Amós 5:10-13 RVC
10 Pero ustedes aborrecen a quienes los
reprenden en las puertas de la ciudad; detestan a los que hablan con rectitud.
11 Por lo tanto, y puesto que ustedes
ultrajan a los pobres y le cobran impuestos por su trigo, jamás habitarán las
casas de piedra labrada que han construido, ni beberán jamás el vino de las
hermosas viñas que plantaron.
12 Yo sé muy bien que ustedes son muy
rebeldes, y que cometen grandes pecados; sé también que oprimen a la gente
honrada, que reciben soborno, y que en los tribunales impiden que los pobres
ganen su pleito.
13 ¡Vivimos en tiempos tan corruptos, que la
gente prudente prefiere callar!
Amós 5:13 DHH
13 Por eso el que es sabio se calla,
porque el tiempo es malo.
Mateo 7:6 RVC
6 »No den ustedes lo santo a los perros, ni
echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan
contra ustedes y los despedacen.
Tito 3:10-11 RVC
10 Al que cause divisiones, deséchalo después
de una y otra amonestación,
11 pues sabrás que tal persona se ha
pervertido, y peca y su propio juicio lo condena.
Hace un tiempo atrás estaba escuchando una
visión que el Señor le dio a una hermana sobre el tiempo de la tribulación. En
la visión ella era testigo participante, es decir, que estaba “viviendo” en
primera persona lo que los cristianos que se queden vivirán entonces, y
recuerdo que habla sobre la dificultad para conseguir alimento y cómo, para no
ser descubierto, las pocas veces que salían de sus refugios trataban de no
hablar con las otras personas.
Y así, estaba un día pensando en esta escena
de la visión cuando de repente el Espíritu me hizo notar que aquí y ahora yo
tenía muchas veces la misma actitud. ¡Caramba, era cierto! ¿Por qué había
llegado a eso? En los ámbitos seculares donde me muevo es difícil hablar de
Cristo o siquiera de los valores cristianos. Uno ha tenido ya tantos conflictos
que “aprendió” a callarse, o mejor dicho, a testificar solamente cuando el
Espíritu Santo claramente da la convicción para hacerlo, y de hecho lo hago, y
sigo exponiendo los principios del Evangelio y a Cristo mismo, pero cuando no
tengo la dirección clara del Espíritu, me callo. Los tiempos son difíciles,
¿para qué exponerse innecesariamente?
Alguno que esté leyendo estas páginas pensará
que estoy diciendo una herejía, ¿acaso el Señor no nos mandó a dar testimonio,
“a tiempo y fuera de tiempo”? Sí, claro que sí. Pero la Biblia también nos
advierte contra el hecho de ser imprudentes.
En el relato de Amós, la corrupción que
estaba viviendo el reino de Israel era tal que resultaba muy poco sabio hablar.
Nadie estaba dispuesto a escuchar. Siglos después, el Señor mismo lo aclararía:
no “echen sus perlas delante de los cerdos”, es decir, ¡no perdamos tiempo
hablando cuando no debemos! Todavía más, hablar fuera de tiempo y fuera de
lugar puede ser realmente peligroso.
Proverbios 23:9 RVC
9 No trates de hacerte oír por un necio,
porque éste no apreciará tus sabias razones.
Y dado que vivimos en un tiempo de extrema
necedad (y buena parte de ella dentro de la Iglesia), uno debería cuidar bien
con quién habla.
En otro contexto y bajo otras circunstancias,
Pablo habló de algo parecido. Ya no era el ámbito social o de la vida
cotidiana, sino el ámbito de iglesia. El que causa divisiones en este caso es
el que no solamente tiene un corazón malo sino que además no ha querido
escuchar la reprensión en varias oportunidades. “Deséchalo” significa, entre
otras cosas, no seguir hablando con el tal, no seguir insistiendo, es decir,
callar. Cuando tales personas abundan, entonces los tiempos se vuelven malos.
Es cierto que hay un momento en que somos
llamados a dar testimonio aún sabiendo que eso puede acarrearnos grandes
problemas o incluso la vida. ¡Cuidado! Es el Espíritu Santo el que nos da la
orden de hablar o de callar, y eso es estrictamente personal y requiere tener
el ejercicio de escucharlo en todo momento. Pero esas dificultades son las que
Dios en Su soberanía a dispuesto para que las atravesemos. Meterse en problemas
“gratuitamente” debido a un “complejo de mártir” es otra cosa muy diferente.
En el fondo, lo que nos lleva a hablar “más
de la cuenta”, en momentos en que el mismo Espíritu quiere que callemos y con
palabras que el Santo no nos inspira ni respalda, son nuestros propios
conflictos psicológicos, a veces el sentimiento de culpabilidad que nos meten
por “no evangelizar”, o el deseo de “ganar” una conversación o cambiar una
situación que está mal en sí misma pero que el Señor en Su soberanía permite.
No debemos sentirnos culpables por callar, es
prudente. Tampoco debemos callar más de la cuenta, aún cuando hablar nos traiga
consecuencias. Y debemos ser sabios en relacionarnos con personas y tratar de
ubicarnos en lugares (siempre que sea posible) en los cuales podamos hablar y
nuestras palabras sean útiles.
Danilo Sorti
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