sábado, 30 de septiembre de 2017

246. “Si Dios lo dice yo lo creo y si yo lo creo Dios lo hace” ¿Todas las promesas son para todos los cristianos?

Juan 15:7 DHH
7 “Si ustedes permanecen unidos a mí, y si permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará.


Uno de los grandes problemas del evangelio de la prosperidad que se predica actualmente, y que ha contaminado a casi todo el cristianismo evangélico, es que extiende generosamente todas las promesas de Dios a todos los cristianos, sin más condición que la de haber hecho una profesión de fe más o menos convincente. “Si Dios lo dice yo lo creo y si yo lo creo Dios lo hace” es la frase que resume esa filosofía, muy convincente en su formulación y cierta en ocasiones, pero en su uso y aplicación, una mentira.

“Si Dios lo dice”, bien, pero ¿a quién se lo está diciendo? Hay muchísimas promesas en la Biblia que fueron dichas a personas específicas en momentos específicos. Hay promesas que son claramente generales, disponibles para absolutamente todos… que cumplan con algún requisito:

Juan 1:12 RVC
12 Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios;

Mateo 10:42 RVC
42 De cierto les digo que cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos aunque sea un vaso de agua fría, por tratarse de un discípulo, no perderá su recompensa.»

Y es que prácticamente todas las promesas de la Biblia tienen requisitos. La principal promesa, que es la salvación, tiene el mayor requisito que es arrepentirse, creer y entregarle nuestra vida al Señor. ¡Y no es solamente “creer” como les encanta decir a los predicadores del evangelio fácil! De ahí “para abajo”, el resto de las promesas tienen sus requisitos.

El versículo del principio expone claramente la condición para recibir todas las “promesas menores”: permanecer unidos a Cristo. Y de todo el contexto de los Evangelios y el Nuevo Testamento, podemos ver claramente que eso no es un simple “consentimiento intelectual” en que Él es el Salvador, sino una obediencia y una entrega total, vivir en un proceso de santificación por el Espíritu que nos lleva a tener la mente de Cristo. Entonces, esas otras promesas no son ni tan gratuitas ni tan fáciles como se predica para enfervorizar a las multitudes ignorantes.

Santiago 1:5-7 RVC
5 Si alguno de ustedes requiere de sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia y sin hacer ningún reproche.
6 Pero tiene que pedir con fe y sin dudar nada, porque el que duda es como las olas del mar, que el viento agita y lleva de un lado a otro.
7 Quien sea así, no piense que recibirá del Señor cosa alguna,

Santiago 1:25 RVC
25 En cambio, el que fija la mirada en la ley perfecta, que es la ley de la libertad, y no se aparta de ella ni se contenta sólo con oírla y olvidarla, sino que la practica, será dichoso en todo lo que haga.

Santiago desarrolla el tema de las obras en la vida cristiana, y viene muy bien después de Hebreos, que exalta la fe; es el equilibro doctrinal que necesitamos para no caer en una “fe mágica”. En estos pasajes, Santiago deja en claro, por un lado, que la fe es imprescindible para alcanzar las bendiciones / promesas del Señor, pero también que una vida “dichosa”, es decir, una vida realmente próspera y en la que el Señor derrama Sus bendiciones / promesas ES UNA VIDA OBEDIENTE, SANTA.

2 Corintios 6:17-7:1 RVC
17 Por lo tanto, el Señor dice: «Salgan de en medio de ellos, y apártense; y no toquen lo inmundo; y yo los recibiré.
18 Y seré un Padre para ustedes, y ustedes serán mis hijos y mis hijas.» Lo ha dicho el Señor Todopoderoso.
1 Amados míos, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, y perfeccionémonos en la santidad y en el temor de Dios.

Recibir a Dios como Padre es lo mismo que recibir sus bendiciones / promesas, y Pablo nos deja en claro que hay requisitos para eso; de nuevo, la santidad; una vida que agrade a Dios, separada de las formas y principios que rigen al “sistema mundo”.

Entonces, si yo me contento solo con haber hecho una declaración (supuestamente genuina) de fe en algún momento y con eso pienso que ya tengo derecho a todas y cada una de las promesas del Señor, ¡estoy en un serio problema!

PERO si yo en verdad estoy en el proceso de obedecer la Palabra de Vida, y santificarme, ¡sí tengo derecho a todas las promesas que el Señor me dé! … que no necesariamente son todas las de la Biblia (no en esta vida).

Veamos qué curioso. El falso evangelio de la prosperidad, por un lado, ha rebajado los requisitos de las bendiciones divinas extendiéndolas hacia prácticamente cualquiera; pero por otro lado ha agregado requisitos no bíblicos (la ofrenda – diezmo – pacto – primicia – etc. – etc.) y como sus promesas son falsas y no se cumplen, los creyentes terminan con la idea de que esas promesas en realidad son muy difíciles de alcanzar y sólo están disponibles para los que den una cantidad enorme de dinero, que ellos no tienen y por lo tanto no podrán alcanzar.

Está bien, me podrán decir que siempre escuchamos el testimonio de Fulano o Mengano contando como luego de haber dado todo el dinero que tenía para comprarse una casa el Señor milagrosamente le regaló una mansión, o cosas por el estilo. Sinceramente, me parece que somos demasiado crédulos con esas fantasías. ¿En dónde están las pruebas de lo que dicen? Sólo presentan palabras. Y en todo caso, si alguna de ellas fuera cierta, ¿en dónde está escrito que esa sea una práctica que todos los cristianos deban seguir?

Las promesas y bendiciones de Dios están accesibles para los que lo buscan y viven en santidad. La fe nos permite entrar en el Camino, la obediencia progresiva a Sus mandatos nos permiten alcanzar las promesas. Si estoy en ese camino, ¡las promesas son genuinamente mías! Y nadie tiene derecho a quitármelas sutilmente con requisitos antibíblicos.


Danilo Sorti




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