Isaías 37:21-25 RVC
21 Entonces Isaías hijo de Amoz mandó que
dijeran a Ezequías: «Así dice el Señor, Dios de Israel en cuanto a tus ruegos
acerca de Senaquerib, el rey de Asiria.
22 Yo, el Señor, le digo a ese rey: “La
virginal hija de Sión te menosprecia y te escarnece. A tus espaldas mueve la
cabeza la hija de Jerusalén.”
23 »¿A quién vituperaste? ¿Contra quién has
blasfemado? ¿Contra quién has levantado la voz, y puesto en alto los ojos?
¡Contra el Santo de Israel!
24 Por medio de tus siervos me has
vituperado, al decir: “Con la multitud de mis carros subiré a las alturas de
los montes y a las laderas del Líbano; derribaré sus altos cedros y sus mejores
cipreses; llegaré hasta sus cumbres más elevadas y sus bosques más tupidos.
25 Yo he cavado pozos, y he bebido de sus
aguas; con mis pies he pisoteado y secado todos los ríos de Egipto.”
¿Está Dios dispuesto a hablarnos respecto del
Imperio? ¡Por supuesto que sí! Y en esta respuesta se nos aclara mucho de lo
que el Imperio es y por qué lo hace.
“¿A quién vituperaste? ¿Contra quién has
blasfemado? ¿Contra quién has levantado la voz, y puesto en alto los ojos?
¡Contra el Santo de Israel!” Todo mensaje que venga con el espíritu del Imperio
es en el fondo una ofensa contra Dios, por más que no resulte tan explícito
como las palabras de Senaquerib.
Dios mismo está dando “testimonio” de lo que
había en el corazón de Senaquerib, un orgullo que lo llevó a creerse superior a
ese “dios local” de Judá. Podemos oír el eco de las palabras registradas en el
mismo Isaías:
Isaías 14:13-14 RVC
13 Tú, que en tu corazón decías: “Subiré al
cielo, por encima de las estrellas de Dios, y allí pondré mi trono. En el monte
del concilio me sentaré, en lo más remoto del norte;
14 subiré hasta las altas nubes, y seré
semejante al Altísimo.”
Bueno, en realidad, es muy parecido a lo que
sigue diciendo el relato: “Por medio de tus siervos me has vituperado, al
decir: “Con la multitud de mis carros subiré a las alturas de los montes y a
las laderas del Líbano; derribaré sus altos cedros y sus mejores cipreses;
llegaré hasta sus cumbres más elevadas y sus bosques más tupidos.”
¿De verdad el Imperio se cree su propio
discurso? Puede ser apresurado hacer una conclusión de este solo pasaje, pero
de lo que leemos aquí debemos decir que sí, al menos era el caso de Asiria, y
no creo que sea muy diferente al resto. ¿Es “sincero” el Imperio con sus
amenazas? Sigo creyendo que sí, ¡están completamente convencidos de lo que
dicen! ¿Está convencido Satanás de su rebeldía? Me resulta completamente
absurdo afirmar que sí, pero cuando leo el final de su historia casi que no me
queda otra opción.
Si tratamos de descubrir atisbos de duda en
los discursos más elaborados del “Imperio” probablemente no los encontremos,
por supuesto, no son los “perfectos Imperios”, pero no dudo que a medida que se
establecen se afirman en su creencia. Por otro lado, los que dudan o critican
son rápidamente expulsados…
El Imperio mira sus propios logros y dice:
“lo hice con mi fuerza” y se lo cree. Pero ¿qué dice Dios?
Isaías 37:26-27 RVC
26 »¿No has oído hablar de lo que yo hice
desde los tiempos antiguos, ni de los planes que desde los días más remotos
tengo pensado realizar? Pues ahora voy a realizarlos, y tú habrás de reducir
las ciudades fortificadas a montones de escombros.
27 Sus habitantes, despojados de su poder, quedarán
confusos y aterrorizados; serán como la hierba del campo y las verdes
hortalizas; ¡serán como la paja sobre los techos, que antes de tiempo se seca!
Esta es la verdad que no nos gusta escuchar:
Dios mismo había planificado las acciones del Imperio, Dios mismo lo utiliza
para traer juicio sobre las naciones. Y es interesante que esto no debía “tomar
por sorpresa” a Asiria: “¿No has oído hablar de lo que yo hice desde los
tiempos antiguos, ni de los planes que desde los días más remotos tengo pensado
realizar?” Ahora bien, podemos considerar que esta es una forma “poética” en
que Dios habla, o bien que es algo literal.
El problema si tomamos esto literalmente es
que debemos concluir que efectivamente tenía que haber algún tipo de profecía
muy vieja ya para la época de Isaías en la que específicamente se anunciara
esto. Parece absurdo, pero lo cierto es que todas las naciones han tenido
siempre sus profecías, y no podemos decir fácilmente que hayan sido “falsas
profecías” porque no hayan sido traídas por profetas santos o hayan quedado
registradas en la Biblia. El Espíritu siempre ha hablado a los pueblos, de
muchas formas.
Sea como sea, no me parece muy descabellado
suponer que para ese entonces, una nación que había sido fundada ya varios
miles de años atrás, no tuviera en su registro profético un anuncio de un
futuro y relativamente breve tiempo de poderío. Pero lo que sí es absolutamente
cierto es que en este tiempo, en realidad desde el momento en que se cerró el
canon bíblico, todos los imperios, grandes y pequeños tienen, en la profecía
más segura, descrito su propósito y su fin. Si Asiria de alguna manera debía
saberlo, ¡es inexcusable que no lo sepan hoy! Pero el hecho es que no…
Tal como leemos en distintos lugares de la
Biblia, el Imperio sirve en determinado momento a los fines de juzgar a
naciones pecadoras, incluso “destruir” algunas de ellas cuando ya se vuelven
imposibles de redimir. Con Dios no se juega.
Isaías 37:28-29 RVC
28 »Yo conozco tu condición. Sé cuándo entras
y cuándo sales, y sé también de tu furor contra mí.
29 Grande es tu furia contra mí. Estoy
enterado de tu arrogancia. Por eso te pondré un gancho en la nariz, y un freno
en los labios, y haré que regreses por el mismo camino por donde viniste.
Pero el Imperio no se le escapa de las manos
al Señor, aunque parezca indestructible, aunque parezca que avanza donde quiere
sin que nadie se lo impida, aunque esté absolutamente convencido de que lo hace
con sus propias fuerzas, es Dios quien se lo permite y quien le pone los límites
que Él decide, y cuando el Imperio pretende “escapársele de las manos”,
sencillamente lo vuelve a su lugar. El problema es que no leemos esto en los
diarios, no se nos presenta en la actualidad tan claro como lo vemos en la
Biblia, y por ello necesitamos discernimiento espiritual.
Isaías 37:30-35 RVC
30 »Y esto te servirá de señal: Este año y el
siguiente comerán ustedes de lo que crezca por sí mismo, pero al tercer año ya
podrán sembrar y segar, y plantarán viñas y comerán sus uvas.
31 Los habitantes de Judá que logren escapar
y queden con vida volverán a echar raíces y a ser productivos.»
32 Ciertamente, de Jerusalén y del monte Sión
saldrá un remanente que se salvará. Esto lo hará posible el gran amor del Señor
de los ejércitos.
33 Por lo tanto, así dice el Señor: «El rey
de Asiria no entrará en esta ciudad, ni lanzará contra ella una sola flecha;
tampoco avanzará contra ella con sus escudos, ni levantará contra ella ningún
baluarte.
34 Por el mismo camino por el que vino,
tendrá que volver. ¡No entrará en esta ciudad! —Palabra del Señor.
35 »Yo ampararé a esta ciudad y la pondré a
salvo. Lo haré por mí mismo y por mi siervo David.»
Dios intervendría para librarlos del Imperio,
pero tengamos en cuenta que el proceso no sería un lecho de rosas: “Y esto te
servirá de señal: Este año y el siguiente comerán ustedes de lo que crezca por
sí mismo, pero al tercer año ya podrán sembrar y segar, y plantarán viñas y
comerán sus uvas.” Aquí está diciendo que el pueblo no podría dedicarse a la
agricultura, sea por el sitio de la ciudad o por la amenaza de una invasión.
Aunque Asiria no entraría, la situación no sería ideal y tendrían que pasar
todavía por un par de años de incertidumbre y peligro potencial.
Dios puede librarnos del Imperio, pero no
siempre el proceso es fácil. Tampoco fue fácil para Israel cuando salió de
Egipto y tuvo que atravesar el desierto, ni fue fácil cuando regresaron de
Babilonia y tuvieron que reconstruir Jerusalén. La libertad siempre tiene un
precio, hoy a muchos les parece muy costoso y deciden que es mejor ser un “buen
esclavo”, pero son pocos los esclavos que la pasan bien.
“Por el mismo camino por el que vino, tendrá
que volver. ¡No entrará en esta ciudad! —Palabra del Señor.” Asiria continuó
como imperio durante unas cuantas décadas más, no era humanamente razonable que
desistiera de la conquista, pero Dios intervino.
“Lo haré por mí mismo y por mi siervo David.”
Dios tenía propósitos con Israel y con todas las naciones, y POR ESO protegió a
Jerusalén, y lo dejó bien en claro. “Lo haré por mí mismo”, esto es, para que
la gloria de Dios, es decir, su testimonio, fuera conocido entre todas las
naciones, y entre los rebeldes israelitas también. Además Dios mismo había sido
desafiado, y aunque Él no necesita demostrar nada ni quedar bien con nadie, por
amor a ese imperio engañado se dio a conocer, de la forma en que ellos podían
entenderlo, como el Dios de los Ejércitos. Lamentablemente, más de dos mil años
después, hemos llegado al punto en que mucha gente solo puede reconocerlo de la
misma forma…
“…y por mi siervo David”. Aquí se refiere a
la promesa hecha a David, pero más que eso, según entiendo, se refiere a LA
PROMESA, la principal de todas las promesas y que consistía en la venida del
Mesías. El tema principal de la Palabra es la Salvación, y la trama del Imperio
no se escapa de él; no era el tiempo de que Israel cayera bajo el poder
imperial, no todavía y no bajo Asiria.
Pero recordemos: no merecía Judá ser salvada,
Dios no lo hizo por ellos. ¿Por qué razón mereceríamos nosotros ser librados de
los imperios de turno? Gracias a Dios que en Cristo tenemos la manifestación
plena de Su amor y somos hechos perfectos, pero solo los que a Él acuden, ¿y
cuántos son estos en una nación? Mejor dicho, ¿cuántos están acudiendo
verdaderamente a Él dentro de lo que llamamos Iglesia? ¿Por qué razón habría de
librar Dios a nuestras modernas naciones del Imperio?
Isaías 37:36-38 RVC
36 El ángel del Señor salió entonces y mató a
ciento ochenta y cinco mil hombres en el campamento de los asirios. Y al día
siguiente, cuando se levantaron, todo el campamento estaba cubierto de
cadáveres.
37 Entonces Senaquerib, el rey de Asiria, se
fue de allí y se quedó a vivir en Nínive.
38 Pero sucedió que, mientras él adoraba en
el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramelec y Sarezer lo mataron; le
clavaron una espada, y luego huyeron a la tierra de Ararat. En su lugar reinó
su hijo Esarjadón.
Así de fácil es para Dios resolver sus
problemas con el Imperio. De paso, tenemos una figura de lo que será el último
conflicto con el Espíritu del Imperio materializado en el Anticristo:
Apocalipsis 19:21 RVC
21 Los demás fueron muertos con la espada que
salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron
devorando sus cadáveres.
Y el último conflicto con las hordas del
recientemente liberado Satanás, su intento de recrear el Imperio:
Apocalipsis 20:9 RVC
9 Y subieron por todo lo ancho de la tierra,
y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero del cielo cayó
fuego y los consumió.
Normalmente no vemos que eso ocurra o haya
ocurrido, se trata de situaciones muy especiales, pero nos sirven de
ilustración para confiar en el poder y los recursos divinos para luchar contra
el Imperio.
Todo imperio humano tiene su fin, y las
iglesias “imperiales” que se han levantado contra la voluntad del Señor no
escaparán a ese destino. Algunos hermanos me preguntan: ¿por qué el Señor no
hace callar a Fulano o Mengano? ¿por qué no acaba con su engaño? Lo cierto es
que a cada imperio, grande o pequeño, le dio su lugar y su tiempo, y lo usó
para algo. Pero todos acabaron y los que ahora hay no tendrán un fin distinto,
por más que en cada época, en cada nuevo contexto, cada imperio piense que será
“eterno”.
Mientras tanto somos llamados a resistir
buscando refugio en Dios. El imperio pretende destrozar la integridad de la
persona, eliminar todas sus confianzas, hacer creer que será eterno e
invencible, en el fondo, elevarse por encima de Dios. Su discurso se ha
perfeccionado y vuelto muy sutil, y muchos son los que resultan engañados. Pero
para nosotros es la herramienta que Dios utiliza para perfeccionarnos. Desde el
principio del tiempo fueron anunciados y su fin ya está escrito, si ellos no lo
saben es su problema.
¿Debemos luchar contra el Imperio? Puede que
sí y puede que no, pero lo que no debemos permitir es que el Imperio nos
conforme a su manera de pensar, ni mucho menos que la Asamblea de los Santos
sea contaminada con su estructura.
¡Señor, limpia a tu Iglesia de toda
contaminación del Imperio!
Danilo Sorti
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