Efesios 5:8-12 RVC
8 En otro tiempo, ustedes eran oscuridad;
pero ahora son luz en el Señor. Por tanto, vivan como hijos de luz
9 (porque el fruto del Espíritu se manifiesta
en toda bondad, justicia y verdad),
10 y comprueben lo que es agradable al Señor.
11 No tengan nada que ver con las obras
infructuosas de las tinieblas; al contrario, denúncienlas.
12 ¡Hasta vergüenza da hablar de lo que ellos
hacen en secreto!
La bondad se confunde con la benignidad en
nuestro castellano actual, tan pobre en definiciones precisas de virtudes… Pero
hay una diferencia importante que aparece claramente expuesta en este pasaje.
Al igual que la benignidad, y de hecho, que
el resto de los frutos del Espíritu mencionados en Gálatas 5, la bondad es en
realidad una de las expresiones del amor, pero se diferencia de la primera no
solo por la palabra griega que se usa sino en que implica las dimensiones menos
“amables”, es decir, cuando hacer el bien conlleva acciones desagradables. El
ejemplo más clásico del Nuevo Testamento es Jesús entrando en el Templo y
echando violentamente a los cambistas. Por supuesto que eso “no era bueno” para
el negocio de dichas personas, pero ERA TOTALMENTE JUSTO y bueno primeramente
para Dios, que es lo más importante, segundo para la gente que iba sinceramente
al Templo a adorar y se afligían al tener que pasar por ese vil comercio justo
en el momento en que más cerca debían estar del Señor (¿no se parece al momento
de las ofrendas en algunas iglesias?) y, tercero, para los mismos comerciantes,
obviamente endurecidos hasta la médula en sus conciencias, pero que al ser así
expulsados, quizás reflexionaran sobre su conducta.
Por eso Pablo en el pasaje de Efesios une el
concepto de bondad al de justicia y verdad, y luego lo aclara diciendo que ES
NECESARIO denunciar las obras de las tinieblas, no quedarse callado, no
dejarlas pasar; no simplemente apartarse de los que las practican, sino también
exponerlas.
Como fruto nos resulta muy extraño en un
tiempo en que la predicación se ha vuelto por demás de indulgente en la mayoría
de las iglesias, y en el que toda clase de pecado e inmundicia se cubre con la
frase “hay que dejarlos, ya Dios los va a tocar”. Es obvio que la mayoría de
los predicadores de grandes iglesias hoy no puedan hablar de este fruto del
Espíritu, ¡no quieren ser descubiertos en sus pecados!
Pero lo cierto es que nos puede resultar
extraño que el amor y más particularmente la bondad se revistan de justicia,
pero esa es la misma naturaleza de Dios, y debe ser la nuestra. No puede
fructificar la bondad cuando nosotros mismos no estamos siendo purificados de
pecados, y cuando no hemos entendido que en realidad no estamos juzgando a
nadie cuando exponemos los pecado sino que simplemente estamos siendo voceros
del Juez, y es mucho mejor que la gente escuche y haga caso a los voceros antes
de que el Juez en persona se levante a juzgar.
Tampoco puede fructificar la bondad en este
tiempo en que el discurso social que permea a las iglesias, y particularmente
en los ámbitos educativos, exalta un pacifismo insípido, conveniente y
pecaminoso: levantar la voz es visto como una terrible ofensa (aunque ellos con
palabras suaves dicen las peores barbaridades), y tomar alguna medida física es
un pecado imperdonable. Por supuesto que los mismos grupos sociales, cuando se
manifiestan, toman actitudes completamente distintas. Pero lo cierto es que
dentro de la iglesia tiene cierta aura de santidad hablar suave y no tomar
ninguna medida física (como por ejemplo, una nalgada a nuestros hijos cuando
decididamente no quieren hacer caso). No estoy haciendo aquí una apologética de
la violencia doméstica ni nada por el estilo, entendamos los límites.
Dios manifestó su bondad de formas dramáticas
en los tiempos del Antiguo Pacto cuando entregó a pueblos enteros a la
destrucción por sus terribles pecados. No nos parece así, pero era la única
forma de que toda la tierra no fuera contaminada. Lo mismo ocurrirá en el
tiempo del fin, cuando sucedan los juicios profetizados. Eso también es una
muestra de la bondad de Dios, no para con el que ya no puede ser redimido, sino
para los que sí, para que se conviertan.
Bondad es entonces equivalente a justicia.
Pero no la pensemos solo en su acepción negativa, justicia también implica dar
la recompensa justamente merecida: es justo honrar a los que fielmente trabajan
en la obra, es justo ayudar y bendecir a los que el Señor nos ha encargado
cuidar, es justo pagar nuestra deudas:
Romanos 13:7 RVC
7 Paguen a todos lo que deban pagar, ya sea
que deban pagar tributo, impuesto, respeto u honra.
Sea lo que sea, “bondad” implica acción en
favor de lo que es justo y bueno, por lo que su opuesto es la pereza.
Pereza no es el descanso merecido, pereza no
es tampoco decir que no a lo que no nos corresponde o no podemos razonablemente
hacer, pereza no es reconocer nuestras humanas limitaciones. Pereza es no
querer hacer lo que debemos hacer en justicia. No existe la pereza en sentido
absoluto, puede haber personas con alguna condición física particular que les
impida desenvolverse normalmente, pero de seguro que nadie tiene pereza para lo
que verdaderamente quiere, sin embargo, ¡qué difícil es ser diligentes en lo
que no nos gusta! Y el que esté libre de este pecado, que tire la primera
piedra…
La pereza viene en definitiva de considerar
que no tenemos recursos o fuerzas suficientes como para hacer el bien que
sabemos que tenemos que hacer (otra cosa es cuando no sabemos o no estamos
convencidos de que sea bueno hacerlo) y puede manifestarse en forma de muchas
excusas muy lógicas, o simplemente en forma de desgano.
Proverbios 6:9-11 RVC
9 Perezoso, ¿cuánto más seguirás durmiendo?
¿Cuándo vas a despertar de tu sueño?
10 Un poco de dormir, un poco de soñar, un
poco de cruzarse de brazos para descansar,
11 y así vendrán tu necesidad y tu pobreza:
como un vago, como un mercenario.
¿Por qué tanto descanso? Porque no hay fuerza
de Dios, porque en definitiva no estamos creyendo en el poder de Dios y no
estamos recibiendo esas fuerzas.
Proverbios 22:13 RVC
13 El perezoso arguye: «¡Hay un león en la
calle! Si salgo, ¡seré hombre muerto!»
La pereza nos hace ver enemigos imaginarios,
peligros que no existen, porque no estamos firmemente afianzados en la
protección y las fuerzas que vienen del Padre.
El exceso de bondad es el “espíritu
justiciero”, la implacabilidad, la justicia a ultranza, es decir, una cuestión
estrictamente legal desprovista de amor; así es como se maneja el reino de las
tinieblas.
Nuestro espíritu necesita recibir la justicia
de Dios, Su forma de justicia que es la bondad y no la justicia humana, del alma,
inmisericorde aunque hipócrita, que tanto se le confunde.
Jeremías 20:9 RVC
9 Me había propuesto no pensar más en ti, ni
hablar más en tu nombre, ¡pero en mi corazón se prendía un fuego ardiente que
me calaba hasta los huesos! Traté de soportarlo, pero no pude.
Cuando la justicia de Dios, que es la bondad,
arde en nuestro interior, es imposible estarse quieto, ¡no hay lugar para la
pereza! Pero tampoco hay lugar para los excesos justicieros.
Necesitamos permitir que Dios Espíritu
aplique la bondad a nuestros espíritus para que nuestra alma la manifieste.
Danilo Sorti
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