1 Pedro 2:9-11 RVC
9 Pero ustedes son linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que
anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su
luz admirable.
10 Antes, ustedes no eran
un pueblo; ¡pero ahora son el pueblo de Dios!; antes no habían sido
compadecidos, pero ahora ya han sido compadecidos.
11 Amados hermanos, como si
ustedes fueran extranjeros y peregrinos, les ruego que se aparten de los deseos
pecaminosos que batallan contra el alma.
Este es uno de una serie de
artículos sobre las iniquidades nacionales. Escribo específicamente sobre las
iniquidades de Argentina porque es lo que mejor conozco y sobre las que puedo
hablar con autoridad, pero en el fondo no son muy diferentes a las del resto de
Latinoamérica.
Dios toma a Adán y Eva para
comenzar un linaje santo, pero la serpiente alteró drásticamente su identidad.
Dios toma a Noé y sus hijos para comenzar de nuevo, pero la maldición vuelve a
través de Cam y se altera el propósito original de bendición. Dios toma a Abraham
para formar un nuevo pueblo, con una identidad diferente, pero Israel vez tras
vez quiso ser como los otros pueblos. El Señor está formando Su Iglesia, que al
igual que Israel, vez tras vez quiere ser como el mundo. Dios, como Creador y
Padre, es quién tiene todo el derecho y la capacidad para determinar que somos,
quienes debemos ser; pero Satanás obtiene su primera y principal ventaja al
hacernos creer que tenemos otra identidad, su identidad.
De la misma forma, las
naciones han recibido una identidad de Dios, lo que en parte está abarcado en
el “don redentor”, el propósito de bendición específico para naciones, ciudades
y regiones. Este plan normalmente es torcido en su sentido opuesto pero a veces
se manifiesta en parte. En Argentina pasa algo similar, pero creo que el
principal problema en relación con la identidad no es exactamente una identidad
torcida (que la tienen todas las naciones por haberse apartado de su Creador)
sino una carencia crónica de identidad, que provoca a su vez una “identidad fluctuante”
cambiando según modas y corrientes sociales y políticas, una “identidad ideal”
que nunca existió en la realidad pero funciona como espejo, un “vacío de
identidad” que lleva al argentino a ser pedante y sobreactuado afuera de su
país (bueno, no exactamente los argentinos de todas las provincias…).
Al apartarse de Dios por el
orgullo y la autosuficiencia entra el pecado en la nación, y con él su secuela
de culpa, vergüenza y temor. Al rechazar la solución divina, las naciones se
volvieron hacia lo oculto, en vez de buscar al Creador en la intimidad, y lo
oculto agravó enormemente el daño, trajo división entre hermanos y sembró un
espíritu de odio irracional que vez tras vez aflora con toda su furia. Una de
sus manifestaciones es el egoísmo y abuso de poder, con una gran capacidad de
generar heridas, especialmente en lo relacionado con la falta de paternidad.
Y es propiamente la falta
de paternidad y la búsqueda permanente de una paternidad ideal lo que condujo a
una falta de identidad genuina, y esa falta de identidad se manifiesta en
formas destructivas y autodestructivas. Una constitución social en base a
inmigrantes de diversos países, integrados en parte a la sociedad pero sin
perder del todo sus lazos, un país que ha mirado siempre a otros, para compararse
con ellos: Europa primero, Estados Unidos después, una “Latinoamérica ideal”
más cerca; un modelo social que cambia periódicamente al cambiar la corriente
gobernante. Todo eso conspira contra la construcción de una identidad.
Pero cuidado, esto tiene
tanto implicaciones negativas como “positivas”. Todo país que construye una
identidad fuerte inevitablemente lo hace fuera de los lineamientos divinos, y
eso se vuelve una trampa, porque le da un sentido de propósito y
autosatisfacción falso, que termina por apartarlo de Dios, haciéndolo
resistente al Evangelio. Los países con identidad más fuerte, construida
durante siglos o milenios, son los más resistentes al Evangelio. Cuando hay una
“falta crónica de identidad” la nación permanece abierta a lo nuevo, tanto las
nuevas corrientes filosóficas y las nuevas religiones (de las que abundan y
mucho en Argentina) como al Evangelio. La única construcción de identidad
deseable es en base a los propósitos divinos, no otros.
Dios tiene un modelo de
identidad para cada individuo, familia, ciudad, nación. ¿Qué pasa si la mayoría
no lo reconoce ni lo acepta?
Juan 1:12-13 RVC
12 Pero a todos los que la
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos
hijos de Dios;
13 los cuales no son engendrados
de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
El Hijo de Dios vino a
traernos una nueva identidad (por Su sacrificio) y es obvio que la mayoría de
las personas no la aceptaron, pero los que sí lo hicieron fueron transformados.
De la misma forma, Dios tiene una identidad definida para cada nación, que en
parte es posible de rastrear viendo la historia y analizando la sociedad
actual, definiéndose más exactamente por medio de la visión profética. Siempre
que nos ubiquemos en esa identidad y actuemos en base a ella, tendremos el
respaldo de Dios.
¿Cuál es la identidad según
Dios para Argentina? No puedo decir todo lo que Dios quiere, pero hasta donde
sé, en función de lo que entiendo y diversas profecías que a lo largo de los
años he escuchado, Argentina tiene un espíritu de líder entre sus hermanos,
pero de verdadero líder, es decir, no de abuso de poder sino de uso del poder
para servir y hacer crecer a los demás por encima de uno mismo. Un espíritu de
genuina paternidad, es decir, del que se vuelca completo en sus hijos, del que
los protege y puede sacrificarse alegremente por ellos. Un espíritu de
misericordia, es decir, del que puede recibir al que llega, sin discriminación
y sin relegarlo, con los brazos abiertos, brindándole las mismas oportunidades.
Hasta donde entiendo, estos
son los elementos claves de la identidad argentina según Dios. Quizás pocas
veces los hayamos visto en operación, pero eso no altera los propósitos
divinos. ¡Señor, establece tu diseño en nosotros!
Jeremías 31:33-34 DHH
33 Esta será la alianza que
haré con Israel en aquel tiempo: Pondré mi ley en su corazón y la escribiré en
su mente. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo.
34 Ya no será necesario que
unos a otros, amigos y parientes, tengan que instruirse para que me conozcan,
porque todos, desde el más grande hasta el más pequeño, me conocerán. Yo les
perdonaré su maldad y no me acordaré más de sus pecados. Yo, el Señor, lo
afirmo.
¿Cuál es la identidad dada
por Dios para cada uno de los países de Latinoamérica? Sea cual sea, no es algo
demasiado difícil de descubrir para el hijo de Dios que se esfuerce un poco en
buscarla.
Danilo Sorti
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