sábado, 30 de septiembre de 2017

275. El Evangelio y la misión de la Iglesia en el tiempo del fin

Apocalipsis 14:7 RVC
7 Ese ángel decía con fuerte voz: «Teman a Dios, y denle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. Adoren al que hizo el cielo y la tierra, el mar y los manantiales de agua.»

Apocalipsis 14:7 DHH
7 Decía con fuerte voz: a Dios y denle alabanza, pues ya llegó la hora en que él ha de juzgar. Adoren al que hizo el cielo y la tierra, el mar y los manantiales.


Según como interpretemos este pasaje, podemos ubicarlo en un tiempo todavía futuro, sin embargo, si lo interpretamos en un sentido más general o parcial (una de las formas posibles de interpretar la profecía) debemos reconocer que ya ha comenzado a cumplirse: desde hace un tiempo la Tierra ha entrado en los juicios del Padre; no todavía en la plenitud de ellos, solo en lo que algunos llaman “principios de dolores”, pero juicios al fin, sucesos cada vez más terribles.

Dios Padre, en Su calidad de Juez, está “haciendo entrada” en el escenario de un mundo que se precipita a lo más hondo del pecado y que, hasta ahora, “consideraba” que finalmente Dios los dejaría seguir en su camino. El mundo que hasta hace algunos años atrás no tomaba en cuenta a Dios, hoy se está empezando a enfrentar a una naturaleza que “no es natural”, y en especial me refiero al mundo occidental u “occidentalizado”, que abarca hoy los países y regiones más desarrollados, aunque no estén ubicados precisamente en occidente.

Con esto no estoy diciendo que de repente todos han reconocido que Dios está airado, porque no es así; la mayoría sigue y seguirá por un buen tiempo sin buscar respuestas más allá de la naturaleza o el cambio climático; pero a medida que la frecuencia y la intensidad de las catástrofes aumenta, cada vez más personas estarán intentando encontrar alguna respuesta en es Dios que habían olvidado hace ya mucho tiempo.

De todas formas, a la conformación del mundo tal como podíamos definirla hace no más de una década hoy se le hace imperioso agregarle otra variable: el inicio de los juicios del Padre a través de la naturaleza. Esta es una de las improntas que marcarán fuertemente los próximos años hasta el arrebatamiento, es decir, el tiempo que nos queda para cumplir la Gran Comisión, el lapso de tiempo que nos ha sido dado. ¿Cómo se cumple la misión de la Iglesia en ESTE CONTEXTO?

Por otro lado, ¿QUÉ IGLESIA es la que debe reflexionar al respecto? Bueno, toda, por supuesto, sin embargo, cuando miramos la distribución de las iglesias evangélicas hoy nos encontramos con que el grueso del Movimiento Evangélico está en el llamado Tercer Mundo, pero los contextos nacionales son muy diferentes: África sigue enfrentando grandes luchas y problemas ambientales, en la mayor parte de Asia existe persecución, y, en términos generales, sólo América Latina tiene una relativa libertad, paz y prosperidad. Esto nos ubica en un lugar de gran responsabilidad porque probablemente seamos el bloque que más puede hacer por la extensión del Evangelio en estos últimos tiempos, aunque no creo que estemos respondiendo en la misma medida que el Señor nos ha bendecido.

Así, según entiendo, es la Iglesia Latinoamericana la que debe reflexionar seriamente en cómo va a completar su misión, al interior del continente y al resto del mundo, en el contexto de los juicios del Padre.

Antes que nada, la iglesia debe reconocer que precisamente estamos en el principio de Sus juicios. Sin embargo, muchos líderes todavía le siguen echando la culpa a la naturaleza o a Satanás, o a vaya uno a saber qué, pero sin decir claramente que se tratan de juicios de Dios, y puedo dar fe de eso porque he tenido algunas discusiones… Esos líderes no pueden conducir el futuro inmediato del Pueblo de Dios, sencillamente, ¡no son capaces de reconocer lo que el Padre está haciendo! Pueden mantener porciones importantes de la revelación bíblica pero no sirven para transitar este presente.

Por otro lado, debemos reconocer las diversas corrientes teológicas que nos han influido y que los cristianos más nuevos no conocen. Uno pensaría que en conjunto han dejado una “confusión teológica”, pero yo creo que cada una de ellas ha sido una herramienta del Señor para alumbrarnos una faceta de la Verdad Bíblica. Es claro que normalmente cada una de ellas luego se desvió exagerando lo que una vez recibieron, pero eso ha servido para demostrar que eran propiamente “parciales”, una parte de la Verdad, necesarias cada una pero incompletas en sí mismas.

Todos los cristianos evangélicos hoy estamos más o menos influenciados por algunas de ellas, y precisamente hoy estamos siendo bastante ineficientes porque nos hemos quedado “pegados” a algo que nunca pretendió ser “el fin de la revelación”, sino una parte del camino, nada más. Debemos tomar todo lo bueno que trajeron y, ahora, volver a leer la Biblia con ese bagaje pero a la luz de lo que Dios está haciendo hoy, que no es exactamente lo mismo que hizo ayer.

Otro elemento clave para empezar a entender esta “nueva forma” de misión es la dimensión profética. Muchos santos siguen temerosos al hecho de adentrarse en la dimensión profética, y mucho más en lo que Dios está diciendo ahora a través de Sus siervos de la última hora. Otros siguen aferrados a teologías que le impiden aceptar la plena vigencia de los ministerios proféticos. Y otros, aún aceptándolo, permanecen ignorantes (¿por pereza, por temor?) respecto de lo que Dios está diciendo. Creo que hoy ya no es una opción viable, no al menos si pretendemos ser efectivos en los tiempos que vienen. Sé que para mucho esto es una barrera, algo que raya en lo herético; no tenemos tiempo para hacer un profundo análisis sobre la vigencia de los dones proféticos ni para analizar todos los argumentos al respecto; mucho mal se ha hecho “en nombre” de los dones carismáticos y muchos han abusado de ellos, y eso es lamentable. PERO DEBEMOS RECORDAR que Satanás no tiene la capacidad de crear nada, y si algo es pervertido y usado por el Enemigo, ¡es precisamente porque se trata de algo genuino! Debemos desechar lo corrompido y quedarnos con lo genuino, como cuando una madre limpia las hojas de una planta de lechuga para preparar una ensalada para su familia: no desecha toda la planta porque haya hojas sucias.

Con todo esto, lo que nos queda es “volver a leer” la Biblia para encontrar las instrucciones que ya nos fueron dadas precisamente para estos tiempos, pero eso será motivo de otro artículo.



Danilo Sorti




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