1 Corintios 12:4-7 RVC
4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero
el Espíritu es el mismo.
5 Hay diversidad de ministerios, pero el
Señor es el mismo.
6 Hay diversidad de actividades, pero Dios,
que hace todo en todos, es el mismo.
7 Pero la manifestación del Espíritu le es
dada a cada uno para provecho.
1 Corintios 12:18 RVC
18 Pero Dios ha colocado a cada miembro del
cuerpo donde mejor le pareció.
1 Corintios 12:28-30 RVC
28 En la iglesia Dios ha puesto, en primer
lugar, apóstoles, luego profetas, y en tercer lugar, maestros; luego están los
que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran,
y los que tienen don de lenguas.
29 ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas?
¿Son todos maestros? ¿Hacen todos milagros?
30 ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan
todos lenguas? ¿Interpretan todos?
Romanos 12:4-6 RVC
4 Porque así como en un cuerpo hay muchos
miembros, y no todos los miembros tienen la misma función,
5 así también nosotros, aunque somos muchos,
formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a los demás.
6 Ya que tenemos diferentes dones, según la
gracia que nos ha sido dada, si tenemos el don de profecía, usémoslo conforme a
la medida de la fe.
Efesios 4:11-12 RVC
11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a
otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
12 a fin de perfeccionar a los santos para la
obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
La enseñanza de los dones espirituales es
algo muy propio de la era de la Iglesia, porque se corresponde con el
derramamiento del Espíritu Santo y su capacitación para el servicio:
Hechos 1:8 RVC
8 Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu
Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria,
y hasta lo último de la tierra.»
Algo Jesús dijo respecto de los dones cuando
se refirió específicamente a lo que algunos llaman el “don de celibato”;
Mateo 19:11 RVC
11 Y él les respondió: «No todos pueden
comprender esto, sino sólo quienes tienen este don.
Y en el Antiguo Testamento también es posible
encontrar algunas referencias interesantes como por ejemplo:
Éxodo 35:30-31 RVC
30 Moisés les dijo a los hijos de Israel:
«Como pueden ver, el Señor ha designado a Besalel hijo de Uri, hijo de Jur, de
la tribu de Judá.
31 Lo ha llenado del espíritu de Dios y le ha
dado sabiduría, inteligencia, ciencia y dotes artísticas,
Pero no hay duda que la manifestación
completa de los dones espirituales no vendría sino hasta que el Espíritu Santo
hubiera sido derramado sobre el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia.
Dentro de esta multiplicidad de dones se
menciona al don de apóstol. El Nuevo Testamento está repleto de información
sobre el don apostólico, que muchas veces no es vista porque todas las
referencias a ellos son extendidas hacia todo el ministerio cristiano. Y eso no
es incorrecto, es más, ¡se supone que debe ser así! Pero no por ello debemos
“dejar de ver” las especificidades del ministerio apostólico.
Hay mucho para hablar sobre el tema, pero
aquí quiero hacer referencia a los dos extremos en que ha caído el concepto de
ministerio apostólico. Por un lado, una posición más antigua pero vigente es la
que afirma que fue uno de los dones que “cesaron”, al hacer una división
artificial entre dones que continuaron y dones que terminaron en la época
apostólica. En el fondo utiliza argumento que tienen “lógica interna” pero que
son incompletos y no resisten una confrontación dura con la realidad, y algunos
pasajes mal interpretados de la Biblia. Aquí tenemos la “apostolofobia”,
generalmente bien intencionada y normalmente espantada de los excesos
apostolóbicos, pero planteando una solución incorrecta y perdiéndose las
tremendas bendiciones que se desatan al establecer el diseño divino.
Ahora bien, debemos poner un “límite” al
ministerio apostólico. No tenemos problema en reconocer y aceptar el don de
enseñanza hoy, pero a ningún maestro en su sano juicio se le ocurriría poner
sus palabras por encima de La Palabra. Tampoco tenemos problemas en reconocer
el don de evangelista, pero, de nuevo, ningún evangelista pondría sus palabras
por encima de La Palabra. Lo mismo para el profeta: ninguna profecía hoy puede
contradecir La Profecía, sólo aclarar e iluminar lo que fue dicho. Y así con
todos los otros dones, apóstol inclusive. Esto quiere decir que la palabra de
los apóstoles primeros, registradas en la Biblia, están por encima de cualquier
palabra apostólica hoy, que no puede establecer ninguna nueva doctrina, solo
aclarar y contextualizar las ya establecidas.
Pero por otro lado tenemos la “apostolitis”,
es decir, el afán por ser apóstol como si fuera un título jerárquico o
“nobiliario”. Hoy es por demás de común ver como los pastores “ascienden” al
grado de apóstol, y más aún, aunque no voy a hablar de otros títulos que no
figuran en el Nuevo Testamento y que no merecen mayor debate: si no están allí,
¿de qué estamos hablando?
Los pasajes que leímos al principio dejan
suficientemente claro que el don apostólico y el ministerio subsiguiente ES UN
DON ESPIRITUAL DE PURA GRACIA y no tiene nada que ver con un “ascenso
jerárquico”. Ahora bien, es cierto que el don apostólico se recibe al momento
mismo de la conversión, pero su reconocimiento público demora varias décadas,
por la misma naturaleza del don que requiere un carácter maduro y probado. Por
lo tanto, no es nada incorrecto que el hermano en cuestión sea primero
reconocido como líder de la iglesia y desarrolle un ministerio durante años
hasta que se lo pueda reconocer públicamente como apóstol y sea aceptado como
tal por las iglesias. Habría que ver si es correcto ubicar primero en la
función pastoral a alguien que tiene el llamado apostólico, pero eso es otro
tema.
El asunto es que mucho de lo que estamos
viendo es más “apostolitis” que reconocimiento genuino, y es bastante fácil
darse cuenta de ellos cuando ocurre dentro del contexto del falso evangelio de
la prosperidad o de las iglesias modelo Laodicea. Creo que muchos de los que
hoy se llaman apóstoles ni siquiera deberían estar acomodando las sillas en las
iglesias, porque con ello contaminarían espiritualmente el ambiente; pero están
esparciendo error y pecado entre miles de personas ignorantes que así lo
quieren.
Y digo “apostolitis aguda” porque se
transforma en un fuerte deseo en cualquier líder, joven o viejo, como una
aspiración máxima, generalmente no confesada. Pero también “crónica” porque los
tales “se enquistan” en las estructuras de las iglesias modelo Laodicea y se
reciclan permanentemente, cubiertos por “estructuras de protección” que se
encargan de minimizar u ocultar todas las macanas que se mandan…
Las enseñanzas sobre el don apostólico fueron
claramente expuestas para el mundo hispanohablante hace más de cuarenta años
ya. Desde el primer momento que las leí entendí que eran verdaderas y que
reconocer el ministerio sería una gran bendición para las iglesias. No he
cambiado de opinión desde entonces, el problema es que, también desde entonces,
no son muchos los verdaderos apóstoles que he conocido. Pero como decimos en mi
tierra, “la culpa no es del chancho sino del que le da de comer”, por ello,
resulta fundamental que el pueblo fiel de Dios entienda qué es un verdadero
apóstol, cómo se reconoce y acepte a los que genuinamente lo son, a la vez que
deje de destinar recursos (dinero, tiempo y atención) hacia los falsos.
Una palabra más. He observado que esta
“progresión jerárquica” se ha dado muy frecuentemente entre ministros que
fueron originalmente llamados como evangelistas, Y NADA MÁS QUE evangelistas,
pero que al ver el “éxito” que tenían llenando salones, se establecieron como
pastores, creando estructuras grandes y llenas de pecado, y luego, como no
están satisfechos con lo que tienen ni consigo mismos (porque están haciendo lo
que no fueron llamados a hacer), siguen “escalando” hacia el apostolado,
sostenidos por una “superestructura laodicense” que los necesita para mantener
el circo evangélico. Hermano: si el Señor te llamó a ser evangelista o músico o
maestro o ujier, ¿para qué acarrear tan terrible condenación sobre vos y sobre
miles de personas?
Danilo Sorti
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