Eclesiastés 7:4 DHH
4 El sabio piensa en la muerte,
pero el necio, en ir a divertirse.
Judas 1:8 DHH
8 A pesar de ello, también esos hombres,
viviendo en sueños, contaminan su cuerpo, rechazan la autoridad del Señor e
insultan a los poderes superiores.
La llamada “industria del entretenimiento”,
eufemismo para ocultar todo tipo de pecados y perversiones, ha tenido en el
último siglo un crecimiento que jamás hubieran podido prever sus predecesores.
Puedo resultar muy dogmático en lo que digo, pero el entretenimiento es, en
esencia, fantasía, irrealidad. Yo sé que más de uno, para justificarse a sí
mismo, puede “jurar y perjurar” que “lo que pasa en las películas es lo que
pasa en la realidad”, y podemos estar de acuerdo que algo de verdad hay;
también existen películas documentales, basadas en la vida real, históricas e
incluso con mensajes cristianos. Eso es cierto. Y sería injusto dejar de
mencionar a los diversos artistas, directores y productores cristianos, que se
esfuerzan por traer el Reino de Dios a través de un medio por demás de
contaminado (bueno, hoy en día todos los ámbitos del quehacer humano ya están
sumamente contaminados).
Pero una vez reconocido todo lo anterior,
cuando volvemos la vista hacia el “mundo del entretenimiento”, la cantidad de
“fantasía” que transmiten es abrumadora.
Hay un “lugar común” convenientemente
repetido de que “la fantasía no es dañina”, “sólo se trata de entretenimiento”
(y estoy hablando del entretenimiento “más sano”); pero no creo necesario
refutar eso, basta con ver el mensaje y los espíritus que se mueven por detrás,
o como desensibilizan las conciencias hacia pecados groseros.
Bueno, no es el tema del artículo,
simplemente para ponernos “en contexto” de que vivimos en un mundo en donde la
fantasía se ha ultrasofisticado y vuelto por demás de accesible para todos, de
tal forma que es muy fácil hacerse “una escapadita del mundo” sumergido en la
televisión o Internet o incluso algo más “cultural” (teatro, ballet, etc.).
Así como está, la “industria de la fantasía”
es socialmente aceptada y aplaudida (así como son aceptados y aplaudidos los
demonios que transmite, claro), porque la realidad del siglo XXI no expresa
ninguna de las utopías del siglo XX, ninguna de las promesas políticas o
económicas de “un mundo mejor” y se vuelve cada vez más sombría y amenazante.
“Panem et circenses”, pan y circo, frase atribuida a los gobernantes de la
antigua Roma.
Y es que el hombre postmoderno prácticamente
ha abandonado las utopías, pero tampoco se atreve a expresar un futuro incierto
y potencialmente catastrófico, por lo que no le queda más que vivir en el
presente, que tampoco es fácil. ¿Adónde escapar sino hacia la “industria del
entretenimiento”?
Como principio interpretativo, todo lo que
ocurre en la sociedad ocurre también en mayor o menor grado en la Iglesia (¿o
no será más bien al revés…?), por lo que el ansias de “panem et circenses” se
expresa naturalmente en las iglesias, ESPECIALMENTE cuando tenemos una masa de
gente no transformada que llena los templos. ¡Y ellos están dispuestos a pagar
por eso! Mmmm…. Termina siendo un negocio interesante…. Para el Adversario,
claro.
Pero el fenómeno no tiene nada de nuevo, lo
único novedoso es la magnitud y extensión actual, no sus características,
porque ya el autor de Eclesiastés lo dijo; y si relacionamos ese pasaje con
nuestro presente no nos queda más por concluir que la necedad SOBREABUNDA Y
REBALSA por todos lados. Este hombre necio, deseoso de vivir en fantasías,
“exige” lo mismo de una iglesia con la cual no se compromete. Y es fácil
encontrar la oferta buscada. Así, se termina construyendo un evangelio de
fantasías, de engaño, de MENTIRA.
Hermanos, la fantasía es “mentira” con todas
las letras. No importa cuántos elementos de verdad tenga, en el fondo es mentira;
y si bien puede no haber demasiado problema con una obra de teatro o una
película, e incluso pueden ser usadas para transmitir valores santos; la
sumatoria de ellas SÍ generan un “mundo artificial”. Y la sumatoria de mensajes
fantasiosos, de “positivismo” cristiano, con algunas pocas gotas de Biblia,
solo para aromatizarlos nomás, de falsos modelos apostólicos, de falso éxito
cristiano, de falso Reino de Dios y falso Evangelio, sin duda crean un
cristianismo artificial, un “Magic Kingdom” cristiano, como bien expresó un
amigo mío, que hace agua por todos lados y que es muy fácil de reconocer falso,
pero al que la gente se aferra desesperadamente, quizás con la esperanza de que
esas palabras bonitas se cumplan o al menos para pasar un rato agradable un día
a la semana.
El mundo de fantasías cristiano es el mundo
en el que queremos vivir cuando no queremos enfrentar la realidad. Y lo más
terrible de todo es que el Señor mismo me ha hecho ver que realmente no
podríamos enfrentar TODA la magnitud de la oscuridad presente, por lo que
incluso Él mismo permite que siga existiendo “cierta fantasía”. Por supuesto,
no es Su plan perfecto.
Fantasía cristiana es hacer un recorte de la
revelación bíblica, añadirle cuentos maravillosos que se presentan como verdaderos,
empaquetar todo en un show adecuadamente armado, eliminar lo más posible toda
referencia que cause tristeza o angustia (pecado, juicio venidero, maldad),
meterle mucha dosis de ánimo y “mensaje positivo”, acompañarlo con mucha música
(por algo los grupos de alabanza son uno de los ministerios mimados por todos
los pastores), presentar un pastor / liderazgo / familia pastoral maravilloso y
exitoso, y traducir todo a una vida cristiana simplificada, con unas pocas
prácticas religiosas perfectamente realizables, sin ningún sacrificio ni
autocuestionamiento, y por supuesto, sin exigir el duro trabajo de leer la
Biblia y buscar a Dios por cuenta propia, ni mucho menos tener que obedecerle
personalmente. Todo esto dentro de un “templo” (tal es la palabra que se puso
de moda hace tiempo ya) bien arreglado, grande y agradable (por supuesto, nada
que ver con los “galpones pentecostales” de décadas pasadas). La predicación
debe ser lo suficientemente seductora sin obligar a pensar mucho a nadie, sólo
recurriendo a “lugares comunes” y tocando algunas “teclas sensibles” de la
emoción, al igual que el desarrollo del culto, y especialmente el momento de la
ofrenda. Hay más ingredientes, pero en definitiva todos contribuyen a crear un
completo escenario de irrealidad.
Nadie puede salir de “Fantasilandia
cristiana” por sus propias fuerzas porque lo que encuentra es por demás de
espantoso, pero sí hay una salida, verdadera, genuina; y es la gracia y las
promesas de Dios, es Su presencia, Su poder, Él mismo, ante Quien toda
oscuridad se desvanece y todo es recreado. Es Él, solamente Él, Su poder, Su
misericordia, Su amor. Sólo así podemos enfrentar la realidad. Sin Él, sin Su
revelación, sin Su poder, bueno, más vale sigamos en “Fantasilandia”…
Este mundo de fantasía cristiana llega a ser
un paradigma de vida, algo omniabarcador dentro del cual “hay respuesta” para
todo, no porque haya realmente mucho para decir, sino porque fácilmente se
rechazan los mensajes contrarios, por eso es muy difícil de penetrar, y lo será
cada vez más, hasta el punto de que solamente los últimos juicios antes del
arrebatamiento logren sacudir a muchos (pero no a todos).
Me gustaría brindar alguna receta para
“romper” esta estructura, pero no la tengo y dudo que encontremos más que la
oración y la verdad, aunque siempre supeditadas a la voluntad de la persona.
Que el Señor nos resguarde de meternos en ella.
Danilo Sorti
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