará a todos los hombres no es El Manifiesto, ni La Riqueza de las Naciones,
ni los discursos encendidos de Fulano o Mengana. Es la PALABRA DE DIOS, es
decir, Dios mismo, ante quién doblarán la rodilla todas las personas y todos
los sistemas sociales, políticos y económicos que han creado. Escuchar o leer
las declaraciones políticas o los análisis económicos y geoestratégicos durante
horas para luego ir unos minutos a buscar un par de versículos bíblicos NO ES
poner la Palabra de Dios en primer lugar, sino usarla como excusa.
Pero si no partimos de los marcos
conceptuales que los pensadores políticos, sociales, económicos o filosóficos
han producido, ¿cómo vamos a la Biblia? Como dije, es imposible no partir de
ningún marco y todos esos pensadores han producido ideas útiles. Hay una gran
diferencia entre recurrir a los conceptos y análisis de libro, clásicos,
facultativos, y recurrir al adoctrinamiento de las básicas partidarias o de los
intelectuales partidarios. De más está decir que la mayoría de los cristianos
que pretenden hablar de política se alimentan principalmente del sesgado y
superficial adoctrinamiento partidario antes de los conceptos más profundos. Mi
hermano, si te interesa la política, no es a la básica en donde debes ir en
primer lugar.
Pero aún así seguimos en “arenas movedizas”.
Con todo lo útil que los grandes pensadores han producido, y de ninguna manera
pretendo menospreciarlo, existe UNA REGLA que está por encima de eso y tiene
mucho, MUCHÍSIMO, que decir en asuntos políticos, económicos y de gobierno; y
es la Biblia. De nuevo, no se trata de la segunda opción luego de haber sido
adoctrinado dos horas por un canal televisivo afín a determinada línea, para
los que la aceptamos como Palabra de Dios, se trata de la PRIMERA OPCIÓN.
¿De verdad la Biblia tiene mucho que decir en
esta cuestión política, aún en política internacional? Sí, de verdad. Y sus
principios son “sencillos”, por eso suelen ser menospreciados. Digo “sencillos”
con las comillas porque en realidad podemos profundizar mucho más de lo que
parece a primera vista.
No he hecho la cuenta, pero si tomamos todos
los pasajes que se refieren de manera directa o indirecta al gobierno, la
organización nacional, la economía y producción de riquezas, la relación con
las autoridades, los problemas de las autoridades y de la sociedad, y el trato
de Dios con los sistemas de gobierno, creo que por lo menos la mitad de ella
estaría implicada. Está repleta de pasajes que hablan de política, sociedad,
economía y gobierno. Sus principios son simples, pero para nada simplistas.
Aunque no sea sencillo, creo que podemos
intentar un primer ejercicio que consiste en empezar a ver en la Palabra la
dimensión política SIN LOS LENTES partidarios o ideológicos, considerando que
Dios está por encima de todo eso y que, finalmente, el mundo tal como lo
conocemos está próximo a terminar.
En esta serie de artículos trataremos de ver
unos cuantos conceptos bíblicos que nos ayudan a ver la cuestión social y
política desde una perspectiva más cercana a la visión de Dios.
¡Señor, danos sabiduría para entender Tu
Palabra!
Danilo Sorti
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