viernes, 30 de marzo de 2018

444. ¡¡Señor escúchame!!


Salmos 86:1-3 RVC
1 Señor, inclina tu oído y escúchame, pues me encuentro afligido y necesitado.
2 Sálvame la vida, pues te soy fiel. Dios mío, salva a tu siervo, que en ti confía.
3 Señor, ten misericordia de mí, porque a ti clamo todo el día.

Podemos relacionarnos con Dios de distintas formas, ya que Él es “muchas cosas” para nosotros. Según cómo sea “nuestro Dios” así nos comportaremos con Él y nos relacionaremos.

Para algunos Dios es el Jefe exigente de la Empresa, y se esfuerzan en cumplir con su trabajo y hasta hacen horas extra para tener alguna bendición más. Para otros Dios es el Padre Amoroso y simplemente disfrutan de Su presencia y sus regalos. Para otros, Dios es el Formador, y aceptan las dificultades y problemas como parte del proceso. Algunos tienen un Dios misionero y se dedican a propagar el Evangelio en las naciones, otros tienen un Dios Ganador de almas, y se esfuerzan por la evangelización, y así mucho más…

Eso no está mal, aunque Dios no está circunscripto a nada de eso, nosotros no podemos entender TODO lo que Dios es, y tampoco se nos exige que lo hagamos. Pero podemos avanzar hacia una comprensión más integral, o al menos, que no le falten algunos aspectos fundamentales.

Según nuestros dones y llamados particulares comprendemos mejor alguna faceta de Dios, y así obramos y enseñamos, pero hay algunas experiencias comunes, que todos los seres humanos tenemos, y que nos “obligan” por eso mismo a que todos debamos entender esas facetas fundamentales.

Y sin dudas una de ellas es la de estar “afligido y necesitado”, como dice el salmistas. ¡Cuánto hay escrito en la Biblia al respecto, y cuán común resulta esa experiencia! Todos pasamos por esa experiencia pero hay muchas “distracciones” que nos hacen “olvidarla”, me refiero a diversas formas de pensar o doctrinas según las cuales debemos esforzarnos por conseguir algo, o no estamos orando lo suficiente, o no tenemos suficiente fe, o es un momento de lucha espiritual, o es el problema de la falta de comunión, o tenemos que cambiar nuestra mentalidad de esclavo, o dejar algún pecado, o algo por el estilo. Y lo cierto es que cada uno de esos pensamientos tiene algo de verdad, o mejor dicho, cada uno de ellos puede ser verdadero en alguna circunstancia.

Pero si solamente nos concentramos en esas cosas “para hacer” cuando estamos pasando una necesidad nos quedamos con la mitad de la verdad y, al final, frustrados. Cuando leo la Biblia me encuentro muchas veces con estos clamores, y aunque también a veces nos encontramos con la razón el sufrimiento, ¡el clamor sigue estando!

Hermanos, “no nos olvidemos” de clamar a Dios en nuestra necesidad, no dejemos que nuestro conocimiento o las revelaciones que hayamos tenido a lo largo de la vida nos “quiten” esta acción tan sencilla, tan básica y por ello, frecuentemente menospreciada, de clamar a Dios en medio de las aflicciones y necesidades, sean cuales sean: desde las mayores y más desesperantes, hasta las menores y casi desapercibidas.

Leemos algunas condiciones en el Salmo 86: fidelidad, confianza, clamor continuo. Si Satanás trae recuerdo de los pecados, el salmista dice:

Salmos 86:5 RVC
5 Tú, Señor, eres bondadoso y sabes perdonar; ¡grande es tu misericordia para los que te invocan!

En realidad, Satanás “trae” el recuerdo del pecado cuando ya el Espíritu Santo ha estado obrando y trayendo convicción, lo cual nos genera culpa y arrepentimiento, pero el Adversario exacerba esa culpa y “oculta” la posibilidad de arrepentimiento, de tal manera que se genera un sentimiento muy negativo que no conduce a nada, y fundamentalmente, no produce clamor confiado.

Si hemos tratado de buscar ayuda en los hermanos, amigos o familia infructuosamente, el salmista dice:

Salmos 86:6 RVC
6 Señor, escucha mi oración y atiende a la voz de mis súplicas.

Puede ser que ellos fallen, y lo suelen hacer, pero no Dios.

Si las circunstancias nos cerraron como un cerco y terminamos presos en la angustia de nuestros errores o ignorancia:

Salmos 86:7 RVC
7 Cuando me encuentro angustiado, te llamo porque tú me respondes.

Cuando “buscamos ayuda” en algunos “dioses” de este siglo, como el estudio o la capacidad intelectual propia, la buena planificación y estrategia, los contactos comerciales, los procedimientos burocráticos, el dinero o lo que fuera, y esos “dioses” nos fallaron, entonces:

Salmos 86:8 RVC
8 Señor, no hay entre los dioses otro como tú, ni hay obras que se comparen con tus obras.

Cuando nos damos cuenta de que en realidad hay poderes por encima de nuestra nación que manejan los destinos de las personas, que pueden aplastar naciones y someterlas como quieran, entonces:

Salmos 86:9-10 RVC
9 Todas las naciones que tú, Señor, has creado vendrán y se postrarán delante de ti y glorificarán tu nombre,
10 porque sólo tú eres Dios; tú eres grande, y haces maravillas.

Si entendimos que nuestra ignorancia y consecuente inconstancia nos hizo fallar:

Salmos 86:11 RVC
11 Enséñame, Señor, tu camino, para que camine yo en tu verdad. Dale firmeza a mi corazón, para que siempre tema tu nombre.

Cuando nuestra adoración fue parcial, imperfecta, incompleta:

Salmos 86:12 RVC
12 Señor y Dios mío, yo te alabaré con todo el corazón, y por siempre glorificaré tu nombre.

En realidad, hubiéramos caído ya hace rato en la desgracia total, pero:

Salmos 86:13 RVC
13 Grande es tu misericordia para conmigo, pues me has librado de caer en el sepulcro.

Cuando entendemos que verdaderamente hay enemigos que acechan contra nosotros, muchas veces escondidos, podemos clamar:

Salmos 86:14 RVC
14 Dios mío, gente soberbia se levanta contra mí; gente violenta hace planes para quitarme la vida. Son gente que no te toma en cuenta.

Y, cuando nos damos cuenta de que lo que pasamos tiene directamente que ver con nuestros pecados, que no habíamos reconocido hasta ahora, podemos decir:

Salmos 86:15 RVC
15 Pero tú, Señor, eres un Dios compasivo y clemente, lento para la ira, pero grande en misericordia y verdad.

Sea lo que sea que estemos atravesando, sin importar cuánto podamos “racionalizar” nuestra situación y encontrar explicaciones y caminos de solución, nunca debemos dejar de humillarnos delante de Dios y clamar por Su ayuda:

Salmos 86:16-17 RVC
16 ¡Dígnate mirarme, y ten misericordia de mí! ¡Lléname de tu poder, pues soy tu siervo! ¡Protégeme, pues soy el hijo de tu sierva!
17 ¡Dame una prueba de tu bondad! ¡Que sean avergonzados los que me odian al ver que tú, Señor, me ayudas y me consuelas!


Danilo Sorti




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