viernes, 30 de marzo de 2018

433. Los mensajeros que Dios manda dentro del Imperio


2 Corintios 4:7 RVC
7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros,

Hemos charlado acerca de cuán penetrante es el tema del “imperio” en las páginas bíblicas, tanto que casi todos los pasajes lo tienen de trasfondo; ahora podemos “releer” unos cuantos textos desde otra perspectiva, no para encontrar una “nueva doctrina”, sino para comprender nuevas profundidades de las verdades que una vez conocimos.

En el seno del “imperio” estaba la gente que el Señor salvó durante los primeros siglos, allí se escribió la Biblia, de allí salió la Iglesia hacia todo el mundo. El Espíritu quiso dejarnos un extenso relato de las palabras de uno de los líderes de ese tiempo, el apóstol Pablo. Son relatos que cualquier lector de las Escrituras ha leído y han sido fuente de inspiración para todos los creyentes a lo largo de casi dos mil años.

Pablo conocía muy bien al Imperio Romano y al “Imperio Religioso” de Jerusalén, pero a través de todas sus duras experiencias el Señor formó en él un siervo “antiimperio”, no sólo por sus palabras sino por su ejemplo, su vida misma. ¿Cómo nos toca “luchar contra” el Espíritu del Imperio en estos tiempos, cuando expresamente el Señor está permitiendo que sea conformado el último y maligno imperio del Anticristo? No con las armas que más de una vez usaron los cristianos “en nombre de Dios”, sino con los principios de un Reino que Jesucristo mismo “no es de este mundo”. Es un combate espiritual que no consiste en simples palabras sino en testimonios de vida, cuyo poder para destruir fortalezas es muy superior.

En iglesias sanas hemos oído hablar muchas veces sobre el modelo de siervo del Señor, esforzado y sufrido, recibiendo más ingratitudes que reconocimientos. Ahora bien, ¿ por qué” este modelo? Una primera respuesta nos dice que tenemos un mundo bajo el maligno, y fundamentalmente, poblado por personas que no quieren saber nada con Dios, que inevitablemente perseguirá y causará todo tipo de trastorno posible a los mensajeros.

Otra respuesta, menos agradable, es que Dios así lo permite para que Sus mensajeros sean conformados a Su carácter y así puedan transmitir verdaderamente el Reino; no palabras sino vida. Esto es especialmente válido para los ministerios que reciben más autoridad, entre ellos los apóstoles. Hoy tenemos muy a la vista buenos ejemplos de corrupción del don apostólico a través de la proliferación de falsos apóstoles, y es obvio que su principal debilidad se refiere al poder, riquezas y control (y mujeres, por supuesto…). Por eso, es necesario para Dios que Sus verdaderos apóstoles sean pasados a través del “Getsemaní”, es decir, la “prensa de aceite”…

Pero también estamos en una guerra espiritual, en la que es necesario confrontar a los espíritus de las tinieblas con la actitud opuesta a la que ellos promueven, por el poder del Espíritu Santo. Como el Espíritu del Imperio, o dicho de una manera menos ampulosa, el hecho de dominarse los unos a los otros y aprovecharse los poderosos de los débiles, es algo tan común en la sociedad y que se manifiesta en el ideal social de prestigio, reconocimiento, poder y riquezas; la forma en que los mensajeros de Dios puedan combatirlo con efectividad es, precisamente, llevando el estilo de vida contrario.

A veces miramos la historia del cristianismo y nos enfocamos en las oportunidades que el Evangelio fue junto con los poderes imperiales, o de la mano de la dominación militar, política y económica. Pero hay mucha más historia de misiones en las que el Evangelio fue en debilidad, a través de esclavos, prisioneros de guerra o misioneros que contaban los centavos para llegar a fin de mes… o que directamente se murieron de hambre, como Allen Gardiner y sus compañeros en Tierra del Fuego. Pero incluso estos misioneros que fueron “de la mano” de los poderes imperiales muchas veces no pertenecían a las clases poderosas de esos países, sino más bien a los sectores medios o bajos; fueron junto con el avance imperial, es cierto, pero propiamente tampoco fueron “del Imperio”.

Dios se hizo hombre y nació en un pesebre, vivió y murió de manera sencilla, no en pobreza pero sin lujos. ¿Tanto nos cuesta recordar eso? Si nuestro Gran Dios y Salvador eligió ese estilo de vida, ¿por qué tanto nos desesperamos por los bienes materiales? Lo cierto es que el Señor mismo vino a pelear contra el Espíritu del Imperio que estaba dominando a los hombres desde los días de Génesis, y Su encarnación en debilidad, el solo hecho de hacerse hombre, fue la máxima expresión de “lucha espiritual” contra este principado. Hoy nos gusta vociferar y gritarle a los demonios, aunque Jesucristo simplemente les ordenaba salir, pero lo cierto es que nuestra vida sacrificial es la principal arma que nos da la habilitación terrenal para aplicar la Autoridad del Cielo.

El estilo de vida de los siervos de Dios, no necesariamente en pobreza pero sí en humildad, es en sí mismo una confrontación en lo natural y en lo espiritual hacia la estructura imperial que ha dominado a los hombres y lo continúa haciendo.

“Vasos de barro”, ¡no es lo que ningún imperio quiere! Nadie con “mentalidad imperial” le presta atención a los “vasos de barro” sino a los vasos de oro, plata, cristal… Esta mentalidad no la tienen solamente los “ganadores del imperio” sino la mayoría de la gente que vive bajo su influencia, y la mayoría son “los perdedores”, y algunos pocos, “los que lo están logrando”. Es necesario que los ministros que Dios usa sean “vasos de barro”, ¡y bien de barro! ¿Podremos serlo? ¿Podremos reconocerlos? ¡Señor, libranos de tener la mente del Imperio!


Danilo Sorti





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