viernes, 30 de marzo de 2018

426. ¿Cómo hace el Imperio que las personas piensen de sí mismas? – I


Isaías 36:1-4 RVC
1 En el año catorce del reinado de Ezequías, el rey Senaquerib, de Asiria, atacó y conquistó todas las ciudades fortificadas de Judá.
2 Desde Laquis, el rey de Asiria envió a su primer oficial al frente de un gran ejército, para que atacara a Jerusalén y al rey Ezequías; y el primer oficial acampó junto al acueducto del estanque superior, camino al Campo del Lavador.
3 Entonces fue a verlo el mayordomo Eliaquín hijo de Hilcías, junto con el escriba Sebna y el canciller Yoaj hijo de Asaf.
4 El primer oficial de Senaquerib les dijo: «Digan a Ezequías que el gran rey de Asiria manda a decirle: “¿En qué te apoyas, que te sientes tan confiado?


Casi ni es necesario hablar de cómo trata el Imperio a las personas, mirando a nuestro alrededor nos damos cuenta de eso. Pero como dijimos antes, el poder del Imperio, aunque enorme, no es tan grande como se presenta, y aplastar continuamente rebeldes es un problema; por lo tanto su principal arma NECESITA SER la seducción, el engaño, lograr que las personas piensen de sí mismas lo que al Imperio le conviene para que así se comporten como “buenos ciudadanos”. Y aclaro que no estoy haciendo aquí una defensa de las rebeliones armadas ni las manifestaciones tumultuosas, creo que hay otras herramientas mucho menos “agresivas” y más efectivas, con todo, también Dios permite que ocurran esas cosas a veces.

El engaño del Espíritu del Imperio no es otra cosa que el engaño de Satanás sobre las personas, con algunos matices particulares. Podemos encontrar pasajes en toda la Biblia que hablan sobre el tema, pero creo que en Isaías 36 y 37 tenemos un buen resumen.

De paso notemos algunas cosas: Isaías es el más “evangélico” de todos los libros del Antiguo Testamento, no solo se refiere repetidamente al Mesías venidero, sino que está repleto de referencias al Reino que establecería, no la Iglesia, sino el Reino Milenial, porque es el enfoque particular para Israel. Así como muchos judíos tienen serios problemas con Isaías 53 porque el único que puede caber en esa descripción es Jesucristo, los cristianos que no creen en el Reino Venidero tienen serios problemas con muchos otros pasajes: ¿literales o simbólicos? Recordemos que no se puede decir que un pasaje es “simbólico” simplemente porque así me parece o porque no lo entiendo.

De principio a fin pude contar 407 versículos que se refieren o bien al Reino Venidero o bien a los sucesos que deben acontecer inmediatamente antes: “dolores de parto” y tribulación, de una manera clara, puede haber más y seguramente los hay, pero estos son los menos dudosos. Esto equivale aproximadamente al 32 % de todo Isaías.

Siendo un libro eminentemente profético y mesiánico, el Espíritu dedica 4 capítulos para hacer un apéndice histórico en el que aparecen los dos imperios: el asirio que estaba amenazando Jerusalén en ese momento, y el Babilónico, que estaba resurgiendo. Y de ambos sólo muestra un par de sucesos nada más: el fallido intento de Asiria y el futuro éxito de Babilonia. Uno diría que estos episodios están “descolgados” en un libro tan mesiánico, y si fuera el caso, hubo sucesos históricos también muy relevantes para contar. Pero el Espíritu eligió dejarnos estos dos.

Isaías 36 y 37 representan el desafío del Imperio hacia los hijos de Dios, hacia Dios mismo. Senaquerib estaba conquistando las ciudades importantes de Judá y venía ya de importantes victorias. Pero Judá no caería hasta que no hubiera sido conquistada Jerusalén, la ciudad fortificada y protegida. La estrategia que utiliza aquí es la de apelar al terror que había infundido en toda la región y a sus éxitos en el pasado reciente, pero esto nos muestra que la guerra tenía un costo para él; sea en tiempo, dinero, personas, no era algo “sencillito”, por más que sus fuerzas fueran muy superiores. En el diálogo intimidatorio que se sucede durante esos días vemos el tipo de mentalidad que el Imperio necesita imponer a los conquistados y a su gente, la esencia de ese discurso es la clave para su conquista y se complementa perfectamente con las palabras del Espíritu de Religión: uno asusta y el otro seduce, pero con el mismo objetivo: control.

Entendiendo este verdadero “discurso imperialista” podemos discernir los actuales, pero no me estoy refiriendo solamente a los “imperios” modernos claramente visibles, los cuales son obvios, sino a los “pequeños imperios”, las “segundas y terceras marcas” de los grandes imperios que aparecen con discursos liberadores pero que terminan esclavizando a la gente de la misma forma.

“En el año catorce del reinado de Ezequías, el rey Senaquerib, de Asiria, atacó y conquistó todas las ciudades fortificadas de Judá.” Vimos que un imperio existe porque Dios se lo permite, durante un tiempo y con propósitos y límites definidos, el verdadero problema aquí es que Asiria no tenía permiso para conquistar Jerusalén ni Judá, sólo en ese tiempo serviría para “sacudirlas”. Es fundamental para todo imperio construir una “fama” que luego usufructuará para infundir temor; las ciudades que conquistó Senaquerib eran importantes, no se trataba de simples aldeas, pero eran menores que Jerusalén; a través de muchas “pequeñas” conquistas pretendía infundir el suficiente miedo.

Veámoslo en nuestra realidad, y repito que no me estoy refiriendo a los grandes y visibles imperios, sino a la propaganda sutil que transmiten y a muchos “pequeños imperios”, que parecen ser algo distinto pero que se manejan con el mismo espíritu, y a ciertos mensajes que se escuchan en algunas iglesias.

Si la motivación es temor, si el pensamiento es “no puedo hacerlo porque es demasiado grande y me va a aplastar”, estamos frente a un discurso imperial. Cuidado, Ezequías le hizo frente porque hubo una palabra clara de Dios, pero no pasó lo mismo en los tiempos de Jeremías. En todo caso, debemos discernir claramente esos mensajes sutiles y no tan sutiles de temor; mucho de lo que hacemos está motivado por eso, y también hay bastante de eso en las grandes iglesias, que propiamente por ser grandes suelen anidar en su seno al Espíritu del Imperio asociado a Religión.

Normalmente cuando se pide dinero (diezmo y ofrenda) hay un fuerte espíritu de temor que se desata, también en relación con pensar en cambiarse de iglesia. Los mensajes pueden ser muy sutiles y es seguro que los cristianos afectados lo negarán, pero en el fondo están. Necesitamos discernimiento.

El hecho es que cuando desde el ámbito social nos acostumbramos a ser “formateados” a través del miedo, lo más lógico dentro de la iglesia es responder a mensajes intimidatorios. Esos cristianos suelen despreciar las invitaciones y recomendaciones, es decir, aquello que “no se impone”. Buscan “autoridad”, es decir, líderes que generen miedo.

De nuevo tenemos un asunto delicado aquí, porque a Dios mismo hay que temerle si pecamos. El temor en sí mismo no está mal, pero hay un límite, una línea delicada: de un lado está el temor que genera el Espíritu del Imperio, del otro lado está el temor sano, que nos libra del peligro y nos hace recapacitar, en donde está Dios. Y precisamente, el “temor de Dios” ¡lo genera Dios! Pero si el temor viene de una fuente humana, ¡cuidado! A lo mejor es Dios hablando a través de ella, pero probablemente no.

“«Digan a Ezequías que el gran rey de Asiria manda a decirle”. Primero son los títulos, “el gran rey”, no simplemente “el rey”. Los títulos tienen una gran carga sobre ellos, no solamente en relación con un cargo político o profesión, sino también en relación a la dignidad, respeto y “superioridad”. De nuevo, una sociedad acostumbrada a los títulos “necesita” reconocer títulos dentro de la iglesia para someterse a ellos. Pero también hay una competencia entre títulos y hace falta siempre inventar alguno nuevo para saber “quién es superior a quién”. Un cristiano conformado a la mentalidad del Imperio no puede reconocer ni valorar la hermandad “horizontal” de la iglesia, ni el verdadero sentido de la autoridad, por eso busca “iglesias imperiales”.

“Manda a decirle”, nos muestra la cohorte que rodeaba al rey, misma que se recrea en los distintos ámbitos: secretarios, asesores, asistentes, etc. De la misma forma, cualquier líder de iglesia que tenga una gran cantidad de secretarias y colaboradores entremedio será proporcionalmente más “importante”.

“¿En qué te apoyas, que te sientes tan confiado?”, esta frase es una flecha clavada en el corazón cuando viene dicha en el contexto que presentamos. Es una frase breve que tiene el poder de poner en dudas todos los fundamentos, para introducir luego el espíritu de temor, exactamente del mismo estilo que la escuchada en Edén, varios milenios antes.

Ezequías había cometido un error al confiar en Egipto y no en Dios, ese fue el “agujero en la armadura” por el cual pudo pasar la flecha; su confianza no era perfecta y el Señor permitió todo este proceso precisamente para que lo sea. ¡Dios usa al Imperio!

Pero veremos un poco más adelante que en realidad esta pregunta no iba dirigida a su frágil confianza en Egipto, sino hacia Dios. Aunque el Imperio va a tomar partido de nuestras debilidades, y las conoce perfectamente, en el fondo pretende destruir nuestra confianza en Dios.

¿Por qué tantos se someten a las distintas formas y manifestaciones del Imperio? Porque no confían en Dios, o porque han estado confiando en “imperios menores” que los defraudaron y por lo tanto necesitan confiar en uno mayor. “Iglesias imperiales” son confiables para ellos, son lo suficientemente grandes, seguras y sólidas como para refugiarse a su sombra…

Lo primero para el Imperio es destruir la confianza de las personas: “nadie nos puede librar del imperio” o “nadie puede hacer esto mejor que el imperio”. Eso es fácil si están confiando en cosas frágiles o ilusorias, mejor aún, si de niños les enseñan a confiar en fantasías que obviamente se revelan falsas: no fueron entrenados a confiar en lo verdadero y no les queda más remedio que confiar en alguna de las formas del Imperio.

Hay confianzas que son más genuinas: el trabajo conjunto, la capacidad unida de las personas, los principios de la naturaleza (del Creador), el estudio, el trabajo, la familia, una sociedad integrada… Sin embargo, aún esas confianzas pueden ser aplastadas por el Imperio. Hay un momento, cuando el Imperio crece y se vuelve humanamente indestructible, en que logra aplastar las más sólidas confianzas. Pero la verdadera confianza en Dios no puede ser aplastada por nada de este mundo, si decidimos mantenernos firmes en ella, y el Imperio lo sabe muy bien, por eso necesita “sacar a Dios” del medio, o al menos, volverlo irrelevante.

El posmodernismo comenzó a proclamar la “muerte de las ideologías” y el paso del tiempo se está encargando de confirmarlo. No es más que la avanzada final del gran imperio del Anticristo. Sólo aquellos que mantengan firme su confianza en Dios podrán resistir esos embates.

Isaías 36:5-6 RVC
5 Tú hablas de contar con una coalición y con poder para hacerme la guerra, pero yo digo que esas no son más que palabras huecas. Dime ahora: ¿en quién confías, que te rebelas contra mí?
6 Por lo visto, confías en ese bastón de caña quebradiza que es Egipto, ¡bastón que le atravesará y perforará la mano a quien se apoye en él! ¡Eso es el faraón, el rey de Egipto, para todos los que en él confíen!

Fácilmente la propaganda imperialista destruye las confianzas endebles.

Isaías 36:7a RVC
7 Pero si me dices que ustedes confían en el Señor su Dios …

Aquí está la raíz de lo que venimos diciendo, que “no se dice” en los actuales discursos pero se da a entender. Lo primero que necesita hacer el imperio para doblegar las voluntades, y, más importante que eso, para lograr que la gente se comporte de manera funcional, es disolver toda confianza, exactamente lo que vemos hoy en el mundo. Ese hombre “en el vacío”, sin nada a que aferrarse, es la arcilla moldeable que necesita. Las iglesias con el “formato del imperio” hacer lo mismo solo que con un barniz cristiano. En los artículos siguientes continuaremos explorando el tema.

Danilo Sorti




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