domingo, 3 de septiembre de 2017

211. Cuando los tiempo son malos…

Amós 5:10-13 RVC
10 Pero ustedes aborrecen a quienes los reprenden en las puertas de la ciudad; detestan a los que hablan con rectitud.
11 Por lo tanto, y puesto que ustedes ultrajan a los pobres y le cobran impuestos por su trigo, jamás habitarán las casas de piedra labrada que han construido, ni beberán jamás el vino de las hermosas viñas que plantaron.
12 Yo sé muy bien que ustedes son muy rebeldes, y que cometen grandes pecados; sé también que oprimen a la gente honrada, que reciben soborno, y que en los tribunales impiden que los pobres ganen su pleito.
13 ¡Vivimos en tiempos tan corruptos, que la gente prudente prefiere callar!

Amós 5:13 DHH
13 Por eso el que es sabio se calla,
porque el tiempo es malo.

Mateo 7:6 RVC
6 »No den ustedes lo santo a los perros, ni echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan contra ustedes y los despedacen.

Tito 3:10-11 RVC
10 Al que cause divisiones, deséchalo después de una y otra amonestación,
11 pues sabrás que tal persona se ha pervertido, y peca y su propio juicio lo condena.


Hace un tiempo atrás estaba escuchando una visión que el Señor le dio a una hermana sobre el tiempo de la tribulación. En la visión ella era testigo participante, es decir, que estaba “viviendo” en primera persona lo que los cristianos que se queden vivirán entonces, y recuerdo que habla sobre la dificultad para conseguir alimento y cómo, para no ser descubierto, las pocas veces que salían de sus refugios trataban de no hablar con las otras personas.

Y así, estaba un día pensando en esta escena de la visión cuando de repente el Espíritu me hizo notar que aquí y ahora yo tenía muchas veces la misma actitud. ¡Caramba, era cierto! ¿Por qué había llegado a eso? En los ámbitos seculares donde me muevo es difícil hablar de Cristo o siquiera de los valores cristianos. Uno ha tenido ya tantos conflictos que “aprendió” a callarse, o mejor dicho, a testificar solamente cuando el Espíritu Santo claramente da la convicción para hacerlo, y de hecho lo hago, y sigo exponiendo los principios del Evangelio y a Cristo mismo, pero cuando no tengo la dirección clara del Espíritu, me callo. Los tiempos son difíciles, ¿para qué exponerse innecesariamente?

Alguno que esté leyendo estas páginas pensará que estoy diciendo una herejía, ¿acaso el Señor no nos mandó a dar testimonio, “a tiempo y fuera de tiempo”? Sí, claro que sí. Pero la Biblia también nos advierte contra el hecho de ser imprudentes.

En el relato de Amós, la corrupción que estaba viviendo el reino de Israel era tal que resultaba muy poco sabio hablar. Nadie estaba dispuesto a escuchar. Siglos después, el Señor mismo lo aclararía: no “echen sus perlas delante de los cerdos”, es decir, ¡no perdamos tiempo hablando cuando no debemos! Todavía más, hablar fuera de tiempo y fuera de lugar puede ser realmente peligroso.

Proverbios 23:9 RVC
9 No trates de hacerte oír por un necio, porque éste no apreciará tus sabias razones.

Y dado que vivimos en un tiempo de extrema necedad (y buena parte de ella dentro de la Iglesia), uno debería cuidar bien con quién habla.

En otro contexto y bajo otras circunstancias, Pablo habló de algo parecido. Ya no era el ámbito social o de la vida cotidiana, sino el ámbito de iglesia. El que causa divisiones en este caso es el que no solamente tiene un corazón malo sino que además no ha querido escuchar la reprensión en varias oportunidades. “Deséchalo” significa, entre otras cosas, no seguir hablando con el tal, no seguir insistiendo, es decir, callar. Cuando tales personas abundan, entonces los tiempos se vuelven malos.

Es cierto que hay un momento en que somos llamados a dar testimonio aún sabiendo que eso puede acarrearnos grandes problemas o incluso la vida. ¡Cuidado! Es el Espíritu Santo el que nos da la orden de hablar o de callar, y eso es estrictamente personal y requiere tener el ejercicio de escucharlo en todo momento. Pero esas dificultades son las que Dios en Su soberanía a dispuesto para que las atravesemos. Meterse en problemas “gratuitamente” debido a un “complejo de mártir” es otra cosa muy diferente.

En el fondo, lo que nos lleva a hablar “más de la cuenta”, en momentos en que el mismo Espíritu quiere que callemos y con palabras que el Santo no nos inspira ni respalda, son nuestros propios conflictos psicológicos, a veces el sentimiento de culpabilidad que nos meten por “no evangelizar”, o el deseo de “ganar” una conversación o cambiar una situación que está mal en sí misma pero que el Señor en Su soberanía permite.

No debemos sentirnos culpables por callar, es prudente. Tampoco debemos callar más de la cuenta, aún cuando hablar nos traiga consecuencias. Y debemos ser sabios en relacionarnos con personas y tratar de ubicarnos en lugares (siempre que sea posible) en los cuales podamos hablar y nuestras palabras sean útiles.



Danilo Sorti




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