viernes, 30 de marzo de 2018

430. ¿Cómo hace el Imperio que las personas piensen de sí mismas? – V


Isaías 37:21-25 RVC
21 Entonces Isaías hijo de Amoz mandó que dijeran a Ezequías: «Así dice el Señor, Dios de Israel en cuanto a tus ruegos acerca de Senaquerib, el rey de Asiria.
22 Yo, el Señor, le digo a ese rey: “La virginal hija de Sión te menosprecia y te escarnece. A tus espaldas mueve la cabeza la hija de Jerusalén.”
23 »¿A quién vituperaste? ¿Contra quién has blasfemado? ¿Contra quién has levantado la voz, y puesto en alto los ojos? ¡Contra el Santo de Israel!
24 Por medio de tus siervos me has vituperado, al decir: “Con la multitud de mis carros subiré a las alturas de los montes y a las laderas del Líbano; derribaré sus altos cedros y sus mejores cipreses; llegaré hasta sus cumbres más elevadas y sus bosques más tupidos.
25 Yo he cavado pozos, y he bebido de sus aguas; con mis pies he pisoteado y secado todos los ríos de Egipto.”

¿Está Dios dispuesto a hablarnos respecto del Imperio? ¡Por supuesto que sí! Y en esta respuesta se nos aclara mucho de lo que el Imperio es y por qué lo hace.

“¿A quién vituperaste? ¿Contra quién has blasfemado? ¿Contra quién has levantado la voz, y puesto en alto los ojos? ¡Contra el Santo de Israel!” Todo mensaje que venga con el espíritu del Imperio es en el fondo una ofensa contra Dios, por más que no resulte tan explícito como las palabras de Senaquerib.

Dios mismo está dando “testimonio” de lo que había en el corazón de Senaquerib, un orgullo que lo llevó a creerse superior a ese “dios local” de Judá. Podemos oír el eco de las palabras registradas en el mismo Isaías:

Isaías 14:13-14 RVC
13 Tú, que en tu corazón decías: “Subiré al cielo, por encima de las estrellas de Dios, y allí pondré mi trono. En el monte del concilio me sentaré, en lo más remoto del norte;
14 subiré hasta las altas nubes, y seré semejante al Altísimo.”

Bueno, en realidad, es muy parecido a lo que sigue diciendo el relato: “Por medio de tus siervos me has vituperado, al decir: “Con la multitud de mis carros subiré a las alturas de los montes y a las laderas del Líbano; derribaré sus altos cedros y sus mejores cipreses; llegaré hasta sus cumbres más elevadas y sus bosques más tupidos.”

¿De verdad el Imperio se cree su propio discurso? Puede ser apresurado hacer una conclusión de este solo pasaje, pero de lo que leemos aquí debemos decir que sí, al menos era el caso de Asiria, y no creo que sea muy diferente al resto. ¿Es “sincero” el Imperio con sus amenazas? Sigo creyendo que sí, ¡están completamente convencidos de lo que dicen! ¿Está convencido Satanás de su rebeldía? Me resulta completamente absurdo afirmar que sí, pero cuando leo el final de su historia casi que no me queda otra opción.

Si tratamos de descubrir atisbos de duda en los discursos más elaborados del “Imperio” probablemente no los encontremos, por supuesto, no son los “perfectos Imperios”, pero no dudo que a medida que se establecen se afirman en su creencia. Por otro lado, los que dudan o critican son rápidamente expulsados…

El Imperio mira sus propios logros y dice: “lo hice con mi fuerza” y se lo cree. Pero ¿qué dice Dios?

Isaías 37:26-27 RVC
26 »¿No has oído hablar de lo que yo hice desde los tiempos antiguos, ni de los planes que desde los días más remotos tengo pensado realizar? Pues ahora voy a realizarlos, y tú habrás de reducir las ciudades fortificadas a montones de escombros.
27 Sus habitantes, despojados de su poder, quedarán confusos y aterrorizados; serán como la hierba del campo y las verdes hortalizas; ¡serán como la paja sobre los techos, que antes de tiempo se seca!

Esta es la verdad que no nos gusta escuchar: Dios mismo había planificado las acciones del Imperio, Dios mismo lo utiliza para traer juicio sobre las naciones. Y es interesante que esto no debía “tomar por sorpresa” a Asiria: “¿No has oído hablar de lo que yo hice desde los tiempos antiguos, ni de los planes que desde los días más remotos tengo pensado realizar?” Ahora bien, podemos considerar que esta es una forma “poética” en que Dios habla, o bien que es algo literal.

El problema si tomamos esto literalmente es que debemos concluir que efectivamente tenía que haber algún tipo de profecía muy vieja ya para la época de Isaías en la que específicamente se anunciara esto. Parece absurdo, pero lo cierto es que todas las naciones han tenido siempre sus profecías, y no podemos decir fácilmente que hayan sido “falsas profecías” porque no hayan sido traídas por profetas santos o hayan quedado registradas en la Biblia. El Espíritu siempre ha hablado a los pueblos, de muchas formas.

Sea como sea, no me parece muy descabellado suponer que para ese entonces, una nación que había sido fundada ya varios miles de años atrás, no tuviera en su registro profético un anuncio de un futuro y relativamente breve tiempo de poderío. Pero lo que sí es absolutamente cierto es que en este tiempo, en realidad desde el momento en que se cerró el canon bíblico, todos los imperios, grandes y pequeños tienen, en la profecía más segura, descrito su propósito y su fin. Si Asiria de alguna manera debía saberlo, ¡es inexcusable que no lo sepan hoy! Pero el hecho es que no…

Tal como leemos en distintos lugares de la Biblia, el Imperio sirve en determinado momento a los fines de juzgar a naciones pecadoras, incluso “destruir” algunas de ellas cuando ya se vuelven imposibles de redimir. Con Dios no se juega.

Isaías 37:28-29 RVC
28 »Yo conozco tu condición. Sé cuándo entras y cuándo sales, y sé también de tu furor contra mí.
29 Grande es tu furia contra mí. Estoy enterado de tu arrogancia. Por eso te pondré un gancho en la nariz, y un freno en los labios, y haré que regreses por el mismo camino por donde viniste.

Pero el Imperio no se le escapa de las manos al Señor, aunque parezca indestructible, aunque parezca que avanza donde quiere sin que nadie se lo impida, aunque esté absolutamente convencido de que lo hace con sus propias fuerzas, es Dios quien se lo permite y quien le pone los límites que Él decide, y cuando el Imperio pretende “escapársele de las manos”, sencillamente lo vuelve a su lugar. El problema es que no leemos esto en los diarios, no se nos presenta en la actualidad tan claro como lo vemos en la Biblia, y por ello necesitamos discernimiento espiritual.

Isaías 37:30-35 RVC
30 »Y esto te servirá de señal: Este año y el siguiente comerán ustedes de lo que crezca por sí mismo, pero al tercer año ya podrán sembrar y segar, y plantarán viñas y comerán sus uvas.
31 Los habitantes de Judá que logren escapar y queden con vida volverán a echar raíces y a ser productivos.»
32 Ciertamente, de Jerusalén y del monte Sión saldrá un remanente que se salvará. Esto lo hará posible el gran amor del Señor de los ejércitos.
33 Por lo tanto, así dice el Señor: «El rey de Asiria no entrará en esta ciudad, ni lanzará contra ella una sola flecha; tampoco avanzará contra ella con sus escudos, ni levantará contra ella ningún baluarte.
34 Por el mismo camino por el que vino, tendrá que volver. ¡No entrará en esta ciudad! —Palabra del Señor.
35 »Yo ampararé a esta ciudad y la pondré a salvo. Lo haré por mí mismo y por mi siervo David.»

Dios intervendría para librarlos del Imperio, pero tengamos en cuenta que el proceso no sería un lecho de rosas: “Y esto te servirá de señal: Este año y el siguiente comerán ustedes de lo que crezca por sí mismo, pero al tercer año ya podrán sembrar y segar, y plantarán viñas y comerán sus uvas.” Aquí está diciendo que el pueblo no podría dedicarse a la agricultura, sea por el sitio de la ciudad o por la amenaza de una invasión. Aunque Asiria no entraría, la situación no sería ideal y tendrían que pasar todavía por un par de años de incertidumbre y peligro potencial.

Dios puede librarnos del Imperio, pero no siempre el proceso es fácil. Tampoco fue fácil para Israel cuando salió de Egipto y tuvo que atravesar el desierto, ni fue fácil cuando regresaron de Babilonia y tuvieron que reconstruir Jerusalén. La libertad siempre tiene un precio, hoy a muchos les parece muy costoso y deciden que es mejor ser un “buen esclavo”, pero son pocos los esclavos que la pasan bien.

“Por el mismo camino por el que vino, tendrá que volver. ¡No entrará en esta ciudad! —Palabra del Señor.” Asiria continuó como imperio durante unas cuantas décadas más, no era humanamente razonable que desistiera de la conquista, pero Dios intervino.

“Lo haré por mí mismo y por mi siervo David.” Dios tenía propósitos con Israel y con todas las naciones, y POR ESO protegió a Jerusalén, y lo dejó bien en claro. “Lo haré por mí mismo”, esto es, para que la gloria de Dios, es decir, su testimonio, fuera conocido entre todas las naciones, y entre los rebeldes israelitas también. Además Dios mismo había sido desafiado, y aunque Él no necesita demostrar nada ni quedar bien con nadie, por amor a ese imperio engañado se dio a conocer, de la forma en que ellos podían entenderlo, como el Dios de los Ejércitos. Lamentablemente, más de dos mil años después, hemos llegado al punto en que mucha gente solo puede reconocerlo de la misma forma…

“…y por mi siervo David”. Aquí se refiere a la promesa hecha a David, pero más que eso, según entiendo, se refiere a LA PROMESA, la principal de todas las promesas y que consistía en la venida del Mesías. El tema principal de la Palabra es la Salvación, y la trama del Imperio no se escapa de él; no era el tiempo de que Israel cayera bajo el poder imperial, no todavía y no bajo Asiria.

Pero recordemos: no merecía Judá ser salvada, Dios no lo hizo por ellos. ¿Por qué razón mereceríamos nosotros ser librados de los imperios de turno? Gracias a Dios que en Cristo tenemos la manifestación plena de Su amor y somos hechos perfectos, pero solo los que a Él acuden, ¿y cuántos son estos en una nación? Mejor dicho, ¿cuántos están acudiendo verdaderamente a Él dentro de lo que llamamos Iglesia? ¿Por qué razón habría de librar Dios a nuestras modernas naciones del Imperio?

Isaías 37:36-38 RVC
36 El ángel del Señor salió entonces y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres en el campamento de los asirios. Y al día siguiente, cuando se levantaron, todo el campamento estaba cubierto de cadáveres.
37 Entonces Senaquerib, el rey de Asiria, se fue de allí y se quedó a vivir en Nínive.
38 Pero sucedió que, mientras él adoraba en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramelec y Sarezer lo mataron; le clavaron una espada, y luego huyeron a la tierra de Ararat. En su lugar reinó su hijo Esarjadón.

Así de fácil es para Dios resolver sus problemas con el Imperio. De paso, tenemos una figura de lo que será el último conflicto con el Espíritu del Imperio materializado en el Anticristo:

Apocalipsis 19:21 RVC
21 Los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron devorando sus cadáveres.

Y el último conflicto con las hordas del recientemente liberado Satanás, su intento de recrear el Imperio:

Apocalipsis 20:9 RVC
9 Y subieron por todo lo ancho de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero del cielo cayó fuego y los consumió.

Normalmente no vemos que eso ocurra o haya ocurrido, se trata de situaciones muy especiales, pero nos sirven de ilustración para confiar en el poder y los recursos divinos para luchar contra el Imperio.

Todo imperio humano tiene su fin, y las iglesias “imperiales” que se han levantado contra la voluntad del Señor no escaparán a ese destino. Algunos hermanos me preguntan: ¿por qué el Señor no hace callar a Fulano o Mengano? ¿por qué no acaba con su engaño? Lo cierto es que a cada imperio, grande o pequeño, le dio su lugar y su tiempo, y lo usó para algo. Pero todos acabaron y los que ahora hay no tendrán un fin distinto, por más que en cada época, en cada nuevo contexto, cada imperio piense que será “eterno”.

Mientras tanto somos llamados a resistir buscando refugio en Dios. El imperio pretende destrozar la integridad de la persona, eliminar todas sus confianzas, hacer creer que será eterno e invencible, en el fondo, elevarse por encima de Dios. Su discurso se ha perfeccionado y vuelto muy sutil, y muchos son los que resultan engañados. Pero para nosotros es la herramienta que Dios utiliza para perfeccionarnos. Desde el principio del tiempo fueron anunciados y su fin ya está escrito, si ellos no lo saben es su problema.

¿Debemos luchar contra el Imperio? Puede que sí y puede que no, pero lo que no debemos permitir es que el Imperio nos conforme a su manera de pensar, ni mucho menos que la Asamblea de los Santos sea contaminada con su estructura.

¡Señor, limpia a tu Iglesia de toda contaminación del Imperio!


Danilo Sorti




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