1 Crónicas 16:19-22 DHH
19 “Aunque ellos eran pocos,
unos cuantos extranjeros en la tierra
20 que iban de nación en nación
y de reino en reino,
21 Dios no permitió que nadie los maltratara;
y aun advirtió a los reyes:
22 ‘No toquen a mis escogidos,
ni maltraten a mis profetas.
Podemos hablar mucho sobre el “Imperio” y los
temas de gobierno porque abundan en la Biblia, pero lo cierto es que “todos
saben” qué es el Imperio y qué hace, al menos de este lado del Globo Terráqueo.
Resulta muy difícil hablar del tema sin enfrentar la cuestión subyacente: ¿es
posible librarse de las garras del Imperio? O al menos, ¿hubiera sido posible
para una nación escapar de él? ¿Existe otra opción que no sea la de estar
sometido, explícita o implícitamente, a un Imperio?
No hay una respuesta fácil ni debemos olvidar
el contexto del mundo en que nos encontramos, preparado ya para la breve
aventura imperialista mundial del Anticristo y el choque de potencias del fin
de estos tiempos. Pero esos son temas que charlaremos más adelante; analicemos
ahora la pregunta del título.
Dios viene respondiendo a esta pregunta desde
Génesis 12, cuando llamó a Abraham y le mandó salir de Ur, una próspera ciudad
con la que muy bien podemos hacer el paralelo de Imperio (Ur) – pequeña nación
(Abram y los suyos). Desde ese momento en adelante, prácticamente siempre la
comunidad patriarcal primero e Israel después fueron una nación pequeña rodeada
de otras más poderosas y de imperios mundiales. Sólo durante los últimos
tiempos de David y fundamentalmente el reinado de Salomón, Israel fue un
pequeño Imperio en la región. Toda su historia bíblica responde a la pregunta
de si una nación puede “escapar” al Imperio, y debemos ser sinceros en admitir
que sí y no.
Hagamos un paréntesis. La publicidad contra
Israel ha formado la imagen en muchos cristianos de un imperio expansionista
que ocupa cada vez más territorios. Lo cierto es que la superficie de Israel es
de 20.770 km2, menor que la superficie de la provincia más pequeña
de Argentina, Tucumán, 22.524 km². Por supuesto que el análisis es más
complejo, hay muchos intereses por detrás y varias de las familias más
poderosas del mundo son judías; Israel hoy no es la que leemos en las páginas
bíblicas, y aunque, al igual que el resto de las naciones, está fuera de la
voluntad del Señor y, como todas, será purificada una vez que Cristo se lleve a
Su Iglesia (a quien tiene que terminar de purificar primero…), con todo y a
pesar de sus pecados, Dios sigue siendo fiel a la promesa hecha a sus padres y
seguirá cuidando de ellos. De nuevo, esta realidad actual de Israel no es la
realidad bíblica, y no debemos leer la Biblia con los “ojos del presente”. Por
ello, bien representa durante la mayor parte de las páginas bíblicas a la
nación pequeña amenazada por la potencia.
Para empezar entendamos que el mundo que
conocemos, es decir, el funcionamiento del sistema mundo que comenzó con la
caída de Adán y seguirá hasta el final de estos tiempos (este período) no es,
obviamente, el ideal de Dios. Nada de lo que aquí tenemos es perfecto ni se
supone que pueda llegar a serlo; y Dios mismo se “acomoda” a este mundo
imperfecto, obrando de la mejor manera posible en ESTA realidad y no en un
mundo ideal que no existe.
Esto es un poco complicado, porque debemos
definir el “límite” entre “lo práctico” y la justicia que nace del amor
perfecto de Dios, pero digamos que cuando estoy hablando de “lo práctico” me
refiero a la obra del amor perfecto de Dios en este mundo imperfecto tal como
puede ser entendida por los hombres, sin que viole ninguno de Sus principios, y
que es a la vez perfectamente justa.
Dios permitió, o toleró, ciertas cosas a lo
largo del tiempo debido a la dureza del corazón de las personas, y no porque
ese fuera Su propósito perfecto. Dios también usó y sigue usando instrumentos
impuros, condenados ya a la destrucción, pero que durante un tiempo sirven para
Sus propósitos.
Claro que el tema es más complejo, y lo
iremos charlando más adelante, basta con esto por ahora.
Entonces, dentro de esta realidad imperfecta,
Dios forma una nación imperfecta como Israel y en ella nos deja poderosas
enseñanzas para el resto de las naciones imperfectas (¡todas!). La buena
noticia era que aún siendo imperfecta, una nación podía escapar a las garras
del Imperio. Israel debía acordarse de eso, especialmente de la protección que
recibió durante el Éxodo, su momento más vulnerable desde el punto de vista
físico.
Pero Israel iba a constituirse como nación
con su territorio propio y el Señor le deja instrucciones específicas. Ahora
bien, antes de leer unos pasajes, que frecuentemente no leemos en el sentido
que pretendo mostrar aquí, debemos reflexionar sobre algo: ¿por qué razón una
nación caería presa del Imperio?
Hay tres razones básicas:
·
El Imperio la conquista por la fuerza.
·
Los pueblos, naciones y personas voluntariamente se ponen bajo su dominio,
esto es:
o
necesitan recursos o tecnologías que solo obtienen allí, necesitan trabajo
o un lugar donde vivir, o que los protejan de un enemigo real o imaginario,
o
son atraídos por la prosperidad y oportunidades de desarrollo del Imperio.
·
El Imperio engaña a pueblos, naciones y personas para que caigan en su
dominio, a través de deudas, acuerdos políticos o comerciales, o simplemente
para que se sientan cómodas con él.
Y no olvidemos que llega un momento en que la
gente se siente “parte” del Imperio, especialmente las nuevas generaciones que
nunca conocieron otra vida.
En la posguerra (y no por mucho tiempo más)
las naciones se volvieron más “civilizadas” y dejaron, en su mayoría, de
conquistarse las unas a las otras, pero eso no cambió la esencia; porque
entrarían en escena acuerdos comerciales e injerencia de organismos
supranacionales que cumplirían la misma función de manera más sutil (aunque no
menos sangrienta a la larga).
En esencia, una nación cae bajo el imperio
cuando no puede resistir una invasión militar, cuando está enfrentando
necesidad y no tiene los recursos suficientes o cuando es seducida con la idea
de un mayor progreso y comodidad.
Con esto en mente volvamos a la pregunta
original y apliquémosla a la pequeña nación de Israel: no habrían de caer bajo
las garras de ningún imperio siempre y cuando mantuvieran la protección y
provisión de Dios, ¿quién necesitaría del Imperio (que siempre ha prometido más
de lo que ha cumplido, vale decir) si Dios es el proveedor y el protector? El
pasaje que mejor resume esto es Deuteronomio 28 y los pasajes paralelos.
La realidad es que siempre hemos leído ese
texto pensando en la bendición o maldición de una nación, y no está mal, pero
la suerte que corra un país está estrechamente ligada al imperio de turno.
Deuteronomio 28:7, 10, 13, 15, 29, 33, 43,
44, 49 RVC
7 »El Señor derrotará a tus enemigos que se
levanten contra ti. Por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán
de ti.
10 Todos los pueblos de la tierra verán que
el nombre del Señor es invocado sobre ti, y te temerán.
13 »El Señor te pondrá por cabeza, no por
cola. Estarás por encima de todo, nunca por debajo, siempre y cuando obedezcas
y cumplas los mandamientos del Señor tu Dios, que hoy te ordeno cumplir,
15 »Si no oyes la voz del Señor tu Dios ni
procuras cumplir todos los mandamientos y estatutos que hoy te mando cumplir,
vendrán sobre ti, y te alcanzarán, todas estas maldiciones:
25 »El Señor hará que seas derrotado delante
de tus enemigos. Por un camino saldrás contra ellos, y por siete caminos huirás
de ellos, y todos los reinos de la tierra te humillarán.
29 A plena luz del día andarás a tientas,
como ciego, y no tendrás éxito en lo que hagas; al contrario, en todo momento
serás oprimido y despojado, sin que haya quien te salve.
33 Gente que jamás conociste se comerá el
fruto de tu tierra y de todo tu trabajo, y día tras día serás oprimido y
quebrantado.
43 Los extranjeros que vivan en tus ciudades
se alzarán por encima de ti, mientras que tú caerás muy bajo.
44 Ellos te harán préstamos, pero tú no
podrás prestarles nada; ellos serán la cabeza, y tú serás la cola.
49 »De muy lejos, del otro extremo de la tierra,
el Señor traerá contra ti una nación que vuela como el águila. Es una nación
cuya lengua no entiendes,
Deuteronomio 28 es la “protoprofecía” que
contiene la esencia del mensaje profético para la nación de Israel, y para
prácticamente el resto de las naciones, y cuyo cumplimiento, tanto de bendición
como de maldición, podemos leer en los libros de los profetas. Aún los
acontecimientos del fin de estos tiempos están contenidos “en semilla” allí. Y
el “Imperio” aparece como la herramienta que Dios utiliza para castigar a Su
pueblo rebelde, y, más que nada, para lograr que las naciones se vuelvan a Él.
Creo que siempre fue potencialmente posible
para una nación librarse del imperio de turno viviendo en justicia. El Nuevo
Testamento no trae una norma distinta porque no “elimina” estos principios que
rigen para las naciones, solamente da por finalizada la ley ritual y ciertas
normas de costumbres. En cambio, nos enseña, y nos da el poder a través de
Cristo, para vivir vidas realmente santas y lograr naciones mucho “mejores” de
las que podía producir la Ley por sí sola.
Por supuesto, pocas veces ocurrió en la
historia, o si acaso, por poco tiempo. Y por ello las naciones han estado
prácticamente siempre libradas a la mayor o menor opresión de los distintos
imperios. Entonces, cuando leemos la historia sin tener esto en mente llegamos
a la apresurada conclusión de que “nadie escapa del Imperio”, pero la Biblia
dice otra cosa, por más que eso no lo hayamos visto en la práctica.
Al revés, cuando vemos Imperios que avanzan
sobre naciones podemos estar seguros de que allí hay pecado e injusticia.
Una nación puede escapar de las garras del
Imperio, y eso lo vemos en la historia de Israel, a veces milagrosamente. Pero
en la misma historia leemos más de una vez que el Imperio fue utilizado por
Dios para castigar a Su pueblo rebelde y desobediente. Creo que la mayoría de
los cristianos no alcanzan a dimensionar el nivel de pecado que tenía Israel
cuando fue ocupada por los distintos imperios. Pues bien, eso era “poco” si lo
comparamos con el nivel de pecado de nuestras naciones hoy, y por eso los
grandes imperios mundiales modernos, mucho más sofisticados, están avanzando
sobre nuestros países.
Pero todo imperio tiene un fin y esto no es
la excepción. Mientras tanto, el Imperio cumple una función, y Dios permite que
el Espíritu del Imperio, Nimrod, se establezca, aglutine personas y recursos, y
se haga poderoso. En próximos artículos analizaremos ese tema.
Para los que quieran profundizar en
Deuteronomio 28 les dejo un enlace de un artículo que escribí hace unos años y
que resultó ser el más leído de todos: https://cristianoseiglesias.blogspot.com.ar/2010/03/deuteronomio-28-1-parte.html
Danilo Sorti
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