sábado, 30 de septiembre de 2017

254. Antes de caer en la amargura y la incredulidad

Salmos 77:7-14 DHH
7 ¿Acaso va a estar siempre enojado el Señor?
¿No volverá a tratarnos con bondad?
8 ¿Acaso su amor se ha terminado?
¿Se ha acabado su promesa para siempre?
9 ¿Acaso se ha olvidado Dios de su bondad?
¿Está tan enojado, que ya no tiene compasión?
10 Lo que más me duele es pensar
que el Altísimo ya no es el mismo con nosotros.
11 Recordaré las maravillas
que hizo el Señor en otros tiempos;
12 pensaré en todo lo que ha hecho.
13 Oh Dios, tú eres santo en tus acciones;
¿qué dios hay tan grande como tú?
14 ¡Tú eres el Dios que hace maravillas!
¡Diste a conocer tu poder a las naciones!


La raíz de la incredulidad, y en el fondo, la raíz del así llamado “ateísmo” no es más que el enojo y frustración ante un “Dios” que nos ha “abandonado”. Es tan claro cuando uno habla o lee los materiales “ateos”, generalmente sin argumentos objetivos y debatibles, pero aún cuando los hay, se infiltra por todos lados el enojo y el resentimiento.

Nadie está libre de eso, en uno de mis artículos titulado: ¿Por qué se pasan al “otro bando” los pastores y cantantes cristianos? La necesidad de “resultados” y “multitudes”, describo algo relacionado con este tema; cuando desobedecemos a Dios, no tenemos fe, o simplemente estamos bajo un trato o disciplina del Señor, fácilmente podemos desanimarnos y en vez de buscar con más profundidad y humildad al Señor, clamando y esperando a que nos hable, nos rebelamos y caemos en la desesperanza (que es en realidad lo mismo), fácilmente nos enojamos contra ese “Dios injusto”, y a partir de ahí empezamos a construir (con la infaltable “ayuda” de los espíritus malignos) los argumentos racionales que nos explican que en realidad estuvimos engañados, creyendo en una mentira, que nunca Dios realmente se interesó por las personas, o mejor aún, que no existe tal Dios, que es un cruel invento para engañar a los ingenuos y cosas por el estilo.

No todos llegan al punto de negar a Dios pero fácilmente muchos se quedan empantanados en las cenagosas y hediondas aguas de la duda y el rechazo, queriendo y no queriendo alcanzar ese Dios del que no están seguros si realmente los ama.

Nada nuevo bajo el sol…

El salmista enfrentó una situación similar, y fue muy sincero: no se justificó, no disimuló, no intentó ocultar nada (de los hermanos, ¿cómo habría de hacerlo de Dios?). Y por ello obtuvo la revelación divina: ¿qué hacer en medio del desierto, cuando Dios parece estar tan lejos y tan silencioso? “Recordaré las maravillas que hizo el Señor en otros tiempos” fue la respuesta que el Espíritu Santo le dio al salmista; “pensaré en todo lo que ha hecho” sigue a continuación.

Dios es el Dios de la historia, si bien es cierto que a Dios lo conocemos por fe ya que vivimos en este mundo oscuro y nuestra visión está nublada, no es menos cierto que Dios nos ha dejado innumerable cantidad de evidencias de Su existencia y Su accionar. Y aquí me quiero detener.

Tanto se ha insistido en la fe, y tan pocas evidencias concretas se presentan de la existencia de Dios que para la mayoría de los cristianos su fe es algo netamente místico o espiritual, sin ningún asidero “material” o histórico. Por eso no tienen argumentos para presentar ante los incrédulos, y por eso, cuando son puestos a prueba, flaquean y se apartan. Ese tipo de predicación, que suena tan “espiritual” es profundamente satánica, una infiltración dentro del Cuerpo de Cristo.

Vuelvo a repetirlo: si su pastor nunca puede ofrecer pruebas materiales, históricas, concretas de la existencia y el obrar de Dios, lo está engañando. ¿Por qué hago esta afirmación tan tajante? Porque la respuesta a las profundas dudas del salmista no son una serie de bonitas disquisiciones filosóficas, sino hechos concretos de la historia:

Salmos 77:15-20 DHH
15 Con tu poder rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
16 Oh Dios,
cuando el mar te vio, tuvo miedo,
y temblaron sus aguas más profundas;
17 las nubes dejaron caer su lluvia,
y hubo truenos en el cielo
y relámpagos por todas partes.
18 Se oían tus truenos en el torbellino;
el mundo se iluminó con tus relámpagos
y la tierra se sacudió con temblores.
19 Te abriste paso por el mar;
atravesaste muchas aguas,
pero nadie encontró tus huellas.
20 Dirigiste a tu pueblo como a un rebaño,
por medio de Moisés y de Aarón.


Para los israelitas, su propia historia era la evidencia más clara de la existencia de Dios; no había otra explicación lógica, no podía pensarse otra razón para que tal pueblo llegara a existir. Aquí no hay misticismo, no hay emocionalismo, no hay argumentos filosóficos, ¡hay hechos concretos!

Todas las personas tienen, si quieren buscar, muchos hechos concretos e históricos que demuestran la existencia de Dios. Es cierto que en todo necesitamos fe, pero es absolutamente falso que Dios nos llame a una fe ciega, sin evidencias, ¡el universo está repleto de evidencias de Dios! Nuestra vida, nuestra historia, la historia de los que conocemos, la Biblia, están repletas de evidencias de la realidad, el amor y el poder de Dios. Allí tenemos que recurrir.

“Recordaré las maravillas” dice el salmista, es decir, vuelvo a traer a memoria lo que aprendí, el testimonio de la historia, no lo pierdo, no lo olvido. “Pensaré en todo lo que ha hecho”, es decir, lo voy a mantener en mi mente, lo voy a analizar, lo voy a escudriñar, no lo voy a dejar pasar así nomás, rápido.

“Oh Dios, tú eres santo en tus acciones”, al recordar lo que Dios hizo debe reconocer que nunca actuó con injusticia, sino con perfecta rectitud, aunque eso implicó muchas veces juzgar y castigar a Su propio pueblo. ¿Es Dios justo? ¿Realmente está actuando bien conmigo en esta circunstancia? Eso no se resuelve, de nuevo, con bonitos razonamientos, se resuelve con hechos históricos: Dios actuó con justicia en el pasado, en todo lo que hizo, y aunque no me guste lo que me está pasando ahora, y no lo pueda entender cabalmente, no puedo menos que reconocer que si Él fue siempre justo, lo sigue siendo.

“¿qué dios hay tan grande como tú?” Aquí viene una instancia muy perturbadora: ¡el salmista está comparando a Dios con los otros dioses de su tiempo! ¿Quién se atrevería a hacer eso? ¿No sería considerado una herejía? Bueno, evidentemente, no. De nuevo, si algo tiene este salmo es su descarnada sinceridad; y en medio de la crisis necesitamos eso. ¿Cuáles son los otros dioses que me están ofreciendo su “ayuda”? ¿El dinero, una ideología política, el curandero, la religión, el mismo Satanás…? Vamos a ponerlo todo sobre la mesa: ¿quiénes son, dónde están, cuáles son sus hechos, qué resultado obtuvieron los que se acercaron a ellos? Hacer esta comparación de manera sincera es muy difícil, pero es necesario enfrentar todas esas voces de una vez por todas, porque sino seguirán dando vueltas en nuestra mente. Y el resultado de esa confrontación es: ¡ningún dios es tan grande como Tú!

“¡Tú eres el Dios que hace maravillas!” Este punto también es importante. Yo sé sin dudas que Dios obra en medio del funcionamiento “natural” del mundo. Es un tema muy interesante pero largo, simplemente diré que en realidad no existe tal cosa como una “ley natural”, un mundo que funcione “independientemente”, por sus “propias leyes”; aunque en un nivel de realidad todo eso sí es cierto, cuando profundizamos nos encontramos con que Dios está por detrás, en medio y por encima de ello, haciendo salir día tras día su sol sobre justos e injustos. Pero bueno, lo cierto es que nos acostumbramos tanto a ver el mundo “normal y natural” que dejamos de reconocer el obrar de Dios en cada pequeña cosa, así que Dios tiene que hacer maravillas, es decir, alteraciones al mundo (que nosotros llamamos) natural para que nos demos cuenta de que Él sigue teniendo poder por encima de la creación. Esto son los milagros, las señales, las maravillas, los prodigios, los sueños, las visiones, las profecías, la manifestación del Espíritu cambiando vidas… Eso también tenemos que recordar, sí, ¡también nosotros, aunque seamos “viejos” en el Evangelio!

“¡Diste a conocer tu poder a las naciones!” Finalmente, Dios es un Dios que se da a conocer, no se queda en lo oculto, en un lugar recóndito, esperando que lo descubran luego de un largo y penoso proceso. Que nosotros seamos duros e incrédulos y que nos cueste encontrarlo no es problema suyo… Dios “está ahí”, esperando que corazones sinceros lo busquen para revelarse en una multitud de formas. ¿Estaremos dispuestos a hacerlo?

Cuando la duda y la incredulidad nos acechan, hay un primer paso que debemos dar, ¡y el Señor se encarga del resto! Pero ese primer paso requiere humildad, la humildad de reconocer lo que nos está pasando y presentárselo tal cual al Señor.

Si el Amado nos ha puesto como guardianes y atalayas de nuestros hermanos, también debemos ser diligentes en proveerles de las pruebas y evidencias concretas de Su realidad, Su obrar y Su amor. Evitemos toda espiritualización, que parece muy santa y muy bíblica, pero que no es más que un engaño satánico. Dios es el Dios de la historia, Dios es Dios de hechos, y como tal debe ser presentado.



Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprima aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario