sábado, 30 de septiembre de 2017

261. Los siete pecados capitales (que eran ocho): aquello que entendió la iglesia primitiva

1 Juan 5:16-18 RVC
16 Si alguno ve que su hermano está cometiendo un pecado, que no sea de muerte, debe pedir por él, y Dios le dará vida. Esto vale para los que cometen un pecado que no sea de muerte. Hay pecados de muerte, y yo no digo que se pida por ellos.
17 Toda injusticia es pecado, pero hay pecado que no es de muerte.
18 Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios lo protege, y el maligno no lo toca.

Si buscamos las palabras: “pecado”, “pecados”, “pecador” y “pecadores” en la traducción Reina Valera 1960, aparecen un total de 594 veces; si le agregamos las otras expresiones que se refieren directa o indirectamente a los mismo tenemos mucho más. Si la realidad del pecado es tan clara y tan presente en la Revelación Escrita, ¿por qué es tan poco predicada en las iglesias hoy día? Bueno, creo que no es necesario responder algo tan obvio…

Esta pérdida de enfoque hacia qué es lo verdaderamente importante en la vida espiritual ha dado al cristiano y a la Iglesia en general un andar errático. En tiempos modernos eso se ha “perfeccionado” sobremanera con el surgimiento de programas integrales en las iglesias, que son tan amados y alabados por los líderes, pero que en el fondo son sostenidos por principios muchas veces erróneos, que no se enfocan en lo principal, o por lo menos no lo hacen de manera completa o consistente, pero que, fundamentalmente, al cambiar periódicamente van generando una confusión programada. Bueno, no siempre hay tales programas, a veces es mucho más sencillo: simple y puro desvío y cambio de camino constante, nada más.

La iglesia primitiva pretendió también tener una visión comprehensiva de lo que era una de sus principales preocupaciones: EL PECADO, porque ellos todavía mantenían una visión clara de la revelación. De allí surge la necesidad de indagar sobre los “pecados capitales”, las raíces de todos los pecados, porque si bien la Biblia habla mucho sobre el tema, no tenemos “la lista definitiva” de pecados. Ese sólo hecho debería darnos una señal de alerta, es decir, deberíamos ser cuidadosos antes de armar una lista de pecados mencionados de acuerdo al entendimiento que se tiene de ellos en un momento dado y considerar que eso solo “cierra” el asunto. Pero por otro lado, no es sabio desechar todo el esfuerzo de nuestros hermanos de la antigüedad que pretendieron dejarnos algunas herramientas para que pudiéramos avanzar más rápidamente en la vida cristiana.

Veamos un poco de historia (estoy resumiendo del artículo “pecados capitales” de Wikipedia):

Cipriano de Cartago (200 – 258) escribió acerca de ocho pecados principales, posteriormente, Evagrio Póntico (345 – 399) “escribió en griego Sobre los ocho vicios malvados, una lista de ocho vicios o pasiones malvadas (logismoi en griego) fuentes de toda palabra, pensamiento o acto impropio, contra los que sus compañeros monjes debían guardarse en especial”. En el siglo V, Juan Casiano (360 – 435) actualizó y difundió la lista. Columbano de Lexehuil (540 – 615) y alcuino de York (735 – 804) continuaron la idea de los ocho pecados capitales.

La lista, según la expuso Juan Casiano, era:

·         Gula y ebriedad
·         Avaricia
·         Lujuria
·         Vanagloria
·         Ira
·         Pereza
·         Soberbia
·         Tristeza

En el siglo VI el papa Gregorio Magno (540 – 604) revisó la lista y confeccionó la suya reduciendo los pecados a siete (consideró que la tristeza era una forma de pereza). Buenaventura de Fidanza (1218 – 1274) enumeró los mismos Tomás de Aquino cambió el orden, en la forma que ha ganado más difusión:

·         Soberbia
·         Avaricia
·         Glotonería
·         Lujuria
·         Pereza
·         Envidia
·         Ira

Hasta aquí la historia.

Como este concepto de “pecado capital” ha sido fuertemente tomado por la iglesia tradicional, las iglesias de la Reforma no le dieron mucha relevancia. Sin embargo, hoy, con una perspectiva diferente, podemos entender que en realidad esta lista de pecados no es “católica” sino más bien el fruto de la iglesia primitiva, que luego fue tomado por la en ese entonces naciente iglesia católica.

Aunque en el fondo “EL” pecado consiste en no amar a Dios, y a partir de ese surge la rebelión y se desprenden luego todos los pecados imaginables e inimaginables, repito, no deberíamos desestimar esta conceptualización, de alguna manera está resumiendo las manifestaciones externas básicas del pecado en el ser humano, y a los sendos espíritus que los alientan.

Es interesante notar como la lista original fue luego corrompida al quitar la “tristeza”, invisibilizando de esta manera las motivaciones más internas de los pecados “externos” y obstaculizando durante siglos el camino hacia la santificación.

Hoy podemos decir que son “capitales” precisamente porque están en la raíz de todo hecho, pensamiento o deseo pecaminoso; son alimentados por la rebelión original que en esencia implicó NO AMAR a Dios y pretenden dar “solución” a las consecuencias del pecado: temor, vergüenza y culpa. Algunos podrían decir que están encarnados en los “ocho demonios asignados” para controlar a cada persona (según como algunos han planteado), porque el poder legal de Satanás se basa en que los humanos cometamos injusticia, es decir, pecado, por lo que solo puede controlarnos y profundizar en ese control en la medida que profundicemos nuestro pecado.

La obra de Cristo NO ELIMINÓ la necesidad de vivir una vida santa, sino más bien nos dio la herramienta definitiva para lograrlo, solucionando el problema de nuestra original “falta de amor” con la mayor expresión posible de amor en el universo; eso fue lo que satisfizo la justicia divina y pagó toda nuestra deuda.

Llevar esa santidad a la práctica ha sido un problema para todos los cristianos, sólo puede hacerse con el poder del Espíritu Santo (¡quién es, precisamente, “SANTO”!) pero NO sin nuestra voluntad consciente:

Colosenses 3:5-6 RVC
5 Por lo tanto, hagan morir en ustedes todo lo que sea terrenal: inmoralidad sexual, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia. Eso es idolatría.
6 Por cosas como éstas les sobreviene la ira de Dios a los desobedientes.

Ahora bien, ¿cómo podemos conscientemente HACER MORIR aquello que no conocemos que TIENE QUE MORIR? Es difícil, yo no estoy diciendo que el Espíritu no pueda actuar si no soy plenamente consciente de mis pecados, sino que en ese caso Su obra será más difícil porque yo no estaré colaborando mucho (más bien, casi nada…).

Satanás puede llegar a tolerar que unos cuantos sean salvos, pero va a intentar que sean totalmente inefectivos en la extensión del Reino de los Cielos, por lo que tratará de mantenerlos cargados de pecados para que el Amado no pueda obrar a través de ellos. De esta forma los cristianos no solamente no alcanzarán el “mandato original” de Dios para todo ser humano: ser feliz conforme a la verdadera felicidad que viene de la unión con el Trino Dios, sino que además evitarán que algún inconverso se acerque siquiera a “ese nido de ratas llamado iglesia” en el que muchas congregaciones se han convertido.

Así que, llegamos al punto de reconocer que debemos tener algún “programa” o “lista” o algo por el estilo que nos permite identificar la raíz de todo pecado y colaborar activamente con el Espíritu Santo a la vez que rechazamos efectivamente las insinuaciones de los emisarios de las tinieblas. Y la lista de los ocho pecados, convenientemente actualizada, puede resultar una herramienta interesante, aunque en este siglo no sea popular hablar sobre ellos.

·         ORGULLO, SOBERBIA: tener un concepto más alto de sí que el correcto, y por lo tanto pretender ocupar un lugar o tomar decisiones que no nos corresponden, o decidir sobre cuestiones futuras aparte de las leyes divinas. Es el pecado que identifica al mismo Satanás, se ve en el Edén cuando el hombre “decide” que no le iba a pasar nada serio por comer del fruto prohibido. Responde al temor enfrentando irracionalmente su objeto de miedo, a la vergüenza reafirmando su posición, a la culpa anulando los cargos. Podría considerarse igual a la VANAGLORIA.

·         AVARICIA, AFÁN POR POSEER: deposita en algo, material o no, la seguridad que solo puede venir de Dios, y por lo tanto necesita poseer en manera desmedida el objeto de su seguridad. Se ve en Edén al desear tener todo el conocimiento, que no le correspondía al hombre (al menos no de esa forma y en ese momento). Responde al temor conjurándolo con el objeto de su posesión, a la vergüenza tapando lo vergonzoso con cosas, a la culpa acumulando para pagar su expiación.

·         LUJURIA, PASIONES DESORDENADAS: parecida a la avaricia, deposita su felicidad en experiencias de satisfacción sin límites y sin orden de deseos naturales que, en su medida y orden correcto, son buenos. La vemos en Edén en la lujuria por comer un fruto que se les antojó apetitoso. Responde al temor con el olvido: disfruta lo más posible hoy para estar lo suficientemente aturdido y no acordarse de lo que tendrá que enfrentar mañana; a la vergüenza también con el olvido: ¡se olvida de que existe!, y establece un nuevo estándar de moralidad al “redoblar la apuesta”; a la culpa con lo mismo, olvido y “redoblando” la apuesta, si comete algo en exceso ya se vuelve normal y desaparece la culpa.

·         GULA, APETITO VORAZ: deposita su felicidad en la “incorporación” a uno mismo sin límites, se expresa en el deseo de comer sin medida y es parecido a la lujuria, solo que en este caso lo que se come termina “formando parte” de uno. Tiene que ver con algo legítimo y necesario pero exagerado. Responde al temor con el almacenamiento interno: genero una “protección” de grasa para el tiempo malo, como los animales que se preparar para hibernar. Responde a la vergüenza tapándola con “capas” de yo y a la culpa de la misma manera, ahogándola en comida y bebida.

·         ENVIDIA, DESEO DE POSEER LO QUE TIENE EL OTRO: en este caso el problema no es “algo” sino “alguien”, el “otro”; cuando se ve al “otro” feliz (o supuestamente feliz) se desean dos cosas: poseer lo que tiene porque eso es la “garantía de felicidad” y destruir al que está “feliz” para que mi infelicidad no quede en evidencia. En Edén lo vemos cuando el hombre envidia la posición de Dios, aunque en realidad esa “posición” era un recorte artificial hecho por la misma Serpiente. Responde al temor destruyendo a quien tiene el objeto que lo conjura, para poseerlo; a la vergüenza eliminando al que “me pone en evidencia” para poseer aquello que lo libra a él de su vergüenza, a la culpa eliminando al que me acusa con su propia justicia.

·         IRA, ENOJO: tan propio del mundo actual y especialmente de muchas líneas políticas; es el deseo de destruir al enemigo cuando porque ya no hay otra forma de solución posible; en el fondo implica considerar la perversión absoluta del objeto de mi ira, quien además me ha infligido un daño enorme, desproporcionado. Aparece en Edén en la forma de un enojo encubierto contra ese “Dios arbitrario” que les había prohibido el maravilloso placer de comer un fruto en particular. Responde al temor con un estado de alerta extremo para atacar lo que sea necesario apenas se asome, de tal forma que no llegue a producir el daño supuesto; a la vergüenza pretendiendo eliminar al que nos descubre desnudos; a la culpa ejecutando justicia sobre otro de tal forma que mi propia culpa quede cubierta.

·         PEREZA, INCAPACIDAD PARA EL SUFRIMIENTO Y EL ESFUERZO: en el fondo la pereza pretende evitar todo tipo de sufrimiento provocado por cualquier esfuerzo, por lo que simplemente “deja que las cosas ocurran”, sin intervenir sobre ellas. Se justifica a sí misma diciendo que “de todas formas no podría lograr nada”. La vemos en Edén cuando Adán simplemente hace lo que le dice su mujer, sin cuestionarlo ni corregirlo, y en Eva cuando se deja llevar por la sugerencia de la serpiente sin buscar el consejo de su esposo. Responde al temor “no entrometiéndose”, es decir, no agita las aguas para que los poderes del mal no se enojen y le causen daño; a la vergüenza no exponiéndose en situaciones que podrían mostrar sus falencias; a la culpa procurando “no hacer nada” para no llegar a hacer “nada malo”.

·         TRISTEZA, INCAPACIDAD DE RECIBIR CONSUELO: “me hirieron y permanezco herido”, quizás muy parecida al orgullo, pero hacia adentro. Claramente se enfoca en el mundo interior y tiene que ver principalmente con la actitud hacia uno mismo, pero en esencia es la incapacidad de recibir el consuelo que proviene del Padre (ya que los traumas y conflictos son inevitables), implica desesperanza, que es lo mismo, o sea, falta de esperanza en la bondad de Dios expresada a través del mundo “natural”. La vemos en Edén en la conclusión “y yo comí”, es decir, no hay expresión de arrepentimiento ni pedido de misericordia porque ya se considera condenado. Responde al temor anticipándose al daño final y definitivo, de tal forma que cuando este llegue, “no duela tanto”; a la vergüenza reconociendo en su interior que es así, para que cuando sea expuesto, tampoco “duela tanto”; a la culpa asumiéndola y manteniéndola sobre sí, para que el Juez tenga misericordia al ver cuánto ya se ha castigado a sí mismo.


Bueno, debo reconocer que este artículo no fue fácil de escribir. El que esté sin pecado, que tire la primera piedra… pero el que tenga pecado, que se acerque confiadamente al Salvador Resucitado sentado a la derecha del Juez, que ha ganado el poder para limpiarnos de toda maldad a través del Bendito Espíritu.


Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario