domingo, 3 de septiembre de 2017

227. El cansancio y pesadez que producen el espíritu de religión

Mateo 13:13-16 RVC
13 Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
14 De manera que en ellos se cumple la profecía de Isaías, que dijo: “Ustedes oirán con sus oídos, pero no entenderán; y verán con sus ojos, pero no percibirán.
15 Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido; con dificultad oyen con los oídos, y han cerrado sus ojos; no sea que con sus ojos vean, y con sus oídos oigan, y con su corazón entiendan Y se vuelvan a mí, Y yo los sane.”
16 Pero dichosos los ojos de ustedes, porque ven; y los oídos de ustedes, porque oyen.

Isaías 29:10 RVC
10 Porque el Señor ha derramado sobre ustedes un espíritu que los hace dormir; ha cerrado los ojos de sus profetas, y ha echado un velo sobre la cabeza de sus videntes.


El Señor me hizo entender algo sobre este tema de una manera bastante curiosa: durmiéndome en las predicaciones de algunas iglesias… Bueno, yo sé que no resulta muy espiritual decir esto, pero es la verdad. Ahora bien, yo estoy “entrenado” para escuchar, la mayor parte de mi vida la he transitado en la educación formal o haciendo diversos cursos (y lo sigo haciendo al día de hoy), por lo que “escuchar y analizar” lo oído no me resulta para nada extraño. ¿Qué estaba pasando?

Pensé en algún momento que era todo el cansancio de la semana que “se me venía encima” el domingo, y podía haber algo de eso; pero no fue hasta que un pastor me hizo una observación al respecto que me di cuenta. Este hermano me dijo simplemente que “el espíritu de religión produce sueño”. ¡Ahí estaba el asunto! ¿Estaba siendo víctima del espíritu de religión en ese momento? Probablemente.

Yendo a la Biblia, encontramos que Dios mismo se encarga de mandar ese “espíritu de estupor” sobre un pueblo rebelde, y si lo contextualizamos en la época de Jesús, bien podríamos hablar de la predominancia del “espíritu de religión” (se le pueden dar otros nombres).

Me puse a reflexionar sobre el asunto y me di cuenta que la “religión”, es decir, la “práctica espiritual” impuesta por los hombres, el “oficio religioso”, la vivencia cristiana sin la vida del Espíritu, trae terrible agotamiento y frustración, y de manera simbólica (aunque para mí fue literal en ese momento) “sueño espiritual”.

La religión adormece los sentidos espirituales porque nos hace creer que estamos haciendo bien, todo a nuestro alrededor parece estar bien, tenemos figuras de autoridad que nos aprueban, nos sentimos bien con nosotros mismos y hasta lo justificamos bíblicamente. Y por si fuera poco, incluso puede haber cierta manifestación de Dios (por pura misericordia claro) o al menos algo que parece ser manifestación de Dios (aunque ahí ya estamos más complicados…).

“Adormecimiento” significa que se está en un estado de “descanso”, no hay esfuerzo o presión, no hay trabajo duro, pero tampoco hay conciencia de lo que ocurre en el mundo real, el “adormecimiento” es el mundo de los sueños, o peor, el de los “entresueños”, porque si hubiera sueños Dios podría hablar de alguna forma.

La religión es similar a la fantasía, porque nos hace vivir en un mundo “mágico”, en el que las cosas ocurren por ritualismo sin necesidad de corazón. Nos evita tener que enfrentarnos verdaderamente con Dios, aunque puede estar plagada de pesadas cargas, como en la época de Jesús aunque no en la nuestra, alimenta nuestro orgullo al hacernos creer que “buena parte o todo lo que ocurra de bueno, incluso nuestra salvación” depende de nosotros mismos. En esencia, nos evita tener que humillarnos delante de Dios para depender única y exclusivamente de Su misericordia, de Su amor y de Su provisión. Esa humillación es en los hechos, para la mayoría de los seres humanos, mucho peor que perder su propia vida en el infierno, y antes de juzgar precipitadamente, miremos nuestro propio corazón…

La religión es el peor pecado, aunque parece el menor; y merece el peor de los juicios, ¿cuál es? La incapacidad para recibir la verdad. Cuando Dios derrama “estupor espiritual” no importa que la persona esté en medio de una convención de arcángeles, serafines y querubines en el tercer cielo, ¡no se entera de nada! Casi no podemos dejar de relacionar esto con las palabras de Jesús cuando dijo:

Marcos 3:28-30 RVC
28 »De cierto les digo que a todos ustedes se les perdonará todo pecado y toda blasfemia,
29 pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo jamás será perdonado, sino que será culpable de un pecado eterno.»
30 Y es que ellos habían dicho: «Éste tiene un espíritu impuro.»

Esa blasfemia era rechazar la obra y el testimonio del Espíritu Santo, en este caso atribuyéndolo a otro espíritu. Y si se rechaza al Espíritu, ¿qué más queda? ¿Qué otro testimonio habrá?

Pues bien, la religión es rechazar la obra del Bendito Espíritu, más aún, es insultarlo en Su propio Rostro, ¡esto es indescriptiblemente terrible! ¿Por qué? Porque le estamos diciendo que podemos hacer todo lo bueno por nuestros propios métodos, sabiduría y fuerza.

Pero es tan fácil caer en el engaño de la religión. Creo que ninguno de nosotros hoy día estamos totalmente purificados de ella. Y esas áreas de pecado religioso nos mantienen en sopor, incapaces de recibir la verdad precisamente en esas mismas áreas. Y no la recibiremos de ningún modo, no importa cuánto oremos o ayunemos o saltemos o chillemos. No hasta que dobleguemos nuestro espíritu y aceptemos el testimonio de El Espíritu. Y aquí se nos asoma por detrás un viejo conocido; Leviatán, el orgullo; pero no voy a hablar de eso ahora.

Si estamos engañados (y lo estamos en diversas áreas) ¿qué señal tenemos para darnos cuenta? ¡La misma que el juicio del Padre sobre tal pecado: el estupor, el sueño, la insensibilidad espiritual! ¡Qué profundidad del amor divino, que aún Sus juicios nos llevan hacia Él!

El sueño espiritual, es decir, la incapacidad para ver o escuchar nada nuevo, nada que ya sepamos, “seguir siempre en la misma”, ningún cambio significativo, el mismo marco paradigmático para interpretar el mundo, nada que agregar, nada que cambiar; todo eso debe ser en sí mismo una señal de alarma, ¿no nos estaremos durmiendo? ¿no será que no estamos escuchando (y su consecuencia inmediata, obedeciendo) algo que el Espíritu nos está diciendo? Imposible es que Dios no hable, ¡aún cuando nos “impide” escuchar!

¿Predicaciones “aburridas”? ¿Vida de iglesia sin vida? ¿Más de lo mismo pero con otras palabras? ¡Cuidado!, no sea que se nos esté metiendo el espíritu de religión en la congregación.

¡Señor, danos de Tu Vida, Tu verdadera Vida!



Danilo Sorti




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