Juan 15:7 DHH
7 “Si ustedes permanecen unidos a mí, y si
permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará.
Uno de los grandes problemas del evangelio de
la prosperidad que se predica actualmente, y que ha contaminado a casi todo el
cristianismo evangélico, es que extiende generosamente todas las promesas de
Dios a todos los cristianos, sin más condición que la de haber hecho una
profesión de fe más o menos convincente. “Si Dios lo dice yo lo creo y si yo lo
creo Dios lo hace” es la frase que resume esa filosofía, muy convincente en su
formulación y cierta en ocasiones, pero en su uso y aplicación, una mentira.
“Si Dios lo dice”, bien, pero ¿a quién se lo
está diciendo? Hay muchísimas promesas en la Biblia que fueron dichas a
personas específicas en momentos específicos. Hay promesas que son claramente
generales, disponibles para absolutamente todos… que cumplan con algún
requisito:
Juan 1:12 RVC
12 Pero a todos los que la recibieron, a los
que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios;
Mateo 10:42 RVC
42 De cierto les digo que cualquiera que dé a
uno de estos pequeñitos aunque sea un vaso de agua fría, por tratarse de un
discípulo, no perderá su recompensa.»
Y es que prácticamente todas las promesas de
la Biblia tienen requisitos. La principal promesa, que es la salvación, tiene
el mayor requisito que es arrepentirse, creer y entregarle nuestra vida al
Señor. ¡Y no es solamente “creer” como les encanta decir a los predicadores del
evangelio fácil! De ahí “para abajo”, el resto de las promesas tienen sus
requisitos.
El versículo del principio expone claramente
la condición para recibir todas las “promesas menores”: permanecer unidos a
Cristo. Y de todo el contexto de los Evangelios y el Nuevo Testamento, podemos
ver claramente que eso no es un simple “consentimiento intelectual” en que Él
es el Salvador, sino una obediencia y una entrega total, vivir en un proceso de
santificación por el Espíritu que nos lleva a tener la mente de Cristo.
Entonces, esas otras promesas no son ni tan gratuitas ni tan fáciles como se
predica para enfervorizar a las multitudes ignorantes.
Santiago 1:5-7 RVC
5 Si alguno de ustedes requiere de sabiduría,
pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia y
sin hacer ningún reproche.
6 Pero tiene que pedir con fe y sin dudar
nada, porque el que duda es como las olas del mar, que el viento agita y lleva
de un lado a otro.
7 Quien sea así, no piense que recibirá del
Señor cosa alguna,
Santiago 1:25 RVC
25 En cambio, el que fija la mirada en la ley
perfecta, que es la ley de la libertad, y no se aparta de ella ni se contenta
sólo con oírla y olvidarla, sino que la practica, será dichoso en todo lo que
haga.
Santiago desarrolla el tema de las obras en
la vida cristiana, y viene muy bien después de Hebreos, que exalta la fe; es el
equilibro doctrinal que necesitamos para no caer en una “fe mágica”. En estos
pasajes, Santiago deja en claro, por un lado, que la fe es imprescindible para
alcanzar las bendiciones / promesas del Señor, pero también que una vida
“dichosa”, es decir, una vida realmente próspera y en la que el Señor derrama
Sus bendiciones / promesas ES UNA VIDA OBEDIENTE, SANTA.
2 Corintios 6:17-7:1 RVC
17 Por lo tanto, el Señor dice: «Salgan de en
medio de ellos, y apártense; y no toquen lo inmundo; y yo los recibiré.
18 Y seré un Padre para ustedes, y ustedes
serán mis hijos y mis hijas.» Lo ha dicho el Señor Todopoderoso.
1 Amados míos, puesto que tenemos tales
promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, y
perfeccionémonos en la santidad y en el temor de Dios.
Recibir a Dios como Padre es lo mismo que
recibir sus bendiciones / promesas, y Pablo nos deja en claro que hay
requisitos para eso; de nuevo, la santidad; una vida que agrade a Dios,
separada de las formas y principios que rigen al “sistema mundo”.
Entonces, si yo me contento solo con haber
hecho una declaración (supuestamente genuina) de fe en algún momento y con eso
pienso que ya tengo derecho a todas y cada una de las promesas del Señor,
¡estoy en un serio problema!
PERO si yo en verdad estoy en el proceso de
obedecer la Palabra de Vida, y santificarme, ¡sí tengo derecho a todas las
promesas que el Señor me dé! … que no necesariamente son todas las de la Biblia
(no en esta vida).
Veamos qué curioso. El falso evangelio de la
prosperidad, por un lado, ha rebajado los requisitos de las bendiciones divinas
extendiéndolas hacia prácticamente cualquiera; pero por otro lado ha agregado
requisitos no bíblicos (la ofrenda – diezmo – pacto – primicia – etc. – etc.) y
como sus promesas son falsas y no se cumplen, los creyentes terminan con la
idea de que esas promesas en realidad son muy difíciles de alcanzar y sólo
están disponibles para los que den una cantidad enorme de dinero, que ellos no
tienen y por lo tanto no podrán alcanzar.
Está bien, me podrán decir que siempre
escuchamos el testimonio de Fulano o Mengano contando como luego de haber dado
todo el dinero que tenía para comprarse una casa el Señor milagrosamente le
regaló una mansión, o cosas por el estilo. Sinceramente, me parece que somos
demasiado crédulos con esas fantasías. ¿En dónde están las pruebas de lo que
dicen? Sólo presentan palabras. Y en todo caso, si alguna de ellas fuera
cierta, ¿en dónde está escrito que esa sea una práctica que todos los
cristianos deban seguir?
Las promesas y bendiciones de Dios están
accesibles para los que lo buscan y viven en santidad. La fe nos permite entrar
en el Camino, la obediencia progresiva a Sus mandatos nos permiten alcanzar las
promesas. Si estoy en ese camino, ¡las promesas son genuinamente mías! Y nadie
tiene derecho a quitármelas sutilmente con requisitos antibíblicos.
Danilo Sorti
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