sábado, 30 de septiembre de 2017

270. El extraño fruto de la bondad

Efesios 5:8-12 RVC
8 En otro tiempo, ustedes eran oscuridad; pero ahora son luz en el Señor. Por tanto, vivan como hijos de luz
9 (porque el fruto del Espíritu se manifiesta en toda bondad, justicia y verdad),
10 y comprueben lo que es agradable al Señor.
11 No tengan nada que ver con las obras infructuosas de las tinieblas; al contrario, denúncienlas.
12 ¡Hasta vergüenza da hablar de lo que ellos hacen en secreto!

La bondad se confunde con la benignidad en nuestro castellano actual, tan pobre en definiciones precisas de virtudes… Pero hay una diferencia importante que aparece claramente expuesta en este pasaje.

Al igual que la benignidad, y de hecho, que el resto de los frutos del Espíritu mencionados en Gálatas 5, la bondad es en realidad una de las expresiones del amor, pero se diferencia de la primera no solo por la palabra griega que se usa sino en que implica las dimensiones menos “amables”, es decir, cuando hacer el bien conlleva acciones desagradables. El ejemplo más clásico del Nuevo Testamento es Jesús entrando en el Templo y echando violentamente a los cambistas. Por supuesto que eso “no era bueno” para el negocio de dichas personas, pero ERA TOTALMENTE JUSTO y bueno primeramente para Dios, que es lo más importante, segundo para la gente que iba sinceramente al Templo a adorar y se afligían al tener que pasar por ese vil comercio justo en el momento en que más cerca debían estar del Señor (¿no se parece al momento de las ofrendas en algunas iglesias?) y, tercero, para los mismos comerciantes, obviamente endurecidos hasta la médula en sus conciencias, pero que al ser así expulsados, quizás reflexionaran sobre su conducta.

Por eso Pablo en el pasaje de Efesios une el concepto de bondad al de justicia y verdad, y luego lo aclara diciendo que ES NECESARIO denunciar las obras de las tinieblas, no quedarse callado, no dejarlas pasar; no simplemente apartarse de los que las practican, sino también exponerlas.

Como fruto nos resulta muy extraño en un tiempo en que la predicación se ha vuelto por demás de indulgente en la mayoría de las iglesias, y en el que toda clase de pecado e inmundicia se cubre con la frase “hay que dejarlos, ya Dios los va a tocar”. Es obvio que la mayoría de los predicadores de grandes iglesias hoy no puedan hablar de este fruto del Espíritu, ¡no quieren ser descubiertos en sus pecados!

Pero lo cierto es que nos puede resultar extraño que el amor y más particularmente la bondad se revistan de justicia, pero esa es la misma naturaleza de Dios, y debe ser la nuestra. No puede fructificar la bondad cuando nosotros mismos no estamos siendo purificados de pecados, y cuando no hemos entendido que en realidad no estamos juzgando a nadie cuando exponemos los pecado sino que simplemente estamos siendo voceros del Juez, y es mucho mejor que la gente escuche y haga caso a los voceros antes de que el Juez en persona se levante a juzgar.

Tampoco puede fructificar la bondad en este tiempo en que el discurso social que permea a las iglesias, y particularmente en los ámbitos educativos, exalta un pacifismo insípido, conveniente y pecaminoso: levantar la voz es visto como una terrible ofensa (aunque ellos con palabras suaves dicen las peores barbaridades), y tomar alguna medida física es un pecado imperdonable. Por supuesto que los mismos grupos sociales, cuando se manifiestan, toman actitudes completamente distintas. Pero lo cierto es que dentro de la iglesia tiene cierta aura de santidad hablar suave y no tomar ninguna medida física (como por ejemplo, una nalgada a nuestros hijos cuando decididamente no quieren hacer caso). No estoy haciendo aquí una apologética de la violencia doméstica ni nada por el estilo, entendamos los límites.

Dios manifestó su bondad de formas dramáticas en los tiempos del Antiguo Pacto cuando entregó a pueblos enteros a la destrucción por sus terribles pecados. No nos parece así, pero era la única forma de que toda la tierra no fuera contaminada. Lo mismo ocurrirá en el tiempo del fin, cuando sucedan los juicios profetizados. Eso también es una muestra de la bondad de Dios, no para con el que ya no puede ser redimido, sino para los que sí, para que se conviertan.

Bondad es entonces equivalente a justicia. Pero no la pensemos solo en su acepción negativa, justicia también implica dar la recompensa justamente merecida: es justo honrar a los que fielmente trabajan en la obra, es justo ayudar y bendecir a los que el Señor nos ha encargado cuidar, es justo pagar nuestra deudas:

Romanos 13:7 RVC
7 Paguen a todos lo que deban pagar, ya sea que deban pagar tributo, impuesto, respeto u honra.

Sea lo que sea, “bondad” implica acción en favor de lo que es justo y bueno, por lo que su opuesto es la pereza.

Pereza no es el descanso merecido, pereza no es tampoco decir que no a lo que no nos corresponde o no podemos razonablemente hacer, pereza no es reconocer nuestras humanas limitaciones. Pereza es no querer hacer lo que debemos hacer en justicia. No existe la pereza en sentido absoluto, puede haber personas con alguna condición física particular que les impida desenvolverse normalmente, pero de seguro que nadie tiene pereza para lo que verdaderamente quiere, sin embargo, ¡qué difícil es ser diligentes en lo que no nos gusta! Y el que esté libre de este pecado, que tire la primera piedra…

La pereza viene en definitiva de considerar que no tenemos recursos o fuerzas suficientes como para hacer el bien que sabemos que tenemos que hacer (otra cosa es cuando no sabemos o no estamos convencidos de que sea bueno hacerlo) y puede manifestarse en forma de muchas excusas muy lógicas, o simplemente en forma de desgano.

Proverbios 6:9-11 RVC
9 Perezoso, ¿cuánto más seguirás durmiendo? ¿Cuándo vas a despertar de tu sueño?
10 Un poco de dormir, un poco de soñar, un poco de cruzarse de brazos para descansar,
11 y así vendrán tu necesidad y tu pobreza: como un vago, como un mercenario.

¿Por qué tanto descanso? Porque no hay fuerza de Dios, porque en definitiva no estamos creyendo en el poder de Dios y no estamos recibiendo esas fuerzas.

Proverbios 22:13 RVC
13 El perezoso arguye: «¡Hay un león en la calle! Si salgo, ¡seré hombre muerto!»

La pereza nos hace ver enemigos imaginarios, peligros que no existen, porque no estamos firmemente afianzados en la protección y las fuerzas que vienen del Padre.

El exceso de bondad es el “espíritu justiciero”, la implacabilidad, la justicia a ultranza, es decir, una cuestión estrictamente legal desprovista de amor; así es como se maneja el reino de las tinieblas.

Nuestro espíritu necesita recibir la justicia de Dios, Su forma de justicia que es la bondad y no la justicia humana, del alma, inmisericorde aunque hipócrita, que tanto se le confunde.

Jeremías 20:9 RVC
9 Me había propuesto no pensar más en ti, ni hablar más en tu nombre, ¡pero en mi corazón se prendía un fuego ardiente que me calaba hasta los huesos! Traté de soportarlo, pero no pude.

Cuando la justicia de Dios, que es la bondad, arde en nuestro interior, es imposible estarse quieto, ¡no hay lugar para la pereza! Pero tampoco hay lugar para los excesos justicieros.

Necesitamos permitir que Dios Espíritu aplique la bondad a nuestros espíritus para que nuestra alma la manifieste.


Danilo Sorti





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