Isaías 36:1-4 RVC
1 En el año catorce del reinado de Ezequías,
el rey Senaquerib, de Asiria, atacó y conquistó todas las ciudades fortificadas
de Judá.
2 Desde Laquis, el rey de Asiria envió a su
primer oficial al frente de un gran ejército, para que atacara a Jerusalén y al
rey Ezequías; y el primer oficial acampó junto al acueducto del estanque
superior, camino al Campo del Lavador.
3 Entonces fue a verlo el mayordomo Eliaquín
hijo de Hilcías, junto con el escriba Sebna y el canciller Yoaj hijo de Asaf.
4 El primer oficial de Senaquerib les dijo:
«Digan a Ezequías que el gran rey de Asiria manda a decirle: “¿En qué te
apoyas, que te sientes tan confiado?
Casi ni es necesario hablar de cómo trata el
Imperio a las personas, mirando a nuestro alrededor nos damos cuenta de eso.
Pero como dijimos antes, el poder del Imperio, aunque enorme, no es tan grande
como se presenta, y aplastar continuamente rebeldes es un problema; por lo
tanto su principal arma NECESITA SER la seducción, el engaño, lograr que las
personas piensen de sí mismas lo que al Imperio le conviene para que así se
comporten como “buenos ciudadanos”. Y aclaro que no estoy haciendo aquí una
defensa de las rebeliones armadas ni las manifestaciones tumultuosas, creo que
hay otras herramientas mucho menos “agresivas” y más efectivas, con todo,
también Dios permite que ocurran esas cosas a veces.
El engaño del Espíritu del Imperio no es otra
cosa que el engaño de Satanás sobre las personas, con algunos matices
particulares. Podemos encontrar pasajes en toda la Biblia que hablan sobre el
tema, pero creo que en Isaías 36 y 37 tenemos un buen resumen.
De paso notemos algunas cosas: Isaías es el
más “evangélico” de todos los libros del Antiguo Testamento, no solo se refiere
repetidamente al Mesías venidero, sino que está repleto de referencias al Reino
que establecería, no la Iglesia, sino el Reino Milenial, porque es el enfoque
particular para Israel. Así como muchos judíos tienen serios problemas con
Isaías 53 porque el único que puede caber en esa descripción es Jesucristo, los
cristianos que no creen en el Reino Venidero tienen serios problemas con muchos
otros pasajes: ¿literales o simbólicos? Recordemos que no se puede decir que un
pasaje es “simbólico” simplemente porque así me parece o porque no lo entiendo.
De principio a fin pude contar 407 versículos
que se refieren o bien al Reino Venidero o bien a los sucesos que deben
acontecer inmediatamente antes: “dolores de parto” y tribulación, de una manera
clara, puede haber más y seguramente los hay, pero estos son los menos dudosos.
Esto equivale aproximadamente al 32 % de todo Isaías.
Siendo un libro eminentemente profético y
mesiánico, el Espíritu dedica 4 capítulos para hacer un apéndice histórico en
el que aparecen los dos imperios: el asirio que estaba amenazando Jerusalén en
ese momento, y el Babilónico, que estaba resurgiendo. Y de ambos sólo muestra
un par de sucesos nada más: el fallido intento de Asiria y el futuro éxito de
Babilonia. Uno diría que estos episodios están “descolgados” en un libro tan
mesiánico, y si fuera el caso, hubo sucesos históricos también muy relevantes
para contar. Pero el Espíritu eligió dejarnos estos dos.
Isaías 36 y 37 representan el desafío del
Imperio hacia los hijos de Dios, hacia Dios mismo. Senaquerib estaba
conquistando las ciudades importantes de Judá y venía ya de importantes
victorias. Pero Judá no caería hasta que no hubiera sido conquistada Jerusalén,
la ciudad fortificada y protegida. La estrategia que utiliza aquí es la de
apelar al terror que había infundido en toda la región y a sus éxitos en el
pasado reciente, pero esto nos muestra que la guerra tenía un costo para él;
sea en tiempo, dinero, personas, no era algo “sencillito”, por más que sus
fuerzas fueran muy superiores. En el diálogo intimidatorio que se sucede
durante esos días vemos el tipo de mentalidad que el Imperio necesita imponer a
los conquistados y a su gente, la esencia de ese discurso es la clave para su
conquista y se complementa perfectamente con las palabras del Espíritu de
Religión: uno asusta y el otro seduce, pero con el mismo objetivo: control.
Entendiendo este verdadero “discurso
imperialista” podemos discernir los actuales, pero no me estoy refiriendo
solamente a los “imperios” modernos claramente visibles, los cuales son obvios,
sino a los “pequeños imperios”, las “segundas y terceras marcas” de los grandes
imperios que aparecen con discursos liberadores pero que terminan esclavizando
a la gente de la misma forma.
“En el año catorce del reinado de Ezequías,
el rey Senaquerib, de Asiria, atacó y conquistó todas las ciudades fortificadas
de Judá.” Vimos que un imperio existe porque Dios se lo permite, durante un
tiempo y con propósitos y límites definidos, el verdadero problema aquí es que
Asiria no tenía permiso para conquistar Jerusalén ni Judá, sólo en ese tiempo serviría
para “sacudirlas”. Es fundamental para todo imperio construir una “fama” que
luego usufructuará para infundir temor; las ciudades que conquistó Senaquerib
eran importantes, no se trataba de simples aldeas, pero eran menores que
Jerusalén; a través de muchas “pequeñas” conquistas pretendía infundir el
suficiente miedo.
Veámoslo en nuestra realidad, y repito que no
me estoy refiriendo a los grandes y visibles imperios, sino a la propaganda
sutil que transmiten y a muchos “pequeños imperios”, que parecen ser algo
distinto pero que se manejan con el mismo espíritu, y a ciertos mensajes que se
escuchan en algunas iglesias.
Si la motivación es temor, si el pensamiento
es “no puedo hacerlo porque es demasiado grande y me va a aplastar”, estamos
frente a un discurso imperial. Cuidado, Ezequías le hizo frente porque hubo una
palabra clara de Dios, pero no pasó lo mismo en los tiempos de Jeremías. En
todo caso, debemos discernir claramente esos mensajes sutiles y no tan sutiles
de temor; mucho de lo que hacemos está motivado por eso, y también hay bastante
de eso en las grandes iglesias, que propiamente por ser grandes suelen anidar
en su seno al Espíritu del Imperio asociado a Religión.
Normalmente cuando se pide dinero (diezmo y
ofrenda) hay un fuerte espíritu de temor que se desata, también en relación con
pensar en cambiarse de iglesia. Los mensajes pueden ser muy sutiles y es seguro
que los cristianos afectados lo negarán, pero en el fondo están. Necesitamos
discernimiento.
El hecho es que cuando desde el ámbito social
nos acostumbramos a ser “formateados” a través del miedo, lo más lógico dentro
de la iglesia es responder a mensajes intimidatorios. Esos cristianos suelen
despreciar las invitaciones y recomendaciones, es decir, aquello que “no se
impone”. Buscan “autoridad”, es decir, líderes que generen miedo.
De nuevo tenemos un asunto delicado aquí,
porque a Dios mismo hay que temerle si pecamos. El temor en sí mismo no está
mal, pero hay un límite, una línea delicada: de un lado está el temor que
genera el Espíritu del Imperio, del otro lado está el temor sano, que nos libra
del peligro y nos hace recapacitar, en donde está Dios. Y precisamente, el
“temor de Dios” ¡lo genera Dios! Pero si el temor viene de una fuente humana,
¡cuidado! A lo mejor es Dios hablando a través de ella, pero probablemente no.
“«Digan a Ezequías que el gran rey de Asiria
manda a decirle”. Primero son los títulos, “el gran rey”, no simplemente “el
rey”. Los títulos tienen una gran carga sobre ellos, no solamente en relación
con un cargo político o profesión, sino también en relación a la dignidad,
respeto y “superioridad”. De nuevo, una sociedad acostumbrada a los títulos
“necesita” reconocer títulos dentro de la iglesia para someterse a ellos. Pero
también hay una competencia entre títulos y hace falta siempre inventar alguno
nuevo para saber “quién es superior a quién”. Un cristiano conformado a la
mentalidad del Imperio no puede reconocer ni valorar la hermandad “horizontal”
de la iglesia, ni el verdadero sentido de la autoridad, por eso busca “iglesias
imperiales”.
“Manda a decirle”, nos muestra la cohorte que
rodeaba al rey, misma que se recrea en los distintos ámbitos: secretarios,
asesores, asistentes, etc. De la misma forma, cualquier líder de iglesia que
tenga una gran cantidad de secretarias y colaboradores entremedio será
proporcionalmente más “importante”.
“¿En qué te apoyas, que te sientes tan
confiado?”, esta frase es una flecha clavada en el corazón cuando viene dicha
en el contexto que presentamos. Es una frase breve que tiene el poder de poner
en dudas todos los fundamentos, para introducir luego el espíritu de temor,
exactamente del mismo estilo que la escuchada en Edén, varios milenios antes.
Ezequías había cometido un error al confiar
en Egipto y no en Dios, ese fue el “agujero en la armadura” por el cual pudo
pasar la flecha; su confianza no era perfecta y el Señor permitió todo este
proceso precisamente para que lo sea. ¡Dios usa al Imperio!
Pero veremos un poco más adelante que en
realidad esta pregunta no iba dirigida a su frágil confianza en Egipto, sino
hacia Dios. Aunque el Imperio va a tomar partido de nuestras debilidades, y las
conoce perfectamente, en el fondo pretende destruir nuestra confianza en Dios.
¿Por qué tantos se someten a las distintas
formas y manifestaciones del Imperio? Porque no confían en Dios, o porque han
estado confiando en “imperios menores” que los defraudaron y por lo tanto
necesitan confiar en uno mayor. “Iglesias imperiales” son confiables para
ellos, son lo suficientemente grandes, seguras y sólidas como para refugiarse a
su sombra…
Lo primero para el Imperio es destruir la
confianza de las personas: “nadie nos puede librar del imperio” o “nadie puede
hacer esto mejor que el imperio”. Eso es fácil si están confiando en cosas
frágiles o ilusorias, mejor aún, si de niños les enseñan a confiar en fantasías
que obviamente se revelan falsas: no fueron entrenados a confiar en lo
verdadero y no les queda más remedio que confiar en alguna de las formas del
Imperio.
Hay confianzas que son más genuinas: el
trabajo conjunto, la capacidad unida de las personas, los principios de la
naturaleza (del Creador), el estudio, el trabajo, la familia, una sociedad
integrada… Sin embargo, aún esas confianzas pueden ser aplastadas por el
Imperio. Hay un momento, cuando el Imperio crece y se vuelve humanamente
indestructible, en que logra aplastar las más sólidas confianzas. Pero la
verdadera confianza en Dios no puede ser aplastada por nada de este mundo, si
decidimos mantenernos firmes en ella, y el Imperio lo sabe muy bien, por eso
necesita “sacar a Dios” del medio, o al menos, volverlo irrelevante.
El posmodernismo comenzó a proclamar la
“muerte de las ideologías” y el paso del tiempo se está encargando de
confirmarlo. No es más que la avanzada final del gran imperio del Anticristo.
Sólo aquellos que mantengan firme su confianza en Dios podrán resistir esos
embates.
Isaías 36:5-6 RVC
5 Tú hablas de contar con una coalición y con
poder para hacerme la guerra, pero yo digo que esas no son más que palabras
huecas. Dime ahora: ¿en quién confías, que te rebelas contra mí?
6 Por lo visto, confías en ese bastón de caña
quebradiza que es Egipto, ¡bastón que le atravesará y perforará la mano a quien
se apoye en él! ¡Eso es el faraón, el rey de Egipto, para todos los que en él
confíen!
Fácilmente la propaganda imperialista
destruye las confianzas endebles.
Isaías 36:7a RVC
7 Pero si me dices que ustedes confían en el
Señor su Dios …
Aquí está la raíz de lo que venimos diciendo,
que “no se dice” en los actuales discursos pero se da a entender. Lo primero
que necesita hacer el imperio para doblegar las voluntades, y, más importante
que eso, para lograr que la gente se comporte de manera funcional, es disolver
toda confianza, exactamente lo que vemos hoy en el mundo. Ese hombre “en el
vacío”, sin nada a que aferrarse, es la arcilla moldeable que necesita. Las
iglesias con el “formato del imperio” hacer lo mismo solo que con un barniz
cristiano. En los artículos siguientes continuaremos explorando el tema.
Danilo Sorti
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