Deuteronomio 32:13-15 RVC
13 Los hizo ascender a las
alturas de la tierra, y les dio a comer los frutos del campo; de la roca los
hizo libar dulce miel, ¡del duro pedernal los hizo extraer aceite!
14 Los alimentó con leche y
mantequilla, con grasa de corderos y carneros de Basán, y con la carne de
machos cabríos; les dio a comer del mejor trigo y les dio a beber del mejor
vino.
15 Pero Jesurún engordó y
dio de coces (engordó, se llenó de grasa), y abandonó al Dios que lo hizo;
¡menospreció a la Roca de su salvación!
¿Cuál fue la raíz del
pecado del hombre? La misma que la de Lucero; el orgullo o autosuficiencia.
¿Orgullo por qué? Supongo que por lo mismo que leemos muchas veces en la Biblia
y que vemos repetidamente en la sociedad y en nuestras propias vidas: recibimos
las bendiciones de Dios, nos permite disfrutar de ellas y nos da libertad para
que decidamos acercarnos a Él; y cuando ya pasó un poco de tiempo y nos
acostumbramos a la “buena vida” empezamos a pensar que tenemos lo que tenemos
por mérito propio, y que finalmente podremos encontrar algo más entretenido y
grandioso para hacer pero cumplir la voluntad de Dios está “oprimiendo en
nuestra libertad”, y decidimos “por nosotros mismos” hacer las cosas “como bien
nos parecen”… ¡y ahí empieza el desastre!,
brota la raíz del orgullo, exactamente en medio de las más ricas
bendiciones del Señor. Personalmente, no parece muy descabellado pensar que
algo así pasó con Adán y Eva en el Edén, donde disfrutaban de todas las
bendiciones posibles en esta tierra.
Ahora bien, el orgullo
puede ser un poco difícil de percibir como raíz de iniquidad nacional porque
propiamente es una raíz de TODO SER HUMANO. Pero es obvio: ¡una nación está
formada por seres humanos! Y así como el orgullo y la autosuficiencia adquiere
muy diversas formas y manifestaciones de persona a persona, también lo hace de
nación en nación y de cultura en cultura. TODAS las naciones tienen fortalezas
de orgullo, en algunas puede ser comparativamente más grande o más manifiesta
que en otras, pero ninguna escapa a ella. Cada nación tiene algunos temas
básicos que son su fuente de “orgullo nacional”, y que los poderes políticos de
turno cuidan y riegan con diligencia. Incluso naciones que parecen muy humildes
o hasta sometidas tienen grandes fortalezas de orgullo “camufladas”.
Estas iniquidades
nacionales son también iniquidades personales, y aquí es donde se hace más
clara la relación entre iniquidad nacional y personal. Y es obvio también que
debemos arrepentirnos primero por nuestras propias iniquidades personales antes
de hacerlo por las nacionales.
Ezequiel 16:48-52 DHH
48 Yo, el Señor, lo juro
por mi vida: ni tu hermana Sodoma ni sus aldeas hicieron lo que tú y tus aldeas
han hecho.
49 Este fue el pecado de tu
hermana Sodoma: ella y sus aldeas se sentían orgullosas de tener abundancia de
alimentos y de gozar de comodidad, pero nunca ayudaron al pobre y al
necesitado.
50 Se volvieron orgullosas
y cometieron cosas que yo detesto; por eso las destruí, como has visto.
51 En cuanto a Samaria, no
cometió ni la mitad de tus pecados. Tú has hecho más cosas detestables que
ellas; tantas que, a tu lado, ellas parecen inocentes.
52 Tú tendrás que soportar
tu humillación, pues al cometer pecados más detestables que tus hermanas, las
hiciste parecer inocentes. Tú tendrás que sufrir esa vergüenza y soportar tu
humillación, pues hiciste parecer inocentes a tus hermanas.
Tras el orgullo viene la
humillación, esto es, la caída, y entonces, alimentadas por las raíces de
orgullo, las naciones se revuelcan en las tres consecuencias básicas del
pecado: culpa, vergüenza y temor. Roland Muller desarrolla muy bien estos tres
aspectos que, como los colores primarios de la paleta del pecado, se mezclan en
distintas proporciones y matices haciendo que cada nación y pueblo sea más
proclive a uno de estos problemas. Estos tres sentimientos básicos son las
“llamadas de atención” que Dios colocó / permitió en el corazón de los hombres,
para que al reconocer su vacío y necesidad, se acerquen a Él.
Por lo tanto, el paso
siguiente a reconocer y arrepentirse del orgullo y autosuficiencia (propio y de
la nación, generalmente no muy diferentes uno de otro) es reconocer la
necesidad de justicia, de valor y reconocimiento y de protección, en distinta
medida según las desviaciones propias de cada país. En esencia estamos
reconociendo y declarando que Dios es el único que puede suplir adecuadamente
nuestras necesidades, que la fuente de todo bien proviene de Él, que nuestra
verdadera realización, valor, justificación y protección se encuentran solo en
Él y que no recurriremos a ningún otro “dios”, sea alguno de los falsos dioses
del mundo o incluso nosotros mismos.
Y es que en el fondo, el
orgullo nos hace querer ser “dioses” nosotros mismos, tal como fue la tentación
original, pero eso es una necedad absoluta, ¡no podemos ser Dios! No tenemos el
poder que Él tiene, no tenemos Su sabiduría, no tenemos Su autoridad, ni Su
santidad, ni Su amor, ¡y de ninguna manera podemos llevar la carga que sólo Él
puede llevar! Cuando quisimos ser “dioses” asumimos que podíamos llevar Su
carga, ¡pero apenas si podemos con nuestra propia vida! Así, nos desconectamos
de la Única Fuente de Vida, ¡como si quisiéramos agarrar una lamparita y prenderla
con nuestros dedos!
Cuando reconocemos y nos
arrepentimos de esta iniquidad, tanto nacional como individual, reconocemos
también nuestras necesidades, las ponemos delante del Señor y lo reconocemos a
Él como el Único que podrá suplirlas. Entonces nos conectamos con la fuente de vida y en vez de pretender ser
lo que no hemos sido llamados a ser, quedamos libres para ser lo que realmente
tenemos que ser, conectados a la Verdadera Fuente de Energía, y así encontramos
nuestra genuina identidad, como individuos y como nación.
Al combatir la raíz del
orgullo, debemos celebrar luego la vida abundante que viene del Padre y la
recuperación de nuestro propósito, debemos celebrar que la protección y
provisión divinas vuelven a nosotros.
¡Cuidado! Tengamos presentes
que el orgullo es una de las raíces de iniquidad principales de esta etapa de
la Iglesia en la que nos encontramos, por lo que este tema puede ser
especialmente difícil para los cristianos que se ubican en ese modelo de
iglesia:
Apocalipsis 3:14-20 RVC
14 »Escribe al ángel de la
iglesia en Laodicea: Así dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el
principio de la creación de Dios:
15 »“Yo sé todo lo que
haces, y sé que no eres frío ni caliente. ¡Cómo quisiera que fueras frío o
caliente!
16 Pero como eres tibio, y
no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.”
17 Tú dices: “Yo soy rico;
he llegado a tener muchas riquezas. No carezco de nada.” Pero no sabes que eres
un desventurado, un miserable, y que estás pobre, ciego y desnudo.
18 Para que seas realmente
rico, yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego, y vestiduras
blancas, para que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez. Unge
tus ojos con colirio, y podrás ver.
19 A todos los que amo, yo
los reprendo y los castigo; así que muestra tu fervor y arrepiéntete.
20 ¡Mira! Ya estoy a la
puerta, y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, yo entraré en su casa,
y cenaré con él, y él cenará conmigo.
Las iglesias y cristianos
que no se han desembarazado del espíritu de Laodicea no pueden atacar esta raíz
de iniquidad nacional. Y esto se ve en una “falsa” forma de interceder por la
nación: orar por bendición y provisión, que no está nada mal en sí mismo, pero
sin reconocer los pecados que han llevado a la situación actual. Por favor, no
oremos más así porque no creo que Dios vaya a seguir tolerando ya este tipo de
plegaria.
¡Señor, líbranos del
orgullo y la autosuficiencia! ¡Reconocemos que Tú eres el Único proveedor y
protector! ¡Celebramos la vida, bendiciones y propósitos que vienen de Ti!
Danilo Sorti
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