Mateo 20:1-7 RVC
1 »El reino de los cielos es semejante al
dueño de una finca, que salió por la mañana a contratar trabajadores para su
viña.
2 Convino con ellos en que les pagaría el
salario de un día, y los envió a su viña.
3 Como a las nueve de la mañana, salió y vio
en la plaza a otros que estaban desocupados,
4 y les dijo: “Vayan también ustedes a mi
viña, y les pagaré lo que sea justo.” Y ellos fueron.
5 Cerca del mediodía volvió a salir, y lo
mismo hizo a las tres de la tarde,
6 y cuando salió cerca de las cinco de la
tarde halló a otros que estaban desocupados, y les dijo: “¿Por qué se han
pasado todo el día aquí, sin hacer nada?”
7 Le respondieron: “Es que nadie nos ha
contratado.” Él les dijo: “Vayan también ustedes a la viña.”
Los discípulos que seguían a Jesús eran unos
“recién llegados” en el ministerio, en el contexto en que esta parábola es
dicha. Con el correr de los siglos las mismas palabras cobrarían nuevo sentido
en relación con los más “jóvenes” en el ministerio y con cada nueva generación.
En el final de los estos tiempos, adquiere un significado aún más profundo,
porque el tiempo restante para servir en la viña del Señor es cada vez menos.
La parábola sigue unos cuantos versículos más
presentando el conflicto entre los obreros de la última hora y los de la
primera, pero si la cortamos en el versículo 7 podemos ver algunas cosas
interesantes, una de ellas es la fe de estos obreros.
Aparentemente ellos no fueron a la plaza
tarde sino que estuvieron allí durante bastante tiempo; “¿Por qué se han pasado
todo el día aquí, sin hacer nada?”, les preguntó el dueño de la viña, lo que
nos da a entender que en efecto pasaron todo el día esperando. “Es que nadie
nos ha contratado.” ¿Y por qué nadie los contrató? No lo sabemos, probablemente
no hubieran sido los más fuertes, ni los más agraciados, ni los que supieron
promocionarse mejor, a lo mejor eran recién llegados y desconocidos, o por el
contrario, eran bien conocidos y no tenían buenas referencias laborales… o a lo
mejor simplemente pasaron desapercibidos, mezclados entre la multitud. Sea como
sea, atravesaron varias selecciones de personal, a lo largo de 11 horas y
quedaron desechados. Hermanos, no sé ustedes, pero si yo hubiera estado allí,
lo más probable es que antes de las 8 de la mañana me hubiera vuelto desanimado
a mi casa… excepto, quizás, que estuviera absolutamente sin un centavo y
necesitara ganar aunque sea unos pocos pesos.
Podemos ver a estos obreros y reconocer su
esperanza: permanecieron contra todo pronóstico, hasta la hora en la que ya
nadie iba a buscar trabajadores, confiando en que quizás ocurriría un milagro.
También podemos intuir su desesperación: aunque fueran unas pocas monedas que
ganaran resultaban importantes.
Sea como sea, los obreros de la hora undécima
ya podían considerarse “fuera” del mercado laboral para ese día, que estaba
terminando. Un día ¿más? para volver a casa con las manos vacías y la
frustración de la inutilidad. Pero ellos permanecieron, por fe o por
desesperación, o por ambas o por vaya a saber qué, permanecieron. Y porque estuvieron
allí pudieron ser llamados cuando el señor de la viña, viendo que el trabajo no
se había terminado aún, y que quedaba más por cosechar, fue a buscar más
obreros.
Y dicho sea de paso, ¿a quién se le ocurría
ir a la penúltima hora a contratar obreros? Bueno, supongamos que no había en
ese entonces “pleno empleo”, como no lo hay hoy, y que en efecto siempre
quedara gente sin contratar, pero, ¿permanecerían aún hasta las 5 de la tarde?
El dueño de la viña también tuvo que tener fe, y quizás un poco de desesperación.
Bueno, ¡la fe y la desesperación de ambas partes felizmente se “encontraron”! Los
unos pudieron ganar su jornal, más de lo
que esperaban, y el otro pudo completar su cosecha.
Pero esto es una parábola, con elementos muy
claros: el Señor de la Viña llamando a los obreros a Su Viña, y recompensando a
cada uno por su trabajo. A los primeros oyentes les habría resultado chocante
reconocer que la recompensa espiritual de estos recién llegados, aquellos que
de todas formas no alcanzarían a trabajar tanto tiempo como ellos, sería
equivalente. Inevitablemente lo mismo ha pasado en todas las iglesias genuinas
cuando la “nueva generación” se encuentra con la “vieja generación” de
ministros. Son los celos que se levantan cuando el Espíritu derrama dones y
poder sobre los que no son “religiosos profesionales”… sino gente profundamente
entregada a Él. Y nadie está exento de esto.
Pero aquí tenemos también la lucha contra la
envidia y el desarrollo de su opuesto: la mansedumbre o humildad. Pero en
realidad los obreros de la última hora no eran “recién llegados”, como pudimos
suponer más arriba, estuvieron disponibles desde el mismo momento que los
primeros contratados, y a lo largo del día cuando fueron contratados los otros.
Podemos especular por qué razón no fueron empleados, pero lo cierto es que la
Biblia no dice nada al respecto, con lo que nos lleva a concluir que eran como
los otros, “uno más”; nada hay en el texto que diga expresamente que fueran
diferentes… pero permanecían al margen.
Uno tras otro estaban siendo llamados al
trabajo, mientras ellos seguían esperando. El día pasaba y cada vez quedaba
menos posibilidad material de trabajar: una vez que el sol se ponía, se acababa
todo. ¿Y por qué el Señor no los llamaba? Tampoco se nos dice.
Esta es la realidad de muchos hijos de Dios
hoy, que han visto como otros “al lado” de ellos fueron llamados al servicio
mientras ellos mismos debían esperar, luchando con el desánimo, la
incredulidad, la envidia, la ira. ¿Por qué seguir “permaneciendo” en la posición
en la cual pudieran ser llamados por el Señor? Es decir, ¿por qué seguir
viviendo en fe y santidad?
La “cantidad” total de trabajo que realizó
este último grupo en realidad fue pequeña. Supongamos que en cada momento que
salió el dueño de la viña llamó a la misma cantidad de trabajadores, y
supongamos que todos trabajaron con la misma rapidez; del total del trabajo
realizado, los obreros de la hora undécima habrían hecho solo el 3,2 %. Es
probable que los supuestos anteriores no se hayan cumplido y que en realidad su
cantidad de trabajo hubiera sido incluso menor.
Pero delante del Dueño de la Viña las cosas
se miden distinto: el tiempo “ocioso” que ellos permanecieron, el tiempo en el
que “no llevaron fruto” para el trabajo les fue recompensado exactamente de la
misma manera que a aquellos que estuvieron trabajando. El tiempo de
preparación, que es el tiempo de espera, vale tanto delante de Dios como el
tiempo de “servicio”. Y Su recompensa es la misma.
El tiempo de espera en el silencio y “al
costado” es el tiempo para desarrollar los frutos del Espíritu, muchas veces
ser llamado rápidamente al ministerio no da “tiempo” ni oportunidad para
hacerlo, normalmente cuando un hijo de Dios recibe poder y oportunidades de servicio
muy pronto, difícilmente desarrolla la motivación para crecer en los frutos.
Aquellos que, habiendo recibido dones y autoridad espiritual, también se
preocupan por crecer en los frutos, son joyas especiales en el Reino de Dios.
Aquellos que son “detenidos” durante largo
tiempo (excepto que sea por graves pecados) están siendo preparados para
trabajos más delicados, más específicos. Quizás no muy llamativos ni muy
“grandes” a los ojos humanos, pero sí muy importantes a los ojos de Dios. Todos
los obreros recibieron la misma paga.
Esto nos lleva a ser cuidadosos tanto en
juzgar a otros si es que nos toca a nosotros ser los “obreros de la primer
hora” como en juzgarnos a nosotros mismos si somos los obreros de la undécima
hora. ¿Qué hago si, teniendo los dones y la capacidad de servir, sigo quedando
a un costado? No solo esperar, también prepararme. Puede ser que el ministerio
público sea limitado por varias razones, puede haber tiempos en que uno “salga
de la escena”, pero SIEMPRE está abierto el canal de comunicación con Dios,
siempre está abierta la posibilidad de ministrar al Señor con nuestro amor,
nuestros frutos, nuestra fidelidad, sea que estemos encerrados en una celda o
que estemos predicando delante de millones.
Puede ser que nos duela en el corazón ver la
cosecha que se pierde por falta de trabajadores, pero recordemos que el señor
de la viña no llamó de una vez a todos los trabajadores que finalmente empleó.
El por qué puede ser largo de charlar, pero lo cierto es que fueron llegando
por grupos. No nos toca a nosotros determinar el momento y el ministerio, pero
sí nos corresponde estar disponibles, en la “plaza”… Ese lugar en donde vemos
que otros son contratados, ese lugar en donde pasa la gente y se burla de los
que están esperando, ese lugar en donde simplemente se espera y no hay “nada”
que hacer.
Pero Dios también tiene Su estrategia, por la
que reserva a algunos de Sus hijos para determinados momentos, estrategia que
oculta de Su enemigo. Y a nosotros no se nos da a conocer esa estrategia
precisamente para que no la conozca el Enemigo, pero se nos pide fe para
confiar en que el General sabe lo que hace, y sabe cuándo movilizar cada
segmento de Su ejército.
Hermano, si te ha tocado ser uno de los
obreros “de la primera hora”, ¡permanece fiel hasta el final y da gracias por
los que se incorporarán a último momento! Si te ha tocado ser uno de los
obreros “de la última hora”, ¡permanece fiel hasta el final y da gracias por
todos los que han sido llamados antes que vos! La Novia del Cordero, el Templo
del Espíritu, la Casa de Dios, no estará completa hasta que el último obrero
ponga el último ladrillo… y a lo mejor, la función del último obrero de esta
era sea solamente poner el último ladrillo, ¡pero sin él todo nuestro trabajo
quedaría inconcluso!
Danilo Sorti
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