sábado, 30 de septiembre de 2017

282. ¿Solos y solas en el ministerio?

1 Corintios 9:5 RVC
5 ¿Y acaso no tenemos derecho a traer con nosotros una esposa creyente, como lo hacen los otros apóstoles, y Cefas y los hermanos del Señor?


A la par de los avisos publicitarios que muestran por todos lados familias felices e ideales, el “matrimonio ministerial”, es decir, ambos esposos sirviendo al Señor públicamente, ha sido erigido como un ideal en muchos ámbitos cristianos. Ahora bien, ¿quién diría que eso está mal? Creo que nadie. ¿Y acaso no fue ese el diseño original del Edén? ¡Por supuesto que sí! Pero, ¿debería ser la norma para los tiempos de la Iglesia? Tengo mis dudas. Yo sé que esto puede parecer herético para muchos, pero el asunto es sencillo, se resume en no poner cargas donde Dios no las pone.

Empecemos diciendo que en la Biblia tenemos requisitos claros para el liderazgo, que tienen que ver principalmente con su cualidad moral y que unos cuantos de los “grandes” líderes de hoy precisamente NO CUMPLEN, porque se han afirmado en los dones (a veces del Espíritu y otras veces no) y en el “éxito” numérico y económico (generalmente fruto de la manipulación y los negocios turbios). El liderazgo según Dios tiene que ver PRIMERO Y ANTES QUE NADA con la cualidad moral, los frutos del Espíritu manifestado en la persona con el don de liderazgo, segundo con su conocimiento de la Palabra, y “número y éxito” no aparecen entre los requisitos.

Quizás sea muy crítico, pero creo que una forma de tapar una vida carnal ha sido mostrar un matrimonio feliz y una familia ideal, muy de acuerdo con los slogans publicitarios de la época. Lo cierto es que esto se ha vuelto una carga demasiado pesada para mucha gente con ministerios genuinos pero con familias poco felices.

Los requisitos para los ancianos, líderes de las iglesias, que se presentan en I Timoteo y Tito hablan de familias ordenadas, pero no suponen que necesariamente el cónyuge debe servir en el ministerio. Uno podría suponer que eso sería lo más común, pero al no decirlo expresamente no podemos darle estatus de “ley” para el liderazgo.

Por otro lado, hacer una doctrina de un par de pasajes escritos en el mismo contexto cultural no es prudente, y los ancianos no constituyeron los máximos líderes de la Iglesia primitiva, sino los apóstoles, por lo que los requisitos para con ellos debían ser más restrictivos incluso que para los ancianos. ¿Servían sus esposas de “apóstolas”? En ninguna parte se dice eso. ¿Había apóstoles mujeres? Algunos suponen que sí:

Romanos 16:7 DHH
7 Saluden a mis paisanos Andrónico y Junias, que fueron mis compañeros de cárcel; se han distinguido entre los apóstoles, y se hicieron creyentes en Cristo antes que yo.

“Junias” es femenino, aunque si fuera Junías sería masculino; un manuscrito dice “Julia”. Bueno, como dije, no podemos hacer una doctrina de un solo pasaje, pero la posibilidad está abierta a que sí hubiera mujeres reconocidas en la función apostólica, que en aquel entonces (y se supone que hoy también) estaba estrechamente ligada al ministerio misionero, y no a una jerarquía de autoridad piramidal.

Como sea, sabemos que los apóstoles y los hermanos carnales del Señor, que fueron líderes importantes en la iglesia de Jerusalén, estaban casados. ¿Qué nos dice la Biblia de sus esposas? Casi nada más que esto. ¿Ellas estaban de acuerdo con su ministerio? No lo sabemos. ¿Predicaban? Tampoco lo sabemos. ¿Cumplieron algún rol en la Iglesia primitiva? Podemos suponer que sí, pero el hecho que nos interesa es que el Espíritu Santo NO NOS DEJÓ una revelación escrita sobre ellas. Sólo vemos a los apóstoles cumpliendo su función. Peor aún, tampoco vemos qué haya pasado con sus hijos. ¿Fueron buenos esposos? ¿Fueron buenos padres? ¿Dedicaron tiempo de calidad a sus familias? Silencio de radio…

Y hay más, el principal ejemplo que el Espíritu quiso dejarnos en la Biblia es nada menos que el de Pablo, quien probablemente hubiera estado casado pero que evidentemente estaba solo al momento de escribir y durante el resto de su ministerio. Si lo miráramos con los ojos actuales nos resultaría muy chocante, ¿cómo es posible que el Espíritu mismo le haya dado tanto lugar en la Revelación Escrita a quién decididamente NO ERA EJEMPLO ni de esposo ni de padre?

Y lo peor de todo, ¡nuestro Salvador! Nunca se casó, pero habló de la familia y de los hijos, ¿con qué “autoridad”?...

Bueno, es claro que yo no estoy hablando en contra del compromiso familiar hacia la obra, todo lo contrario. Precisamente hace pocas semanas acabo de escuchar el testimonio de un matrimonio de misioneros que contaban como todos ellos, junto con sus hijos, trabajan en equipo predicando en otra cultura. Realmente, no podrían hacer el trabajo que hacen si no estuvieran casados y si no tuvieran muchos hijos (muchos para nuestra mentalidad occidental, claro). Doy gloria a Dios por ellos.

Pero en el Reino de Dios hay lugar para todos los que son fieles al Señor y desean servirles, y si somos sinceros en nuestro análisis bíblico, en las páginas del Nuevo Testamento vemos pocas familias sirviendo a Dios como tales. Repito, no estoy diciendo que no las haya, sino que el Bendito Espíritu no quiso dejarnos muchos ejemplos de ellas y en cambio nos dejó fuertes ejemplos de personas “solas”, o mejor dicho, de personas que estaban integradas a la nueva familia que Dios estaba formando en la Iglesia naciente.

Hay gente que está sola debido a su vida hipócrita o a sus pecados, pero hay gente que está “sola” en su ministerio debido a cuestiones que tienen más que ver con la actitud incorrecta de sus cónyuges. Inevitablemente todos tenemos pecados y todos damos malos ejemplos, pero está en la disposición del cónyuge perdonar y construir o no. No estoy hablando de situaciones especialmente graves, como infidelidades, violencia o abuso, nada de eso, me estoy refiriendo a otros errores más comunes, propios de todos los seres humanos y a veces a cuestiones del contexto, que escapan a nuestro control.

No será sencillo servir al Señor con un cónyuge que no está comprometido y no creo que “mágicamente”, porque uno esté consagrado al Señor, el otro vaya a cambiar; Dios es fiel, pero finalmente será la decisión de la otra persona. Pero en ninguna parte se nos dice si las esposas de los apóstoles y líderes de la Iglesia primitiva estaban de acuerdo con el ministerio de sus esposos o los acompañaban ministerialmente, ¿por qué deberíamos poner ese peso hoy sobre los hermanos?

Hay otra realidad: hoy la mayoría de las personas vienen de hogares disfuncionales, cuando no deshechos, muchos están solos después de haber fracasado varias veces al intentar construir una relación. ¿Qué mejor que alguien que haya pasado por eso y haya sido restaurado por el Señor para ministrarles? ¿Un “matrimonio feliz” podría ministrarles efectivamente? En parte creo que sí, pero también estoy seguro que en parte sería incapaz de entender correctamente las dificultades y frustraciones que la persona ha pasado. Sabiendo de antemano lo que habría de pasar en el futuro, el Espíritu se cuidó de no dejarnos ejemplos que luego se transformarían en una cara.

Lucas 12:51-53 RVC
51 ¿Creen ustedes que he venido a la tierra para traer paz? Pues les digo que no, sino más bien división.
52 Porque de ahora en adelante una familia de cinco estará dividida en tres contra dos, y en dos contra tres.
53 El padre se enfrentará con el hijo, y el hijo con el padre. La madre estará en contra de la hija, y la hija en contra de la madre. La suegra estará en contra de su nuera, y la nuera en contra de su suegra.»

¡Precisamente Cristo vino a “dividir” a las familias! ¿Habremos de negarles nosotros el ministerio a aquellos que Cristo “dividió”?

Marcos 10:29-30 RVC
29 Jesús respondió: «De cierto les digo: No hay nadie que por causa de mí y del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos, o tierras,
30 que ahora en este tiempo no reciba, aunque con persecuciones, cien veces más casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, y en el tiempo venidero la vida eterna.

El Señor vino a establecer una “nueva familia”, y con esto no estoy diciendo que el nuevo convertido puede abandonar alegremente a su cónyuge y juntarse con otro, sino que hay un nuevo conjunto de relaciones familiares que se establece, una nueva red de contención y apoyo, y deberíamos evaluar al futuro líder no tanto por su “familia feliz” sino por su integración en la nueva familia de Cristo.

Dicho esto, es necesario dejar en claro que Dios restaura todas las cosas, y también las familias disfuncionales. No todos los cónyuges finalmente querrán consagrarse a Cristo, y en ese caso:

1 Corintios 7:12-16 RVC
12 A los demás, les digo yo (y no el Señor): Si la esposa de algún hermano no es creyente, pero ella consiente en vivir con él, éste no debe abandonarla.
13 Y si el esposo de alguna hermana no es creyente, pero él consiente en vivir con ella, tampoco ésta debe abandonarlo.
14 Porque el esposo no creyente es santificado en su esposa, y la esposa no creyente es santificada en su esposo. Si así no fuera, los hijos de ustedes serían impuros, mientras que ahora son santos.
15 Pero si el no creyente quiere separarse, que lo haga; en ese caso, el hermano o la hermana no están obligados a mantener esa relación, pues Dios nos llamó a vivir en paz.
16 Porque ¿cómo sabes tú, mujer, si acaso salvarás a tu esposo? ¿O cómo sabes tú, hombre, si acaso salvarás a tu esposa?

Necesitamos mucho amor y sabiduría aquí, pero el resumen de lo que estoy diciendo es que no apliquemos sobre otros ni sobre nosotros mismos reglas que Dios mismo no aplica (pero cumplamos aquellos que sí haya que cumplir), y permitamos que sean manifestados los muchos siervos fieles a los que la vida no les resultó “feliz”, pero que precisamente por ello tienen la capacidad para sanar a muchos. No sea que seamos hallados culpables de abortar esos ministerios.



Danilo Sorti




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