viernes, 30 de marzo de 2018

428. ¿Cómo hace el Imperio que las personas piensen de sí mismas? – III


Isaías 36:12-17 RVC
12 Pero el primer oficial dijo: «¿Y acaso me envió mi señor a decirles esto sólo a ti y a tu señor? ¡No! ¡Me envió también a la gente que está sobre la muralla, y que junto con ustedes pronto van a comerse su propio estiércol y a beberse su propia orina!»
13 Enseguida el primer oficial se puso en pie, y a voz en cuello gritó en la lengua de Judá: «¡Escuchen las palabras del gran rey, el rey de Asiria!
14 Así dice el rey: “Que no los engañe Ezequías, porque no va a poder salvarlos.
15 Que no les haga Ezequías confiar en el Señor, al decir: ‘El Señor nos librará; esta ciudad no caerá en manos del rey de Asiria.’
16 No le hagan caso a Ezequías. El rey de Asiria les dice: ‘Hagan la paz conmigo. Entréguense a mí, y cada uno de ustedes podrá comer de su viña y de su higuera, y beberá también de las aguas de su pozo,
17 hasta que yo venga y los lleve a una tierra como la de ustedes, una tierra en la que abunda el trigo y el vino, el pan y las viñas.

En esta sección podemos ver otra estrategia del discurso de dominación del Imperio, y recordemos que cuando me refiero al “Imperio” aquí estoy hablando en realidad del Espíritu del Imperio, “Nimrod” como lo llamarían algunos, aquel principio que lleva a construir estructuras de dominación conforme los principios del reino de las tinieblas y que alcanzan su máxima expresión en los grandes imperios que han dominado y dominan la humanidad, pero que en realidad se “recrean” en estructuras inferiores, a veces pequeñas, incluso aquellas que tienen un discurso “liberador”. Y ese mismo principio cristaliza hoy en las grandes iglesias “imperiales”, no solo las iglesias tradicionales y oficiales, sino en el formato del Evangelio de la Prosperidad también.

“Imperio” en estos artículos no se refiere únicamente a la potencia mundial de turno, se refiere a todas las estructuras que tienen el mismo espíritu.

La principal herramienta del Imperio es el discurso, aunque su poder material es impresionante, su principal poder está en la palabra, a partir del cual suma poder material. Es decir, por medio de la palabra engaña a las personas, las seduce y las incorpora a su proyecto, así acrecienta su poderío, que luego le sirve para atraer más gente, en un círculo vicioso.

Las estrategias que utiliza para engañar, que estamos viendo en estos artículos, constituyen la “forma” de pensamiento que busca imponer en los pueblos / personas sometidos, pero en realidad es la misma forma de pensamiento que tiene la gente que lo constituye “hacia adentro”, con la diferencia que los de “adentro” disfrutan de más beneficios que los de “afuera”.

Sin embargo sabemos que “dentro” del Imperio no es todo “color de rosa”. Hoy, con el gran desarrollo de las comunicaciones, la publicidad “imperial” siempre está limitada y es posible enterarse de las cosas que no funcionan tan bien como se quiere decir. Especialmente en el Sur sabemos que las promesas del Imperio nunca son tan maravillosas como se quiere decir, y a veces resultan exactamente lo contrario. Pero esto nos introduce en el tema de esta sección del discurso asirio: la construcción de dos futuros cercanos “ideales” y contrapuestos.

El primero es lo que ocurrirá si no acceden a someterse: “junto con ustedes pronto van a comerse su propio estiércol y a beberse su propia orina”. El segundo ocurrirá si se someten: “Hagan la paz conmigo. Entréguense a mí, y cada uno de ustedes podrá comer de su viña y de su higuera, y beberá también de las aguas de su pozo, hasta que yo venga y los lleve a una tierra como la de ustedes, una tierra en la que abunda el trigo y el vino, el pan y las viñas.”

Por cierto que del primero había pocas dudas: era lo que sucedía en un largo asedio. Pero el segundo resultaba un recorte muy intencionado de la realidad, veamos.

“Hagan la paz”, es decir, no estarían más en situación de conflicto permanente, habría “paz”. En el mejor de los casos podría ser la “pax romana”, que por cierto fue el contexto que permitió la rápida extensión del cristianismo por el mundo antiguo, cosa que no hubiera podido ocurrir de otra forma. Hay paz y relativa prosperidad, sí, a cambio de ver los uniformes romanos todos los días por la calle y lamentablemente no creo que el ser humano, la mayoría de las veces, pueda tener otra “forma de paz” que no sea esa… Pero otras tantas veces esa “paz imperial” no es tal, resulta “paz” desde afuera, pero implica actitudes continuas de avasallamiento desde adentro.

Pasa lo mismo en nuestras iglesias “imperiales”: hay paz porque no hay grandes divisiones ni reuniones administrativas o asambleas de líderes que provocaran un terremoto pastoral… precisamente porque no hay ningún liderazgo que pueda hacer frente a la autoridad omnicomprensiva del pastor, y los que hay son títeres, incapaces de liderar nada y puestos a dedo como simples “aplaudidores”, o, en el mejor de los casos, líderes genuinos suficientemente amedrentados como para mantener la boca cerrada. Hay paz, todo funciona relativamente bien, porque nadie puede asomar la cabeza mucho más arriba del suelo, excepto los que se postran ante la estructura de autoridad.

En ese futuro se garantiza la propiedad individual: “de su viña y de su higuera”, aquello que valoran los que todavía no están bajo el Imperio. Desde el punto de vista espiritual podemos hablar del ministerio según los propios dones, de la propia esfera de autoridad que el Espíritu le da a cada uno. Y esta es quizás el área más atacada: en las estructuras eclesiásticas imperiales no hay “autoridad individual” sino que toda es derivada. Por supuesto, la autoridad en la Iglesia es derivada del Señor, ¡pero no de los “señores” que se erigen como amos!

Gálatas 5:13 RVC
13 Hermanos, ustedes han sido llamados a la libertad, sólo que no usen la libertad como pretexto para pecar; más bien, sírvanse los unos a los otros por amor.

Efesios 5:21 RVC
21 Cultiven entre ustedes la mutua sumisión, en el temor de Dios.

1 Pedro 5:2-3 RVC
2 Cuiden de la grey de Dios, que está bajo su cuidado. Pero háganlo de manera voluntaria y con el deseo de servir, y no por obligación ni por el mero afán de lucro.
3 No traten a la grey como si ustedes fueran sus amos. Al contrario, sírvanle de ejemplo.

Hay autoridad en la Iglesia, pero es un modelo principalmente de autoridad “distribuida”, en el que cada uno tiene un ámbito, una “partecita” de autoridad en la que puede determinar qué se hace (por supuesto, siempre en función de la guía del Espíritu), pero fuertemente en las iglesias imperiales es quitada la propia autoridad.

“cada uno de ustedes podrá comer de su viña y de su higuera” es una promesa del reino mesiánico, Miqueas la utiliza tiempo después, probablemente haya sido un dicho popular, una frase muy cercana al corazón de la gente que resumía un estado de paz y abundancia, de unidad familiar, pertenencia territorial y más. Probablemente para ese entonces el Espíritu Santo ya estuviera “formando” en la mentalidad de Israel este concepto de “comer de la propia viña y la propia higuera”, que luego aplicaría al Reino Venidero. Hábilmente el emisario del Imperio captura esta frase “del corazón” y la aplica en sus propósitos. Pero esa promesa nunca es completamente cierta de boca del Imperio, puede cumplirse a veces, parcialmente, según las situaciones, pero deje usted e pagar sus impuestos durante unos cuantos años y se va a enterar de quién es el VERDADERO DUEÑO terrenal de todas sus propiedades…

“y los lleve a una tierra como la de ustedes” El destierro era una práctica muy común entonces, ya que la gente estaba muy arraigada a su tierra y a sus dioses (que también eran dioses “del territorio”). Ser quitado de la propia tierra significaba más para ellos de lo que significa para nosotros, en un mundo mucho más “internacionalizado”. Resumiendo podemos decir que ir a una tierra extranjera, por más maravillosa que fuera (y nunca lo era…) implicaba un largo tiempo de adaptación, un período de vulnerabilidad en el cual nadie podía organizar una revuelta armada.

Las “iglesias imperiales” son “vastos territorios” nuevos para muchos, con muchas luces de colores y atracciones, pero también con zonas inexploradas, mucha gente desconocida (y que lo seguirá siendo siempre) y por lo tanto, un territorio “nuevo” (siempre “nuevo”, por su propia dinámica siempre hay algo que está cambiando y que implica vulnerabilidad en la gente que necesita adaptarse a ello). Necesariamente los nuevos son dóciles allí.

“Que no los engañe Ezequías”, esto es, se desautoriza el liderazgo de la nación, en este caso puesto por Dios y que además estaba tratando de cumplir con los principios divinos. Otra de las amarras que debe cortar el discurso imperial es la que une a la gente con las autoridades genuinas.

A nivel nacional es claro; ahora no lo hacen de manera directa pero destinan dinero a quienes lo hacen desde adentro. Incluso las ácidas campañas de desprestigio hacia las autoridades que tenemos actualmente cumplen la misma función, por más que los que las realizan dicen estar exactamente en contra del Imperio: cuando se siembra descontento y crítica sin sentido (hay críticas que sí lo tienen…) sobre “la autoridad”, no solo se vuelve inevitablemente contra el que lo hace sino que en el fondo generan una desconfianza que a la postre hace a la gente mirar “hacia afuera”, ¡lo contrario a lo que esas críticas proponen!

En el ámbito eclesial, la sutil y no tan sutil exaltación de los “grandes líderes” implica una velada y no tan velada crítica hacia los “pequeños líderes” de “pequeñas iglesias”. Dentro de las iglesias imperiales, siempre hay una subordinación del liderazgo en la cual los “pequeños” necesariamente reconocen su falta e incapacidad en relación con el “grande”.

“Que no les haga Ezequías confiar en el Señor, al decir: ‘El Señor nos librará; esta ciudad no caerá en manos del rey de Asiria.’” Es la esencia del mensaje. ¿Puede Dios proveernos lo que necesitamos? ¿Puede nuestra pequeña iglesia cumplir la voluntad del Señor con tan pocos recursos? ¿No será que en realidad Dios está respaldando al “grande” y debemos someternos a él…?

Estos dos futuros, tan opuestos entre sí, constituyen la imagen dicotómica que todo imperio necesita construir en la mente de las personas: o se es conquistado y aplastado o se somete uno al imperio y prospera. Se borra todo futuro alternativo, toda situación intermedia.

Ahora bien, ¡estos dos futuros posibles no son falsos! Nunca olvidemos que, en este relato que estamos leyendo, Judá pudo resistir porque había decidido confiar en Dios y obedecer Su Palabra, tiempo después Judá decidiría neciamente rebelarse contra Nabucodonosor cuando no había puesto ni su confianza ni su obediencia en Dios, y el resultado sería muy distinto.

El futuro de prosperidad prometido por el Imperio es maravilloso, pero no es para muchos. Se parece a los testimonios del Evangelio de la Prosperidad, aún asumiendo que sean verdaderos, en realidad son pocos los que lo alcanzan, y si uno rasca un poco probablemente se encuentre con algunas cosas turbias en el camino al éxito.

Hay un futuro “intermedio”, que no es tan maravilloso ni espectacular como el prometido por el Imperio, que de todas formas es inaccesible para casi todos, ni tampoco es tan terrible. Pero aquellos que ya han sido seducidos con ese futuro ideal difícilmente acepten la promesa de algo menor, por más que sea verdadera.

¡Cuánto necesitamos que nuestras propias raíces “imperiales” sean quitadas del corazón! ¿Quién está libre de todas estructuras de pensamiento? Al final de cuentas, no es nada diferente a cómo se piensa en el reino de las tinieblas. Pero “un elefante se combe bocado a bocado”, así que por el poder del Espíritu podemos desenredar uno a uno los hilos del error.


Danilo Sorti




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