domingo, 3 de septiembre de 2017

188. El programa de gobierno de Saúl

1 Samuel 22:6-8 RVC
6 Saúl estaba descansando en una colina de Gabaa, a la sombra de un tamarisco, cuando tuvo noticias de David y de quienes lo acompañaban. Saúl tenía su lanza en la mano, y sus sirvientes estaban a su alrededor.
7 Entonces les dijo: «Ustedes, benjaminitas, escúchenme bien: ¿Acaso el hijo de Yesé les ha dado tierras de labranza, o viñas, o los ha nombrado comandantes y capitanes de su ejército?
8 ¿Por qué han conspirado contra mí? ¿Por qué nadie me ha dicho que mi hijo Jonatán se ha aliado con el hijo de Yesé? ¡Ustedes no me tienen compasión! ¡Han dejado que mi hijo ponga en contra mía a mi siervo David, y ahora él me anda espiando!»


Muchas veces leemos las historias de los reyes del Antiguo Testamento mirando únicamente las realidades espirituales en relación con la idolatría o la confianza en el verdadero Dios. Y esto es cierto, pero también había una dimensión “política” que no era menos espiritual.

Cómo gobernaba, cómo administraba justicia, quiénes ascendían políticamente en su reino, cómo se hacía carrera en él, qué pasaba con los impuestos, qué obras públicas se hacían… había muchas decisiones políticas, en esencia, no muy diferentes a las que hoy se tienen que tomar. Cada rey tenía su propia “política”, su propia línea. Y Saúl no fue una excepción. Aunque sería muy largo hablar sobre todo su reinado, hay algunos indicios muy interesantes en estos versículos.

Del resto de la historia sabemos que Saúl tenía una especial debilidad por quedar bien con la gente, o dicho de otra manera, miedo a la gente, a que le retiraran su apoyo, a lo que dijeran de él. Esto coincide con la visión de prácticamente todos los políticos: mientras en su intimidad no quieren saber nada con “la chusma”, especialmente en época de elecciones hacen todo lo posible para dejar “al vecino” contento, y en general, siempre van a tratar de darle la razón al vecino aún a costa de los propios agentes estatales. La preocupación por la gente puede parecer “muy democrática” pero no deja de ser egoísmo y temor disfrazado.

Lo vemos a Saúl rodeado de sus sirvientes. No está “mal” la imagen, se supone que un líder debe estar con sus liderados, aunque si lo comparamos con David, mientras el primero estaba rodeado de “sirvientes”, el segundo solía estar rodeado de sus “valientes”. Aunque a la distancia se viera más o menos lo mismo, la diferencia era abismal: los “sirvientes” son personajes secundarios y subordinados en la historia; los “valientes” son meritorios por sí mismos, y aún más, son los cobardes y afligidos de Adulam que fueron transformados en valientes y aguerridos. Es fácil sobresalir entre “sirvientes”, no tiene nada de fácil liderar a “valientes”. Viendo la calidad de gente que rodea al líder, tanto a nivel espiritual como social y político, sabemos el tipo de liderazgo.

“Saúl tenía la lanza en la mano” puede ser anecdótico, o puede ser simbólico: él está en actitud desafiante, amenazante (de hecho, era el más alto también); muy rápido para la violencia, veloz para responder, demoledor con sus palabras. ¿No nos recuerda todo esto a un estilo de conducción política…? Y espiritual también, a veces.

“Ustedes, benjaminitas, escúchenme bien: ¿Acaso el hijo de Yesé les ha dado tierras de labranza, o viñas, o los ha nombrado comandantes y capitanes de su ejército?” Aquí hay algo muy contrastante con el versículo anterior: los que son nombrados “sirvientes” son nada menos que los altos funcionarios militares de la nación. Es decir, toda la estructura política estaba altamente subordinada y sujeta a un liderazgo autoritario.

Además, notemos que Saúl dijo que les “había dado”, ¡pero desde un principio Dios repartió de manera equitativa la tierra entre todo su pueblo! Evidentemente, había quitado arbitrariamente a algunos para darles a sus amigos y parientes, y digo claramente amigos y parientes porque eran todos benjaminitas los que estaban allí, ¡pero en Israel había 12 tribus, no una! Saúl había sido muy generoso al repartir recursos… sólo para sus amigos, para aquellos que sabía que lo apoyarían. Al resto del pueblo lo había o descuidado u oprimido (de esos fueron precisamente los que se juntaron con David en Adulam) ¿No se parece acaso a un modelo de gobierno que ha sido común en nuestros países…? Bien diría el sabio tiempo después:

Eclesiastés 1:9 RVC
9 ¿Qué es lo que antes fue? ¡Lo mismo que habrá de ser! ¿Qué es lo que ha sido hecho? ¡Lo mismo que habrá de hacerse! ¡Y no hay nada nuevo bajo el sol!

Notemos que no se dice de esta gente que haya ganado algo o que lo haya merecido por sus méritos, sino simplemente que Saúl “se lo dio”. De nuevo la imagen “monárquica absolutista”, como vez tras vez los líderes de nuestros países (bueno, de todo el mundo en realidad…) pretenden ser amparados en un sistema que ellos llaman “democrático”.

“¿Por qué han conspirado contra mí? ¿Por qué nadie me ha dicho que mi hijo Jonatán se ha aliado con el hijo de Yesé? ¡Ustedes no me tienen compasión! ¡Han dejado que mi hijo ponga en contra mía a mi siervo David, y ahora él me anda espiando!” Típica manía persecutoria del final de un régimen: “todos están en contra mía”, “el enemigo está afuera”, “todos nuestros males vienen de él”. De nuevo, “nada nuevo” bajo el sol.

Sabemos el ignominioso fin de Saúl. Este rey representa un “estilo” político que vez tras vez resurge, “como si fuera nuevo”, y una nueva generación, que no sabe de historia y mucho menos de la Palabra de Dios, lo acepta como del Cielo mismo. De paso digamos que, luego de varios cambios de gobierno y de línea política que hemos tenido en nuestro país, consistentemente la materia Historia sigue ocupando muy pocas horas en los planes de estudio, ¡en eso todos los partidos políticos están de acuerdo, a ninguno le conviene que la gente “sepa leer” historia!

David representa no solo un espíritu muy distinto, sino también una línea política distinta. ¡Pero cuidado! Dios no firma cheques en blanco, y aunque luego de David Dios pudo decir:

Hechos 13:22 RVC
22 Cuando Dios le quitó el trono a Saúl, puso como rey a David, de quien dijo: “Me agrada David, el hijo de Yesé, porque sé que él cumplirá los planes que yo tengo.”

Y recibió las promesas del Reino Futuro, el Reino Milenial, y de su descendencia vino el Mesías, y no hay nadie en la Biblia, excepto Jesús mismo, de quién se hable más, aún así cuando tuvo que juzgarlo por sus pecados lo hizo muy duramente. Con esto quiero decir que SÍ ES VERDAD que Dios prefiere a determinado político en vez de otro (excepto cuando permite que suba el peor para castigar a una nación, lo cual también es frecuente…), pero eso no significa que todo lo que haga o diga sea de Él ni que merezca la “devoción acrítica” del pueblo (tal como suele ocurrir entre las iglesias norteamericanas) ni mucho menos.

Podemos ver ahora que cada uno de los reyes del Antiguo Testamento representan distintos programas de gobierno en distintos contextos y sostenidos por distintas realidades espirituales. El Espíritu ya nos había dejado de antemano esa información para que hoy ningún político nos engañara con “la nueva plataforma” o “el nuevo proyecto”. En las páginas bíblicas están los principios que necesitamos y a través de los profetas Dios actualiza la información al día de hoy, ¡prestémosle atención! ¡Señor, ayúdanos a entender!


Danilo Sorti




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