domingo, 3 de septiembre de 2017

228. Apostolofobia y apostolitis aguda y crónica

1 Corintios 12:4-7 RVC
4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.
5 Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
6 Hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo.
7 Pero la manifestación del Espíritu le es dada a cada uno para provecho.

1 Corintios 12:18 RVC
18 Pero Dios ha colocado a cada miembro del cuerpo donde mejor le pareció.

1 Corintios 12:28-30 RVC
28 En la iglesia Dios ha puesto, en primer lugar, apóstoles, luego profetas, y en tercer lugar, maestros; luego están los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, y los que tienen don de lenguas.
29 ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Son todos maestros? ¿Hacen todos milagros?
30 ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?

Romanos 12:4-6 RVC
4 Porque así como en un cuerpo hay muchos miembros, y no todos los miembros tienen la misma función,
5 así también nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a los demás.
6 Ya que tenemos diferentes dones, según la gracia que nos ha sido dada, si tenemos el don de profecía, usémoslo conforme a la medida de la fe.

Efesios 4:11-12 RVC
11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,

La enseñanza de los dones espirituales es algo muy propio de la era de la Iglesia, porque se corresponde con el derramamiento del Espíritu Santo y su capacitación para el servicio:

Hechos 1:8 RVC
8 Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.»

Algo Jesús dijo respecto de los dones cuando se refirió específicamente a lo que algunos llaman el “don de celibato”;

Mateo 19:11 RVC
11 Y él les respondió: «No todos pueden comprender esto, sino sólo quienes tienen este don.

Y en el Antiguo Testamento también es posible encontrar algunas referencias interesantes como por ejemplo:

Éxodo 35:30-31 RVC
30 Moisés les dijo a los hijos de Israel: «Como pueden ver, el Señor ha designado a Besalel hijo de Uri, hijo de Jur, de la tribu de Judá.
31 Lo ha llenado del espíritu de Dios y le ha dado sabiduría, inteligencia, ciencia y dotes artísticas,

Pero no hay duda que la manifestación completa de los dones espirituales no vendría sino hasta que el Espíritu Santo hubiera sido derramado sobre el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia.

Dentro de esta multiplicidad de dones se menciona al don de apóstol. El Nuevo Testamento está repleto de información sobre el don apostólico, que muchas veces no es vista porque todas las referencias a ellos son extendidas hacia todo el ministerio cristiano. Y eso no es incorrecto, es más, ¡se supone que debe ser así! Pero no por ello debemos “dejar de ver” las especificidades del ministerio apostólico.

Hay mucho para hablar sobre el tema, pero aquí quiero hacer referencia a los dos extremos en que ha caído el concepto de ministerio apostólico. Por un lado, una posición más antigua pero vigente es la que afirma que fue uno de los dones que “cesaron”, al hacer una división artificial entre dones que continuaron y dones que terminaron en la época apostólica. En el fondo utiliza argumento que tienen “lógica interna” pero que son incompletos y no resisten una confrontación dura con la realidad, y algunos pasajes mal interpretados de la Biblia. Aquí tenemos la “apostolofobia”, generalmente bien intencionada y normalmente espantada de los excesos apostolóbicos, pero planteando una solución incorrecta y perdiéndose las tremendas bendiciones que se desatan al establecer el diseño divino.

Ahora bien, debemos poner un “límite” al ministerio apostólico. No tenemos problema en reconocer y aceptar el don de enseñanza hoy, pero a ningún maestro en su sano juicio se le ocurriría poner sus palabras por encima de La Palabra. Tampoco tenemos problemas en reconocer el don de evangelista, pero, de nuevo, ningún evangelista pondría sus palabras por encima de La Palabra. Lo mismo para el profeta: ninguna profecía hoy puede contradecir La Profecía, sólo aclarar e iluminar lo que fue dicho. Y así con todos los otros dones, apóstol inclusive. Esto quiere decir que la palabra de los apóstoles primeros, registradas en la Biblia, están por encima de cualquier palabra apostólica hoy, que no puede establecer ninguna nueva doctrina, solo aclarar y contextualizar las ya establecidas.

Pero por otro lado tenemos la “apostolitis”, es decir, el afán por ser apóstol como si fuera un título jerárquico o “nobiliario”. Hoy es por demás de común ver como los pastores “ascienden” al grado de apóstol, y más aún, aunque no voy a hablar de otros títulos que no figuran en el Nuevo Testamento y que no merecen mayor debate: si no están allí, ¿de qué estamos hablando?

Los pasajes que leímos al principio dejan suficientemente claro que el don apostólico y el ministerio subsiguiente ES UN DON ESPIRITUAL DE PURA GRACIA y no tiene nada que ver con un “ascenso jerárquico”. Ahora bien, es cierto que el don apostólico se recibe al momento mismo de la conversión, pero su reconocimiento público demora varias décadas, por la misma naturaleza del don que requiere un carácter maduro y probado. Por lo tanto, no es nada incorrecto que el hermano en cuestión sea primero reconocido como líder de la iglesia y desarrolle un ministerio durante años hasta que se lo pueda reconocer públicamente como apóstol y sea aceptado como tal por las iglesias. Habría que ver si es correcto ubicar primero en la función pastoral a alguien que tiene el llamado apostólico, pero eso es otro tema.

El asunto es que mucho de lo que estamos viendo es más “apostolitis” que reconocimiento genuino, y es bastante fácil darse cuenta de ellos cuando ocurre dentro del contexto del falso evangelio de la prosperidad o de las iglesias modelo Laodicea. Creo que muchos de los que hoy se llaman apóstoles ni siquiera deberían estar acomodando las sillas en las iglesias, porque con ello contaminarían espiritualmente el ambiente; pero están esparciendo error y pecado entre miles de personas ignorantes que así lo quieren.

Y digo “apostolitis aguda” porque se transforma en un fuerte deseo en cualquier líder, joven o viejo, como una aspiración máxima, generalmente no confesada. Pero también “crónica” porque los tales “se enquistan” en las estructuras de las iglesias modelo Laodicea y se reciclan permanentemente, cubiertos por “estructuras de protección” que se encargan de minimizar u ocultar todas las macanas que se mandan…

Las enseñanzas sobre el don apostólico fueron claramente expuestas para el mundo hispanohablante hace más de cuarenta años ya. Desde el primer momento que las leí entendí que eran verdaderas y que reconocer el ministerio sería una gran bendición para las iglesias. No he cambiado de opinión desde entonces, el problema es que, también desde entonces, no son muchos los verdaderos apóstoles que he conocido. Pero como decimos en mi tierra, “la culpa no es del chancho sino del que le da de comer”, por ello, resulta fundamental que el pueblo fiel de Dios entienda qué es un verdadero apóstol, cómo se reconoce y acepte a los que genuinamente lo son, a la vez que deje de destinar recursos (dinero, tiempo y atención) hacia los falsos.

Una palabra más. He observado que esta “progresión jerárquica” se ha dado muy frecuentemente entre ministros que fueron originalmente llamados como evangelistas, Y NADA MÁS QUE evangelistas, pero que al ver el “éxito” que tenían llenando salones, se establecieron como pastores, creando estructuras grandes y llenas de pecado, y luego, como no están satisfechos con lo que tienen ni consigo mismos (porque están haciendo lo que no fueron llamados a hacer), siguen “escalando” hacia el apostolado, sostenidos por una “superestructura laodicense” que los necesita para mantener el circo evangélico. Hermano: si el Señor te llamó a ser evangelista o músico o maestro o ujier, ¿para qué acarrear tan terrible condenación sobre vos y sobre miles de personas?



Danilo Sorti




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