2 Corintios 4:7 RVC
7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro,
para que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros,
Hemos charlado acerca de cuán penetrante es
el tema del “imperio” en las páginas bíblicas, tanto que casi todos los pasajes
lo tienen de trasfondo; ahora podemos “releer” unos cuantos textos desde otra
perspectiva, no para encontrar una “nueva doctrina”, sino para comprender
nuevas profundidades de las verdades que una vez conocimos.
En el seno del “imperio” estaba la gente que
el Señor salvó durante los primeros siglos, allí se escribió la Biblia, de allí
salió la Iglesia hacia todo el mundo. El Espíritu quiso dejarnos un extenso
relato de las palabras de uno de los líderes de ese tiempo, el apóstol Pablo.
Son relatos que cualquier lector de las Escrituras ha leído y han sido fuente
de inspiración para todos los creyentes a lo largo de casi dos mil años.
Pablo conocía muy bien al Imperio Romano y al
“Imperio Religioso” de Jerusalén, pero a través de todas sus duras experiencias
el Señor formó en él un siervo “antiimperio”, no sólo por sus palabras sino por
su ejemplo, su vida misma. ¿Cómo nos toca “luchar contra” el Espíritu del
Imperio en estos tiempos, cuando expresamente el Señor está permitiendo que sea
conformado el último y maligno imperio del Anticristo? No con las armas que más
de una vez usaron los cristianos “en nombre de Dios”, sino con los principios
de un Reino que Jesucristo mismo “no es de este mundo”. Es un combate
espiritual que no consiste en simples palabras sino en testimonios de vida,
cuyo poder para destruir fortalezas es muy superior.
En iglesias sanas hemos oído hablar muchas
veces sobre el modelo de siervo del Señor, esforzado y sufrido, recibiendo más
ingratitudes que reconocimientos. Ahora bien, ¿ por qué” este modelo? Una primera
respuesta nos dice que tenemos un mundo bajo el maligno, y fundamentalmente,
poblado por personas que no quieren saber nada con Dios, que inevitablemente
perseguirá y causará todo tipo de trastorno posible a los mensajeros.
Otra respuesta, menos agradable, es que Dios
así lo permite para que Sus mensajeros sean conformados a Su carácter y así
puedan transmitir verdaderamente el Reino; no palabras sino vida. Esto es
especialmente válido para los ministerios que reciben más autoridad, entre
ellos los apóstoles. Hoy tenemos muy a la vista buenos ejemplos de corrupción
del don apostólico a través de la proliferación de falsos apóstoles, y es obvio
que su principal debilidad se refiere al poder, riquezas y control (y mujeres,
por supuesto…). Por eso, es necesario para Dios que Sus verdaderos apóstoles
sean pasados a través del “Getsemaní”, es decir, la “prensa de aceite”…
Pero también estamos en una guerra
espiritual, en la que es necesario confrontar a los espíritus de las tinieblas
con la actitud opuesta a la que ellos promueven, por el poder del Espíritu
Santo. Como el Espíritu del Imperio, o dicho de una manera menos ampulosa, el
hecho de dominarse los unos a los otros y aprovecharse los poderosos de los
débiles, es algo tan común en la sociedad y que se manifiesta en el ideal
social de prestigio, reconocimiento, poder y riquezas; la forma en que los
mensajeros de Dios puedan combatirlo con efectividad es, precisamente, llevando
el estilo de vida contrario.
A veces miramos la historia del cristianismo
y nos enfocamos en las oportunidades que el Evangelio fue junto con los poderes
imperiales, o de la mano de la dominación militar, política y económica. Pero
hay mucha más historia de misiones en las que el Evangelio fue en debilidad, a
través de esclavos, prisioneros de guerra o misioneros que contaban los
centavos para llegar a fin de mes… o que directamente se murieron de hambre,
como Allen Gardiner y sus compañeros en Tierra del Fuego. Pero incluso estos
misioneros que fueron “de la mano” de los poderes imperiales muchas veces no
pertenecían a las clases poderosas de esos países, sino más bien a los sectores
medios o bajos; fueron junto con el avance imperial, es cierto, pero
propiamente tampoco fueron “del Imperio”.
Dios se hizo hombre y nació en un pesebre,
vivió y murió de manera sencilla, no en pobreza pero sin lujos. ¿Tanto nos
cuesta recordar eso? Si nuestro Gran Dios y Salvador eligió ese estilo de vida,
¿por qué tanto nos desesperamos por los bienes materiales? Lo cierto es que el
Señor mismo vino a pelear contra el Espíritu del Imperio que estaba dominando a
los hombres desde los días de Génesis, y Su encarnación en debilidad, el solo
hecho de hacerse hombre, fue la máxima expresión de “lucha espiritual” contra
este principado. Hoy nos gusta vociferar y gritarle a los demonios, aunque
Jesucristo simplemente les ordenaba salir, pero lo cierto es que nuestra vida
sacrificial es la principal arma que nos da la habilitación terrenal para
aplicar la Autoridad del Cielo.
El estilo de vida de los siervos de Dios, no
necesariamente en pobreza pero sí en humildad, es en sí mismo una confrontación
en lo natural y en lo espiritual hacia la estructura imperial que ha dominado a
los hombres y lo continúa haciendo.
“Vasos de barro”, ¡no es lo que ningún
imperio quiere! Nadie con “mentalidad imperial” le presta atención a los “vasos
de barro” sino a los vasos de oro, plata, cristal… Esta mentalidad no la tienen
solamente los “ganadores del imperio” sino la mayoría de la gente que vive bajo
su influencia, y la mayoría son “los perdedores”, y algunos pocos, “los que lo
están logrando”. Es necesario que los ministros que Dios usa sean “vasos de
barro”, ¡y bien de barro! ¿Podremos serlo? ¿Podremos reconocerlos? ¡Señor,
libranos de tener la mente del Imperio!
Danilo Sorti
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