domingo, 3 de septiembre de 2017

218. Iglesitis: causas, consecuencias y utilidad

Génesis 1:14 RVC
14 Luego dijo Dios: «¡Que haya lumbreras en la bóveda celeste, para que separen el día de la noche y sirvan de señales para las estaciones, los días y los años!

Eclesiastés 3:1 RVC
1 Todo tiene su tiempo. Hay un momento bajo el cielo para toda actividad:

Juan 4:35 RVC
35 ¿Acaso no dicen ustedes: “Aún faltan cuatro meses para el tiempo de la siega”? Pues yo les digo: Alcen los ojos, y miren los campos, porque ya están blancos para la siega.

Juan 12:35 RVC
35 Jesús les dijo: «Por un poco más de tiempo la luz está entre ustedes; mientras tengan luz, caminen, para que no los sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas no sabe por dónde va.

Efesios 5:16 RVC
16 Aprovechen bien el tiempo, porque los días son malos.


Aunque no sea un tema tan “evidente” a primera vista, la cuestión del tiempo, el momento oportuno para algo, aprovechar los tiempos de Dios, el obrar de Dios en determinados tiempos, es algo que llena las páginas bíblicas de principio a fin cuando se mira con un poco más de detalle.

Y dentro del amplio tema de los “tiempos”, cuando llegamos al Nuevo Testamento, nos encontramos con el consejo de Pablo que en cierto sentido resume buena parte de la enseñanza bíblica al respecto: es necesario ser sabio en el uso del tiempo y aprovechar las oportunidades y los momentos oportunos para cada cosa, porque el tiempo en sí mismo está también contaminado con el mal.

Volvamos al pasaje de Efesios y veamos el contexto inmediato:

Efesios 5:15-17 RVC
15 Por tanto, ¡cuidado con su manera de vivir! No vivan ya como necios, sino como sabios.
16 Aprovechen bien el tiempo, porque los días son malos.
17 No sean, pues, insensatos; procuren entender cuál es la voluntad del Señor.

Hay propósitos del Señor con los tiempos y se puede ser necio o sabio en el uso del mismo.

Con esto en mente (que, repito, es parte de una enseñanza mucho mayor) volvamos al tema del título: la “iglesitis”. ¿Qué es eso?

Vivimos en un tiempo complicado, ¡vaya novedad! Así como grandes cantidades de cristianos han huido espantados o muy malheridos de las iglesias, otros han terminado “capturados” por la vida de iglesia. ¿Qué diremos de esto último?

Debo confesar que hubo etapas en mi vida en que yo también transcurrí mucho de mi tiempo en la vida de iglesia propiamente dicha, con los hermanos, de reunión en reunión. Y hubo etapas en las que el Señor me “impidió” hacer eso. De ambas situaciones pude aprender bastante.

Por un lado, es perfectamente entendible que muchos cristianos, especialmente nuevos cristianos, quieran pasar tanto tiempo en la comunión de los hermanos, especialmente cuando hay un ambiente de amor, armonía y crecimiento espiritual. Y también cuando el creyente no encuentra en su medio social un ambiente agradable o provechoso. Teniendo en cuenta que las relaciones sociales y los ámbitos de esa sociedad son cada vez más problemáticos y conflictivos, a nadie debería extrañarle esta situación, ¡es como un oasis en medio de un árido desierto!

Pero también somos llamados a ser luz en un mundo oscuro, y para eso debemos estar “en medio de” ese mundo; dentro de las paredes de la iglesia no podemos alumbrar. También es necesario que atravesemos por diversas pruebas para madurar en la fe, y eso normalmente debe ser hecho en soledad, únicamente tomados de la mano del Señor y “sin nadie” alrededor. De nuevo, es difícil “en medio de” la comunión. Ambas situaciones, absolutamente normales y necesarias para todo verdadero hijo de Dios, requieren que seamos “sacados” de la comunión. Es doloroso, es desagradable, pero es necesario.

Cuándo y cómo ocurre esto cae en la soberanía divina y no podemos impedirlo, ni deberíamos intentarlo, o correríamos el peligro de caer en la “iglesitis”, es decir, encerrarnos en la “vida de iglesia” cuando ya no debemos estar allí, no por lo menos con la misma intensidad. Esto no quiere decir que estemos “fuera” de la iglesia ni mucho menos, ¡somos la iglesia y llevamos “iglesia” por dondequiera que vayamos!, simplemente que es hora de “hacer iglesia” en otro ámbito.

Este tipo de iglesitis nos impide crecer y a la larga termina generando conflictos y problemas internos porque estamos pasando demasiado tiempo con quienes no debiéramos.

Hay otra forma de “iglesitis” que es promovida por pastores poco sabios o directamente abusadores: es la sobreexigencia en el tiempo de “servicio” en el ámbito de iglesia, las reuniones kilométricas, la necesidad de estar involucrado en un montón de actividades “de iglesia”, generalmente fuera de los dones y el llamado específico de cada hermano.

Esto es falta de sabiduría porque termina desgastando a los hermanos, lo que acaba en peleas, divisiones o desánimo espiritual. A veces termina en pecados groseros, por ejemplo cuando el hermano se queda aconsejando a la hermanita hasta las dos de la mañana… Hay pecados que surgen de la imprudencia en el manejo del tiempo.

Pero esto también puede ser, consciente o inconscientemente, una forma de egoísmo pastoral. Y es que si yo soy el pastor, en “mi” iglesia soy querido, soy respetado, tengo poder de decisión, la gente habla bien de mí… Es decir, la gente de “mí” iglesia cumple muy bien la función de alimentar mi ego y reafirmar mi personalidad débil. Y aunque todos necesitamos la reafirmación los unos de los otros, y eso no está mal, esta dinámica puede volverse fácilmente patológica y la exigencia de dedicar tanto tiempo “a la iglesia” oculta en realidad la necesidad de recibir exaltación personal. Eso es una iglesitis doblemente perniciosa.

De más está decir que el tiempo en exceso que se dedica “a la iglesia” o “al ministerio” no es tiempo dedicado realmente a Dios, sino a satisfacer el ego de otro o el mío propio, y no habrá bendición por ello. La bendición está en el servicio a Dios, es cierto, pero el servicio a Dios es en aquello que Dios mismo nos manda y en el tiempo que determina, ni más ni menos. Iglesitis es la exageración de ese tiempo y de esas actividades.

Hacer un mal uso del tiempo, incluso en nombre del Señor, incluso cuando se hace “dentro de la iglesia” es exponernos al “tiempo malo”, es decir, el tiempo de Satanás, el tiempo dominado por el Adversario. Es dejar de hacer lo que tenemos que hacer, que quedará en falta, y hacer lo que no tenemos que hacer, que nos acarreará más problemas. Eso es iglesitis, el mal uso del tiempo dentro de la iglesia.

¡Cuánta sabiduría necesitamos aquí! Pero siempre podemos contar con una promesa que es segura y verdadera:

Santiago 1:5 RVC
5 Si alguno de ustedes requiere de sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia y sin hacer ningún reproche.



Danilo Sorti




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