sábado, 30 de septiembre de 2017

251. El verdadero modelo de ministerio – incubadora apostólico profético

Hechos 13:1-3 RVC
1 En la iglesia de Antioquía eran profetas y maestros Bernabé y Simón, al que llamaban Niger; Lucio de Cirene; Manaén, que se había criado con el tetrarca Herodes, y Saulo.
2 Como ellos servían al Señor y ayunaban siempre, el Espíritu Santo dijo: «Apártenme a Bernabé y a Saulo, porque los he llamado para un importante trabajo.»
3 Y así, después de que todos ayunaron y oraron, les impusieron las manos y los despidieron.


El verdadero movimiento apostólico nació genuinamente hace unas décadas atrás y luego el rótulo de “apóstol” fue grandemente corrompido por el formato eclesiástico de Laodicea, pero eso no significa que el verdadero movimiento apostólico y profético no siga vigente.

En medio de la confusión actual, resulta difícil establecer el verdadero modelo que debe tener, pero la respuesta sigue siendo muy sencilla: el Nuevo Testamento habla muchísimo sobre el ministerio apostólico, por lo que hay información suficiente para restablecer el original.

Dentro de los muchos pasajes que se refieren al tema, hay uno breve pero cargado de significado en Hechos 13, precisamente donde se muestra el modelo de iglesia “incubadora” e iglesia “enviadora”. Hay mucho para decir de la iglesia de Antioquía, pero veamos estos pocos versículos.

En el liderazgo de esta iglesia, ubicada en la tercera ciudad más grande de todo el Imperio Romano, estaba compuesto, según se menciona aquí, por cinco personas muy particulares:

·         Bernabé, un levita originario de Chipre. Como tal, estaba muy bien entrenado en las actividades del culto judío y en la Ley, además tenía un corazón claramente pastoral y dones de exhortación, siempre lo vemos animando a líderes en formación, restaurando a los que habían fallado o tenían mala fama (como el mismo Saulo de Tarso y Juan Marcos más tarde).

·         Simón el Niger, es decir, el negro, de quien no sabemos nada más de lo que se dice aquí, pero razonablemente podemos suponer que era, precisamente, negro, lo cual nos hablaría de un gentil emigrado desde África (o hijo de inmigrantes africanos), convertido al cristianismo y que había llegado a ser un líder importante en una gran iglesia.

·         Lucio de Cirene, originario de dicha ciudad ubicada en la actual Libia, quizás uno de aquellos que salieron de Jerusalén cuando se desató la persecución por el caso de Esteban y que, por lo tanto, habría sido uno de los primeros convertidos, probablemente un judío o un prosélito.

·         Manaén, criado junto con Herodes Antipas, seguramente en Roma. Aquí tenemos a una persona de clase alta, conocedora de la nobleza y de las cuestiones de gobierno, con una perspectiva de la vida muy distinta a la del resto.

·         Saulo de Tarso, ciudad relativamente cercana a Antioquía, a quién conocemos muy bien; fariseo de pura cepa, celoso de la tradición, conocedor de la cultura griega, hombre totalmente enfocado en un propósito (aunque estuviera errado) y que tuvo que pasar por un dramático proceso de conversión y un no menos complicado proceso de integración a la iglesia.

En definitiva, tenemos en un solo versículo un panorama tremendo de lo que significa en la práctica la nueva vida en Cristo y la unidad de la iglesia: ¿cómo podían hombres tan disímiles estar juntos y ministrar en tal unidad que el Espíritu Santo no halló inconvenientes en hablarles claramente y encomendarles tan importante misión?

Si en la actualidad es difícil, cuando no imposible, que creyentes de distinto trasfondo puedan trabajar juntos, también lo era entonces, o quizás más, si tenemos en cuenta que las divisiones sociales eran muy profundas y naturalizadas. La Biblia no nos cuenta la historia de estos hombres antes de llegar ahí, sólo un poco de Bernabé y algo más de Saulo (tenemos abundantes registros de Pablo luego de ese momento), pero la sola mención de sus nombres y orígenes dice mucho. Y mucho más si tenemos en cuenta, como dijimos al principio, que se trataba de una ciudad muy grande para ese entonces (probablemente unos 500.000 habitantes), seguramente con una iglesia también grande en la que había numerosos candidatos a líderes, por lo que estos cinco debieron ser muy destacados entre sus hermanos.

Cada uno tuvo una historia larga y difícil, cada uno tuvo profundas experiencias con Cristo y profundas experiencias de vida, y seguramente estuvo a punto de perder la vida más de una vez. Pero la obra del Espíritu había llegado a ser también tan profunda en ellos que los cinco podían compartir el liderazgo de la iglesia de tal forma que no se menciona explícitamente a ninguno por encima de los demás. Quizás lo había, pero dado que no podemos deducirlo del texto, es probable que si ese hubiera sido el caso, su liderazgo habría sido muy horizontal y participativo con los otros. Sea como sea, no vemos nada parecido a una estructura piramidal de las que tanto nos invaden hoy.

Maestros y profetas, de muy diversos trasfondos y con historias y personalidades muy distintas, probados y aprobados por los hermanos, ministrando juntos; ese es el modelo del Espíritu Santo. La iglesia de Jerusalén fue maravillosa en muchos aspectos, pero falló en la obra misionera. Antioquía fue fiel en eso y, en cierto sentido, ninguno de nosotros estaría aquí ahora si no hubiera sido por esa congregación.

El falso modelo de liderazgo apostólico ocurre cuando hay, entonces, una estructura piramidal, con gente uniforme en historia y pensamiento, normalmente elevados a la posición de liderazgo por su cercanía con el líder principal y no por sus propios méritos.

Hay más: “Como ellos servían al Señor y ayunaban siempre” nos muestra su principal enfoque. No dice que predicaban, ni que enseñaban o profetizaban, ni que ayudaban en lo que hiciera falta. Por supuesto que lo hacían, porque sino no podrían ser llamados “maestros y profetas”, y si no hubieran tenido un fiel servicio a la iglesia nunca hubieran sido reconocidos como líderes. Pero el énfasis no está dado en la obra del ministerio HACIA LOS HERMANOS sino HACIA DIOS. De aquí podemos deducir que ellos no habían descuidado su enfoque principal: mantenerse en la presencia del Señor.

Hermanos, en una gran iglesia de una gran y cosmopolita ciudad pasan muchas cosas, y hay muchísimos motivos de distracciones. Cualquier pastor que se dedique de verdad a cuidar a los hermanos sabe de lo que estoy hablando, ¡aunque no viva en una gran iglesia de una gran ciudad! Cualquier líder reconocido tiene tantas exigencias que el tiempo para la oración y la búsqueda del Señor muy fácilmente queda relegado a unos pocos minutos por día, si acaso. Y ese es el primer escalón de una estrepitosa y, actualmente, rápida caída.

Un verdadero ministerio apostólico que incube ministerios DEBE dedicar mucho tiempo a buscar al Señor, en unidad, en ayuno y oración, abriendo los oídos espirituales para poder escuchar la voz del Espíritu.

La corrupción de este modelo son las reuniones verticalistas, en las que se escucha la voz del líder, el “único” que tiene la visión y la revelación del Señor, tal como se acostumbra decir hoy en la mayoría de las iglesias, acusando a los que reciben otra parte de la guía del Señor para este tiempo de generar una “di – visión”.

Pero no seamos tan duros, este modelo verticalista es lo mejor que se puede hacer con un conjunto de gente, algunos de ellos quizás convertidos, otros emisarios del infierno disfrazados de cristianos, para lograr que “se pongan de acuerdo” en algo. Con los santos pasa todo lo contrario: todos son capaces de escuchar la voz del Espíritu y llegar a un acuerdo que no es ni político ni impuesto, sino divino.

«Apártenme a Bernabé y a Saulo, porque los he llamado para un importante trabajo.» Y aquí viene el otro problema de todo equipo ministerial: ¡inevitablemente el Señor se encargará de desarmarlo! Pero bueno, ese es el propósito de una “incubadora de ministerios”, ¿no? Creo que a veces los líderes hablan del tema muy alegremente y no consideran que muchos de los que sean capacitados y formados finalmente serán llamados a servir lejos de la iglesia originaria. Ese equipo de liderazgo es también un centro de entrenamiento para los mismos líderes, que serán luego comisionados a otras funciones, todos o algunos.

La corrupción de este modelo es la iglesia “mancha voraz”, que pretende englobar y contener todo lo que recibe. Y así, a algunos los castra espiritualmente o directamente los aborta, y a otros les genera tal resentimiento que terminan yéndose con una división.

¿Qué hizo el equipo de liderazgo después de escuchar la voz del Señor? No los retuvieron, no se pusieron a llorar (bueno, no lo sabemos en realidad…), sino que volvieron a orar y ayunar y luego los comisionaron: en el acto espiritual de imponerles las manos les estaban confiriendo la autoridad para el ministerio y de alguna forma se estaban “poniendo ellos mismos” en el ministerio de los apóstoles, ellos se estaban haciendo partícipes de él aunque permanecieran en la ciudad.

Un verdadero equipo ministerial es así de generoso con los ministerios y con el llamado del Señor.

La corrupción de este modelo es el “bueno, andate si querés”, con una oracioncita de dos minutos en el apretado programa del culto del domingo por la noche. Cualquier parecido con la realidad…

Este modelo de incubadora apostólica no es propiamente de una iglesia o congregación, sino que es, tal como dice exactamente Hechos, el de una ciudad, es decir, son los líderes santos de la ciudad, probados y aprobados, que pueden estar en perfecta comunión escuchando la voz de Su señor. De allí surgen los ministerios apostólicos (de verdad apostólicos, no apostolóbicos) que pueden extender el Evangelio hacia todos los países.

En el libro de Hechos tenemos otras referencias a la iglesia de Antioquía. Ellos fueron la base y el sostén de Pablo durante mucho tiempo, al menos hasta que fue logrando el apoyo de otras iglesias. Aparte de él, no sabemos mucho más de los otros 4 líderes, excepto un poco sobre Bernabé, pero razonablemente podemos suponer que tuvieron mucho que ver en el apoyo de la obra paulina y así, estos “desconocidos” fueron, seguramente, una parte vital de la obra misionera que llegó hasta nuestros días porque si hubiera sido sólo por la iglesia de Jerusalén, ¡muy difícilmente nosotros hubiéramos entrado en el Evangelio!

Tan importante son estos equipos apostólicos, por lo que Satanás está tan interesado en corromper el modelo. ¡Señor, establece Tus perfectos diseños sobre Tu Iglesia!


Danilo Sorti




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