Salmos 77:7-14 DHH
7 ¿Acaso va a estar siempre enojado el Señor?
¿No volverá a tratarnos con bondad?
8 ¿Acaso su amor se ha terminado?
¿Se ha acabado su promesa para siempre?
9 ¿Acaso se ha olvidado Dios de su bondad?
¿Está tan enojado, que ya no tiene compasión?
10 Lo que más me duele es pensar
que el Altísimo ya no es el mismo con
nosotros.
11 Recordaré las maravillas
que hizo el Señor en otros tiempos;
12 pensaré en todo lo que ha hecho.
13 Oh Dios, tú eres santo en tus acciones;
¿qué dios hay tan grande como tú?
14 ¡Tú eres el Dios que hace maravillas!
¡Diste a conocer tu poder a las naciones!
La raíz de la incredulidad, y en el fondo, la
raíz del así llamado “ateísmo” no es más que el enojo y frustración ante un
“Dios” que nos ha “abandonado”. Es tan claro cuando uno habla o lee los
materiales “ateos”, generalmente sin argumentos objetivos y debatibles, pero
aún cuando los hay, se infiltra por todos lados el enojo y el resentimiento.
Nadie está libre de eso, en uno de mis
artículos titulado: ¿Por qué se pasan al “otro bando” los pastores y cantantes
cristianos? La necesidad de “resultados” y “multitudes”, describo algo
relacionado con este tema; cuando desobedecemos a Dios, no tenemos fe, o
simplemente estamos bajo un trato o disciplina del Señor, fácilmente podemos
desanimarnos y en vez de buscar con más profundidad y humildad al Señor,
clamando y esperando a que nos hable, nos rebelamos y caemos en la desesperanza
(que es en realidad lo mismo), fácilmente nos enojamos contra ese “Dios
injusto”, y a partir de ahí empezamos a construir (con la infaltable “ayuda” de
los espíritus malignos) los argumentos racionales que nos explican que en
realidad estuvimos engañados, creyendo en una mentira, que nunca Dios realmente
se interesó por las personas, o mejor aún, que no existe tal Dios, que es un
cruel invento para engañar a los ingenuos y cosas por el estilo.
No todos llegan al punto de negar a Dios pero
fácilmente muchos se quedan empantanados en las cenagosas y hediondas aguas de
la duda y el rechazo, queriendo y no queriendo alcanzar ese Dios del que no
están seguros si realmente los ama.
Nada nuevo bajo el sol…
El salmista enfrentó una situación similar, y
fue muy sincero: no se justificó, no disimuló, no intentó ocultar nada (de los
hermanos, ¿cómo habría de hacerlo de Dios?). Y por ello obtuvo la revelación
divina: ¿qué hacer en medio del desierto, cuando Dios parece estar tan lejos y
tan silencioso? “Recordaré las maravillas que hizo el Señor en otros tiempos”
fue la respuesta que el Espíritu Santo le dio al salmista; “pensaré en todo lo
que ha hecho” sigue a continuación.
Dios es el Dios de la historia, si bien es
cierto que a Dios lo conocemos por fe ya que vivimos en este mundo oscuro y
nuestra visión está nublada, no es menos cierto que Dios nos ha dejado
innumerable cantidad de evidencias de Su existencia y Su accionar. Y aquí me
quiero detener.
Tanto se ha insistido en la fe, y tan pocas
evidencias concretas se presentan de la existencia de Dios que para la mayoría
de los cristianos su fe es algo netamente místico o espiritual, sin ningún
asidero “material” o histórico. Por eso no tienen argumentos para presentar
ante los incrédulos, y por eso, cuando son puestos a prueba, flaquean y se
apartan. Ese tipo de predicación, que suena tan “espiritual” es profundamente
satánica, una infiltración dentro del Cuerpo de Cristo.
Vuelvo a repetirlo: si su pastor nunca puede
ofrecer pruebas materiales, históricas, concretas de la existencia y el obrar
de Dios, lo está engañando. ¿Por qué hago esta afirmación tan tajante? Porque
la respuesta a las profundas dudas del salmista no son una serie de bonitas
disquisiciones filosóficas, sino hechos concretos de la historia:
Salmos 77:15-20 DHH
15 Con tu poder rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.
16 Oh Dios,
cuando el mar te vio, tuvo miedo,
y temblaron sus aguas más profundas;
17 las nubes dejaron caer su lluvia,
y hubo truenos en el cielo
y relámpagos por todas partes.
18 Se oían tus truenos en el torbellino;
el mundo se iluminó con tus relámpagos
y la tierra se sacudió con temblores.
19 Te abriste paso por el mar;
atravesaste muchas aguas,
pero nadie encontró tus huellas.
20 Dirigiste a tu pueblo como a un rebaño,
por medio de Moisés y de Aarón.
Para los israelitas, su propia historia era
la evidencia más clara de la existencia de Dios; no había otra explicación
lógica, no podía pensarse otra razón para que tal pueblo llegara a existir.
Aquí no hay misticismo, no hay emocionalismo, no hay argumentos filosóficos,
¡hay hechos concretos!
Todas las personas tienen, si quieren buscar,
muchos hechos concretos e históricos que demuestran la existencia de Dios. Es
cierto que en todo necesitamos fe, pero es absolutamente falso que Dios nos
llame a una fe ciega, sin evidencias, ¡el universo está repleto de evidencias
de Dios! Nuestra vida, nuestra historia, la historia de los que conocemos, la
Biblia, están repletas de evidencias de la realidad, el amor y el poder de
Dios. Allí tenemos que recurrir.
“Recordaré las maravillas” dice el salmista,
es decir, vuelvo a traer a memoria lo que aprendí, el testimonio de la historia,
no lo pierdo, no lo olvido. “Pensaré en todo lo que ha hecho”, es decir, lo voy
a mantener en mi mente, lo voy a analizar, lo voy a escudriñar, no lo voy a
dejar pasar así nomás, rápido.
“Oh Dios, tú eres santo en tus acciones”, al
recordar lo que Dios hizo debe reconocer que nunca actuó con injusticia, sino
con perfecta rectitud, aunque eso implicó muchas veces juzgar y castigar a Su
propio pueblo. ¿Es Dios justo? ¿Realmente está actuando bien conmigo en esta
circunstancia? Eso no se resuelve, de nuevo, con bonitos razonamientos, se
resuelve con hechos históricos: Dios actuó con justicia en el pasado, en todo
lo que hizo, y aunque no me guste lo que me está pasando ahora, y no lo pueda
entender cabalmente, no puedo menos que reconocer que si Él fue siempre justo,
lo sigue siendo.
“¿qué dios hay tan grande como tú?” Aquí
viene una instancia muy perturbadora: ¡el salmista está comparando a Dios con
los otros dioses de su tiempo! ¿Quién se atrevería a hacer eso? ¿No sería
considerado una herejía? Bueno, evidentemente, no. De nuevo, si algo tiene este
salmo es su descarnada sinceridad; y en medio de la crisis necesitamos eso.
¿Cuáles son los otros dioses que me están ofreciendo su “ayuda”? ¿El dinero,
una ideología política, el curandero, la religión, el mismo Satanás…? Vamos a
ponerlo todo sobre la mesa: ¿quiénes son, dónde están, cuáles son sus hechos,
qué resultado obtuvieron los que se acercaron a ellos? Hacer esta comparación
de manera sincera es muy difícil, pero es necesario enfrentar todas esas voces
de una vez por todas, porque sino seguirán dando vueltas en nuestra mente. Y el
resultado de esa confrontación es: ¡ningún dios es tan grande como Tú!
“¡Tú eres el Dios que hace maravillas!” Este
punto también es importante. Yo sé sin dudas que Dios obra en medio del
funcionamiento “natural” del mundo. Es un tema muy interesante pero largo,
simplemente diré que en realidad no existe tal cosa como una “ley natural”, un
mundo que funcione “independientemente”, por sus “propias leyes”; aunque en un
nivel de realidad todo eso sí es cierto, cuando profundizamos nos encontramos
con que Dios está por detrás, en medio y por encima de ello, haciendo salir día
tras día su sol sobre justos e injustos. Pero bueno, lo cierto es que nos
acostumbramos tanto a ver el mundo “normal y natural” que dejamos de reconocer
el obrar de Dios en cada pequeña cosa, así que Dios tiene que hacer maravillas,
es decir, alteraciones al mundo (que nosotros llamamos) natural para que nos
demos cuenta de que Él sigue teniendo poder por encima de la creación. Esto son
los milagros, las señales, las maravillas, los prodigios, los sueños, las
visiones, las profecías, la manifestación del Espíritu cambiando vidas… Eso
también tenemos que recordar, sí, ¡también nosotros, aunque seamos “viejos” en
el Evangelio!
“¡Diste a conocer tu poder a las naciones!”
Finalmente, Dios es un Dios que se da a conocer, no se queda en lo oculto, en
un lugar recóndito, esperando que lo descubran luego de un largo y penoso
proceso. Que nosotros seamos duros e incrédulos y que nos cueste encontrarlo no
es problema suyo… Dios “está ahí”, esperando que corazones sinceros lo busquen
para revelarse en una multitud de formas. ¿Estaremos dispuestos a hacerlo?
Cuando la duda y la incredulidad nos acechan,
hay un primer paso que debemos dar, ¡y el Señor se encarga del resto! Pero ese
primer paso requiere humildad, la humildad de reconocer lo que nos está pasando
y presentárselo tal cual al Señor.
Si el Amado nos ha puesto como guardianes y
atalayas de nuestros hermanos, también debemos ser diligentes en proveerles de
las pruebas y evidencias concretas de Su realidad, Su obrar y Su amor. Evitemos
toda espiritualización, que parece muy santa y muy bíblica, pero que no es más
que un engaño satánico. Dios es el Dios de la historia, Dios es Dios de hechos,
y como tal debe ser presentado.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario