domingo, 3 de septiembre de 2017

210. ¿Habrá corazones sinceros dispuestos a servir a Dios?

Filipenses 2:20-21 RVC
20 pues no tengo a nadie con ese mismo ánimo, y que con tanta sinceridad se interese por ustedes.
21 Porque todos buscan su propio interés, y no lo que es de Cristo Jesús.

Pablo era un viajero incansable; conocía mucha gente, y aquellos cristianos primitivos realmente estaban en el primer amor… ¿cómo es posible que pudiera decir “no tengo a nadie con ese mismo ánimo”? En la carta se está refiriendo a Timoteo, a quien pensaba enviar a la iglesia de Filipos para que los ayudara en vez de él, porque estaba encarcelado.

Pero no había otro como Timoteo, o si los había, eran tan escasos que no lo pudo encontrar Pablo a pesar de todos sus conocidos. Uno casi puede escuchar el eco de las palabras de Jesús:

Mateo 9:37-38 RVC
37 Entonces dijo a sus discípulos: «Ciertamente, es mucha la mies, pero son pocos los segadores.
38 Por tanto, pidan al Señor de la mies que envíe segadores a cosechar la mies.»

No, no son muchos los que tienen un corazón sincero para Dios. Recuerdo de mi juventud cuando nos reuníamos con los otros jóvenes de la iglesia, y luego, al correr el tiempo, como muchos de ellos siguieron sus propios caminos, no digo que se hayan apartado del Señor (la mayoría no), pero muchos se terminaron alejando del amor sincero y puro, escandalizando, enfriando. Recuerdo también como en aquellos tiempos idealizaba a muchos pastores y líderes cristianos, para descubrir con los años que en realidad estaban armando sus propios “negocios” más que sirviendo al Señor de corazón.

No fue fácil superar esa frustración, y aún mi propio fervor espiritual estuvo en juego. Por eso, el ejemplo de Pablo es mucho más luminoso: no sólo había pasado por la misma realidad, sino que además se encontraba en la cárcel sin saber a ciencia cierta si lograría salir, con todo, no quedó sumido en la frustración ni en la melancolía; no lo vemos llorando por los que abandonaron la fidelidad ni por los traidores. Simplemente expone la verdad, tal cual, sin rodeos, sin agrandar ni quitar, aún más, en medio de un tono general de gozo que inunda toda la carta.

Hermanos, esa es la verdad: no son muchos, son pocos y siempre lo han sido. Puede ser que el Señor en Su misericordia use a muchos, pero cuidado, no porque tengan un corazón sincero. Hay un tiempo en el que eso “funciona”, pero cuando crecemos en la fe ya no podemos soportar la ministración de los “asalariados” y empezamos a sentirnos desubicados, ¿Dónde encontrar un obrero realmente fiel? Son escasos. No son perfectos y pueden llegar a tener unos cuantos errores bastante grandes, pero en sus corazones no hay doblez.

Las palabras de Pablo tienen, entonces, un corolario muy práctico. No es sencillo encontrarlos, y no deberíamos pensar que “crecen en los árboles”. De hecho, podemos pasar un buen tiempo hasta dar con uno. Segundo, si tenemos un corazón igualmente fiel, tampoco será sencillo encontrar alguien que quiera colaborar con nosotros, si le costó a Pablo, ¿por qué no a nosotros?

Todo esto debería servirnos para no desanimarnos en una búsqueda que puede parecer imposible, porque finalmente Pablo lo encontró. No fueron muchos, hubo otros en el equipo paulino: Tito, Priscila y Aquila, Silas, Lucas, y algunos más. La mayoría no permaneció junto a Pablo por mucho tiempo ya que debían ocuparse de las obras en otros lugares, pero estaban allí. No debemos desanimarnos nosotros, están allí, esperando para ser activados con una palabra, pero no son muchos.

Y esto nos lleva a una tercera conclusión: cuando lo encuentres (un compañero de ministerio, un pastor, un líder), ¡¡no lo sueltes!! Necesitamos sabiduría para no ser imprudentes ni torpes en descuidar relaciones muy escasas y valiosas. No son perfectos, pero tienen un corazón que ama a Dios, ¡no los abandonemos!... y procuremos que ellos tampoco nos abandonen a nosotros, nos necesitamos, no podemos transitar el camino solos.



Danilo Sorti




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