Isaías 36:12-17 RVC
12 Pero el primer oficial dijo: «¿Y acaso me
envió mi señor a decirles esto sólo a ti y a tu señor? ¡No! ¡Me envió también a
la gente que está sobre la muralla, y que junto con ustedes pronto van a
comerse su propio estiércol y a beberse su propia orina!»
13 Enseguida el primer oficial se puso en
pie, y a voz en cuello gritó en la lengua de Judá: «¡Escuchen las palabras del
gran rey, el rey de Asiria!
14 Así dice el rey: “Que no los engañe
Ezequías, porque no va a poder salvarlos.
15 Que no les haga Ezequías confiar en el
Señor, al decir: ‘El Señor nos librará; esta ciudad no caerá en manos del rey
de Asiria.’
16 No le hagan caso a Ezequías. El rey de
Asiria les dice: ‘Hagan la paz conmigo. Entréguense a mí, y cada uno de ustedes
podrá comer de su viña y de su higuera, y beberá también de las aguas de su
pozo,
17 hasta que yo venga y los lleve a una
tierra como la de ustedes, una tierra en la que abunda el trigo y el vino, el
pan y las viñas.
En esta sección podemos ver otra estrategia
del discurso de dominación del Imperio, y recordemos que cuando me refiero al
“Imperio” aquí estoy hablando en realidad del Espíritu del Imperio, “Nimrod”
como lo llamarían algunos, aquel principio que lleva a construir estructuras de
dominación conforme los principios del reino de las tinieblas y que alcanzan su
máxima expresión en los grandes imperios que han dominado y dominan la
humanidad, pero que en realidad se “recrean” en estructuras inferiores, a veces
pequeñas, incluso aquellas que tienen un discurso “liberador”. Y ese mismo
principio cristaliza hoy en las grandes iglesias “imperiales”, no solo las
iglesias tradicionales y oficiales, sino en el formato del Evangelio de la
Prosperidad también.
“Imperio” en estos artículos no se refiere
únicamente a la potencia mundial de turno, se refiere a todas las estructuras
que tienen el mismo espíritu.
La principal herramienta del Imperio es el
discurso, aunque su poder material es impresionante, su principal poder está en
la palabra, a partir del cual suma poder material. Es decir, por medio de la
palabra engaña a las personas, las seduce y las incorpora a su proyecto, así
acrecienta su poderío, que luego le sirve para atraer más gente, en un círculo
vicioso.
Las estrategias que utiliza para engañar, que
estamos viendo en estos artículos, constituyen la “forma” de pensamiento que
busca imponer en los pueblos / personas sometidos, pero en realidad es la misma
forma de pensamiento que tiene la gente que lo constituye “hacia adentro”, con
la diferencia que los de “adentro” disfrutan de más beneficios que los de
“afuera”.
Sin embargo sabemos que “dentro” del Imperio
no es todo “color de rosa”. Hoy, con el gran desarrollo de las comunicaciones,
la publicidad “imperial” siempre está limitada y es posible enterarse de las
cosas que no funcionan tan bien como se quiere decir. Especialmente en el Sur
sabemos que las promesas del Imperio nunca son tan maravillosas como se quiere
decir, y a veces resultan exactamente lo contrario. Pero esto nos introduce en
el tema de esta sección del discurso asirio: la construcción de dos futuros
cercanos “ideales” y contrapuestos.
El primero es lo que ocurrirá si no acceden a
someterse: “junto con ustedes pronto van a comerse su propio estiércol y a
beberse su propia orina”. El segundo ocurrirá si se someten: “Hagan la paz
conmigo. Entréguense a mí, y cada uno de ustedes podrá comer de su viña y de su
higuera, y beberá también de las aguas de su pozo, hasta que yo venga y los
lleve a una tierra como la de ustedes, una tierra en la que abunda el trigo y
el vino, el pan y las viñas.”
Por cierto que del primero había pocas dudas:
era lo que sucedía en un largo asedio. Pero el segundo resultaba un recorte muy
intencionado de la realidad, veamos.
“Hagan la paz”, es decir, no estarían más en
situación de conflicto permanente, habría “paz”. En el mejor de los casos
podría ser la “pax romana”, que por cierto fue el contexto que permitió la
rápida extensión del cristianismo por el mundo antiguo, cosa que no hubiera
podido ocurrir de otra forma. Hay paz y relativa prosperidad, sí, a cambio de
ver los uniformes romanos todos los días por la calle y lamentablemente no creo
que el ser humano, la mayoría de las veces, pueda tener otra “forma de paz” que
no sea esa… Pero otras tantas veces esa “paz imperial” no es tal, resulta “paz”
desde afuera, pero implica actitudes continuas de avasallamiento desde adentro.
Pasa lo mismo en nuestras iglesias
“imperiales”: hay paz porque no hay grandes divisiones ni reuniones
administrativas o asambleas de líderes que provocaran un terremoto pastoral…
precisamente porque no hay ningún liderazgo que pueda hacer frente a la
autoridad omnicomprensiva del pastor, y los que hay son títeres, incapaces de
liderar nada y puestos a dedo como simples “aplaudidores”, o, en el mejor de
los casos, líderes genuinos suficientemente amedrentados como para mantener la
boca cerrada. Hay paz, todo funciona relativamente bien, porque nadie puede
asomar la cabeza mucho más arriba del suelo, excepto los que se postran ante la
estructura de autoridad.
En ese futuro se garantiza la propiedad
individual: “de su viña y de su higuera”, aquello que valoran los que todavía
no están bajo el Imperio. Desde el punto de vista espiritual podemos hablar del
ministerio según los propios dones, de la propia esfera de autoridad que el
Espíritu le da a cada uno. Y esta es quizás el área más atacada: en las
estructuras eclesiásticas imperiales no hay “autoridad individual” sino que
toda es derivada. Por supuesto, la autoridad en la Iglesia es derivada del
Señor, ¡pero no de los “señores” que se erigen como amos!
Gálatas 5:13 RVC
13 Hermanos, ustedes han sido llamados a la
libertad, sólo que no usen la libertad como pretexto para pecar; más bien,
sírvanse los unos a los otros por amor.
Efesios 5:21 RVC
21 Cultiven entre ustedes la mutua sumisión,
en el temor de Dios.
1 Pedro 5:2-3 RVC
2 Cuiden de la grey de Dios, que está bajo su
cuidado. Pero háganlo de manera voluntaria y con el deseo de servir, y no por
obligación ni por el mero afán de lucro.
3 No traten a la grey como si ustedes fueran
sus amos. Al contrario, sírvanle de ejemplo.
Hay autoridad en la Iglesia, pero es un
modelo principalmente de autoridad “distribuida”, en el que cada uno tiene un
ámbito, una “partecita” de autoridad en la que puede determinar qué se hace (por
supuesto, siempre en función de la guía del Espíritu), pero fuertemente en las
iglesias imperiales es quitada la propia autoridad.
“cada uno de ustedes podrá comer de su viña y
de su higuera” es una promesa del reino mesiánico, Miqueas la utiliza tiempo
después, probablemente haya sido un dicho popular, una frase muy cercana al
corazón de la gente que resumía un estado de paz y abundancia, de unidad
familiar, pertenencia territorial y más. Probablemente para ese entonces el
Espíritu Santo ya estuviera “formando” en la mentalidad de Israel este concepto
de “comer de la propia viña y la propia higuera”, que luego aplicaría al Reino
Venidero. Hábilmente el emisario del Imperio captura esta frase “del corazón” y
la aplica en sus propósitos. Pero esa promesa nunca es completamente cierta de
boca del Imperio, puede cumplirse a veces, parcialmente, según las situaciones,
pero deje usted e pagar sus impuestos durante unos cuantos años y se va a
enterar de quién es el VERDADERO DUEÑO terrenal de todas sus propiedades…
“y los lleve a una tierra como la de ustedes”
El destierro era una práctica muy común entonces, ya que la gente estaba muy
arraigada a su tierra y a sus dioses (que también eran dioses “del
territorio”). Ser quitado de la propia tierra significaba más para ellos de lo
que significa para nosotros, en un mundo mucho más “internacionalizado”.
Resumiendo podemos decir que ir a una tierra extranjera, por más maravillosa
que fuera (y nunca lo era…) implicaba un largo tiempo de adaptación, un período
de vulnerabilidad en el cual nadie podía organizar una revuelta armada.
Las “iglesias imperiales” son “vastos
territorios” nuevos para muchos, con muchas luces de colores y atracciones,
pero también con zonas inexploradas, mucha gente desconocida (y que lo seguirá
siendo siempre) y por lo tanto, un territorio “nuevo” (siempre “nuevo”, por su
propia dinámica siempre hay algo que está cambiando y que implica
vulnerabilidad en la gente que necesita adaptarse a ello). Necesariamente los
nuevos son dóciles allí.
“Que no los engañe Ezequías”, esto es, se
desautoriza el liderazgo de la nación, en este caso puesto por Dios y que
además estaba tratando de cumplir con los principios divinos. Otra de las
amarras que debe cortar el discurso imperial es la que une a la gente con las
autoridades genuinas.
A nivel nacional es claro; ahora no lo hacen
de manera directa pero destinan dinero a quienes lo hacen desde adentro.
Incluso las ácidas campañas de desprestigio hacia las autoridades que tenemos
actualmente cumplen la misma función, por más que los que las realizan dicen
estar exactamente en contra del Imperio: cuando se siembra descontento y
crítica sin sentido (hay críticas que sí lo tienen…) sobre “la autoridad”, no
solo se vuelve inevitablemente contra el que lo hace sino que en el fondo
generan una desconfianza que a la postre hace a la gente mirar “hacia afuera”,
¡lo contrario a lo que esas críticas proponen!
En el ámbito eclesial, la sutil y no tan
sutil exaltación de los “grandes líderes” implica una velada y no tan velada
crítica hacia los “pequeños líderes” de “pequeñas iglesias”. Dentro de las
iglesias imperiales, siempre hay una subordinación del liderazgo en la cual los
“pequeños” necesariamente reconocen su falta e incapacidad en relación con el
“grande”.
“Que no les haga Ezequías confiar en el
Señor, al decir: ‘El Señor nos librará; esta ciudad no caerá en manos del rey
de Asiria.’” Es la esencia del mensaje. ¿Puede Dios proveernos lo que
necesitamos? ¿Puede nuestra pequeña iglesia cumplir la voluntad del Señor con
tan pocos recursos? ¿No será que en realidad Dios está respaldando al “grande”
y debemos someternos a él…?
Estos dos futuros, tan opuestos entre sí,
constituyen la imagen dicotómica que todo imperio necesita construir en la
mente de las personas: o se es conquistado y aplastado o se somete uno al
imperio y prospera. Se borra todo futuro alternativo, toda situación
intermedia.
Ahora bien, ¡estos dos futuros posibles no
son falsos! Nunca olvidemos que, en este relato que estamos leyendo, Judá pudo resistir
porque había decidido confiar en Dios y obedecer Su Palabra, tiempo después
Judá decidiría neciamente rebelarse contra Nabucodonosor cuando no había puesto
ni su confianza ni su obediencia en Dios, y el resultado sería muy distinto.
El futuro de prosperidad prometido por el
Imperio es maravilloso, pero no es para muchos. Se parece a los testimonios del
Evangelio de la Prosperidad, aún asumiendo que sean verdaderos, en realidad son
pocos los que lo alcanzan, y si uno rasca un poco probablemente se encuentre
con algunas cosas turbias en el camino al éxito.
Hay un futuro “intermedio”, que no es tan
maravilloso ni espectacular como el prometido por el Imperio, que de todas
formas es inaccesible para casi todos, ni tampoco es tan terrible. Pero aquellos
que ya han sido seducidos con ese futuro ideal difícilmente acepten la promesa
de algo menor, por más que sea verdadera.
¡Cuánto necesitamos que nuestras propias
raíces “imperiales” sean quitadas del corazón! ¿Quién está libre de todas
estructuras de pensamiento? Al final de cuentas, no es nada diferente a cómo se
piensa en el reino de las tinieblas. Pero “un elefante se combe bocado a
bocado”, así que por el poder del Espíritu podemos desenredar uno a uno los
hilos del error.
Danilo Sorti
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