sábado, 30 de septiembre de 2017

245. Las mujeres y el espíritu de menosprecio

Efesios 5:21-24 RVC
21 Cultiven entre ustedes la mutua sumisión, en el temor de Dios.
22 Ustedes, las casadas, honren a sus propios esposos, como honran al Señor;
23 porque el esposo es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.
24 Así como la iglesia honra a Cristo, así también las casadas deben honrar a sus esposos en todo.

Efesios 5:21-24 DHH
21 Estén sujetos los unos a los otros, por reverencia a Cristo.
22 Las esposas deben estar sujetas a sus esposos como al Señor.
23 Porque el esposo es cabeza de la esposa, como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo; y él es también su Salvador.
24 Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las esposas deben estar en todo sujetas a sus esposos.

1 Timoteo 2:9-12 RVC
9 Quiero también que las mujeres se vistan con ropa decorosa, con pudor y modestia, y no con peinados ostentosos, ni con oro, ni perlas, ni vestidos costosos,
10 sino con buenas obras, como corresponde a las mujeres que profesan la piedad.
11 Que la mujer aprenda en silencio y con toda sujeción,
12 pues no permito que la mujer enseñe ni ejerza dominio sobre el hombre, sino que guarde silencio.

1 Corintios 11:16 RVC
16 Pero si alguno quiere discutir acerca de esto, yo digo que nosotros no tenemos otra costumbre, ni las iglesias de Dios.


El rol de la mujer dentro de la iglesia sigue siendo controversial en la mayoría del mundo latinoamericano. Dado que el tema tiene muchos malos entendidos, debo aclarar que me molesta cuando algunos cristianos ocupan tanto tiempo y espacio explicando por qué (supuestamente) la mujer no puede desarrollar tal o cual ministerio; según entiendo la Biblia, la mujer puede hacer todo lo que Dios le mande hacer, y Él no hace diferencia. Sinceramente, querría que los que gastan tanto tiempo en eso expliquen por qué tenemos tantos hombres que ocupan tantos ministerios y son tan corruptos y satánicos…

Dios no hace diferencias, y la única salvedad a esto son los hábitos culturales en un lugar y sociedad determinados, que pueden hacer muy difícil o imposible el ministerio de la mujer; digo, “salvedad” no porque Dios cambie de opinión, sino por la dureza de mente de la gente, y para evitar que Sus siervas sean expuestas innecesariamente.

Dicho esto, no es menos cierto que hombres y mujeres tenemos nuestros “pecados favoritos”, y aunque no creo que podamos ni debamos hacer una diferenciación demasiado tajante en este aspecto, podemos y debemos reconocer que hay tendencias que se manifiestan preferentemente en unos o en otros;  por nuestra constitución biológica y / o por los contextos sociales en que nos toca vivir.

La mujer, en el mundo antiguo y durante buena parte del resto de la historia (y aún en el presente) ha sido un “ciudadano de segunda”. Tampoco deberíamos generalizar excesivamente esta observación porque siempre ha habido diferencias entre sociedades, pero en esencia fue así y continúa siéndolo en muchos lugares, quizás no en las grandes ciudades, pero saliendo de ellas sí.

La realidad de la naciente iglesia era muy distinta a la de la sociedad en extremo dividida de la época:

Gálatas 3:27-28 RVC
27 Porque todos ustedes, los que han sido bautizados en Cristo, están revestidos de Cristo.
28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús.

Este fue el diseño original del Señor para Su Iglesia. No alcanzó a cumplirse completamente en ese tiempo, solo en parte; este “mandato” aún está esperando su cumplimiento definitivo durante este período de la historia. Aquellos que tan ardientemente critican a las mujeres pastoras o profetas, deberían leer y entender el profundo significado de estas palabras. Si para Dios no hay diferencias entre hombre y mujer en cuanto a su posibilidad de acceso al Trono de Gracia, ¿qué más somos nosotros para hacer diferencias en el ministerio dentro de la Iglesia? ¿No estamos poniéndonos en el lugar del Señor?

Sin embargo, había razones prácticas para poner límites en el ministerio femenino, y creo que una de las más importantes la expone Pablo en 1 Corintios 11:16, “nosotros no tenemos otra costumbre, ni las iglesias de Dios”. Había una impronta cultural demasiado fuerte como para aceptar esa libertad, y si aquella iglesia hubiera permitido algunas cosas, se habría vuelto excesivamente escandalosa para aquella sociedad.

Pero también había una razón más práctica: “pues no permito que la mujer enseñe ni ejerza dominio sobre el hombre, sino que guarde silencio”. ¿Cómo reaccionarían aquellas mujeres, oprimidas por generaciones, en un contexto de total libertad? Pues bien, repitiendo los mismos patrones, avasallando y dominando apenas tuvieran oportunidad. Hermanos, no idealicemos, ¡seguimos siendo seres humanos pecadores!

Mi ciudad es conocida por la libertad de acción y desarrollo de las mujeres… y por los excesos que suelen cometer algunos (pocos, pero ruidosos) grupos feministas cuando hay congresos; realmente llegan a un nivel de violencia física y verbal increíble. No es un “comentario machista” decir que algunas mujeres “liberadas” pueden ser en extremo violentas, es algo muy propio de la naturaleza humana y les aseguro que lo he visto claramente.

Las mujeres de los tiempos neotestamentarios no estaban acostumbradas a la vida pública, no habían recibido instrucción para participar en la ekklesía, la asamblea de ciudadanos, y tenían demasiada opresión a cuestas como para librarse de ellos fácilmente. Era por demás de probable (al menos en el contexto al que Pablo dirige esas palabras) que su accionar terminara siendo abusivo.

Pero hay más. La recomendación de Pablo hacia la mujer no era la de “amar”, como sí se la da al hombre, sino la de “respetar”, “honrar”, “estar sujeta”, aunque esta última expresión ha sido tan mal interpretada que resulta casi imposible usarla sin generar un montón de connotaciones negativas. Y esto tiene sus raíces en el espíritu de menosprecio. De nuevo, si la mujer ha sido menospreciada durante milenios, ¿podríamos esperar otra cosa?

Pero no es sólo por lo que ha recibido, podemos ir al Huerto del Edén y ver a la mujer conversando con el ser viperino, desatendiendo el mandato de Dios y sin buscar consejo en su esposo; ella no estaba diseñada para enfrentar sola ese nivel de engaño, no estaba preparada para ese nivel de “lucha espiritual”, pero implícitamente menospreció a su esposo y tomó una decisión que no le correspondía, al menos no de manera inconsulta. Allí nació la semilla de menosprecio y falta de respeto hacia el esposo.

Quizás el amor, que es mucho más natural en la mujer que en el hombre, que nos lleva a “fundirnos” con la otra persona, también nos lleve a considerarlo “un igual” o incluso “un inferior”, con lo que termino aplicando criterios de menosprecio que vive quien ama o considerarlo “tan familiar” que no pueda ver la grandeza que encierra. Esto último le pasó al mismo Señor:

Marcos 3:21 DHH
21 Cuando lo supieron los parientes de Jesús, fueron a llevárselo, pues decían que se había vuelto loco.

No, decididamente, su propia familia no entendió “ni un rábano”. ¿De qué nos asombramos nosotros cuando nuestras propias familias tampoco nos entienden…? ¡¿Y de qué se asombra nuestra familia cuando nosotros no los entendemos?!


Es difícil hablar de respeto hoy porque demasiadas veces el “respeto al esposo” es en realidad sometimiento a caprichos y abusos de un hombre tan “poco hombre” que necesita demostrar que vale algo infligiendo daño en alguien más débil físicamente. Pero no todos los hombres son así y también se ha vuelto un estereotipo entre las mujeres catalogar la obediencia al esposo como un “sometimiento”.

Los mensajes religiosos “exaltan” a la mujer cristiana que se somete a humillaciones y arbitrariedades “por obediencia a Cristo”. ¡Hermanos, eso no es más que asquerosa religión! ¿Dónde se supone que nuestra estupidez genera méritos en los cielos? La religión nos lleva a creer que “sufrir cualquier cosa” por Cristo tiene valor, pero eso es absurdo; el mismo Jesucristo evitó todas las veces que lo quisieron apedrear o matar, y Él SE ENTREGÓ VOLUNTARIAMENTE cuando fue el momento dispuesto por el Padre. Y así, puede haber momentos en que el Señor permita que suframos por Él, y eso tiene un gran valor en el cielo; pero hay otras muchas ocasiones en que someterse a un hombre desquiciado es una gran necedad y un terrible mal para los hijos, que terminan siendo rehenes de una religiosidad enfermiza, tanto del padre como de la madre.

Pero de la misma forma, hay muchas otras ocasiones en las que tomar una actitud de menosprecio hacia el esposo que Dios ha puesto al lado es una MUY PELIGROSA NECEDAD. Dios mismo ha establecido un orden, muchas veces no se cumple y Él promete ser el esposo de la desamparada; pero cuando se cumple, Él se manifestará a través de los medios que dispuso.

Así como Dios dotó a la mujer de características propias que los hombres no tenemos, o nos cuesta mucho más desarrollar, Dios dotó al hombre también de características especiales que la mujer no tiene, o, también, le cuesta mucho desarrollar. ¿Por qué esforzarnos en ser lo que no somos, no es más práctico aceptar y valorar las fortalezas del otro?

De nuevo, no quiero ser exclusivista con esto, creo firmemente en la igualdad y la compañía mutua, sin embargo, en Su Creación, Dios mismo “se dividió” en el hombre y la mujer, y no estamos completos el uno sin el otro. Pero hay un nivel de respeto entre “dos que andan juntos” que debe mantenerse, y la mujer no tiene NINGÚN PERMISO ESPECIAL para faltar a ese respeto; ninguno de los dos lo tiene.

Si a este panorama le agregamos el espíritu de “machismo inverso” que se ha levantado en los movimientos feministas, la falta de respeto y el menosprecio hacia el hombre “está en el aire” que respiran las mujeres hoy, por lo que la presión se incrementa.

Amor y equilibrio, respeto mutuo, valoración y estima del uno hacia el otro; ese es el modelo original, y no quita las diferencias ni los puntos fuertes de uno, que el otro debe respetar. Necesitamos restaurar ese modelo. ¿Qué pasa cuando somos imperfectos, estando dentro del modelo general de Dios? Bueno, deberemos aprender y deberemos ayudarnos unos a otros; y si hubiera algún líder cristiano santo y capacitado (de los que escasean mucho hoy), sería de gran ayuda en el proceso.


Danilo Sorti




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