domingo, 3 de septiembre de 2017

201. La raíz de iniquidad nacional del espíritu de Caín

Génesis 4:1-11 RVC
1 Adán conoció a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín, y dijo: «Por la voluntad del Señor he adquirido un varón.»
2 Después dio a luz a Abel, hermano de Caín. Abel era pastor de ovejas, y Caín cultivaba la tierra.
3 Andando el tiempo, sucedió que Caín llevó al Señor una ofrenda del fruto de la tierra.
4 Y Abel también llevó algunos de los primogénitos de sus ovejas, de los mejores entre ellas. Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda,
5 pero no miró con agrado a Caín ni a su ofrenda. Y Caín se enojó mucho, y decayó su semblante.
6 Entonces el Señor le dijo a Caín: «¿Por qué estás enojado? ¿Por qué ha decaído tu semblante?
7 Si haces lo bueno, ¿acaso no serás enaltecido? Pero, si no lo haces, el pecado está listo para dominarte. Sin embargo, su deseo lo llevará a ti, y tú lo dominarás.»
8 Dijo entonces Caín a su hermano Abel: «Vayamos al campo.» Y sucedió que, mientras estaban ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.
9 Y el Señor le dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?» Y él respondió: «No lo sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?»
10 Y el Señor le dijo: «¿Qué es lo que has hecho? Desde la tierra, la voz de la sangre de tu hermano me pide que le haga justicia.
11 Ahora, pues, ¡maldito serás por parte de la tierra, que abrió su boca para recibir de tus manos la sangre de tu hermano!

Este artículo es uno de varios que el Señor me ha dado sobre las iniquidades nacionales; escribo principalmente sobre Argentina porque es lo que más conozco y de lo que puedo hablar con autoridad, pero en esencia, las iniquidades nacionales no son muy diferentes de un país a otro, menos aún en relación con los países latinoamericanos.

No puedo decir que haya pasado exactamente lo mismo en todas las naciones, al menos no en la misma magnitud, pero si algo caracterizó siempre a la sociedad argentina, y ahora a prácticamente todo el mundo, es la polarización social. Pero va más allá que eso, no se trata de una simple división; es un odio mortal.

Oscar Robla, en su página www.oscarrobla.com, hace un análisis de la historia argentina en base al mito de Gualichu y Chachao en donde muestra esta situación en detalle. Entre paréntesis, estos dos muy bien pudieran representar al hombre fuerte de Argentina, o al menos a uno de los principados más importantes.

La historia argentina está llena de luchas fratricidas, entre sí y con los países limítrofes, con los que tenemos muchas más similitudes que diferencias. Cuando este odio no se manifestó en forma de guerras, se mantuvo encendido como discursos sociales y políticos enconados, como posturas políticas irreductibles.

Esto no es nuevo ni raro en el mundo, pero es más común cuando hay composiciones étnicas claramente diferenciadas, es decir, grupos humanos distintos originados hace muchos siglos. En Argentina es más extraño porque si bien provenimos de muchos orígenes diversos, la mayoría tenemos una fuerte (o total) ascendencia europea. Las divisiones no se dan tanto entre “razas” históricamente confrontadas sino entre grupos sociales de formación relativamente reciente (ricos contra pobres) o grupos ideológicos, a veces con pocas décadas de historia (izquierda contra derecha, peronismo contra “oligarquía”, etc.).

Las luchas entre hermanos no son nuevas. Los pueblos originarios las tuvieron, y sangrientas por cierto. Los primeros pobladores de estas tierras se encargaron de eliminar a la mayor cantidad de originarios posible, y luego a los descendientes de negros y a los gauchos, especialmente en la tristemente célebre guerra contra el Paraguay. Luego, la historia de la joven nación hasta nuestros días muestra claramente como la alternancia periódica en el poder de uno u otro grupo llevó consigo la persecución y a veces asesinato de los disidentes.

Esta siembra de sangre no termina nunca, al contrario, tal como dice Génesis, la sangre derramada pide más sangre, y el ciclo se repite con otros nombres, otros ideales y otros escenarios tecnológicos, pero con el mismo espíritu. El oprimido, cuando toma poder, se vuelve opresor, y reaviva el ciclo, justificándose a sí mismo. Y la tierra recibe sangre tras sangre, maldición tras maldición.

Con mucha astucia, poderes foráneos mantienen viva la llama del odio, para sacar provecho. Inglaterra, en los orígenes de nuestras naciones, avivó primero la independencia de España, y luego sembró estratégicamente guerras y discordias para evitar que Sudamérica se uniera, habiendo aprendido de la experiencia norteamericana. Estados Unidos tomó luego la posta e hizo lo suyo con, por ejemplo, la fatídica “Escuela de las Américas” y su participación en todos los regímenes militares del siglo pasado.

Pero la iglesia no es menos culpable:

1 Corintios 6:5-10 RVC
5 Les digo esto para avergonzarlos. ¿Acaso no hay entre ustedes siquiera uno que sea sabio y que pueda servir de juez entre sus hermanos?
6 ¡Y es que no sólo se pelean entre hermanos, sino que lo hacen en presencia de los incrédulos!
7 Sin duda, ya es bastante grave que haya pleitos entre ustedes. ¿No sería mejor pasar por alto la ofensa? ¿No sería mejor dejar que los defrauden?
8 ¡Pero el caso es que son ustedes los que cometen el agravio, y los que defraudan, y lo hacen contra los hermanos!
9 ¿Acaso no saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se equivoquen: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se acuestan con hombres,
10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los malhablados, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.

Aún las iglesias evangélicas abrigan en su seno a hordas de falsos hermanos que mienten, estafan y roban, ¡hablo con conocimiento! Y ni que hablar de los pastores que abusan de sus congregaciones, pecado especialmente común en Argentina (y en toda Latinoamérica).

“¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?” preguntó Caín, y la respuesta obvia era: ¡SÍ!

Aunque la nación es capaz de grandes muestras de solidaridad entre compatriotas, también es capaz del odio más enconado. Este odio se fundamenta en una “deshumanización” del otro: mi hermano ya deja de ser mi hermano y casi que deja de ser un ser humano, se hace depositario de todos los males y perversiones imaginables (y otras tantas inimaginables) por lo que el odio no solo está justificado, sino que se vuelve perfectamente necesario. La iniquidad de Caín está asociada a un espíritu de “fantasía”: la construcción de un “ideal de enemigo” alejado de la realidad.

Debemos cortar con esta insidiosa iniquidad. Primero debemos arrepentirnos nosotros, pedir perdón por todas las ocasiones en que no fuimos “guardianes” de nuestros hermanos, y perdonar. ACLARO: perdonar no es ser tan necio de volver a “meter la cabeza” donde no debo, o dejar sin denunciar hechos claramente ilegales y lesivos para las personas. Perdonar es primariamente un hecho espiritual, es liberar de MI juicio al hermano y liberarlo de la deuda que tiene conmigo, porque mi Padre me perdonó en Cristo una deuda MUCHÍSIMO mayor. Pero eso no soluciona el problema ni lo exime del juicio del Padre o de la justicia humana si correspondiera, ni restaura la relación. Llegar a esto último, la reconciliación, sería el ideal, y debemos avanzar en ese sentido, conforme el Espíritu vaya sanando nuestros corazones y nos guíe en acciones pertinentes.

Debemos aplicar la sangre de Cristo a tanta sangre derramada en la tierra y a tanto odio expresado día a día por millones de ciudadanos. Debemos asumir en nosotros la culpa y llevarla ante el Señor. Y debemos realizar acciones proféticas y concretas de reconciliación entre hermanos. La sangre de Cristo es la justicia perfecta, ¡no el olvido indulgente!, y a veces será necesario que haya justicia humana, aunque sean acciones pasadas en el tiempo.

La Iglesia debe reconciliarse, sin embargo esto no será posible hasta que unos cuantos lobos con piel de oveja, emisarios mismos del infierno, sean expuestos y expulsados de ella. Hermanos, no todos los que parecen cristianos lo son, y la reconciliación entre hermanos en la fe sólo es posible… ¡entre hermanos en la fe! Algunos que están adentro no son hermanos y nunca lo fueron, a esos hay que expulsarlos, no hay reconciliación, solo juicio, porque quizás así se arrepientan y escapen del infierno, pero en todo caso, no son hoy nuestros hermanos y no hay relación para restablecer con ellos. La reconciliación es en base a la norma de justicia divina y estos no pueden seguirla, por lo que intentan una falsa unión política, ¡hay que escapar de eso!

Y debemos “devolverle” la humanidad al otro, a los otros; los ricos, los pobres, los de izquierda, los de derecha. Esto no significa acordar con ellos, sino reconocerlos humanos, de la misma “pasta” con la que todos estamos hechos.

Y debemos celebrar esta diferencia, esta dualidad (no me refiero a la falsa diversidad de la que hablan los que pervierten el diseño original de Dios), porque en la naturaleza los “polos opuestos” son los que mantienen la tensión creativa: estructura – proceso, masculino – femenino, vida – muerte; el Creador ha diseñado la naturaleza con “opuestos”, en cuyo encuentro hay creación y recreación de vida, de variedad.

Dios ha diseñado a Argentina (y probablemente a muchas naciones) como “dos hermanos”, iguales pero distintos, que han vivido enojados pero que se necesitan y no se pueden separar (la nación no se ha separado, a pesar de los conflictos que tuvo). Debemos reconocerlo, conocernos, amarnos y celebrarlo. Cuando lo hagamos, cuando amemos y aceptemos las diferencias con las que Dios diseñó las distintas culturas y sociedades, y nos preocupemos unos por otros, para suplir las necesidades de cada uno, y nos valoremos unos a otros, se desatará un poder creativo y de vida que será de tremenda bendición.

Isaías 11:13 RVC
13 Entonces se disipará la envidia de Efraín, y los enemigos de Judá serán destruidos. Efraín no tendrá envidia de Judá, ni Judá afligirá a Efraín;

Esta promesa, que propiamente corresponde para el futuro, nos da un principio que podemos aplicar y reclamar.

Hacia la fecha en que escribo este artículo, Argentina está recién intentando salir de más de una década en la que se avivó por conveniencia política este odio entre hermanos, y muchos cristianos todavía están contaminados con este espíritu, algunos por la ideología política y otros por cualquier otra razón aparentemente no conexa, pero que se alimenta del mismo principado. No será fácil, y hace falta recibir sanidad del Espíritu, pero es el primer paso necesario, por lo que debemos dejar de lado el orgullo y la autosuficiencia y reconocer nuestra necesidad de sanidad para que el Señor pueda obrar.

Socialmente es también una de las cosas que deja heridas más profundas, infecciones abiertas que son mantenidas así por diversos poderes de turno u organizaciones para que los espíritus de ira y odio tengan una amplísima pista de aterrizaje. Hace falta sanidad sobrenatural. Normalmente diversos organismos de derechos humanos, que nacen con un reclamo justo, fácilmente devienen en “vientres de ira”, manteniendo encendida la llama ya no de la justicia, sino del odio que luego se vuelve contra los grupos que “son parecidos” a los que en el pasado infligieron el daño.

¡Señor, te pedimos perdón por la sangre que derramaron nuestras manos y las manos de nuestros padres, cuando no fuimos guardianes de nuestros hermanos! ¡Que Tu Espíritu traiga reconciliación entre nosotros!


Danilo Sorti




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