sábado, 30 de septiembre de 2017

284. La esperanza y la desesperación de los obreros de la última hora

Mateo 20:1-7 RVC
1 »El reino de los cielos es semejante al dueño de una finca, que salió por la mañana a contratar trabajadores para su viña.
2 Convino con ellos en que les pagaría el salario de un día, y los envió a su viña.
3 Como a las nueve de la mañana, salió y vio en la plaza a otros que estaban desocupados,
4 y les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña, y les pagaré lo que sea justo.” Y ellos fueron.
5 Cerca del mediodía volvió a salir, y lo mismo hizo a las tres de la tarde,
6 y cuando salió cerca de las cinco de la tarde halló a otros que estaban desocupados, y les dijo: “¿Por qué se han pasado todo el día aquí, sin hacer nada?”
7 Le respondieron: “Es que nadie nos ha contratado.” Él les dijo: “Vayan también ustedes a la viña.”


Los discípulos que seguían a Jesús eran unos “recién llegados” en el ministerio, en el contexto en que esta parábola es dicha. Con el correr de los siglos las mismas palabras cobrarían nuevo sentido en relación con los más “jóvenes” en el ministerio y con cada nueva generación. En el final de los estos tiempos, adquiere un significado aún más profundo, porque el tiempo restante para servir en la viña del Señor es cada vez menos.

La parábola sigue unos cuantos versículos más presentando el conflicto entre los obreros de la última hora y los de la primera, pero si la cortamos en el versículo 7 podemos ver algunas cosas interesantes, una de ellas es la fe de estos obreros.

Aparentemente ellos no fueron a la plaza tarde sino que estuvieron allí durante bastante tiempo; “¿Por qué se han pasado todo el día aquí, sin hacer nada?”, les preguntó el dueño de la viña, lo que nos da a entender que en efecto pasaron todo el día esperando. “Es que nadie nos ha contratado.” ¿Y por qué nadie los contrató? No lo sabemos, probablemente no hubieran sido los más fuertes, ni los más agraciados, ni los que supieron promocionarse mejor, a lo mejor eran recién llegados y desconocidos, o por el contrario, eran bien conocidos y no tenían buenas referencias laborales… o a lo mejor simplemente pasaron desapercibidos, mezclados entre la multitud. Sea como sea, atravesaron varias selecciones de personal, a lo largo de 11 horas y quedaron desechados. Hermanos, no sé ustedes, pero si yo hubiera estado allí, lo más probable es que antes de las 8 de la mañana me hubiera vuelto desanimado a mi casa… excepto, quizás, que estuviera absolutamente sin un centavo y necesitara ganar aunque sea unos pocos pesos.

Podemos ver a estos obreros y reconocer su esperanza: permanecieron contra todo pronóstico, hasta la hora en la que ya nadie iba a buscar trabajadores, confiando en que quizás ocurriría un milagro. También podemos intuir su desesperación: aunque fueran unas pocas monedas que ganaran resultaban importantes.

Sea como sea, los obreros de la hora undécima ya podían considerarse “fuera” del mercado laboral para ese día, que estaba terminando. Un día ¿más? para volver a casa con las manos vacías y la frustración de la inutilidad. Pero ellos permanecieron, por fe o por desesperación, o por ambas o por vaya a saber qué, permanecieron. Y porque estuvieron allí pudieron ser llamados cuando el señor de la viña, viendo que el trabajo no se había terminado aún, y que quedaba más por cosechar, fue a buscar más obreros.

Y dicho sea de paso, ¿a quién se le ocurría ir a la penúltima hora a contratar obreros? Bueno, supongamos que no había en ese entonces “pleno empleo”, como no lo hay hoy, y que en efecto siempre quedara gente sin contratar, pero, ¿permanecerían aún hasta las 5 de la tarde? El dueño de la viña también tuvo que tener fe, y quizás un poco de desesperación. Bueno, ¡la fe y la desesperación de ambas partes felizmente se “encontraron”! Los unos pudieron ganar su jornal,  más de lo que esperaban, y el otro pudo completar su cosecha.

Pero esto es una parábola, con elementos muy claros: el Señor de la Viña llamando a los obreros a Su Viña, y recompensando a cada uno por su trabajo. A los primeros oyentes les habría resultado chocante reconocer que la recompensa espiritual de estos recién llegados, aquellos que de todas formas no alcanzarían a trabajar tanto tiempo como ellos, sería equivalente. Inevitablemente lo mismo ha pasado en todas las iglesias genuinas cuando la “nueva generación” se encuentra con la “vieja generación” de ministros. Son los celos que se levantan cuando el Espíritu derrama dones y poder sobre los que no son “religiosos profesionales”… sino gente profundamente entregada a Él. Y nadie está exento de esto.

Pero aquí tenemos también la lucha contra la envidia y el desarrollo de su opuesto: la mansedumbre o humildad. Pero en realidad los obreros de la última hora no eran “recién llegados”, como pudimos suponer más arriba, estuvieron disponibles desde el mismo momento que los primeros contratados, y a lo largo del día cuando fueron contratados los otros. Podemos especular por qué razón no fueron empleados, pero lo cierto es que la Biblia no dice nada al respecto, con lo que nos lleva a concluir que eran como los otros, “uno más”; nada hay en el texto que diga expresamente que fueran diferentes… pero permanecían al margen.

Uno tras otro estaban siendo llamados al trabajo, mientras ellos seguían esperando. El día pasaba y cada vez quedaba menos posibilidad material de trabajar: una vez que el sol se ponía, se acababa todo. ¿Y por qué el Señor no los llamaba? Tampoco se nos dice.

Esta es la realidad de muchos hijos de Dios hoy, que han visto como otros “al lado” de ellos fueron llamados al servicio mientras ellos mismos debían esperar, luchando con el desánimo, la incredulidad, la envidia, la ira. ¿Por qué seguir “permaneciendo” en la posición en la cual pudieran ser llamados por el Señor? Es decir, ¿por qué seguir viviendo en fe y santidad?

La “cantidad” total de trabajo que realizó este último grupo en realidad fue pequeña. Supongamos que en cada momento que salió el dueño de la viña llamó a la misma cantidad de trabajadores, y supongamos que todos trabajaron con la misma rapidez; del total del trabajo realizado, los obreros de la hora undécima habrían hecho solo el 3,2 %. Es probable que los supuestos anteriores no se hayan cumplido y que en realidad su cantidad de trabajo hubiera sido incluso menor.

Pero delante del Dueño de la Viña las cosas se miden distinto: el tiempo “ocioso” que ellos permanecieron, el tiempo en el que “no llevaron fruto” para el trabajo les fue recompensado exactamente de la misma manera que a aquellos que estuvieron trabajando. El tiempo de preparación, que es el tiempo de espera, vale tanto delante de Dios como el tiempo de “servicio”. Y Su recompensa es la misma.

El tiempo de espera en el silencio y “al costado” es el tiempo para desarrollar los frutos del Espíritu, muchas veces ser llamado rápidamente al ministerio no da “tiempo” ni oportunidad para hacerlo, normalmente cuando un hijo de Dios recibe poder y oportunidades de servicio muy pronto, difícilmente desarrolla la motivación para crecer en los frutos. Aquellos que, habiendo recibido dones y autoridad espiritual, también se preocupan por crecer en los frutos, son joyas especiales en el Reino de Dios.

Aquellos que son “detenidos” durante largo tiempo (excepto que sea por graves pecados) están siendo preparados para trabajos más delicados, más específicos. Quizás no muy llamativos ni muy “grandes” a los ojos humanos, pero sí muy importantes a los ojos de Dios. Todos los obreros recibieron la misma paga.

Esto nos lleva a ser cuidadosos tanto en juzgar a otros si es que nos toca a nosotros ser los “obreros de la primer hora” como en juzgarnos a nosotros mismos si somos los obreros de la undécima hora. ¿Qué hago si, teniendo los dones y la capacidad de servir, sigo quedando a un costado? No solo esperar, también prepararme. Puede ser que el ministerio público sea limitado por varias razones, puede haber tiempos en que uno “salga de la escena”, pero SIEMPRE está abierto el canal de comunicación con Dios, siempre está abierta la posibilidad de ministrar al Señor con nuestro amor, nuestros frutos, nuestra fidelidad, sea que estemos encerrados en una celda o que estemos predicando delante de millones.

Puede ser que nos duela en el corazón ver la cosecha que se pierde por falta de trabajadores, pero recordemos que el señor de la viña no llamó de una vez a todos los trabajadores que finalmente empleó. El por qué puede ser largo de charlar, pero lo cierto es que fueron llegando por grupos. No nos toca a nosotros determinar el momento y el ministerio, pero sí nos corresponde estar disponibles, en la “plaza”… Ese lugar en donde vemos que otros son contratados, ese lugar en donde pasa la gente y se burla de los que están esperando, ese lugar en donde simplemente se espera y no hay “nada” que hacer.

Pero Dios también tiene Su estrategia, por la que reserva a algunos de Sus hijos para determinados momentos, estrategia que oculta de Su enemigo. Y a nosotros no se nos da a conocer esa estrategia precisamente para que no la conozca el Enemigo, pero se nos pide fe para confiar en que el General sabe lo que hace, y sabe cuándo movilizar cada segmento de Su ejército.

Hermano, si te ha tocado ser uno de los obreros “de la primera hora”, ¡permanece fiel hasta el final y da gracias por los que se incorporarán a último momento! Si te ha tocado ser uno de los obreros “de la última hora”, ¡permanece fiel hasta el final y da gracias por todos los que han sido llamados antes que vos! La Novia del Cordero, el Templo del Espíritu, la Casa de Dios, no estará completa hasta que el último obrero ponga el último ladrillo… y a lo mejor, la función del último obrero de esta era sea solamente poner el último ladrillo, ¡pero sin él todo nuestro trabajo quedaría inconcluso!


Danilo Sorti




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